sábado, 14 de septiembre de 2024

PROM NIGHT 2 HELLO MARY LOU (HELLO MARY LOU, PROM NIGHT 2, 1987) 97´

Mary Lou Maloney es coronada reina de la promoción del año 1957, siendo accidentalmente asesinada por su novio mientras celebra su triunfo al querer humillarla por engañarle con otro chico. Tres décadas más tarde regresará de la muerte para así vengarse por su trágica muerte.

Secuela de la película estrenada siete años antes y que sin embargo no tiene esencia de continuación en tanto la historia, personajes y trasfondo nada tienen que ver con el título protagonizado por Jamie Lee Curtis en 1980, tomando únicamente de esta la idea de utilizar el baile de graduación del instituto como eje central sobre el que pivotar la trama. Y el resultado es notablemente competente, resultando un título superior y mucho más divertido que el de la película original, siendo además muy patentes tanto a nivel visual como conceptual las diferencias entre uno y otro título y que se deben a los siete años transcurridas entre el estreno de una y otra película, años durante los cuales tendrían lugar una serie de cambios dentro del propio género slasher.

Como en el caso de la primera Prom night, en esta ocasión también podemos jugar a adivinar las influencias que diferentes y exitosos títulos anteriores al estreno de la cinta tendrían a la hora de escribir y filmar la película. Lo primero de todo sería rescatar la Carrie dirigida en 1976 por Brian De Palma, un título del que ya adivinábamos ecos en la cinta de 1980 pero que en este caso tiene en la escena introductoria un claro homenaje con el personaje de Mary Lou Maloney haciendo las veces de la Carrie White a la que diera vida Sissy Spacek en la adaptación del best seller de Stephen King. Pero si hay una película, más bien una serie de películas, que es patente influirían en esta segunda entrega, esos son los títulos dentro de la franquicia Pesadilla en Elm Street estrenados hasta ese momento, saga que en ese 1987 ya iba por su tercera película. Y no solo por el uso que de cierta esencia onírica se hace durante la trama, con una  Mary Lou que si bien no necesita introducirse en el mundo de los sueños para actuar si que aparece y desaparece a su antojo como si de un ente fantasmal se tratara pero a la vez controlando los diferentes escenarios sobre lo que llevará a cabo sus ataques. Ya la escena de la primera muerte, con la joven víctima ahorcada por una tela manejada invisiblemente tal y como sucedía con la muerte de Rod en la primera Pesadilla en Elm Street evidencia este prinicpio, volviendo nuevamente sobre nuestro imaginario esta saga protagonizada por Fred Krueguer con la secuencia de esa pizarra que se convierte en una piscina de fondo negro. La idea presente en la película de ver como la cándida e inocente protagonista es poseída en cierta forma por el espíritu de la maligna protagonista transformándola en una muchacha con una sexualidad muy marcada, desnudo integral incluido, sirve además para pervertir las constantes del género slasher, que presentaba siempre a una final girl virginal como contraposición de unos personaje sexualmente liberados y promiscuos y que por tanto son ajusticiados por el villano de la función como pago por su actitud libidinosa. Rescatar finalmente la imagen de un caballito balancín que nos recuerda por asociación de ideas al payaso que apareciera en Poltergeist, siendo en ambos casos elementos infantiles pervertidos en su iconografía hasta infundir terror.

La película está dirigida por un Bruce Pittman que tendría en este título su trabajo más solvente, dirigiendo sus pasos posteriormente, y tal y como sucediera con el director de la primera entrega de la saga, hacía el mundo de la televisión. Destacar entre sus protagonistas a un Michael Ironside que se consagraría en los años siguientes como un estupendo secundario gracias a su participación en películas como la también canadiense Scanners, Top Gun, Desafío total o Starship Troopers, siendo igualmente rescatable su papel en la serie para televisión de culto V. Con una protagonista que apenas haría nada más en cine ni televisión, podemos igualmente rescatar la participación de Louis Ferreira, conocido especialmente por encarnar al marido del personaje de Sarah Polley en Amanecer de los muertos o por su papel en la televisiva e interesante serie procedimental Motive. Por último y dentro del apartado artístico rescatar el estupendo trabajo de una  Lisa Schrage que, al igual que su compañera de reparto, apenas se prodigaría en cine ni televisión, y que sin embargo nos brinda una potente y casrismática interpretación como la Mary Lou que da título a la película. Como curiosidad final podemos rescatar la figura de Ron Oliver, guionista de la película, y que se especializaría, tanto en su faceta como escritor así como director, en películas enclavadas dentro de esos telefilms navideños tan presentes en nuestra parrilla televisiva durante los meses de Noviembre y Diciembre.

