miércoles, 13 de febrero de 2019

AMITYVILLE 8, LA CASA DE MUÑECAS (AMITYVILLE, DOLLHOUSE, 1996) 92´



El matrimonio formado por Bill y Claire, junto a los hijos que ambos tuvieron en sus anteriores relaciones, se trasladan hasta una nueva y solitaria casa que el propio padre de familia se ha encargado de construir partiendo de las ruinas de una mansión anterior que fue calcinada por las llamas en un incendio. En un viejo trastero contiguo a la casona Bill encuentra una casa de muñecas que decide regalar a su hija pequeña en el día de su cumpleaños. Pero pronto esta, en aparente inofensiva maqueta, comienza a manifestar extraños fenómenos que acaban por afectar a todos los miembros familiares. 



Tras haber producido las tres anteriores entregas de la saga, Steve White decidió lanzarse a dirigir esta nueva película amparada en la leyenda de Amityville en la que sería su única incursión detrás de las cámaras hasta la fecha, saliendo airoso de este nuevo reto que nuevamente tendría un lanzamiento directo a video, y ofreciendo una entretenida muestra de cine de terror de serie B, máxime tras el tedio que la última de las entregas de la franquicia había supuesto.



La película cuenta con un desconocido pero solvente grupo de actores dando vida a una familia que, como suele ser habitual en la saga, presenta alguna fragmentación entre sus miembros, de manera que sea más fácil para la historia desarrollar esos conflictos a posteriori con la incursión de una maldad intangible en el ambiente. De esta manera Robin Andrews y Starr Andreeff dan vida a la pareja protagonista, mientras que los jóvenes Allen Cutler, Rachel Duncan y Jarrett Lennon interpretan, sin caer en el histrionismo propio de los actores infantiles o juveniles, a los hijos de ambos. Rescatar la participación de Lisa Robin Kelly como novia del hijo mayor, quien además de protagonizar una escena subida de tono y que acaba con un coitus interruptus, y conocida por su participación en la sitcom Aquellos maravillosos 70, fue noticia por su trágico fallecimiento víctima de una sobredosis con tan solo cuarenta y tres años de edad.





Como apuntábamos con anterioridad, esta octava entrega nos devuelve el tono ligero y de pura serie B ya apuntado en la sexta parte, y donde se evidencia el estilo deudor del género en los noventa, no solo a nivel estético, sino de trama, donde las ideas más disparatadas tenían cabida sin necesidad de sesudas explicaciones posteriores. Así ocurre con una casa de muñecas que nos permite volver a recorrer las estancias  y disfrutar de la arquitectura de la casa de Amityville primigenia, algo que es de agradecer por el espectador, quien había quedado prácticamente desligado de la mansión primigenia a raíz de unas continuaciones que dejaban de lado a esta para centrarse en objetos poseídos por algún tipo de mal sin definir.





La película no adolece demasiado para tratarse de una ópera prima y de hecho es muy disfrutable, siempre y cuándo se tenga en cuenta el tipo de título al que nos estamos enfrentando, siendo su mayor pero un acto final caótico y con un exceso pirotécnico perfectamente refrendado en la explosión final. Apunta además interesantes ideas como el de esa intercomunicación entre la casa de muñecas y la vivienda de los protagonistas, que hace que lo que sucede en la maqueta se traslade al edificio real. En esta ocasión además, todos los miembros de la familia, de una u otra manera, sufren en su estado físico o psicológico la injerencia de la presencia que ha desestabilizado su hogar, siendo lo más llamativo a este respecto como en el caso de Claire esta comienza a sentirse tremendamente atraída sexualmente por su hijastro, algo que nos devuelve esa idea del incesto que ya se había presentado y desarrollado en la segunda entrega de la serie, y que por su propia naturaleza, potencia los aspectos más viles y enfermizos de esta especia de posesión múltiple. Llamativa también la aparición en escena del padre fallecido de Jimmy, y antiguo esposo de la propia Claire, debiendo destacarse la labor de un maquillaje que va degradando con cada nueva aparición el aspecto de este zombie del otro lado, y que nos recuerda indefectiblemente al personaje zombificado de Un hombre lobo americano en Londres o más coetáneo con el presente título al de Cementerio de animales, aunque en este caso y contrariamente a lo que sucedía con los ejemplos citados, este ser tiene una presencia negativa y maligna.



En resumen, una nueva aportación a una saga que hacía tiempo que no ofrecía ninguna novedad, pero que al menos logra ofrecer un entretenimiento de hora y media, independientemente de algunos momentos de absurdos en la trama, que ya es bastante teniendo en cuenta la media de calidad dentro de la franquicia. Y con la recuperación de la icónica mansión del 112 de Ocean´s Avenue, aunque solo sea en formato de casa de muñecas.

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