sábado, 14 de septiembre de 2024

PROM NIGHT 2 HELLO MARY LOU (HELLO MARY LOU, PROM NIGHT 2, 1987) 97´

Mary Lou Maloney es coronada reina de la promoción del año 1957, siendo accidentalmente asesinada por su novio mientras celebra su triunfo al querer humillarla por engañarle con otro chico. Tres décadas más tarde regresará de la muerte para así vengarse por su trágica muerte.

Secuela de la película estrenada siete años antes y que sin embargo no tiene esencia de continuación en tanto la historia, personajes y trasfondo nada tienen que ver con el título protagonizado por Jamie Lee Curtis en 1980, tomando únicamente de esta la idea de utilizar el baile de graduación del instituto como eje central sobre el que pivotar la trama. Y el resultado es notablemente competente, resultando un título superior y mucho más divertido que el de la película original, siendo además muy patentes tanto a nivel visual como conceptual las diferencias entre uno y otro título y que se deben a los siete años transcurridas entre el estreno de una y otra película, años durante los cuales tendrían lugar una serie de cambios dentro del propio género slasher.

Como en el caso de la primera Prom night, en esta ocasión también podemos jugar a adivinar las influencias que diferentes y exitosos títulos anteriores al estreno de la cinta tendrían a la hora de escribir y filmar la película. Lo primero de todo sería rescatar la Carrie dirigida en 1976 por Brian De Palma, un título del que ya adivinábamos ecos en la cinta de 1980 pero que en este caso tiene en la escena introductoria un claro homenaje con el personaje de Mary Lou Maloney haciendo las veces de la Carrie White a la que diera vida Sissy Spacek en la adaptación del best seller de Stephen King. Pero si hay una película, más bien una serie de películas, que es patente influirían en esta segunda entrega, esos son los títulos dentro de la franquicia Pesadilla en Elm Street estrenados hasta ese momento, saga que en ese 1987 ya iba por su tercera película. Y no solo por el uso que de cierta esencia onírica se hace durante la trama, con una  Mary Lou que si bien no necesita introducirse en el mundo de los sueños para actuar si que aparece y desaparece a su antojo como si de un ente fantasmal se tratara pero a la vez controlando los diferentes escenarios sobre lo que llevará a cabo sus ataques. Ya la escena de la primera muerte, con la joven víctima ahorcada por una tela manejada invisiblemente tal y como sucedía con la muerte de Rod en la primera Pesadilla en Elm Street evidencia este prinicpio, volviendo nuevamente sobre nuestro imaginario esta saga protagonizada por Fred Krueguer con la secuencia de esa pizarra que se convierte en una piscina de fondo negro. La idea presente en la película de ver como la cándida e inocente protagonista es poseída en cierta forma por el espíritu de la maligna protagonista transformándola en una muchacha con una sexualidad muy marcada, desnudo integral incluido, sirve además para pervertir las constantes del género slasher, que presentaba siempre a una final girl virginal como contraposición de unos personaje sexualmente liberados y promiscuos y que por tanto son ajusticiados por el villano de la función como pago por su actitud libidinosa. Rescatar finalmente la imagen de un caballito balancín que nos recuerda por asociación de ideas al payaso que apareciera en Poltergeist, siendo en ambos casos elementos infantiles pervertidos en su iconografía hasta infundir terror.

La película está dirigida por un Bruce Pittman que tendría en este título su trabajo más solvente, dirigiendo sus pasos posteriormente, y tal y como sucediera con el director de la primera entrega de la saga, hacía el mundo de la televisión. Destacar entre sus protagonistas a un Michael Ironside que se consagraría en los años siguientes como un estupendo secundario gracias a su participación en películas como la también canadiense Scanners, Top Gun, Desafío total o Starship Troopers, siendo igualmente rescatable su papel en la serie para televisión de culto V. Con una protagonista que apenas haría nada más en cine ni televisión, podemos igualmente rescatar la participación de Louis Ferreira, conocido especialmente por encarnar al marido del personaje de Sarah Polley en Amanecer de los muertos o por su papel en la televisiva e interesante serie procedimental Motive. Por último y dentro del apartado artístico rescatar el estupendo trabajo de una  Lisa Schrage que, al igual que su compañera de reparto, apenas se prodigaría en cine ni televisión, y que sin embargo nos brinda una potente y casrismática interpretación como la Mary Lou que da título a la película. Como curiosidad final podemos rescatar la figura de Ron Oliver, guionista de la película, y que se especializaría, tanto en su faceta como escritor así como director, en películas enclavadas dentro de esos telefilms navideños tan presentes en nuestra parrilla televisiva durante los meses de Noviembre y Diciembre.