Una secuela que nada tiene que ver con la película original, mejorando a esta sustancialmente, y que es uno de esos estupendos ejemplos de cine de terror en su faceta más gamberra protagonizado durante la segunda mitad de la década de los ochenta por unos jóvenes condenados a sufrir las más cruentas e imaginativas muertes a manos de unos villanos convertidos en auténticos alma maters de estas películas, o lo que es lo mismo, una estupenda sesión doble junto a otra digna cinta de terror como es La noche de los demonios. Y es que ambas tienen como maquiavélica y terrorífica protagonista a una sexy y letal anfitriona.

jueves, 12 de septiembre de 2024

PROM NIGHT. LLAMADAS DE TERROR (PROM NIGHT, 1980) 95´

Mientras unos niños juegan en una casa abandonada una de las muchachas muere accidentalmente tras caer por una ventana al ser asediada por sus compañeros de juego. Los niños deciden guardar silencio de lo sucedido sin saber que alguien más ha sido testigo de la muerte, alguien capaz de esperar varios años antes de cobrarse venganza contra los involuntarios homicidas de la pequeña.

Es obvio que el enorme éxito que supuso La noche de Halloween, estrenada en 1978, propiciaría un sinfín de títulos de temática similar nacidos a rebufo de la obra de John Carpenter, ansiosos todos ellos por hacerse con parte de ese pastel de la taquilla que el slasher estaba generando, siendo esta Prom night uno de estas películas estrenadas entre finales de los setenta y primeros ochenta que más se recuerdan. Y es muy evidente la impronta por parte de la primera de las apariciones de Michael Myers en pantalla, de donde no solo se copian planos concretos como el de las protagonistas caminando por la calle entre las aceras de un barrio residencial y sintiéndose observadas desde la lejanía por alguien que circula en automóvil así como vemos plagiar la idea del loco que escapa del psiquiátrico asesinando a una enfermera, sino que incluso se contaría nuevamente con Jamie Lee Curtis como protagonista de la cinta. Pero no podemos obviar igualmente la influencia que tendría un género como el giallo italiano, con la presencia de un asesino misterioso, en realidad no tanto para cualquiera que haya visto algo de este tipo de cine, asesinando uno a uno a un grupo de víctimas escogidas premeditadamente, lo mismo que posee ciertos ecos de otra película de renombre canadiense, y es que Prom night tiene nacionalidad de este país, como es Navidades negras, siendo el uso que del teléfono hace nuestro misterioso asesino el recurso que más nos recuerda a la película dirigida por Bob Clark. Pero si toca hablar de influencias no podemos dejar de lado un título que nada tiene que ver con el terror pero que si es patente se adivina en este Prom night. Hablamos de Fiebre del Sábado noche, estrenada tres años antes con enorme éxito tanto en la taquilla como a nivel social, y que deja patente su impronta en una extravagante escena de cerca de cuatro minutos donde los protagonistas se marcan una coreografía en mitad del baile de graduación que trata de imitar las famosas secuencias protagonizadas por John Travolta como Tony Manero en la película de John Badhman.

Y si bien La noche de Halloween se amparaba en la mágica noche del treinta y uno de Octubre y Navidades negras hacía lo propio con unas fechas tan señaladas y entrañables, la película que nos ocupa tomaría como referente otro momento muy señalado dentro la cultura popular occidental y en especial la norteamericana como es el icónico baile de graduación. Es en medio de este mágico momento protagonizado por bolas de discoteca, vestidos de gasa y anchas pajaritas que el asesino de la cinta perpetra su personal vendetta contra los responsables de una desgracia acontecida varios años antes. Como sucedía en este tipo de películas estrenadas en las postrimerías de los años setenta y primeros ochenta el ritmo es pausado, incluso por momentos tedioso en comparación con la dinámica de las películas de género más actuales, y si bien en ciertos momentos las secuencias dan la sensación de haber sido estiradas más allá de lo necesario, tal y como ocurre con la escena de arranque o la larga persecución a la que es sometida una de las jóvenes víctimas, su visionado es disfrutable, especialmente para el aficionado al género, aunque es cierto no deja demasiado poso una vez finaliza.

