sábado, 30 de noviembre de 2019

... Y EN DICIEMBRE

Puede que el mes de la Navidad, época de paz, amor y comidas familiares no sea el más propicio para hablar de una saga como El exorcista...o tal vez si. No importa, preparados o no, allá vamos.


miércoles, 27 de noviembre de 2019

CABIN FEVER (CABIN FEVER, 2016) 99´



Cinco amigos deciden pasar unos días alejados de la ciudad, y para ello alquilan una cabaña en medio del bosque. Pero lo que se antojaban unas jornadas de asueto y diversión, acaban resultando unas vacaciones infectas cuándo el grupo es contagiado por un voraz virus con una rápida capacidad de contagio y un porcentaje de mortalidad de prácticamente el cien por cien de los infectados.



Apenas catorce años después de estrenada Cabin fever se llevó a cabo este innecesario remake. Innecesario porque no era una película que reclamara un lavado de cara en base a que la película de Eli Roth no ha quedado a día de hoy desfasada, ni necesitada de una revisión, e innecesario igualmente porque ni siquiera se toma la molestia de aportar ningún elemento novedoso a la historia que ya todos conocemos, siendo de hecho una traslación literal, casi secuencia por secuencia, de lo filmado por el director de Hostel en 2002. La única diferencia entre este título y el de primeros de los dos mil, es que en esta ocasión se ha dejado de lado ese halo de irreverencia y bizarrada que por momentos si tenía la opera prima de Eli Roth, dándose esta revisitación una concepción de título más serio, de mayor impronta que la propia película a la que homenajea.



Travis Zariwny, rebautizado para la ocasión como Travis Z y con cameo incluido como sheriff, dirige la película, la cual ha sido guionizada por Randy Pearlstein, uno de los responsables de la Cabin fever original, y que se antoja poco ha modificado su trabajo inicial más allá de cuatro apuntes, en algún caso nada acertados. Resaltar a este respecto que ahora, el personaje de agente Winston cambia de sexo para ser una mujer, y aunque por momentos trata de imitar los ademanes y maneras de este singular policía, acaba resultando menos grotesco y extravagante que la aportación ofrecida por Giuseppe Andrews más de diez años atrás. La otra gran novedad respecto a su homóloga pretérita es la manera en la que se abordan las muertes del quinteto protagonista, que difieren en la forma en la que estaban filmadas por Eli Roth, único apunte diferenciador entre una película y la otra de lo que acaba resultando un ejercicio de calco que aunque no aburre se presenta como totalmente fútil. 



Y es que, como apuntábamos con anterioridad, no hay apenas diferencia entre un título y otro, los personajes son los mismos, su personalidad y la relación entre estos es la que ya nos encontramos en 2002, y el desarrollo de la historia es idéntica, con ejemplos como el momento en que Paul es mordido por el niño, su beso con Karen en la plataforma en el lago, la macabra anécdota de la bolera, la irrupción en mitad de la velada nocturna de un fumata algo ido, la secuencia de la bañera, el momento en que Paul y Marcy acaban acostándose en pleno momento de caos médico…es todo un deja vu que aún resulta más tedioso si haces un recorrido consecutivo de la saga, encontrando con que estás viendo la misma película dos veces en apenas tiempo.



Y, como no cabía esperar otra cosa dentro de una película de la saga Cabin fever, hay que resaltar unos efectos de maquillaje y unos apuntes de cine gore bien resueltos y que tienen su epicentro en un acto final que se antoja lo más divertido de la película, con un Paul ya en estado de absoluto descontrol, con una muerte de Karen que se inicia incluso como un episodio grotescamente cómico para finalizar dramáticamente con la cámara mostrando la caseta en la que se encuentra la joven envuelta en llamas y bajo el sonido de los gritos de dolor de este personaje, y donde igualmente el final de Marcy eleva al cubo la propuesta de la película de Eli Roth, quien precisamente no se caracteriza por su delicadeza a la hora de plasmar en pantalla la violencia. Sin embargo, para cuándo llegamos a este reguero de sangre y muertes ya hemos perdido el interés que pudiéramos tener de inicio a la hora de ver como se había abordado el presente remake.



Una descafeinada y nada valiente en ideas revisión de una película con cierta enjundia dentro del cine de horror de principios de los dos mil que cuenta con una nula aportación de un Eli Roth que, acreditado como productor ejecutivo, parece ser se ha dedicado a cobrar los correspondientes royalties y dejar hacer. Con otra constante en la franquicia como es el contar con un puñado de jóvenes y muy poco conocidos actores para dar vida a los protagonistas, esta nueva Cabin fever se antoja tan innecesaria como reiterativa, no aportando un ápice de elementos diferenciadores, ni estilísticamente, ni conceptualmente, ni argumentalmente, que hagan merezca la pena reseñar su impronta como parte de la franquicia. La fiebre ya ha bajado.

lunes, 25 de noviembre de 2019

CABIN FEVER: PACIENTE CERO (CABIN FEVER: PATIENT ZERO, 2014) 91´



Un grupo de amigos alquilan una embarcación que les traslade hasta una remota isla desierta en medio de República Dominicana donde celebrar la despedida de soltero de uno de ellos. Lo que desconocen es que el lugar oculta el emplazamiento de un laboratorio secreto en el cual se encuentra recluido, contra su voluntad, el considerado paciente cero de un terrible y letal virus que una vez te infecta acaba devorando la carne del enfermo, resultando cien por cien letal.



Tercera entrega de Cabin fever y primera destinada directamente a su estreno en formato doméstico, la película está guionizada por Jake Wade Hall, todo un experto en remakes con trabajos como Carretera al infierno o La escalera de Jacob, ambas nuevas versiones de títulos icónicos del terror de mediados de los ochenta y primeros noventa, y quien hace crecer la historia dejando de lado el ofrecer únicamente un nuevo brote de infección entre el consabido grupo protagonista, incluyendo al misterioso personaje que da nombre a la cinta de paciente cero, y abriendo de esta forma la propuesta mediante una segunda trama enmarcada en el laboratorio médico donde se encuentra confinado este portador de la enfermedad, quien sin embargo no llega a desarrollarla. Dirige de manera rutinaria un desconocido Kaare Andrews, quien ofrece un trabajo del montón, sin ningún aporte de originalidad en el tratamiento de las imágenes, resultando un título más entre el maremagno de películas dentro de su estilo y destinados a su explotación dentro del mercado del alquiler.


