“No juguéis con Texas.”
Una pareja atraviesa Texas en coche en su camino hacia Florida. Tras un
desagradable altercado en una aislada gasolinera deciden tomar una carretera
alternativa tratando de huir lo antes posible del lugar. Pero al caer la noche
y de la nada hará acto de presencia en la vía una enorme furgoneta que acosará a
los ocupantes del turismo, iniciándose de esta manera una noche de auténtica
pesadilla para los dos ocupantes del automóvil.
ENGRASANDO LA MOTOSIERRA
En 1974 se estrenaría La matanza de Texas, una
humilde producción de terror que sin embargo se convertiría casi de manera
inmediata en título de culto así como en uno de los principales exponentes,
sino el más importante, de ese nuevo horror cinematográfico surgido entre
finales de los sesenta y primeros setenta que dejaba de lado los monstruos
prototípicos del género en su vertiente más clásica para centrarse en un tipo
de terror más tangible, próximo y cercano, además de más visceral. Si a esto
añadimos un éxito en taquilla que devendría en unos ingresos de más de treinta
millones de dólares habiendo costado menos de ciento cincuenta mil, la
explotación de esta historia escrita inicialmente por Tobe Hooper y Kim Henkel
a través de una serie de secuelas cinematográficas era casi obligada. La
primera de estas sin embargo tardaría en llegar más de diez años, siendo
estrenada en 1986 y reformulando la propia esencia de la franquicia mediante
una obra que mezclaba el terror y esa esencia malsana propia de la cinta de
1974 con ciertos ecos cercanos al humor negro e incluso por momentos paródicos.
Dirigida por el propio Tobe Hooper, responsable asimismo de la película
primigenia, sería una de las tres películas que el cineasta filmara para la
productora Cannon tras firmar un acuerdo de colaboración con esta compañía,
siendo los otros dos trabajos del realizador para la mítica empresa de Yoram
Globus y Menahem Golan las igualmente interesantes Lifeforce, fuerza vital e Invasores
de Marte. Es así como llegamos a unos finales de los ochenta en los que sería
New Line Cinema, productora mítica dentro del género en aquellos años gracias a
la franquicia Pesadilla en Elm Street, quien se haría con los derechos de la
saga aprovechando el momento de crisis económica de una Cannon que finalmente
acabaría por desaparecer poco después. La premisa era simple, seguir llenando
las arcas de la productora tal y como estaba sucediendo con la serie de
películas protagonizadas por Fred Krueguer haciéndose para ello con los
servicios de otro de los grandes tótems dentro del cine de terror moderno como
era Leatherface. Así, la idea inicial de New Line Cinema era dejar de lado ese aire
más mordaz y sardónico presente en la primera secuela para volver sobre los
postulados de terror puro presentes en la primera Matanza de Texas, erigida
como uno de los ejemplos más representativos e imitados de un subgénero dentro
del terror que lidia entre el slasher y el folk horror y que además presenta
ese enfrentamiento de una parte metafórico pero por otro lado finalmente físico
entre las grandes urbes y las poblaciones de tipo rural, representando de esta
forma esa idea de mostrar en pantalla como esa habitual soberbia de las gentes
de ciudad sobre los habitantes de pequeñas localidades a los que en no pocos
ocasiones únicamente ven como paletos y en las que los primeros siempre son
viajeros de paso acaba pagándose caro, en ocasiones incluso con la muerte. Si
en Deliverance de John Boorman tenemos el mayor exponente de este subgénero caracterizado
por la idea de supervivencia en un ámbito natural desconocido lo mismo que
Perros de paja pone el foco en el enfrentamiento entre urbanitas y pueblerinos,
ya dentro del terror películas como 2000 maniacos, Las colinas tienen ojos o
Kilometro 666, desvío al infierno abordarían esa misma idea, siendo La matanza
de Texas uno de los ejemplos más representativos y conocidos dentro de este tipo
de películas.