Dirige el debutante Paul Lynch, quien tras varios títulos más dentro del género de terror como son Humongous, otro slasher de consumo rápido o Contra todos, un thriller con un asesinato de por medio, se volcaría en la televisión, donde dirigiría entre otros capítulos de series como Se ha escrito un crimen, Luz de luna, Más allá de los límites de la realidad, La bella y la bestia o Xena, la princesa guerrera. El guion es obra de un William Gray que ofrecería su mejor trabajo guionizando junto a Diana Maddox una historia de Russell Hunter, la maravillosa Al final de la escalera. El trabajo de ambos profesionales es solvente pero no llamativo, tratando de cumplir tanto la historia como la dirección los estándares marcados previamente por autores tan notables como John Carpenter en la seminal La noche de Halloween. Obviamente quedan lejos de los resultados de la cinta de 1978.

Jamie Lee Curtis vuelve a encarnar a la Scream Queen de turno, repitiendo en cierta manera el rol de jovencita apocada y timorata que la diera a conocer en el papel de Laurie Strode aunque en este caso sin contar con todo el protagonismo de la película, en esta ocasión más repartido entre las diferentes víctimas del asesino. Destacar asimismo la presencia de un Leslie Nielsen que ese mismo año se subiría al carro de las spoof movies con Aterriza como puedas para convertirse en su principal valedor, no debiendo olvidar por ello su participación en la estupenda y también terrorífica Creepshow.

De esta forma lo que encontramos en Prom night es un slasher prototípico de aquellos años durante los cuales se estrenarían decenas de películas de este estilo, logrando permanecer en el imaginario colectivo gracias a contar con la presencia de una Jamie Lee Curtis convertida en aquellos años en la musa entre las Scream Queens, ampararse en un acontecimiento tan importante dentro del ámbito de las relaciones sociales de los jóvenes norteamericanos como es el baile de fin de curso y poder contar con una serie de secuelas y un remake que devolverían a la actualidad el nombre de la película primigenia con cada nuevo estreno. ¿Es un mal slasher? No, aunque es cierto que hay que acercarse a su visionado con los ojos de aquellos jóvenes que antes de que Viernes 13 revolucionara a su vez este subgénero llenándolo de sangre, muertes atroces y unas gotas de erotismo se acercaban a los cines dispuestos a pasar hora y media de miedo. Aunque tampoco la pondría en mi top de películas del mismo tipo estrenadas hace ya cuarenta años.

jueves, 5 de septiembre de 2024

TERROR EN EL ESPACIO (TERRORE NELLO ESPAZIO, 1965) 83´

Las naves espaciales Argos y Galliot son enviadas al planeta Aura siguiendo el rastro de una señal emitida por algún tipo de vida inteligente proveniente de aquel lugar. Una vez llegan a su destino los tripulantes de ambas naves comenzarán a atacarse entre ellos poseídos por algún tipo de ente o de mal invisible.

Una modesta producción de serie B que sin embargo y en apenas hora y veinte muestra referentes que serían imitados posteriormente no solo en géneros como el cine zombie o el de vampiros, sino que igualmente es indudable serviría de base a la hora de construir películas clásicas dentro del género como Alien, el octavo pasajero, que tomaría ese arranque que muestra como un falso señuelo atrae a los incautos protagonistas hasta un planeta trampa, lo mismo que adaptaría, con su propia estética, la idea de mostrar los diferentes recovecos de una nave casi tan protagonista como el resto de personajes principales. Pero también hay ecos de Lifeforce, fuerza vital, Hidden, lo oculto, e incluso de La cosa en la versión orquestada por John Carpenter en 1982, una idea que se hace presente y patente especialmente cuando vemos como los personajes son poseídos por entes alienígenas que utilizan los cuerpos de sus víctimas como medio de conseguir su propósito final llegándoles a robar para ello su propia consciencia y capacidad de decisión.