La película, como no puede ser de otra manera en un título de sus características y pretensiones, vuelve a estar interpretado por un grupo de jóvenes actores de carrera discreta, con, entre otros, nombres como los de Brandon Eaton, visto en la serie de televisión Dexter,  Jillian Murray, más conocida por protagonizar el enésimo escándalo de sustracción y posterior publicación de imágenes privadas de contenido sexual de su móvil, o Lydia Hearst, conocida por el fan del terror zombie de segunda gracias a la serie Z Nation, y que en este caso interpreta a una improbable asistente médico. Si que cabe destacar la aparición del veterano Currie Graham, quien ha participado en multitud de series para televisión como Policías de Nueva York, CSI, Mujeres desesperadas, Agente Carter o The rookie, y que en Cabin fever 3 interpreta al Doctor Edwards, quien lidera al grupo de científicos que trabaja en las instalaciones ubicadas en la isla donde se desarrolla prácticamente toda la trama, y quien presenta ademanes casi de mad doctor. Pero muy especialmente llama la atención, dando vida al denominado paciente cero,  ver a Sean Astin, todo un ícono cinematográfico tras dar vida a Mikey en Los Goonies, convertido en actor juvenil de solvencia en títulos como De tal astilla tal palo, Operación soldados de juguete o El hombre de California, y rescatado del semi olvido gracias a la trilogía El señor de los anillos, donde daría vida al hobbit Sam, uno de los personajes centrales, aunque secundario, del conjunto de películas dirigidas por Peter Jackson. Este actor aporta nombre y una interpretación contenida que acaba sumando sobre el resultado final.


Esta tercera entrega rompe diametralmente con la saga, no enlazando con las dos películas anteriores a través de ningún personaje ni trama (cosa que si sucedía en la segunda entrega respecto a la película de 2002), e incluso trazando su propio estilo a la hora de abordar la historia. Es por ello que la cinta es más oscura y menos absurda en situaciones que Cabin fever y especialmente Cabin fever 2, y es que, si esta segunda entrega hacía un viraje hacía el humor más negro y escatológico, aunque igualmente macabro, en esta ocasión el cambio de rumbo de timón lleva a ofrecernos una película más seria en planteamientos, más dramática en las situaciones que aborda, y donde no hay rastro de ese tono paródico, incluso absurdo por momentos, que tenían tanto la película de Eli Roth como la de Ti West. Eso no es impedimento para que, por lo demás, la película esté plagada de personajes mil veces vistos con anterioridad, situaciones abordadas en infinidad de películas de género y recursos manidos y nada sorpresivos, y que incluso llegan a aburrir, caso de los minutos que la película dedica a mostrar como dos de los personajes recorren de manera pormenorizada las instalaciones del laboratorio una vez dan con este enclave en mitad de la selva. A esto hay que añadir que, a pesar que de inicio, da la sensación que esta nueva película se atreverá a abordar elementos explicativos de la infección, su origen o forma de enfrentarse a ella, precisamente por los arcos argumentales que abre, finalmente deja todos esos cabos sin resolución, siendo simplemente meras excusas narrativas sin cierre para tratar de no ser reiterativos en propuestas, a la vez que aportan metraje que sumar a la película para alcanzar la consabida duración estándar. Incluso el momento en el que la película te indica y explica mediante flashbacks la forma en que se ha desarrollado el contagio masivo en el laboratorio científico,  acaba resultando forzado y sin sentido, reiterándose esa idea de que narrativamente la película, aunque se esfuerce por demostrar lo contrario, tiene unos andamiajes muy frágiles, incluso inconexos. 

Si bien a nivel de historia, y tal y como hemos podido indicar, esta tercera entrega adolece de mediocres resultados, a pesar de sus buenas intenciones de inicio, visualmente la cinta, aunque no llegando a sorprender en ningún momento, al menos acaba resultando un producto con un estándar de calidad aceptable. Pero es, una vez más dentro de esta saga, en los demoledores efectos de la enfermedad sobre los afectados, donde la película vuelca todos sus esfuerzos, a sabiendas que es esa colección de heridas abiertas, carne infectada, y pústulas sanguinolentas, el plato fuerte que ofrecer a los seguidores de la franquicia, no fallando en este aspecto los responsables de maquillaje y efectos visuales. Con unos infectados que por momentos nos recuerdan más a una colección de zombies en descomposición, que a unas víctimas de una mortal bacteria carnívora, hay que destacar la profusión y el detalle a la hora de mostrar en pantalla a estos personajes y los terribles efectos de la infección sobre su cuerpo. Y si bien la película ha mantenido a lo largo de su desarrollado un aire de seriedad en el planteamiento y desarrollo de la situación, es en los efectos derivados de la enfermedad, donde acaba desbarrando con ideas como la del agente de seguridad infectado que acaba por perder de cuajo su mano tras disparar con la pistola que porta. Pero en este sentido, el plato fuerte lo hallamos en la explícita secuencia en la que dos de las contagiadas, y que se encuentran ya en los últimos estadios de la enfermedad, se enfrentan a muerte en un combate repulsivo, lleno de fluidos, carne en descomposición y sangre, todo un deleite para el aficionado a este tipo de escenas, y que acaba de una manera sexualmente abrupta.


Cabin fever 3 se presenta como una soportable, aunque por momentos aburrida secuela, que en sus ínfulas por abarcar nuevos horizontes dentro de esta serie de películas, acaba por resultar la menos creíble narrativamente, a lo que hay que unir la sensación de cierto fraude por no atreverse el guionista a llevar hasta el final esa propuesta abierta con el paciente cero. Y es que al finalizar la película no vamos a entender nada más de la enfermedad ni su origen, siendo nuevamente lo más destacable los brutales efectos de esta afección sobre el grupo de incautos protagonistas. Pero es que, para ese viaje no hacían falta estas alforjas.

martes, 19 de noviembre de 2019

CABIN FEVER 2 (CABIN FEVER 2; SPRING FEVER, 2009) 87´



Hasta una escuela de secundaria llega un cargamento de agua embotellada contaminada por una terrible bacteria que una vez te infecta acaba por devorar la carne de a quien enferma. Dicho líquido, por avatares del destino, formará parte del ponche utilizado en el baile de graduación del instituto, desatándose de esta forma una vorágine de muerte y horribles pústulas y heridas abiertas.