VÍCTIMAS DE LEATHERFACE
La productora encargaría el libreto de la
película a David J. Schow, colaborador habitual de la compañía para la cual
ejercía tareas revisando guiones, pero que sin embargo nunca se había puesto
detrás de la máquina de escribir como guionista titular. Schow se dedicada de
hecho a la narrativa, siendo autor de novelas y ensayos versados
mayoritariamente, eso sí, en el horror, destacando dentro de su estilo la
explicitud gráfica de sus escritos hasta el punto de ser considerado uno de los
principales exponentes del splatterpunk, precisamente un movimiento dentro de
la ficción de terror caracterizado por una excesiva representación gráfica de
la violencia y un horror superlativo. Es por ello que se pensó sería el
guionista adecuado para retomar la senda de ese salvajismo más presente en
fondo que en forma en la película de 1974, siendo de esta forma este el primer
trabajo como guionista de un Schow quien más tarde trabajaría en Critters 4, en
series de terror como Masters of horror y Creepshow o creando la historia que
finalmente se convertiría en La matanza de Texas, el origen, siendo no obstante
su trabajo más destacable en este sentido el guion escrito junto a John Shirley
para El cuervo. El escritor finalmente entregaría lo solicitado, una historia
plagada de momentos de una violencia explícita y brutal patente a la vez que
redefiniría a la familia de matarifes protagonistas toda vez el clan original
había sido eliminado en las dos películas anteriores, aumentando además de
manera exponencial la presencia de Leatherface en pantalla, pasando de ser un
miembro más de los Sawyer, su brazo ejecutor, a convertirse abiertamente ya en
villano principal, no siendo baladí en ese sentido que la película se estrenara
precisamente con el título de Leatherface. Y es que el personaje era ya entonces
icono dentro del cine de terror contemporáneo, estatus que alcanzaría
prácticamente desde el momento del estreno de la primera Matanza de Texas. Del
guión de David J. Schow cabe destacar como efectivamente ofrece una historia
plagada de truculencia y momentos enormemente violentos, aunque no debemos
olvidar que la película de 1974 siendo igualmente un título que contiene
escenas enormemente potentes en ese sentido, obtiene esa notable capacidad de
incomodar durante su visionado apoyándose en la sugestión más que en la
explicitud. Otra idea que recoge el libreto de Schow es la manera en que
consigue plasmar una esencial malsana por medio de su relato logrando además
dibujar, especialmente en el caso de la familia de matarifes, a unos personajes
enormemente interesantes a pesar de lo condenable de sus actos. Por el
contrario su principal lastre se encuentra en como acaba por mostrar una trama
básica, quizás algo plana por momentos y que se limita a copiar abiertamente
los principales aciertos de la cinta de 1974 ejemplificados en la larga escena
de la cocina, con la protagonista ya hecha prisionera y a merced de la locura
de sus captores. Esto hace que la película apenas tenga nada nuevo que contar
en relación a la película de 1974, pudiéndose haber reducido su ya ajustado
metraje de hora y veinte aún más habida cuenta de cómo algunos momentos dan la
sensación de haber sido estirados en minutaje para así tratar de alcanzar una
duración estándar. Cabe recordar en este sentido como en la primera secuela
Hooper si que arriesgaría para no solo romper el tono de la saga, sino haciendo
la historia más grande en relación a una más sencilla en desarrollo primera
parte. Reconocer finalmente como Schow ha respectado enormemente el trabajo previo
de Hooper y Henkel convirtiendo las dos películas anteriores en canon de la
historia y homenajeándolas en secuencias como la del armadillo atropellado, la
presencia del abuelo momificado o la propia frase grabada en la motosierra con
la que es obsequiado Leatherface, “La sierra es la familia”.