El máximo responsable de convertir esta modesta producción cinematográfica en un pequeño clásico dentro de un género que hibrida entre la ciencia ficción y el terror  es el director italiano Mario Bava, padre fundacional del giallo y referente dentro del terror de su país gracias a su opera prima, La máscara del demonio. Bava, quien antes de dirigir había ejercido todo tipo de funciones dentro del cine, se manifiesta no solamente como un excelente gestor de recursos habida cuenta de cómo logra sacar el máximo rendimiento de un presupuesto ajustado, sino que deja patente su pericia como un narrador con una capacidad visual fuera de toda duda, idea que queda manifestada ya en la propia secuencia de inicio que muestra a los diferentes tripulantes de la nave protagonista mediante un suave travelling así como en escenas donde juega con las formas geométricas de los decorados y con la iluminación. El director se centra principalmente en dotar a la película de una estética muy particular presidida por vivas tonalidades, presentes tanto en una nave de formas asépticas y brillantes plagada de luces y botones de colores así como en un planeta donde igualmente podemos percibir como se juega con las tonalidades rojas y verdes, una idea que deja de manifiesto el momento en el que se filmó y estrenó la película, ya que la misma presenta una pátina visual sesentera notable. Este exceso de color es fusionado inteligentemente con un aura tenebrista y amenazadora, conseguida especialmente con ese uso recurrente de una niebla perpetua así como con unos efectos de sonido a los que el director dota de enorme importancia para lograr introducir al espectador en las mismas sensaciones por las que están pasando los astronautas protagonistas. En relación con este concepto visual presente en la película y convertido en una de sus principales referentes no podemos dejar de citar un vestuario que bebe de los comics de superhéroes de la época, generándose una influencia bidireccional, ya que los trajes utilizado por los personajes en la mayoría de las secuencias nos recuerdan de manera inmediata al vestuario utilizado posteriormente en el comic X-Men primera generación, con esa mezcla en un tejido sintético de color amarillo y negro y publicado tres décadas más tarde de estrenada la película.

A pesar de las ya citadas limitaciones de medios la película logra salir no solo airosa sino acabar convertida en un título a reivindicar gracias a la pericia de su director a la hora de posicionar y mover la cámara así como por ese talento ya remarcado a la hora de orquestar cuidadas secuencias que en muchas ocasiones hacen pasar a un segundo plano una trama que en un principio va plagando la película de situaciones inexplicables y en algún caso terroríficas aparentemente inconexas que sin embargo acaban cobrando sentido en un acto final donde descubrimos que es lo que está sucediendo, corroborando que este amalgama interplanetario de zombies, locura y desapariciones tiene todo el sentido del mundo. Esta idea provoca que la película vaya resultando más y más interesante según avanza la trama hasta acabar en un acto final y una escena de cierre realmente acertados y angustiosos.

Como buena coproducción que se precie, con participación española incluida, el reparto cuenta con una amalgama de actores de numerosos países donde encontramos a norteamericanos como Barry Sullivan, brasileñas como Norma Bengell o españoles, caso de Ángel Aranda. A ellos les toca la peor parte a nivel de crítica habida cuenta de una colección de interpretaciones hieráticas, demasiado anquilosadas y sin apenas alma en su forma de actuar y comportarse, donde no vemos que los terribles acontecimientos vividos hagan mella en unos astronautas que habida cuenta de las situaciones acontecidas durante la película más parecen autómatas que seres vivos. Y no da la sensación esta sea una decisión consciente, sino más bien fruto de las limitaciones interpretativas de los diferentes miembros del elenco artístico.

Terror en el espacio se manifiesta como un título que, estrenado hace cincuenta años, deja patente una gran personalidad en el terreno visual, con una interesante historia que logra cohesionar con criterio una amalgama de ideas que de inicio parecerían incapaces de casar así como la constatación del talento de un Mario Bava capaz de brillar en cualquier género cinematográfico pero que acabaría decantando su carrera por el thriller y el terror, el bendito terror.

lunes, 2 de septiembre de 2024

INMACULADA (IMMACULATE, 2024, 89´)

 

La joven novicia estadunidense Cecilia ingresa en un convento en la campiña italiana donde no tarda en hacerse a las rutinas de trabajo y espirituales del lugar. Sin embargo un día descubre que está embarazada sin haber tenido jamás relaciones sexuales, y lo que parece obra de un milagro divino acaba convirtiéndose en un infierno para la joven monja.

El cine de terror protagonizado por monjas ha cobrado una especial relevancia en los últimos años tras la aparición dentro del universo creado por James Wan en su Expediente Warren y continuaciones de un siniestro personaje vestido con hábito, el cual tras aparecer brevemente en The conjuring 2 lograría protagonizar un par de películas estrenadas en 2018 y 2023 respectivamente. No es baladí pues que Immaculate se estrenara el mismo año que La primera profecía, título perteneciente a la saga estrenada en 1976 con La profecía, ejerciendo de hecho como precuela de la película dirigida por Richard Donner y que en esta ocasión estaría protagonizada igualmente por una joven monja. Pero en Inmmaculate podemos atisbar igualmente elementos de otros títulos clásicos dentro del terror como por ejemplo Suspiria, nuevamente con una joven y neófita recién llegada, en esta ocasión a un convento, en la película de Dario Argento a una academia de baile, quien es sometida involuntariamente a un plan prefijado y que desconoce de inicio dentro de una atmósfera malsana que va haciendo mella en la joven. Aunque si hablamos de películas que nos vienen a la mente tras visionar Immaculate no podemos dejar de lado La semilla del diablo, con la que entronca en base a ese embarazo que se convierte en el leit motive central de la trama y donde nuevamente la indefensa y confiada madre se convierte en víctima principal de un complot que se escapa a su comprensión.