El boca a boca, apoyado en una estimable campaña publicitaria y promocional, había convertido a Cabin fever, estrenada siete años atrás, en un film casi de culto, mitificado incluso más cuándo su máximo responsable, Eli Roth, dirigiera Hostel, con Quentin Tarantino en la producción. Es por ello que se consideró la gestación de una secuela que perpetuara esa mezcla de comedia alocada y explícita cinta de horror vista en la opera prima de Roth. En esta ocasión sería Ti West el director escogido para dirigir la secuela, siendo además uno de los responsables de escribir la historia de la película, sorprendiendo de inicio el estilo que tiene esta segunda entrega frente a otros títulos del mismo director, como puede ser La casa del diablo, estrenada ese mismo año, y donde la contención y un tempo narrativo pausado, lento por momentos, era la marca de la casa de su autor. Nada de eso encontramos en Cabin fever 2, sostenida en un tono paródico, excesivo y donde lo cómico predomina sobre lo terrorífico, una comicidad eso sí, no apta para estómagos delicados. Parte de esta contrapuesta dualidad en el estilo se debe a que el director, tras importantes discrepancias con los productores de la película, no participaría en la fase de postproducción de la misma, y si bien buena parte de lo filmado sí que fue rodado por el propio West, aunque escama un largo e innecesario epílogo en un club de striptease que apunta a otro responsable tras las cámaras, este no participaría en ningún momento en el montaje final estrenado, y que de hecho difería bastante de las ideas que este tenía en mente a la hora de montar la película.



Cabin fever se inicia enlazando directamente con la cinta de 2002 mediante una breve secuencia donde se recupera al personaje de Paul, escena que se resuelve de una forma que deja meridianamente patente por donde va a transcurrir la trama, el descontrol y el exceso como características principales. Si en la película de Eli Roth la historia se desarrollaba en la prototípica cabaña en medio de un solitario bosque, en esta ocasión vemos como la trama se traslada a otro arquetipo dentro del cine de terror, un instituto en plena preparación de su baile de graduación, lo que permite a la película conjugar todos y cada uno de los personajes más estereotipados de estas cintas juveniles de instituto. El chico listo y apocado enamorado desde niño de su mejor amiga, novia a su vez del peor de los tipos, un estudiante violento y agresivo. También contamos con el amigo socarrón, consejero de su compañero y leal hasta el final. Todos estos personajes centrales son interpretados por un grupo de jóvenes y desconocidos intérpretes liderados por Noah Segan y Alexi Wasser. Pero también harán acto de presencia a lo largo del metraje otros patrones dentro de las películas para adolescentes ubicadas en un colegio, como una estudiante embarazada, una pareja de frikis con pasión por el cine de terror de serie Z y que resultarán ser los más inteligentes a la hora de tomar decisiones, la chica gorda que por su apariencia física no gusta a los chicos, el guaperas que acuerda una apuesta donde demostrar sus dotes de seductor…Como no podía ser de otra manera tras su celebrada aparición en la primera Cabin Fever, el personaje del agente Winston volverá a hacer acto de presencia, aumentándose además su peso en la historia obsequiándole con una subtrama que, como todo lo concerniente a la historia en la película, queda en nada. Asimismo abundan los cameos de comediantes y celebridades dentro del ámbito de la televisión y el cine más freak de Estados Unidos, caso de Mark Borchardt, Larry Fessenden o Judah Friedlander. Todo en aras de poder montar una comedia de terror donde no se olvidan los consabidos homenajes al género mediante claras inserciones de guiños a títulos tan evidentes como Carrie o, nuevamente, Posesión infernal, aunque más bien en este caso el objeto de imitación sea su divertida y transgresora secuela, Terroríficamente muertos.



La película es entretenida y se deja ver a pesar de lo arcaico de su historia, de cómo se desarrolla esta y, sobre todo, un final anti climático, ya que la trama central finaliza de manera abrupta, dejando al espectador con la sensación de la falta de metraje que cierre la trama, para dejar su lugar a un innecesario epílogo, y que como apuntábamos antes, tiene lugar en un club de striptease en el que trabaja una de las estudiantes contagiadas del instituto de secundaria, momentos que por cómo están rodados parecen tomados de una película totalmente diferente, y es que posiblemente no fueran filmados por Ti West, evidenciando los problemas de postproducción citados con anterioridad, siendo meros minutos de relleno que conformen una duración standar. Pero un alto porcentaje de lo filmado sí que denota los conocimientos y saber hacer del director de Los huéspedes o el western El Valle de la venganza, predominando el delirio visual y buscando constantemente resultar repulsivos y grotescos con secuencias como la de la felación o el encuentro sexual en la piscina, el propio personaje del director de la escuela o el momento de la orina en el bol de ponche. Todo está construido para ese acto final en el baile de graduación donde la sangre, los vómitos y las muertes copan la pantalla en un tour de forcé que si bien ha tomado prestado del Cabin fever original su retorcido sentido del humor, ha dejado de lado esos momentos de suspense y tensión que igualmente aparecían en la película de Eli Roth. Los efectos de maquillaje están a la altura de lo que un título como este necesita, donde vemos amputaciones, abortos y una gran profusión de sangre y heridas pustulentas. Una vez más, predominando esa idea de resultar un título incómodo y repulsivo, pero no tanto por lo que cuenta sino por como lo muestra en pantalla.



Una secuela con gracia si le sabes seguir el juego, y que se enmarca en unos curiosos insertos construidos mediante afeados dibujos animados tanto en los títulos de crédito iniciales como de cierre. Con más de parodia que de terror puro a pesar de lo explícito de la propuesta, Ti West logra armar, a pesar de que la película no puede decirse que tenga su autoría al no haber sido responsable el director de su montaje final, un entretenimiento que sigue sacando réditos de la idea presentada por Eli Roth en su opera prima, con un enemigo letal que se antoja escurridizo, imposible de detectar y contagioso, altamente contagioso. Y es que contagio y juventud son dos palabras que van de la mano en Cabin fever 2 en su implicación más sexual, sino que se lo pregunten al personaje de Alex, a quien sus hormonas en modo revolucionado acaban costándole caro, muy caro. 

domingo, 17 de noviembre de 2019

CABIN FEVER (CABIN FEVER, 2002) 93´



“Terror en carne viva”



Varios amigos deciden, para celebrar el final de curso académico, pasar unos días en una solitaria cabaña en medio del bosque entre cervezas, risas y algo de sexo. Lo que desconocen es que en las inmediaciones de donde van a instalarse se encuentra un hombre afectado por una extraña y letal bacteria que termina por devorar la carne de quien infecta, y que esta enfermedad es extremadamente contagiosa.