La película sería dirigía por Jeff Burr, quien
sin embargo no fue la primera opción para hacerse cargo de la película,
reconociendo de hecho el propio Burr ser el último de los candidatos de la
productora, sonando fuertemente la opción de un Peter Jackson post Mal gusto y
El delirante mundo de los Feebles como primera elección, lo mismo que un Tom
Savini que finalmente se decantaría para debutar como director por el remake de
La noche de los muertos vivientes, película que estrenaría precisamente en
1990, año de lanzamiento de Leatherface. Finalmente sería Burr el escogido gracias
principalmente a su efectivo trabajo como realizador de títulos de serie B tras
su debut en Gritos de Oldfield, una recopilación de historias de terror
protagonizada por Vincent Price y especialmente tras el estreno de la secuela
de El padrastro, lo que le convertiría en una opción más que fiable y solvente para
hacerse cargo de una nueva secuela que contaría con un ajustado presupuesto y
limitaciones en cuánto a tiempos de rodaje. El director cumpliría con lo
exigido, logrando entregar una película que logra captar todo ese aire malsano
y enfermizo tan necesario para hacer funcionar la trama, siendo destacable como
logra hacer que tanto el aire irrespirable de Texas así como la suciedad, la
ruina y el polvo presentes tanto en la carretera donde se inicia la película
así como en la gasolinera regentada por uno de los miembros de la familia de
caníbales traspasa la pantalla logrando introducir al espectador en una muy
lograda ambientación, idea reforzada toda vez conocemos la casa de los Sawyer,
nuevamente dotada de una imaginería visual tremendamente potente y que
convierte este lugar en un parque temático del horror. Sin embargo la
experiencia de Burr en relación al rodaje de Leatherface y a la propia película
no sería en absoluto un camino de rosas. De esta forma, la presión por presentar
la película a tiempo, no aumentar sus costes y lidiar con la calificación por
edades serían elementos suficientes para romper la cohesión entre el director y
los productores y responsables de New Line Cinema, quienes en el fondo nunca creyeron
en Burr como director de la película y que optaron por contar con este únicamente
como último recurso y acuciados ya por los plazos impuestos de cara a poder
estrenar en tiempo. Uno de los principales puntos de tensión vendría por las
disputas entre director, productores y
MPAA, la asociación encargada entre otras cosas de la calificación por edades
de las películas y que obligaría a aligerar la carga de violencia de la
película en reiteradas ocasiones para así evitar una temida calificación X que
limitaría mortalmente el estreno en cines de la película, y así mientras que
New Line Cinema cedería a las exigencias de la MPAA en aras de no frenar la
carrera comercial de la película para Burr estos recortes amputarían
parcialmente la propia esencia de la película. A todo esto hay que sumar que
además la productora modificaría el montaje final estrenado en cines llegando
inclusive a alterar la escena final de la película, lo que deviene en un error
en pantalla tan evidente como el de ver como un personaje asesinado escasos
minutos antes volvía a la vida en aras de poder participar en una posible
secuela. Esto provocaría que Jeff Burr, fallecido en 2023 y que continuaría
siendo un efectivo y resolutivo director de secuelas de películas de terror con
títulos como Pacto de sangre 2 o La venganza de los muñecos 3 y 5, renegara de
este trabajo durante años justificándose en el hecho de sentirse traicionado. Y
es que de hecho llegaría a ser despedido durante el rodaje de la película, lo
que deja de manifiesto que las diferencias creativas no solo tuvieron lugar en
el proceso final de montaje de la misma sino que fueron patentes durante toda
la producción, lo que da una idea de la presión a la que se tuvo que enfrentar
su principal responsable. Burr volvería a ser contratado gracias a que los
tiempos de rodaje ya eran tremendamente ajustados y no se logró dar rápidamente
con un nuevo director que se hiciera cargo de una película con el rodaje ya
iniciado. Todos estos problemas quedan reflejados en un montaje final
presentado donde efectivamente vemos lagunas entre el tono seminal y de terror
puro que de inicio quería darse a la historia, la violencia gráfica del guion
original y el resultado que finalmente vemos en pantalla. Posteriormente se
recuperaría parte del material filmado por Burr y que nos da una idea más
aproximada de lo que quería el director para Leatherface, lo que nos lleva a pensar
que el director trató de construir su película amparándose en dos premisas
básicas. La primera un respeto casi reverencial por el título de 1974 y la
segunda, y esta compartida al menos de inicio por los responsables de New Line
Cinema, entregar un producto salvaje, brutal, descarnado y violento.
El otro gran nombre dentro de este Leatherface
sería sin embargo triple, contando Leatherface con el trabajo de Howard Berger,
Greg Nicotero y Robert Kurtzman dentro del equipo responsable de gestionar los
efectos prácticos y de maquillaje de la película. Nicotero, Berger y Kurtzman,
quienes se aliarían fundando la empresa K.N.B. son los más conocidos, representantes
dentro del cine de finales de los ochenta y década de los noventa en cuento a efectos
especiales del cine de terror de aquellos años se refiere, no pudiendo dejar
lado sin embargo otros nombres como los de Tom Savini o Rob Bottin,
especializándose principalmente en maquillaje protésico, animatrónicos y
efectos de tipo práctico, siendo destacados exponentes del gore más explícito.