Michael Mohan, director de la cinta, se adentraría con Immaculate dentro del género de terror tras obtener cierta relevancia gracias a ese thriller con ribetes eróticos que es The voyeurs, estrenado en 2021 y protagonizado por una Sydney Sweeney que en la película que nos ocupa se hace nuevamente con el papel principal. La actriz de Cualquiera menos tú ofrece en Immmaculate un interpretación que la permite medrar entre la candidez inicial manifestada por su personaje hasta llegar aspectos más viscerales y excesivos, logrando la intérprete no solo salir airosa de esta montaña rusa emocional, sino convertirse en uno de los principales elementos de interés de la película, todo ello parte de una proyección profesional en la cual la actriz está conjugando inteligentemente papeles más potentes a nivel de taquilla con otros que la permitan demostrar sus dotes como intérprete, como sería el caso que nos ocupa, siendo de hecho la protagonista igualmente productora de la película.

Para lograr ese aura de desasosiego con el arranca la película ya desde la secuencia inicial y que no te suelta a lo largo de un ajustado metraje de ochenta minutos, el resto hasta llegar a la hora y media de rigor serían los títulos de crédito finales, Mohan se apoya principalmente en dos elementos. De una parte la acertada fotografía de Elisha Christian, con quien ya había trabajado en la anteriormente mencionada The voyeurs, y que aprovecha al máximo esa iluminación parcial y llena de claroscuros tan propia de un convento como en el que se desarrolla la película en su totalidad, así como en unos efectos de sonido que en no pocos momentos son utilizados en forma de traicioneros jumpscares utilizados para lograr sobresaltar al espectador. Junto a estos dos elementos centrales la película no se amedrenta a la hora de mostrar momentos, puntuales eso sí, donde el gore y la explicitud es la gran protagonista, como sucede con la secuencia del suicidio de una de las monjas o un clímax final algo estirado y donde la película nos lleva por el terreno del exceso hasta llegar a un cierre tan atinado como abrupto y seco. Todo ello sumado a como ya comentábamos antes un metraje medido que impide que el espectador llegue a desconectar de la trama, da como resultado un entretenido ejercicio de cine de terror que hibrida entre el clasicismo de ciertos momentos más pausados y propios de un tipo de cine de género más medido y lento con la salvaje explicitud propia del denominado nuevo terror que irrumpiera en los años setenta y que tuviera su revival con el comienzo del nuevo milenio, donde la violencia gráfica se convertía en la gran protagonista frente a la sutileza, el suspense y el terror psicológico.

Junto a la ya mencionada Sydney Sweeney, personaje sobre el cual pivota toda la película, no podemos obviar la presencia del español Álvaro Morte, conocido sobre todo por encarnar el personaje de El profesor en La casa de papel, quien logra una actuación que se mueve también dentro de un registro interpretativo variable, como sucede con su compañera de reparto. Las italianas Simona Tabasco y Benedetta Porcaroli acompañan a Sweeney como moradoras de un convento donde junto a una cohorte de viejas monjas en sus últimos momentos de vida se contrapone la presencia de estas jóvenes novicias llenas de vitalidad y que incluso son mostradas en pantalla, aunque de manera sutil y entre gasas y transparencias, en toda su carnalidad.

Immaculate se presenta así como un ejercicio de cine de terror psicológico y con ciertos ecos espirituales que no deja de lado sin embargo el aspecto más visceral de la propuesta presentada en el guion del debutante Andrew Lobel. Una película bien filmada, que da lo que promete y que aunque no quedará entre lo más destacado del año si que supone un peldaño más en la prometedora carrera de una Sydney Sweeney cuya presencia está copando en los últimos meses la cartelera, bien sea en picantes comedias veraniegas, fallidas propuestas dentro del universo Marvel o en títulos de terror como el que nos ocupa.