Opera prima del hoy conocido Eli Roth, considerado uno de los padres fundacionales del terror del nuevo milenio, caracterizado principalmente por dejar de lado un tipo de cine de género muy característico de los noventa, debido principalmente al éxito de Scream, y que se basaba en perpetuar el subgénero slasher en películas cuyo público potencial principal era el adolescente, lo que obligaba a rebajar el nivel de crueldad y explicitud de las películas a estrenar. En contra de esta idea, el propio Roth aboga por una vuelta a un terror más directo, visceral y desagradable, tomando como fuente de referencia constante el cine de género de los años setenta en cuanto a formas y de la década de los ochenta en cuanto a contenido, tal y como se puede verificar en esta, su primera película y que se basa en una idea propia del director. Como buena opera prima que se precie, el proyecto hubo de lidiar con inconvenientes varios, aunque comparativamente con primeras películas de directores del género como Hooper, Romero o Craven, la experiencia de Roth fue algo más tranquila, llevando a cabo un rodaje bastante cómodo, y sufriendo los mayores esfuerzos tras la filmación en busca de una distribuidora que apoyase la comercialización en cines de la película




Lo primero que llama la atención de Cabin fever es descubrir tras las cámaras a un fan del género, un gran conocedor del cine de terror que ha convertido su pasión en su profesión, y que utiliza dichos conocimientos para construir un híbrido de extraña comedia de horror en la que los elementos referenciales son constantes. Esta idea queda dibujada ya desde la propia construcción de los personajes protagonistas, donde Roth utiliza el estereotipo de este tipo de películas cercanas al slasher para acabar retorciéndolos, y que lo que parecía de inicio claro no fuera tan evidente. Así, de una parte tenemos a Rider Strong, conocido principalmente por aparecer en la serie de televisión Yo y el mundo, dando vida  a Paul, en apariencia el protagonista principal, un chico enamorado de una de sus acompañantes, a quien ha convertido en su amor platónico. Pero esta imagen inicial de un Paul con aspiraciones de héroe acaban defenestradas cuándo vemos como actúa una vez se inicia la epidemia entre el grupo, donde las luces se combinan con las sombras en la toma de decisiones. Por otro lado, Jordan Ladd, vista en Club desmadre, precisamente una parodia de Scream y de ese renacer del slasher para adolescentes que vendría después y en Death Proof, en el papel de Karen, es dibujada en un principio como la chica timorata y virginal del grupo, la perfecta final girl de manual, para descubrir que nada de eso es así, como ella misma se encarga de aseverar en diálogos como el de la ducha de hidromasaje, dejando de paso patente el director que no va a ser la heroína al modo de Jamie Lee Curtis en La noche de Halloween o Neve Campbell en Scream. James DeBello, un rostro conocido en la comedia juvenil de finales de los noventa y principios de los dos mil con apariciones en títulos como Cero en conducta, American Pie o Scary Movie 2, da vida a Bert, el patán gracioso, quien finalmente también presentará aristas en su comportamiento lejanas al estereotipo dibujado de inicio. Cerina Vincet por su parte, presta sus facciones y físico para dar vida a Marcy, uno de esos personajes que no puede faltar en una película con una propuesta como la de Cabin fever, la chica díscola, desinhibida y cuyo principal aliciente parece ser el de aparecer desnuda en varios momentos de la película. Pero una vez más Roth retuerce los arquetipos haciendo de Marcy uno de los personajes más fuertes y decididos, además de nobles, de la historia. Todo lo contrario de un Joey Kern, Jeff en la cinta, abocado a aparecer como el guapito engreído destinado a una pronta y cruenta muerte, resultando ser el que llevaba la razón a la hora de tomar las decisiones que los diferentes protagonistas van planteándose una vez se inicia la epidemia entre ellos, aunque ello no sea óbice para un final a la altura, y que no por menos esperado resulte tremendamente acertado. No podemos obviar, hablando de los actores principales de la película, la aparición del propio Eli Roth en un papel anecdótico, siendo de inicio su intención dar vida al agente Winston, idea que desecho una vez vio el casting para dicho rol de Giuseppe Andrews (quien ya había coincidido con James DeBello en la anteriormente citada Cero en conducta) y que hizo que este actor le encajara a la perfección para un papel tan alocado y esperpéntico.




La película es uno de esos exponentes de cine de cabaña en el bosque, casi un subgénero desde el estreno en 1981 de Posesión infernal, idea que se refrendaría con el estreno de Cabin in the Woods en 2012, lo que nos permite aislar al grupo de protagonistas principales en un ambiente desconocido y cuasi hostil frente a un horrible enemigo común. La gran aportación de Roth en este sentido es que, para conformar a ese terrorífico antagonista, deja de lado los psicópatas de extravagante presencia o malignos demonios vistos en otras películas del género, fijándose en una enfermedad real como fuente de toda la trama. Y es que la idea de Cabin fever llegaría, como suele ser habitual en numerosas ocasiones, de una vivencia propia del director, quien contrajo un extraño virus en la piel, situación que le llevó a indagar y tomar una infección real, la fascitis necrosante, como base sobre la cual construir una enfermedad altamente contagiosa y letal que elevaba al cubo las características principales y reales de la citada afección bacteriológica. Esta idea permite a la película jugar con dos elementos importantes. De una parte los efectos de esta patología sobre los afectados da pie a que los responsables de maquillaje se regodeen en unas caracterizaciones donde las heridas pustulentas y sanguinolentas son la principal marca de la casa, posibilitando secuencias tan impactantes a nivel no solo visual sino de repelencia sintomática como las del baño de Marcy y esa depilación extrema o el momento en que Karen se encuentra en uno de los últimos estadios de la enfermedad con media cara comida por las bacterias. Además, y este es probablemente la aportación más relevante de la película y que la elevaría por encima de decenas de títulos similares, es que en esta ocasión nos encontramos ante un enemigo del que no hay posibilidad de escapatoria una vez entra en contacto con su víctima, lo que le hace más terrible y letal, lo que unido a su procedencia y origen real frente a fantasiosos psicópatas inmortales, la convierte en más terrorífica. Y es que escoger un villano en forma de mortal bacteria es una variante que no había sido desarrollada en demasiadas ocasiones dentro del cine de terror, a pesar de que ya existían ejemplos anteriores en títulos como Rabia o The crazies, pero lejos, muy lejos en número de explotaciones de otras ideas en forma de enormes psicokillers, alienígenas de intenciones aviesas o demonios con la posesión como objetivo central.