Una secuela que nada tiene que ver con la película original, mejorando a esta sustancialmente, y que es uno de esos estupendos ejemplos de cine de terror en su faceta más gamberra protagonizado durante la segunda mitad de la década de los ochenta por unos jóvenes condenados a sufrir las más cruentas e imaginativas muertes a manos de unos villanos convertidos en auténticos alma maters de estas películas, o lo que es lo mismo, una estupenda sesión doble junto a otra digna cinta de terror como es La noche de los demonios. Y es que ambas tienen como maquiavélica y terrorífica protagonista a una sexy y letal anfitriona.

jueves, 12 de septiembre de 2024

PROM NIGHT. LLAMADAS DE TERROR (PROM NIGHT, 1980) 95´

Mientras unos niños juegan en una casa abandonada una de las muchachas muere accidentalmente tras caer por una ventana al ser asediada por sus compañeros de juego. Los niños deciden guardar silencio de lo sucedido sin saber que alguien más ha sido testigo de la muerte, alguien capaz de esperar varios años antes de cobrarse venganza contra los involuntarios homicidas de la pequeña.

Es obvio que el enorme éxito que supuso La noche de Halloween, estrenada en 1978, propiciaría un sinfín de títulos de temática similar nacidos a rebufo de la obra de John Carpenter, ansiosos todos ellos por hacerse con parte de ese pastel de la taquilla que el slasher estaba generando, siendo esta Prom night uno de estas películas estrenadas entre finales de los setenta y primeros ochenta que más se recuerdan. Y es muy evidente la impronta por parte de la primera de las apariciones de Michael Myers en pantalla, de donde no solo se copian planos concretos como el de las protagonistas caminando por la calle entre las aceras de un barrio residencial y sintiéndose observadas desde la lejanía por alguien que circula en automóvil así como vemos plagiar la idea del loco que escapa del psiquiátrico asesinando a una enfermera, sino que incluso se contaría nuevamente con Jamie Lee Curtis como protagonista de la cinta. Pero no podemos obviar igualmente la influencia que tendría un género como el giallo italiano, con la presencia de un asesino misterioso, en realidad no tanto para cualquiera que haya visto algo de este tipo de cine, asesinando uno a uno a un grupo de víctimas escogidas premeditadamente, lo mismo que posee ciertos ecos de otra película de renombre canadiense, y es que Prom night tiene nacionalidad de este país, como es Navidades negras, siendo el uso que del teléfono hace nuestro misterioso asesino el recurso que más nos recuerda a la película dirigida por Bob Clark. Pero si toca hablar de influencias no podemos dejar de lado un título que nada tiene que ver con el terror pero que si es patente se adivina en este Prom night. Hablamos de Fiebre del Sábado noche, estrenada tres años antes con enorme éxito tanto en la taquilla como a nivel social, y que deja patente su impronta en una extravagante escena de cerca de cuatro minutos donde los protagonistas se marcan una coreografía en mitad del baile de graduación que trata de imitar las famosas secuencias protagonizadas por John Travolta como Tony Manero en la película de John Badhman.

Y si bien La noche de Halloween se amparaba en la mágica noche del treinta y uno de Octubre y Navidades negras hacía lo propio con unas fechas tan señaladas y entrañables, la película que nos ocupa tomaría como referente otro momento muy señalado dentro la cultura popular occidental y en especial la norteamericana como es el icónico baile de graduación. Es en medio de este mágico momento protagonizado por bolas de discoteca, vestidos de gasa y anchas pajaritas que el asesino de la cinta perpetra su personal vendetta contra los responsables de una desgracia acontecida varios años antes. Como sucedía en este tipo de películas estrenadas en las postrimerías de los años setenta y primeros ochenta el ritmo es pausado, incluso por momentos tedioso en comparación con la dinámica de las películas de género más actuales, y si bien en ciertos momentos las secuencias dan la sensación de haber sido estiradas más allá de lo necesario, tal y como ocurre con la escena de arranque o la larga persecución a la que es sometida una de las jóvenes víctimas, su visionado es disfrutable, especialmente para el aficionado al género, aunque es cierto no deja demasiado poso una vez finaliza.

