En la madrugada del 13 de Noviembre de 1974
el joven Ronald DeFeo asesina a sangre fría a sus cuatro hermanos pequeños y a
sus padres, alegando que unas voces en su cabeza le han obligado a cometer
dichos crímenes. Una año más tarde la familia Lutz compra la propiedad en la
que tuvo lugar la masacre, dispuestos a convertir una bella casa de estilo
victoriano con enormes terrenos y coronada por un embarcadero, en su hogar.
Tuvieron que transcurrir más de veinticinco
años para poder verse estrenada, y esta vez nuevamente en cines, la mejor de todas las cintas filmadas hasta
el momento dentro de la longeva franquicia cinematográfica de Amityville. Esto
sería posible gracias a la aportación de la productora Platinum Dunes, cuyo
mecenas más destacado sería Michael Bay, y la cual se centraría durante los
primeros años del nuevo milenio en recuperar clásicos del terror de los años
setenta y ochenta, filmando de esta manera actualizados remakes de títulos como
La matanza de Texas, Viernes 13, Pesadilla en Elm street o Carretera al
infierno. El desconocido Andrew Douglas fue el director escogido para llevar a
buen puerto el proyecto, quién se apoyaría en el libreto de un por aquel
entonces celebrado Scott Kosar, responsable de los guiones de La matanza de
Texas 2004 o El maquinista y que años más tarde ofrecería otro remake de altura
con la cinta The crazies, siendo Kosar en su escritura bastante fiel al guion
de la cinta de 1979. Douglas ofrece un título que toma lo mejor de la película de
Stuart Rosenberg en forma de suspense a lo largo de la trama, a lo que suma una
estética y recursos cinematográficos más actuales, lo cual unido a la
ambientación de la historia en plenos años setenta, apoyada en una estupenda
escenografía, hace que acabe resultando una muy destacable cinta de casas encantadas.
Gracias a La morada del miedo Ryan Reynolds
pudo sacudirse el san benito que le encasillaba como un simpático actor de
comedia, ofreciendo una gran interpretación dramática, compleja y llena de
matices, aprovechando para dotar de fisicidad a su personaje la increíble
musculatura adquirida para interpretar a Hannibal King en Blade Trinity un año
atrás, pudiendo jugar además con su evolución desde marido perfecto a sádico
malnacido, gracias a lo cual experimenta interpretativamente, desde el miedo
que siente el propio personaje o la violencia psicológica que desata hacía su
propia familia, hasta llegar a un clímax final con su personaje totalmente ido
pero sin caer en el histrionismo. Junto a Reynolds aparece la bella Melissa
George, quien seguiría pasándolo mal en 30 días de oscuridad, convincente como
esposa sufridora. Atención también al trío de actores infantiles, quienes
ofrecen unas interpretaciones de nota, logrando que ninguno de los tres resulte
cargante y resolviendo sus respectivos papeles con madurez y profesionalidad, resultando
quizás el hermano pequeño el más perjudicado ante las comparaciones con sus dos
compañeros de reparto, siendo además la encargada de dar vida a la pequeña
Chelsea Lutz una jovencísima actriz que no tardaría en dar mucho de qué hablar
gracias a su participación en Kick Ass, Chloë Grace Moretz, iniciando una muy
prometedora carrera con películas como Equalizer o Carrie. Papel testimonial
para Philip Baker Hall, quien toma el relevo de la actuación de Rod Steiger más
de dos décadas atrás.
Como decíamos, la película se presenta como
la mejor de todas las entregas sobre Amityville, y es que además de crear una
tensión creciente en la mejor tradición de la película iniciática de 1979,
reduce el metraje respecto a esta en cerca de media hora, lo que la hace mucho
más digerible, ágil, efectiva y directa, con un montaje de las secuencias mucho
más atinado y que desecha toda esa paja que no aportaba nada, ni a la trama ni
a la propia capacidad de la cinta por generar desazón en el espectador,
resultando de esta forma La morada del miedo un estupendo ejemplo del género de
casas encantadas, con no pocas escenas aterradoras y que acaban por impregnar
al espectador, sabiendo además perfectamente cómo usar el resorte del susto en
atinados jump scares. Podemos recordar como ejemplos válidos de esta
afirmación la aparición del fantasma de
Jodie en el momento en que George y Kathy están haciendo el amor, la escena del
pequeño Michael Lutz acudiendo durante la noche al baño aterrorizado y la
posterior vuelta a su habitación, el visionado de la grabación casera durante
el cual George ve a Billy como un demonio…
Y por fin la casa vuelve a ser la gran
protagonista de la historia, convertida a estas alturas en todo un fetiche del
terror más clásico, perfectamente representada en la bella y a la vez
aterradora fachada coronada por las dos ventanas superiores, cuya angulosa
forma le confieren aspecto de dos enormes ojos brillantes. Y es que es
evidentemente cierto que ese aspecto tanto exterior con el embarcadero alejado,
el enorme tejado, protagonista de dos de las escenas más impactantes de la
cinta, o el interior de pasillos oscuros, pero muy especialmente con ese sótano
en el que acaba parapetándose un George Lutz totalmente poseído por la locura,
ayudan a generar y/o aumentar la tensión en las escenas, siendo un perfecto
exponente de lo que es una casa encantada en cuanto a escenarios y
ambientación.
Posiblemente la principal baza de la película
se encuentre precisamente en el hecho que al tratarse de un remake y de la
novena entrega de una saga sin demasiado tino a nivel crítico, mucha gente la
prejuzgue de antemano, sucediendo lo mismo con un actor principal con numerosos
detractores per se. La morada del miedo acaba demostrando a todos estos
incrédulos que se trata de un gran ejemplo de cine de género, con unos actores
solventes, una ambientación terroríficamente lograda y unas impactantes
escenas, lo que unido a su estupenda manera de narrar una historia que ya hemos visto
antes en varias ocasiones, acabe resultando una experiencia visual y de
entretenimiento dentro del género a resaltar. Amityville había resurgido de
entre sus cenizas.
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