Hay que destacar el extraño y desconcertante estilo que el director marca para la película, y que oscila de manera consciente entre el cine de terror visceral, con la propia trama narrada y que además en algunos momentos ahonda en el dramatismo de la situación o de las decisiones a tomar, con momentos tan potentes como el propio final del personaje de Karen o el destino escogido para el quinteto protagonista, con ciertos momentos cómicos, incluso bizarros, muchos de los cuales están protagonizados por el grupo de rednecks que el director se encarga de parodiar, chiste de niggers incluido, siendo el personaje de Winston el más característico dentro de esta inclusión de elementos absurdos. Este estilo infundido a la película sería precisamente uno de los elementos, que, precisamente por extraños, encumbrarían a la cinta a cierto status de título de culto, algo que a todas luces parece excesivo viendo el resultado final de Eli Roth en su primer largometraje, donde, si bien resulta una correcta película de género, se aprecian numerosos recursos manidos tratando de dar potencia visual a la cinta, con esas secuencias presentadas en un rojo fundido como exponente principal. Y sin embargo una buena campaña publicitaria, un estimado éxito en taquilla y, quizás lo más importante, lograr llamar la atención de Quentin Tarantino, quien de alguna manera acabaría convertido en padrino de su director, harían de Cabin fever una película lanzadera de una trilogía, con remake incluido. Todo un merito para un director novel de treinta años con una innegable pasión por el cine de terror, algo de medios y una pizca de suerte, quien gracias a Cabin fever lograría hacerse un hueco en el cine de terror moderno tanto como director, productor, e incluso actor, todo un todoterreno que pocos años más tarde tocaría el cielo dentro del género que tanto amaba con una película llamada Hostel. Pero eso es otra historia. 

martes, 12 de noviembre de 2019

...Y PARA LA SEGUNDA QUINCENA DE NOVIEMBRE

Noviembre, época de frios, catarros, y gripes, que mejor momento para abordar la saga iniciada con la opera prima de Eli Roth, Cabin Fever. Tengan mantas y pañuelos preparados, los virus son de aupa.




jueves, 7 de noviembre de 2019

EL DÍA DE LOS MUERTOS (DAY OF THE DEAD, 2008) 85´



Un pueblo se encuentra en estado de cuarentena por un brote de gripe, siendo  lo más extraño de esta situación que el ejército controla los accesos al lugar para evitar que nadie entre o salga del perímetro. Pero este virus mutará hasta transformar a los infectados en zombies sedientos de carne humana, convirtiendo esta pequeña localidad en una ratonera donde los pocos supervivientes son cazados uno a uno por una multitud cada vez mayor de muertos vivientes.



El gran éxito de público, pero también de crítica, obtenido por Zack Snyder con su opera prima Amanecer de los muertos, propició un aluvión de películas con los muertos vivientes como grandes protagonistas, a lo que hay que unir el estreno un par de años atrás de 28 días después, siendo ambos los dos títulos fundacionales del resurgir que en el nuevo milenio se vivió de este subgénero dentro del cine de terror. En este caso nos encontramos con una re visitación de varias de las ideas presentadas por George A. Romero en su película de 1985 El día de los muertos, no pudiendo hablar de un remake como tal, ya que ni siquiera toma la idea argumental central, cosa que si veíamos sin embargo en Amanecer de los muertos. Steve Miner, viejo conocido del género y responsable de títulos tan interesantes para el aficionado como las dos primeras secuelas de Viernes 13, House, una casa alucinante o Warlock el brujo, es el director de la película que nos ocupa, la cual ha sido guionizada por Jeffrey Reddick, conocido especialmente por ser el autor de los guiones de Destino final y varias de sus secuelas. En este caso, tal como hemos apuntado, se toma como base de inspiración la cinta de George A. Romero estrenada más de veinte años atrás, en línea con lo ya hecho por Zack Snyder con Zombie, pero mucho más alejada en esta ocasión de su base original. 





Las líneas de cohesión de este título con el dirigido por Romero se encuentran principalmente en ver como el protagonismo se centra en un estamento como es el militar, aunque en esta ocasión eliminando la ferviente negatividad adscrita a este grupo, un elemento muy presente en la película original. Asimismo vemos en el acto final la aparición en escena de los científicos, el otro gran estrato social protagonista en la cinta de 1985, y que se contraponía frontalmente a las aspiraciones de los soldados, en un enfrentamiento absoluto de ideas y formas de actuación ante la epidemia zombie. Para asegurarse que el público entiende que la película se mira en la historia escrita y dirigida por el director de La noche de los muertos vivientes, no se olvida de insertar nuevamente al personaje de Bub, probablemente el más icónico de la primigenia El día de los muertos. Finalmente sí que parece quedar patente que esta historia se situaría anteriormente a lo visto en la década de los ochenta, siendo una especie de precuela de esta, un nuevo inicio de la plaga de muertos vivientes resucitados, que como no podía ser de otra manera después de estrenada la anteriormente citada 28 días después, se apunta en esta ocasión se debe a causas infecciosas o víricas, lejos de teorías más cercanas a los postulados manejados por Romero en su ciclo de películas.



La película cuenta con un interesante plantel de protagonistas comandados por una Mena Suvari post American Pie y American beauty, los dos títulos que la encumbraron de manera muy circunstancial y limitada en el tiempo como joven actriz de moda, y que ya en este 2008 se hallaba inmersa en producciones de segunda lejos del glamour de Hollywood. La menuda intérprete da vida a uno de los militares protagonistas, y hay que reconocer que en parte por tratarse de un rostro fácilmente reconocible, en parte porque no lo hace mal, compone un personaje al menos interesante. Junto a Suvari podemos ver a un grupo de jóvenes y desconocidos intérpretes en papeles vistos con anterioridad en decenas de filmes similares, y donde solamente cabría destacar la participación de Nick Cannon, pero no por motivos cinematográficos, sino porque durante algo menos de una década se convertiría en el marido de la cantante Mariah Carey. Pero si hay un personaje que obtiene de inmediato la complacencia del espectador por lo que supone de guiño, ese es el interpretado por Ving Rhames, ya visto en Amanecer de los muertos, y que da el pego perfecto como rudo capitán dentro del grupo de soldados, personaje bautizado en el guion como Rhodes, uno de los múltiples guiños que la película presenta en relación a la primigenia El día de los muertos, lo mismo que sucede con Mena Suvari, Sarah en la cinta, idéntico nombre que el de la actriz Lori Cardille en la cinta de mediados de los ochenta.