A ellos les debemos las más impactantes secuencias en películas como Planet
terror, En la boca del miedo, La casa de cera, House on haunted hill, Hostel,
Arrástrame al infierno, La última casa a
la izquierda, El ejército de las tinieblas, Las colinas tienen ojos o Abierto
hasta el amanecer por citar solo un pequeño puñado de títulos que han contado
con estos auténticos maestros dentro del área de los efectos especiales. Y es
que es gracias al trabajo de Nicotero, Kurtzaman y Berger que la película puede
plasmar en pantalla con terrorífica explicitud toda esa violencia recogida en
el guión de David J. Schow, rescatando secuencias como la muerte partida en dos
de la joven que previamente había logrado huir de la familia de asesinos, la
escena del tiroteo o la lucha final en el agua entre Leatherface y Benny. Precisamente
el buen hacer de KNB sería uno de los principales responsables de que la
película tuviera esos enormes problemas con la censura y la asociación MPAA de
los que hablábamos hace poco, y es que su capacidad para plasmar y reproducir
protésicos de los intérpretes de la película así como crear esos trozos de
carne presentes en no pocos momentos de Leatherface, que de hecho se inicia
viendo como este personaje construye una nueva máscara hecha de la piel humana
de un rostro, harían incomodarse enormemente a los responsables de otorgar la
calificación por edades a la película con los resultados ya por todos
conocidos.
CONOCIENDO A LOS SAWYER
Uno de los puntales que hicieron en su día de La
matanza de Texas un ejercicio de terror tan impactante y potente fue la
presentación en sociedad de toda una colección de psicópatas a cada cual más
atroz, sórdido y enfermizo, y si bien sería Leatherface quien trascendiera de
este grupo erigiéndose finalmente en todo un icono popular, cabe destacar
igualmente las figuras de los personajes del autoestopista o del patriarca
familiar, una presentación de los prototípicos rednecks cinematográficos llevados
al extremo que Hooper seguiría explotando en la primera secuela de la saga con
la presentación en sociedad de Chop-Top como nuevo miembro del clan de
matarifes tejanos. Así que era vital lograr armar a un nuevo grupo dentro de
esta familia de caníbales que lograra transmitir esa misma sensación de locura,
excitación ante la violencia y falta total de moral que tan bien habían plasmado
Hooper y Henkel en el guion de la primera película, siendo de hecho la
construcción de estos personajes parte vital a la hora de hablar del nivel de
trascendencia que la cinta alcanzaría en el imaginario colectivo. Y el
resultado a la hora de hablar de este casting de auténticas malas bestias no es
para nada desdeñable, siendo uno de los puntales más destacados de la película y
uno de los motivos que invitan a acercarse a esta secuela.
De esta forma y una vez fuera de juego el patriarca del clan Sawyer visto en las dos primeras entregas, en esta ocasión el liderazgo familiar lo ostentaría una figura femenina, una matriarca anclada a una silla de ruedas y con un dispositivo en la laringe para poder comunicarse, confiriéndose de esta manera un personaje que presentaba en esencia toda esa iconografía tan característica de la franquicia ayudando además a potenciar la creación de una ambiente malsano, siendo este patente no solo a nivel de escenarios sino igualmente de personajes. La veterana actriz Miriam Byrd-Nethery, colaboradora de Jeff Burr en sus primeros trabajos sería la encargada de encarnar a este siniestro personaje. Le acompañaran y ayudarán a llevar a cabo sus terroríficos actos varios vástagos, siendo Alfredo el eslabón más débil de esta cadena familiar y por ello el encargado de las tareas más tediosas y solitarias como es por ejemplo el desembarazarse de los restos de los cuerpos de las víctimas del clan, siendo este un personaje a quien Tom Everett, conocido entre otros papeles por participar en la primera entrega de Superdetective en Hollywood, logra dotar de una enorme presencia en escena, ojo de cristal mediante, y todo ello a pesar de lo desagradable del comportamiento del propio personaje, siendo de hecho el que presenta una desviación sexual más patente. Por otra parte tenemos a Tex, encargado en base a poseer la apariencia física más normalizada y agradable de ejercer las funciones de cebo de cara a captar la atención de posibles y futuribles víctimas del