Dirige el debutante Paul Lynch, quien tras varios títulos más dentro del género de terror como son Humongous, otro slasher de consumo rápido o Contra todos, un thriller con un asesinato de por medio, se volcaría en la televisión, donde dirigiría entre otros capítulos de series como Se ha escrito un crimen, Luz de luna, Más allá de los límites de la realidad, La bella y la bestia o Xena, la princesa guerrera. El guion es obra de un William Gray que ofrecería su mejor trabajo guionizando junto a Diana Maddox una historia de Russell Hunter, la maravillosa Al final de la escalera. El trabajo de ambos profesionales es solvente pero no llamativo, tratando de cumplir tanto la historia como la dirección los estándares marcados previamente por autores tan notables como John Carpenter en la seminal La noche de Halloween. Obviamente quedan lejos de los resultados de la cinta de 1978.

Jamie Lee Curtis vuelve a encarnar a la Scream Queen de turno, repitiendo en cierta manera el rol de jovencita apocada y timorata que la diera a conocer en el papel de Laurie Strode aunque en este caso sin contar con todo el protagonismo de la película, en esta ocasión más repartido entre las diferentes víctimas del asesino. Destacar asimismo la presencia de un Leslie Nielsen que ese mismo año se subiría al carro de las spoof movies con Aterriza como puedas para convertirse en su principal valedor, no debiendo olvidar por ello su participación en la estupenda y también terrorífica Creepshow.

De esta forma lo que encontramos en Prom night es un slasher prototípico de aquellos años durante los cuales se estrenarían decenas de películas de este estilo, logrando permanecer en el imaginario colectivo gracias a contar con la presencia de una Jamie Lee Curtis convertida en aquellos años en la musa entre las Scream Queens, ampararse en un acontecimiento tan importante dentro del ámbito de las relaciones sociales de los jóvenes norteamericanos como es el baile de fin de curso y poder contar con una serie de secuelas y un remake que devolverían a la actualidad el nombre de la película primigenia con cada nuevo estreno. ¿Es un mal slasher? No, aunque es cierto que hay que acercarse a su visionado con los ojos de aquellos jóvenes que antes de que Viernes 13 revolucionara a su vez este subgénero llenándolo de sangre, muertes atroces y unas gotas de erotismo se acercaban a los cines dispuestos a pasar hora y media de miedo. Aunque tampoco la pondría en mi top de películas del mismo tipo estrenadas hace ya cuarenta años.

jueves, 5 de septiembre de 2024

TERROR EN EL ESPACIO (TERRORE NELLO ESPAZIO, 1965) 83´

Las naves espaciales Argos y Galliot son enviadas al planeta Aura siguiendo el rastro de una señal emitida por algún tipo de vida inteligente proveniente de aquel lugar. Una vez llegan a su destino los tripulantes de ambas naves comenzarán a atacarse entre ellos poseídos por algún tipo de ente o de mal invisible.

Una modesta producción de serie B que sin embargo y en apenas hora y veinte muestra referentes que serían imitados posteriormente no solo en géneros como el cine zombie o el de vampiros, sino que igualmente es indudable serviría de base a la hora de construir películas clásicas dentro del género como Alien, el octavo pasajero, que tomaría ese arranque que muestra como un falso señuelo atrae a los incautos protagonistas hasta un planeta trampa, lo mismo que adaptaría, con su propia estética, la idea de mostrar los diferentes recovecos de una nave casi tan protagonista como el resto de personajes principales. Pero también hay ecos de Lifeforce, fuerza vital, Hidden, lo oculto, e incluso de La cosa en la versión orquestada por John Carpenter en 1982, una idea que se hace presente y patente especialmente cuando vemos como los personajes son poseídos por entes alienígenas que utilizan los cuerpos de sus víctimas como medio de conseguir su propósito final llegándoles a robar para ello su propia consciencia y capacidad de decisión.