La película se inicia con un arranque que nos hace temer lo peor, minutos donde la trama discurre de manera lenta y sin sobresaltos. Todo hasta que llegamos al minuto veinticinco de metraje, momento donde arranca la acción y el gore, y donde los zombies y la sangre hacen su aparición para no abandonarnos hasta el final. El concepto de estos seres en esta ocasión, no solo no abandona las cualidades dados a estos en las últimas películas de género surgidas a raíz de las anteriormente mencionadas 28 días después y Amanecer de los muertos, la rapidez y agilidad frente al hieratismo y lentitud de los muertos vivientes creados por Romero, sino que además eleva estas cualidades al cuadrado en cuanto a capacidades respecto a otros títulos modernos. Así, vemos como los zombies de El día de los muertos corren endiabladamente, trepan por los techos, utilizan herramientas y tienen una capacidad de salto sobrenatural. Y esas capacidades otorgadas a los zombies hacen del presente título un ejercicio dinámico, entretenido y adrenalítico. Steve Miner no está interesado en ofrecer un alegato de crítica social, o de adentrarse en la psique de sus protagonistas, como haría Romero en su visión de esta historia, sino que lo que busca es entretenimiento puro y duro, algo que logra de manera muy eficiente, tal y como podemos ver en la estupenda escena en la que el caos se apodera del hospital cuándo, de manera simultánea, todos los enfermos del recinto se transmutan en zombies. A esto ayuda además un holgado presupuesto para lo que se maneja en este tipo de productos destinados al directo a DVD, más de quince millones de dólares, con lo que el equipo de efectos especiales y de maquillaje puede llevar a cabo un trabajo más que correcto, y que posibilita el mostrar con todo lujo de detalles decapitaciones, amputaciones, mordiscos que arrancan la carne… 



En definitiva, un entretenida cinta de género, donde lo peor está en un primer acto, y en menor medida, un acto final, que se encuentran por debajo del nivel de endiablo ritmo que soporta el resto de película. Steve Miner es un director solvente y los resultados así lo atestiguan, siendo este El día de los muertos una especie de hermana pequeña de Amanecer de los muertos, evidentemente sin la calidad de su hermana mayor, pero que nos ofrece un muy entretenido y salvaje ejercicio de cine zombie, una agradable sorpresa una vez superamos nuestra reticencia inicial. Muertos vivientes en perfecto estado físico, lo que no les hace más terroríficos que los zombies vistos en el cine de Romero, pero si más peligrosos.

domingo, 3 de noviembre de 2019

AMANECER DE LOS MUERTOS (DAWN OF THE DEAD, 2004) 115´



Ana, enfermera de un hospital de Milwaukee, despierta en la mañana tras una tarde de trabajo ciertamente caótica tras lo que padece un estallido de ataques indiscriminados entre la población. Su vecina, una niña de unos doce años, se encuentra en el quicio de la puerta de su habitación, abalanzándose inesperadamente sobre su marido a quien secciona la garganta de un brutal mordisco. Este fallece entre estertores de sangre segundos más tarde para  inmediatamente volver a la vida tratando de atacar a su mujer como instantes atrás acababa de hacer la niña consigo mismo. Cuándo la mujer logra escapar de su hogar se encuentra con unas calles sumidas en la muerte y el caos. Las personas se atacan entre ellas en un maremagno de explosiones, muertes y accidentes de tráfico.



Excelente carta de presentación de Zack Snyder que debutaría con un remake del clásico de George A. Romero Zombie (1978) con capacidad para desmarcarse rápidamente de su fuente de inspiración tomando su propio camino, convirtiéndose por méritos propios en piedra angular del sub género zombie del nuevo milenio y cuyo éxito desembocaría  en toda una eclosión de cine, literatura y moda por lo zombie que hoy en día aún perdura. Snyder iniciaba de esta manera una más que interesante carrera cinematográfica amparada en el predominio de un estilo visual en constante búsqueda de la innovación, como así lo atestiguan títulos como 300, Sucker Punch o Watchmen, una de las mejores adaptaciones al cine del mundo del cómic, sino la mejor. Es por ello, su énfasis en el apartado de la imagen, precisamente que muchos han denostado el trabajo de un cineasta que por lo menos ha sido capaz de crear una marca de agua en su cine y que, efectos visuales y ópticos aparte, se ha desmarcado como un estupendo narrador de historias, como así quedaba constancia con su opera prima.



La cinta se inicia con un prologo brutal que finaliza con una secuencia que sería mil veces imitada con posterioridad, incluso plagiada directamente como sucediera en la quinta entrega de Resident evil Venganza, de Paul W. Anderson, y que muestra con total acierto como sería un brote zombie en un pequeño barrio residencial de clase media con el caos, la muerte, el terror y la sorpresa tomando las calles. Llegamos de esta manera y tras únicamente cinco minutos de metraje a situar al espectador en medio de la acción para ser testigos de unos excelentes títulos de crédito, una especie de prueba de lo que el propio Snyder sería capaz de mostrar años más tarde en esa joya que son los títulos de crédito iniciales de la anteriormente citada Watchmen, estrenada en 2009. Inmediatamente se presenta a varios de los personajes centrales de la trama para trasladarlos al centro comercial donde se desarrolla el grueso de la película, ubicación que en realidad es el único nexo de unión con la aclamada cinta de Romero filmada casi treinta años antes.  Y ahí acaban todos los paralelismos entre ambas películas, amén de los títulos en ingles de ambas cintas y constantes guiños al original repartidos en la cinta de Snyder que merece la pena rebuscar a lo largo de la historia. A partir de ese momento el atinado guion de James Gunn, director de la interesante Slither y la celebrada Guardianes de la galaxia, indaga en una apuesta por el terror con cierto trabajo de personajes, algo que se agradece ante la habitual vacuidad de los protagonistas en este tipo de cine, y unas señas de identidad propias que parten por mostrar unos zombies con unos maquillajes sobresalientes, y que sustituyen las maneras lentas y torpes de las criaturas dadas a conocer por Romero en su saga cinematográfica por zombies ágiles, rápidos y con más fuerza que sus antecesores. Si bien hay que remarcar que fue Danny Boyle en 28 días después el primero en presentarnos abiertamente esta tipología de infectados, aunque es de recibo reconocer que hay presencias anteriores de este tipo de muertos vivientes, fue el éxito comercial de Amanecer de los muertos quien consagro a esta nueva especie, que ofrecía mayor peligro que sus pausados homólogos, y por lo tanto la posibilidad de resultar más aterradores que sus antecesores.