grupo de caníbales, ejerciendo de alguna manera un rol similar al que el personaje de Baby Firefly ejerciera en La casa de los 1000 cadáveres, papel interpretado por Sheri Moon Zombie. A este miembro de la familia Sawyer le prestaría toda su presencia física un por aquel entonces desconocido Viggo Mortensen antes de convertirse en rutilante estrella gracias a títulos como Extraño vínculo de sangre, Promesas del Este, Una historia de violencia, Green book y muy especialmente la trilogía de El señor de los anillos. Mortensen venía precisamente de filmar un año antes la interesante Presidio, un título de terror dirigido por Renny Harlin y convertido en pieza con cierto aire de culto entre el aficionado del género de serie B, película donde por cierto también trabajaría el anteriormente citado Tom Everett. También tendríamos a Tinker, el cerebro de este grupo de matarifes y con una capacidad innata para la mecánica, lo que posibilita, además de sustituir una de sus manos por una artificial, la creación de la icónica motosierra de más de un metro de largo que vemos en pantalla y convertida en fetiche de la película entre otras cosas gracias a una campaña de publicidad que por ejemplo imitaría en su tráiler el momento de la cinta de 1981 Excalibur en la que la mítica espada emerge del agua de manos de la Dama del lago, siendo en este caso sustituida el acero por la motosierra de Leatherface. Este personaje sería encarnado por Joe Unger, conocido por los fans más avezados por su aparición en Pesadilla en Elm Street en el papel de uno de los ayudantes policiales del personaje de John Saxon, repitiendo posteriormente junto a Jeff Burr en la segunda entrega de Pacto de sangre. No podemos olvidar tampoco la participación de la benjamín del grupo, una niña que sin llegar a citarse explícitamente parece que pudiera tratarse de la hija del mismo Letaherface, siendo este un personaje que permite conjugar dos elementos tan antagónicos de inicio como son la inocencia infantil y la violencia descarnada propia del grupo de caníbales protagonistas. Jennifer Banko, la joven actriz encargada de dar vida a este complicado personaje habida cuenta del material que la intérprete de apenas doce años de edad había de filmar logra crear un personaje tan malsano y repulsivo como el resto de componentes de la familia Sawyer. Una niña que por cierto venía de aparecer en otra de las sagas icónicas de terror de la década de los ochenta, en concreto en la séptima entrega de Viernes 13. Por último y dentro del grupo de antagonistas de la historia resaltar como no podía ser de otra manera la figura de un Leatherface convertido por méritos propios en alma mater de la franquicia, tratando en esta película de destacar su potencial físico en pantalla como se constata en una primera aparición en la que arranca de cuajo con las manos el maletero del coche de sus víctimas, buscando con ello los responsable de New Line Cinema de crear ya de manera oficial una nueva criatura dentro del terror cinematográfico contemporáneo a la altura de su ya por aquel entonces imperecedero Freddie Krueguer. Sería Jeff Burr quien, tras imposibilitarse la contratación de Gunnar Hansen, el Leatherface original, por lo elevado de su caché, quien recomendaría a un desconocido intérprete curtido en el mundo de la lucha libre profesional. R. A. Mihailoff, quien ya había colaborado con Burr en trabajos anteriores del realizador aportaría al personaje una fisicidad fuera de toda duda habida cuenta de sus casi dos metros de altura y una presencia física imponente. De esta forma y gracias a su papel en Leatherface Mihailoff seguiría ligado al género en títulos como son las secuelas de Hatchet o Krampus.
Enfrente de este grupo de matarifes encontramos
a sus víctimas, cuya función principal sería la de tratar de sobrevivir a una
cacería plagada de sangre, trampas y gritos de terror no logrando su objetivo
en la mayoría de los casos, aunque en este caso y en su último acto la película
dé un giro por el cual los cazadores acabaran siendo cazados. Así, la encargada
de tratar de replicar el papel que Marilyn Burns inmortalizara en la película
de 1974 sería una Kate Hodge que funciona mucho mejor en su rol de scream queen
con capacidad para sufrir que cuándo trata de convertirse en una heroína
vengativa, momento en el que su interpretación presenta matices casi paródicos.