El máximo responsable de convertir esta modesta producción cinematográfica en un pequeño clásico dentro de un género que hibrida entre la ciencia ficción y el terror  es el director italiano Mario Bava, padre fundacional del giallo y referente dentro del terror de su país gracias a su opera prima, La máscara del demonio. Bava, quien antes de dirigir había ejercido todo tipo de funciones dentro del cine, se manifiesta no solamente como un excelente gestor de recursos habida cuenta de cómo logra sacar el máximo rendimiento de un presupuesto ajustado, sino que deja patente su pericia como un narrador con una capacidad visual fuera de toda duda, idea que queda manifestada ya en la propia secuencia de inicio que muestra a los diferentes tripulantes de la nave protagonista mediante un suave travelling así como en escenas donde juega con las formas geométricas de los decorados y con la iluminación. El director se centra principalmente en dotar a la película de una estética muy particular presidida por vivas tonalidades, presentes tanto en una nave de formas asépticas y brillantes plagada de luces y botones de colores así como en un planeta donde igualmente podemos percibir como se juega con las tonalidades rojas y verdes, una idea que deja de manifiesto el momento en el que se filmó y estrenó la película, ya que la misma presenta una pátina visual sesentera notable. Este exceso de color es fusionado inteligentemente con un aura tenebrista y amenazadora, conseguida especialmente con ese uso recurrente de una niebla perpetua así como con unos efectos de sonido a los que el director dota de enorme importancia para lograr introducir al espectador en las mismas sensaciones por las que están pasando los astronautas protagonistas. En relación con este concepto visual presente en la película y convertido en una de sus principales referentes no podemos dejar de citar un vestuario que bebe de los comics de superhéroes de la época, generándose una influencia bidireccional, ya que los trajes utilizado por los personajes en la mayoría de las secuencias nos recuerdan de manera inmediata al vestuario utilizado posteriormente en el comic X-Men primera generación, con esa mezcla en un tejido sintético de color amarillo y negro y publicado tres décadas más tarde de estrenada la película.

A pesar de las ya citadas limitaciones de medios la película logra salir no solo airosa sino acabar convertida en un título a reivindicar gracias a la pericia de su director a la hora de posicionar y mover la cámara así como por ese talento ya remarcado a la hora de orquestar cuidadas secuencias que en muchas ocasiones hacen pasar a un segundo plano una trama que en un principio va plagando la película de situaciones inexplicables y en algún caso terroríficas aparentemente inconexas que sin embargo acaban cobrando sentido en un acto final donde descubrimos que es lo que está sucediendo, corroborando que este amalgama interplanetario de zombies, locura y desapariciones tiene todo el sentido del mundo. Esta idea provoca que la película vaya resultando más y más interesante según avanza la trama hasta acabar en un acto final y una escena de cierre realmente acertados y angustiosos.

Como buena coproducción que se precie, con participación española incluida, el reparto cuenta con una amalgama de actores de numerosos países donde encontramos a norteamericanos como Barry Sullivan, brasileñas como Norma Bengell o españoles, caso de Ángel Aranda. A ellos les toca la peor parte a nivel de crítica habida cuenta de una colección de interpretaciones hieráticas, demasiado anquilosadas y sin apenas alma en su forma de actuar y comportarse, donde no vemos que los terribles acontecimientos vividos hagan mella en unos astronautas que habida cuenta de las situaciones acontecidas durante la película más parecen autómatas que seres vivos. Y no da la sensación esta sea una decisión consciente, sino más bien fruto de las limitaciones interpretativas de los diferentes miembros del elenco artístico.

Terror en el espacio se manifiesta como un título que, estrenado hace cincuenta años, deja patente una gran personalidad en el terreno visual, con una interesante historia que logra cohesionar con criterio una amalgama de ideas que de inicio parecerían incapaces de casar así como la constatación del talento de un Mario Bava capaz de brillar en cualquier género cinematográfico pero que acabaría decantando su carrera por el thriller y el terror, el bendito terror.

lunes, 2 de septiembre de 2024

INMACULADA (IMMACULATE, 2024, 89´)

 

La joven novicia estadunidense Cecilia ingresa en un convento en la campiña italiana donde no tarda en hacerse a las rutinas de trabajo y espirituales del lugar. Sin embargo un día descubre que está embarazada sin haber tenido jamás relaciones sexuales, y lo que parece obra de un milagro divino acaba convirtiéndose en un infierno para la joven monja.