La película cuenta con una narrativa perfectamente manejada a lo largo de su hora y tres cuartos, y que mantiene constantemente la atención sobre lo que está sucediendo en pantalla. Se presentan de esta manera varias líneas argumentales secundarias como el embarazo y posterior parto de Luda o la supervivencia de Andy en la armería ubicada frente al centro comercial en el que se ocultan los protagonistas. A esto se une un tratamiento coral del protagonismo que permite que bastantes de los personajes, no todos ciertamente, que pueblan la cinta, disfruten de cierto desarrollo dramático. Snyder tiene la suerte de contar además con actores con recursos suficientes para no convertirse en mera carne de cañón de quienes en muchas ocasiones se erigen en los verdaderos protagonistas de películas de este tipo, los zombies. Sarah Poley encarna con convicción el papel de heroína a la fuerza. Junto a ella un Jake Weber conocido especialmente por su papel de abnegado marido de Patricia Arquette en la serie de televisión Medium. Estos dos personajes vivirán una relación sentimental que, hay que señalarlo, resulta forzada e innecesaria. Tanto ella como el acaban de perder a sus respectivas familias y no se entiende que en apenas unas semanas tengan la necesidad, y menos en una situación como la que están viviendo, de iniciar un romance. Más entendible son los encuentros sexuales entre los personajes de Steve y Mónica, limitados a servir de evasión ante la situación que viven los protagonistas. También nos encontramos a un habitual del género como Ving Rhames haciendo de Ving Rhames, quien a raíz de esta película sería un actor con cierta querencia por el cine de terror, y varios secundarios solventes entre los que destacan el guarda de seguridad mezquino reconvertido en héroe, el canalla egocéntrico que tiene su merecido final o la breve pero contundente aparición de Matt Frewer como un superviviente herido por un mordisco que posibilita un debate ético sobre el asesinato preventivo o no de un ser humano.



En el terreno de los efectos especiales podemos disfrutar, tal como apuntábamos con anterioridad, de un excelso maquillaje que va más allá del tratamiento de los rostros de los cadáveres resucitados, encontrando todo un recital de criaturas de todo tipo, a medio consumir, cadáveres más frescos, amputados… por lo que hay que elogiar el trabajo de los responsables del área de maquillaje por un arduo trabajo que pasaba por trabajar con centenares de extras. Otro de los aspectos destacables es el trabajo de los efectos mecánicos y físicos frente al uso abusivo de la tecnología infográfica a la hora de resolver las situaciones más impactantes a nivel visual, y eso que estamos hablando de Zack Snyder, quien acabaría filmando películas completas con el recurso de la pantalla de croma. Si bien nos encontramos con alguna secuencia que ha optado por el uso del ordenador para abordar su resolución, y que curiosamente son las que más evidencian su artificialidad, en la mayoría de impactos, detonaciones y amputaciones se ha optado por utilizar efectos mecánicos de la antigua escuela, como demuestra la secuencia en la que los supervivientes del centro comercial juegan con Andy a buscar parecidos entre la horda de zombies ubicada en el solar del parking para volarles la cabeza. Se demuestra en este caso que es mucho más efectivo y efectista el uso de detonaciones controladas bajo el maquillaje de los actores que la utilización de efectos de infografía aplicados al negativo para simular los estallidos de los cráneos.




Uno de los elementos que llama la atención de Amanecer de los muertos es su acabado lleno de detalles y ese evidente cariño hacía el producto final, como certifican la aparición de Tom Savini,  maestro de los efectos especiales y responsable de este campo en Zombie, haciendo el papel de sheriff visto por la televisión y que da las pautas para acabar con los zombies disparándoles en la cabeza. Además de Savini es ineludible citar la aparición de Ken Foree, uno de los protagonistas de la película de Romero, como telepredicador, quien nos brinda además un par de frases de cabecera de la película, la celebrada “Cuándo no haya más sitio en el infierno los muertos caminarán sobre la tierra” y la menos conocida pero igual de impactante “¿Cómo creíais que os juzgaría nuestro Dios? Bien, ahora ya lo sabéis”. Otro factor donde se vislumbra el cariño con el que se ha tratado la cinta es lo trabajado de sus títulos de crédito iniciales y finales, ofreciendo al espectador un trabajo cuidado a nivel técnico de principio a fin. Además, donde muchas películas empiezan con fuerza en su parte inicial para ir desinflándose conforme avanza el metraje, Amanecer de los muertos mantiene una constante tensión y la inclusión de espectaculares secuencias a cada momento que alternan a la perfección con momentos más evasivos y que tienden a mostrar las propias relaciones personales de los protagonistas ante la terrible situación que les ha tocado vivir. Este mimo por el producto llega hasta un cierre donde puede atisbarse un último guiño al cine italiano de muertos vivientes con ese Nueva York bajo el terror de los zombies como uno de sus títulos de cabecera. Por último añadir como ya indicábamos con antelación la multitud de pequeños homenajes al título de 1979 insertados en la película y que evidencian un cariño y respeto hacía el original fuera de toda duda.



Amanecer de los muertos se erige de esta manera con sus virtudes y defectos, que alguno tiene, como la aparición de personajes nada desarrollados o la inclusión de la cámara lenta en determinados momentos de acción que frenan su impacto visual, en la punta de lanza del sub género zombie del segundo milenio, marcándose como referencia a la hora de abordar nuevos proyectos sobre el tema y siendo responsable, para bien o para mal, de la ola zombie que ha invadido todos los campos del entretenimiento, pasando de ser un sub género marginal a toda una marca de primera línea, como así lo demuestran blockbusters como Guerra Mundial Z  o series para televisión del calado de The walking dead. Obra obligada para todo amante de la carne putrefacta y los mordiscos infectados. Y no lo olviden, disparen siempre a la cabeza.

viernes, 1 de noviembre de 2019

LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (NIGHT OF THE LIVING DEAD, 1990) 92´



Barbara y su hermano Johnnie son atacados en el cementerio mientras visitan la tumba de su madre por un hombre de aspecto demacrado. Barbara logra huir y se refugia en una casa cercana donde descubre que hay más seres violentos acechándola. No tarda en llegar al mismo lugar una furgoneta de la cual se baja Ben, un hombre que cuenta a Barbara que ha sido testigo de cómo los muertos se han levantado de sus tumbas para atacar a los seres vivos, y que únicamente disparándoles a la cabeza se puede detenerlos. 