La actriz aparecería posteriormente el Rapid Fire, uno de los pocos trabajos protagonizados
por Brandon Lee antes de fallecer trágicamente durante el rodaje de El cuervo
así como en la descafeinada secuela de Hidden, lo oculto. Su compañero de viaje
es William Butler, quien además de haberse reconvertido en director de
películas de terror para la mítica productora dentro del género Full Moon de
Charles Band, participaría en títulos como Viernes 13 parte 7, La noche de los
muertos vivientes en su versión estrenada en 1990 o en la serie de televisión
Las pesadillas de Freddy, esto es, ha compartido cartelera con tres de los monstruos
más icónicos del cine de terror moderno. Pero para icónica la presencia en
Leatherface de Ken Foree, actor de culto ligado al género del horror a raíz de
su participación en ese clásico de 1978 que es Zombi, y a quien veríamos en
títulos como Resonator, El dentista, Amanecer de los muertos, Los renegados del
diablo, Halloween el origen o Lords of Salem. Foree da vida a otra víctima
potencial del clan Sawyer quien sin embargo se erige como héroe de la historia,
y aunque su presencia permite dotar de frescura a la película elimina parte del
potencial del personaje de la actriz principal en su función como final girl.
Por último no podemos dejar de lado dos nombres
propios como son los de una Caroline Williams que protagonizara la segunda
entrega de La matanza de Texas y que aquí vemos en un cameo como periodista en
lo que se presenta como todo un guiño, uno de los varios que hay a lo largo de
la película, a los dos títulos que preceden este Leatherface. Y como
coordinador de especialistas la película cuenta con la presencia de un nombre
mítico para el aficionado como es Kane Hooder, quien además de trabajar como
doble de acción o coordinador de especialistas en más de un centenar de películas
se ha ganado el corazoncito de los amantes del terror tras encarnar hasta en
cuatro ocasiones a Jason Voorhees en la saga de Viernes 13, lo que le ha
permitido convertirse en uno de esos actores habituales dentro del género cuya
sola presencia ya constituye todo un homenaje al aficionado, teniendo que
destacar de entre todos sus trabajos su participación en la simpática saga
Hatchet. Hooder tendría además el honor de poder convertirse en Leatherface no
solo en determinadas secuencias en las que su trabajo como especialista así lo requiriera,
sino que es quien da vida al icónico matarife en el tráiler de la película, lo
que le permitiría apuntarse otra muesca en su particular galería de criaturas del
terror a las que ha dado vida.
DEGUSTANDO EL MENÚ
La película finalmente y tras multitud de
contratiempos acabaría estrenándose en cines llegado el año 1990, siendo sin
embargo un fracaso de taquilla que se saldaría con una recaudación de menos de
seis millones de dólares habiendo costado dos. Posteriormente se convertiría en
un título de cierto éxito en su periplo en los videoclubs, siendo actualmente
considerada como una interesante secuela que bebe de los postulados marcados
por la película estrenada en la década de los setenta, siendo su relevancia aún
mayor si tenemos en cuenta el fiasco que la cuarta entrega de la franquicia
haría con la misma.