El cine de terror protagonizado por monjas ha cobrado una especial relevancia en los últimos años tras la aparición dentro del universo creado por James Wan en su Expediente Warren y continuaciones de un siniestro personaje vestido con hábito, el cual tras aparecer brevemente en The conjuring 2 lograría protagonizar un par de películas estrenadas en 2018 y 2023 respectivamente. No es baladí pues que Immaculate se estrenara el mismo año que La primera profecía, título perteneciente a la saga estrenada en 1976 con La profecía, ejerciendo de hecho como precuela de la película dirigida por Richard Donner y que en esta ocasión estaría protagonizada igualmente por una joven monja. Pero en Inmmaculate podemos atisbar igualmente elementos de otros títulos clásicos dentro del terror como por ejemplo Suspiria, nuevamente con una joven y neófita recién llegada, en esta ocasión a un convento, en la película de Dario Argento a una academia de baile, quien es sometida involuntariamente a un plan prefijado y que desconoce de inicio dentro de una atmósfera malsana que va haciendo mella en la joven. Aunque si hablamos de películas que nos vienen a la mente tras visionar Immaculate no podemos dejar de lado La semilla del diablo, con la que entronca en base a ese embarazo que se convierte en el leit motive central de la trama y donde nuevamente la indefensa y confiada madre se convierte en víctima principal de un complot que se escapa a su comprensión.

Michael Mohan, director de la cinta, se adentraría con Immaculate dentro del género de terror tras obtener cierta relevancia gracias a ese thriller con ribetes eróticos que es The voyeurs, estrenado en 2021 y protagonizado por una Sydney Sweeney que en la película que nos ocupa se hace nuevamente con el papel principal. La actriz de Cualquiera menos tú ofrece en Immmaculate un interpretación que la permite medrar entre la candidez inicial manifestada por su personaje hasta llegar aspectos más viscerales y excesivos, logrando la intérprete no solo salir airosa de esta montaña rusa emocional, sino convertirse en uno de los principales elementos de interés de la película, todo ello parte de una proyección profesional en la cual la actriz está conjugando inteligentemente papeles más potentes a nivel de taquilla con otros que la permitan demostrar sus dotes como intérprete, como sería el caso que nos ocupa, siendo de hecho la protagonista igualmente productora de la película.

Para lograr ese aura de desasosiego con el arranca la película ya desde la secuencia inicial y que no te suelta a lo largo de un ajustado metraje de ochenta minutos, el resto hasta llegar a la hora y media de rigor serían los títulos de crédito finales, Mohan se apoya principalmente en dos elementos. De una parte la acertada fotografía de Elisha Christian, con quien ya había trabajado en la anteriormente mencionada The voyeurs, y que aprovecha al máximo esa iluminación parcial y llena de claroscuros tan propia de un convento como en el que se desarrolla la película en su totalidad, así como en unos efectos de sonido que en no pocos momentos son utilizados en forma de traicioneros jumpscares utilizados para lograr sobresaltar al espectador. Junto a estos dos elementos centrales la película no se amedrenta a la hora de mostrar momentos, puntuales eso sí, donde el gore y la explicitud es la gran protagonista, como sucede con la secuencia del suicidio de una de las monjas o un clímax final algo estirado y donde la película nos lleva por el terreno del exceso hasta llegar a un cierre tan atinado como abrupto y seco. Todo ello sumado a como ya comentábamos antes un metraje medido que impide que el espectador llegue a desconectar de la trama, da como resultado un entretenido ejercicio de cine de terror que hibrida entre el clasicismo de ciertos momentos más pausados y propios de un tipo de cine de género más medido y lento con la salvaje explicitud propia del denominado nuevo terror que irrumpiera en los años setenta y que tuviera su revival con el comienzo del nuevo milenio, donde la violencia gráfica se convertía en la gran protagonista frente a la sutileza, el suspense y el terror psicológico.

