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jueves, 14 de febrero de 2019

LA MORADA DEL MIEDO (THE AMITYVILLE HORROR, 2005) 85´



En la madrugada del 13 de Noviembre de 1974 el joven Ronald DeFeo asesina a sangre fría a sus cuatro hermanos pequeños y a sus padres, alegando que unas voces en su cabeza le han obligado a cometer dichos crímenes. Una año más tarde la familia Lutz compra la propiedad en la que tuvo lugar la masacre, dispuestos a convertir una bella casa de estilo victoriano con enormes terrenos y coronada por un embarcadero, en su hogar.


Tuvieron que transcurrir más de veinticinco años para poder verse estrenada, y esta vez nuevamente en cines,  la mejor de todas las cintas filmadas hasta el momento dentro de la longeva franquicia cinematográfica de Amityville. Esto sería posible gracias a la aportación de la productora Platinum Dunes, cuyo mecenas más destacado sería Michael Bay, y la cual se centraría durante los primeros años del nuevo milenio en recuperar clásicos del terror de los años setenta y ochenta, filmando de esta manera actualizados remakes de títulos como La matanza de Texas, Viernes 13, Pesadilla en Elm street o Carretera al infierno. El desconocido Andrew Douglas fue el director escogido para llevar a buen puerto el proyecto, quién se apoyaría en el libreto de un por aquel entonces celebrado Scott Kosar, responsable de los guiones de La matanza de Texas 2004 o El maquinista y que años más tarde ofrecería otro remake de altura con la cinta The crazies, siendo Kosar en su escritura bastante fiel al guion de la cinta de 1979. Douglas ofrece un título que toma lo mejor de la película de Stuart Rosenberg en forma de suspense a lo largo de la trama, a lo que suma una estética y recursos cinematográficos más actuales, lo cual unido a la ambientación de la historia en plenos años setenta, apoyada en una estupenda escenografía, hace que acabe resultando una muy destacable cinta de casas encantadas.


Gracias a La morada del miedo Ryan Reynolds pudo sacudirse el san benito que le encasillaba como un simpático actor de comedia, ofreciendo una gran interpretación dramática, compleja y llena de matices, aprovechando para dotar de fisicidad a su personaje la increíble musculatura adquirida para interpretar a Hannibal King en Blade Trinity un año atrás, pudiendo jugar además con su evolución desde marido perfecto a sádico malnacido, gracias a lo cual experimenta interpretativamente, desde el miedo que siente el propio personaje o la violencia psicológica que desata hacía su propia familia, hasta llegar a un clímax final con su personaje totalmente ido pero sin caer en el histrionismo. Junto a Reynolds aparece la bella Melissa George, quien seguiría pasándolo mal en 30 días de oscuridad, convincente como esposa sufridora. Atención también al trío de actores infantiles, quienes ofrecen unas interpretaciones de nota, logrando que ninguno de los tres resulte cargante y resolviendo sus respectivos papeles con madurez y profesionalidad, resultando quizás el hermano pequeño el más perjudicado ante las comparaciones con sus dos compañeros de reparto, siendo además la encargada de dar vida a la pequeña Chelsea Lutz una jovencísima actriz que no tardaría en dar mucho de qué hablar gracias a su participación en Kick Ass, Chloë Grace Moretz, iniciando una muy prometedora carrera con películas como Equalizer o Carrie. Papel testimonial para Philip Baker Hall, quien toma el relevo de la actuación de Rod Steiger más de dos décadas atrás.


Como decíamos, la película se presenta como la mejor de todas las entregas sobre Amityville, y es que además de crear una tensión creciente en la mejor tradición de la película iniciática de 1979, reduce el metraje respecto a esta en cerca de media hora, lo que la hace mucho más digerible, ágil, efectiva y directa, con un montaje de las secuencias mucho más atinado y que desecha toda esa paja que no aportaba nada, ni a la trama ni a la propia capacidad de la cinta por generar desazón en el espectador, resultando de esta forma La morada del miedo un estupendo ejemplo del género de casas encantadas, con no pocas escenas aterradoras y que acaban por impregnar al espectador, sabiendo además perfectamente cómo usar el resorte del susto en atinados jump scares. Podemos recordar como ejemplos válidos de esta afirmación  la aparición del fantasma de Jodie en el momento en que George y Kathy están haciendo el amor, la escena del pequeño Michael Lutz acudiendo durante la noche al baño aterrorizado y la posterior vuelta a su habitación, el visionado de la grabación casera durante el cual George ve a Billy como un demonio…


Y por fin la casa vuelve a ser la gran protagonista de la historia, convertida a estas alturas en todo un fetiche del terror más clásico, perfectamente representada en la bella y a la vez aterradora fachada coronada por las dos ventanas superiores, cuya angulosa forma le confieren aspecto de dos enormes ojos brillantes. Y es que es evidentemente cierto que ese aspecto tanto exterior con el embarcadero alejado, el enorme tejado, protagonista de dos de las escenas más impactantes de la cinta, o el interior de pasillos oscuros, pero muy especialmente con ese sótano en el que acaba parapetándose un George Lutz totalmente poseído por la locura, ayudan a generar y/o aumentar la tensión en las escenas, siendo un perfecto exponente de lo que es una casa encantada en cuanto a escenarios y ambientación.


Posiblemente la principal baza de la película se encuentre precisamente en el hecho que al tratarse de un remake y de la novena entrega de una saga sin demasiado tino a nivel crítico, mucha gente la prejuzgue de antemano, sucediendo lo mismo con un actor principal con numerosos detractores per se. La morada del miedo acaba demostrando a todos estos incrédulos que se trata de un gran ejemplo de cine de género, con unos actores solventes, una ambientación terroríficamente lograda y unas impactantes escenas, lo que unido a su estupenda manera de narrar una historia que ya hemos visto antes en varias ocasiones, acabe resultando una experiencia visual y de entretenimiento dentro del género a resaltar. Amityville había resurgido de entre sus cenizas.

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