De esta manera el trabajo de Burr a la dirección
cumple con buena parte de los requerimientos exigidos para este tipo de
películas, y aunque obviamente pierde en todas y cada una de las comparaciones
que podamos abordar con el título dirigido por Tobe Hooper en 1974, esa batalla
estaba pérdida de antemano, si que funciona
como secuela que trata de replicar el alma de esta. Así, ya desde la escena
inicial en la que podemos casi respirar el polvo de la carretera que llena los
cristales del automóvil en el que viajan los protagonistas, la película
traslada muy eficientemente la atmósfera malsana y opresiva necesaria para que
un título de estas características funcione, una idea que se potencia en
secuencias posteriores como la de la exhumación de los cadáveres en plena
autopista y donde la magia del tridente KNB hace acto de presencia a través de
la recreación de los cuerpos en descomposición, homenajeando de esta manera la
película el momento de la profanación de los cadáveres visto en la cinta
estrenada quince años antes. Esa sensación vuelve a hacer acto de presencia
durante la escena en la gasolinera, cuya suciedad, degradación y aires de
abandono traspasa la pantalla ayudando a convertir ese momento en punto de
inflexión a partir del cual comienza ese viaje a los infiernos para los
infortunados protagonistas. La película pierde intensidad en lo que a
ambientación se refiere durante el tramo que tiene lugar en mitad del bosque,
debido principalmente a dos elementos. De una parte la película no se filmó en
Texas por motivos presupuestarios, lo que de alguna manera queda patente en unas
escenas nocturnas en medio de la maleza que provocan que el espectador
desconecte parcialmente de ese halo de calor y sequedad sofocante transmitido
durante el primer acto de la película, a lo que hay que sumar que dicha
filmación nocturna en exteriores hace perder fuerza a la película, curiosamente
la hace menos amenazante y por lo tanto menos aterradora. Llegamos de este modo
al tramo de película que tiene lugar en el interior de la casa de los Sawyer, escenario
que debiera haberse presentado como epicentro del horror y que sin embargo no termina
de funcionar, siendo en este sentido mucho más funcional y tenebrista la citada
gasolinera vista en los primeros minutos de película. Así, mientras en la película
de Tobe Hooper la utilería utilizada, en algún caso real, si que funcionaba a
la hora de transmitir sensaciones negativas en el espectador, en este caso si
bien el diseño de producción es solvente en relación a lo esperado, no es capaz
de manifestar esa aura de maldad que incluso podemos presentir con más acierto en
la morada de los Sawyer presentada en el atinado remake estrenado en 2003 y
dirigida por Marcus Nispel.
Sin embargo donde esta secuela sale peor parada
es en la historia narrada, que de alguna manera funciona como revisión de lo
contado en la película de Tobe Hooper y que revitalizaría el género allá por la
primera mitad de los años setenta. En primer lugar porque frente a un grupo de cinco
protagonistas ahora únicamente se cuenta con dos, tres si sumamos al grupo a un
Ken Foree que sin embargo huye del arquetipo de víctima de este tipo de
películas, lo que provoca que la película contenga menos momentos de tensión en
el sentido de que hay menos víctimas potenciales sobre los que armar una
secuencia de este tipo. La película es consciente de ello introduciendo al
personaje de la superviviente del anterior ataque de la familia Sawyer, pero es
insuficiente para insuflar no ya de dinamismo a la trama, sino de capacidad de
generar momentos de horror, los cuales se presentan en su máximo apogeo durante
la escena en la que la protagonista permanece inmovilizada en una silla y con
las manos atravesadas por clavos a los apoyabrazos del asiento mientras
preparan a su compañero agonizante para servir de comida a sus hambrientos
asesinos. Si bien este momento funciona, no llega a acercarse al nivel de
ansiedad que generaba la secuencia de la cena en la película de 1974, y es que
en esta película sucedería uno de esos fenómenos raramente vistos en cines, que
la falta de medios, los errores propios de contar con un puñado de novatos con
más ganas que conocimientos y el uso de
unas técnicas de rodaje cercanas por momentos al documental dieran como
resultando un título seminal en su género, algo que no puede replicarse y mucho
menos de manera consciente.
Aún con todo la película logra resultar en un entretenido
y terrorífico ejercicio de serie B mucho más cercano en esencia a ese cine de
género tan característico dentro de la década de los ochenta que a las
películas que se estrenarían en los años siguientes, las cuales devendrían en
una etapa de sequia creativa en cuánto al horror cinematográfico se refiere solo
eludida parcialmente mediante el estreno aislado de un puñado de interesantes títulos.
Es por ello que aunque estrenada ya en 1990 Leatherface posee en todos y cada
uno de sus elementos todo el deje del cine de terror ochentero.
Por todo ello si son seguidores de Leatherface y su familia si bien esta película puede que no se encuentre dentro de un top donde podríamos situar las dos películas dirigidas por Tobe Hooper así como la revisión estrenada en 2003, tampoco se situaría entre lo peor de una franquicia que ya lleva estrenadas nueve películas y no parece tenga intención de dejarlo ahí, lo que acaba por concluir en un veredicto que invita a su visionado y disfrute. Y es que finalmente todo se resume en una sola idea, elijan bando, comer o ser comidos.