Poco más de veinte años después de estrenada su obra más conocida, George A. Romero consideró que era el momento de abordar un remake de la misma, contando para la ocasión con más presupuesto, medios y experiencia a la hora de llevarlo a cabo. Con guion del propio Romero, el cual repetía de manera prácticamente lineal lo ya narrado en la película de 1968, sería Tom Savini la persona escogida para dirigir la historia. Savini, uno de los grandes nombres dentro del campo de los efectos especiales y de maquillaje ligados al cine de horror contemporáneo, era un viejo conocido de Romero, con quien ya había colaborado en varias de sus aproximaciones al género de los muertos vivientes, siendo este su primer y único trabajo hasta la fecha como realizador de largometrajes, habiendo ejercido esta misma función en varias ocasiones más como director de episodios para televisión. Savini se ha convertido además con el paso del tiempo en uno de esos tótems indisolubles del género, donde además de su labor como técnico de maquillaje y efectos, ha cobrado gran protagonismo a raíz de participar como actor en infinidad de títulos, bien en papeles secundarios, episódicos o con meros cameos, destacando su aparición como Sex Machine en Abierto hasta el amanecer, habiéndolo visto igualmente delante de las cámaras en el Zombie de Romero como uno de los miembros de la banda de moteros que asola el centro comercial donde se desarrolla la trama. 


El resultado de esta revisión de todo un clásico como es La noche de los muertos vivientes no puede ser más satisfactorio, y es que, no solo está a la altura de su antecesora, sino que mejora algunos elementos respecto a la versión de Romero, dando todo el sentido a la idea de un remake, ya que actualiza a toda una nueva generación de espectadores una cinta tan acertada como La noche de los muertos vivientes, pero la cual había perdido empaque con el paso de los años en base a la propia gestación y desarrollo amateur de esta obra.  De esta manera Savini acaba manejando con gran soltura el material con el que cuenta, con el condicionante añadido de que estuvo muy presionado durante el rodaje, dado lo icónico de la película objeto de la revisión. Igualmente sufrió imposiciones en relación a la carga de gore de la película, y aunque el resultado final es satisfactorio a este respecto, acabo estando muy por debajo de lo previsto inicialmente en cuanto a sangre y casquería se refiere. Savini demuestra además ser un gran conocedor del lenguaje cinematográfico, fruto de los más quince años de carrera ligada al cine que por aquel entonces tenía, y ofrece una película ágil y dinámica, siendo en este sentido más entretenida que la versión de 1968, la cual tenía más tiempos muertos en la trama, y eso a pesar que la duración de ambas es muy similar, con buenos momentos de terror y que no desfallece en ningún momento, manteniendo además ese epílogo tan negativista de la obra en la que se basa, impactando el estilo visual escogido, con esos fotogramas granulados que muestran la degradación que el ser humano a alcanzado en apenas unas horas en su forma de enfrentarse a esa resurrección de sus fallecidos. La película, obviamente, presenta mejores efectos de maquillaje y trucajes gore que la película de Romero, lo que la hace más efectiva en su intención de impactar, pero por el contario carece del elemento sorpresa de esta, todos sabemos que es lo que se nos va a ofrecer desde el primer fotograma. Tampoco hace falta, menos a estas alturas, en donde todo el mundo es conocedor del género zombie, de sus constantes y marcas de la casa.



Respecto al elenco de intérpretes de esta nueva versión, Savini tuvo la fortuna de contar con varios nombres que acabarían por convertirse en indisolubles dentro del cine de terror, lo que acaba por dar a la cinta un caché no buscado que la hace aún más especial para el aficionado. Patricia Tallman, actriz y doble de acción, hace el papel de Barbara, quien, si bien de inicio toma las maneras y actitud del mismo personaje visto en la película de 1968, acaba por virar de rol y, en pleno germen de los personajes femeninos con fuerza (Ripley ya había protagonizado dos películas de Alien y Terminator 2 con una vigoréxica Linda Hamilton estaba próxima en llegar), acaba por convertirse en una aguerrida mujer dispuesta a todo por sobrevivir, siendo de hecho el desarrollo de su personaje una de las variantes más interesantes frente a la primera versión de la historia, donde Barbra era poco menos que una espectadora en estado catatónico ante los hechos que están aconteciendo y con un final dramático ante su apática actuación. Por su parte Tony Todd (Candyman, Hatchet, Destino final) encarna a Ben con la misma fuerza e intensidad que en el pasado lo hiciera Duane Jones, siendo también su destino el mismo, aunque con una variante que suena a guiño. Otro de los papeles destacados, el del villano Harry Cooper recaería en esta ocasión en Tom Towles (Henry, retrato de un asesino, La casa de los 1000 cadáveres, Halloween, el origen), aportando toda su fuerza a un personaje que tanto en la cinta de finales de los sesenta como en esta de principios de los noventa acaba por resultar odioso, tal y como se encarga de recalcar la propia Barbara en un final que nuevamente da una ligera vuelta de tuerca a lo ya contado veinte años atrás. No podemos obviar el papel secundario de Bill Moseley como Johnnie, hermano de Barbara, otro de esas estrellas del cine de terror con apariciones en películas tan icónicas como La matanza de Texas 2, El ejército de las tinieblas o Los renegados del diablo entre una extensa filmografía de más de cien títulos.


Si bien en lo que respecta a la historia este remake, que llena de color la versión  en blanco y negro de la obra primigenia, no va a sorprender para nada más allá de pequeños, y acertados, cambios en el devenir de algunos personajes, si que se trata de una recomendada revisión que gustará tanto a quienes consideran La noche de los muertos vivientes de 1968 una obra de culto, ya que como tal es respetada y abordada en esta nueva versión, como a quienes consideran la película de Romero algo lenta y tediosa, pero que igualmente disfrutan del género que esta primera película creó. Con un final que deja patente ese aire fatalista aportado por Romero en su opera prima, no podemos dejar de apreciar el trabajo de un Savini, quien bajo el mecenazgo del mismo Romero, creó una obra con una potencia visual y conceptual no solo a la altura del título homenajeado, sino que por momentos llega a superar.