Junto a la ya mencionada Sydney Sweeney, personaje sobre el cual pivota toda la película, no podemos obviar la presencia del español Álvaro Morte, conocido sobre todo por encarnar el personaje de El profesor en La casa de papel, quien logra una actuación que se mueve también dentro de un registro interpretativo variable, como sucede con su compañera de reparto. Las italianas Simona Tabasco y Benedetta Porcaroli acompañan a Sweeney como moradoras de un convento donde junto a una cohorte de viejas monjas en sus últimos momentos de vida se contrapone la presencia de estas jóvenes novicias llenas de vitalidad y que incluso son mostradas en pantalla, aunque de manera sutil y entre gasas y transparencias, en toda su carnalidad.

Immaculate se presenta así como un ejercicio de cine de terror psicológico y con ciertos ecos espirituales que no deja de lado sin embargo el aspecto más visceral de la propuesta presentada en el guion del debutante Andrew Lobel. Una película bien filmada, que da lo que promete y que aunque no quedará entre lo más destacado del año si que supone un peldaño más en la prometedora carrera de una Sydney Sweeney cuya presencia está copando en los últimos meses la cartelera, bien sea en picantes comedias veraniegas, fallidas propuestas dentro del universo Marvel o en títulos de terror como el que nos ocupa. 

lunes, 1 de julio de 2024

POSESIÓN INFERNAL, EL DESPERTAR (EVIL DEAD RISE, 2023) 90´

Beth acude a visitar a su hermana mayor y a sus tres sobrinos tras conocer para su sorpresa que está embarazada. La noche que llega al edificio donde vive su familia un terremoto deja al descubierto una bóveda subterránea perteneciente al antiguo banco que ocupaba el espacio de viviendas actual. Allí, Danny, uno de los jóvenes, encuentra en un sarcófago protegido por multitud de crucifijos y otras reliquias religiosas un extraño libro, así como unos discos antiguos que datan de cien años atrás. 

Última película hasta la fecha de una de las sagas de terror más notables de las últimas décadas en tanto mantiene unos altos estándares de calidad a lo largo de las cinco películas estrenadas, las cuales se complementan con el cortometraje que sirvió para conseguir la financiación necesaria para dar luz verde a la película original además de una divertida y pasada de vueltas serie para televisión, siendo estos los referentes audiovisuales que conforman de momento la franquicia. Y decimos hasta la fecha porque el éxito entre los aficionados al terror así como de la propia saga cosechado por la película unido a una taquilla que ha logrado multiplicar casi por ocho un presupuesto de diecinueve millones de dólares hace creer que más pronto que tarde se estrene una nueva entrega que sumar a una serie de títulos iniciada en 1981 con una Posesión infernal convertida en título de culto dentro del terror contemporáneo. 

Tres de las principales cabezas visibles de la película estrenada hace más de cuarenta años participan en este caso en labores de producción, lo que redunda en un título enormemente respetuoso con la saga a la que pertenece. Nos referimos a Sam Raimi, director de las tres primeras películas, Rob Taper, encargado de la producción en todas y cada una de las entregas y Bruce Campbell, convertido especialmente a raíz de la primera secuela, Terroríficamente muertos, en alma mater de la saga además de erigirse como uno de los personajes más icónicos y carismáticos dentro del cine de terror gracias a su Ash Williams. El director en esta ocasión es Lee Cronin, autor también del guion de la película, y quien con tan solo una película a sus espaldas además de un puñado de cortometrajes englobados dentro del género, ha tenido la osadía de enfrentarse a la complejidad que es abordar un proyecto con tantas expectativas para el fandom, especialmente tras la buena acogida del remake orquestado por Fede  Álvarez en 2013. Y el resultado no podría haber sido mejor. Cronin demuestra una pasión por la saga que queda evidenciada en la cantidad de homenajes y guiños presentados a lo largo de la película, e iniciados ya con ese arranque que emula los alocados y personalísimos travellings de Raimi, a lo que podríamos sumar el uso de los efectos de sonido como un componente crucial a la hora de generar terror, el guiño a la endemoniada Henrietta como logo de la tienda de pizzas, el uso en una de las secuencias de la sangre anegando los botones del ascensor tal como sucediera con la lente del proyector en la película de Raimi, los tatuajes de una de las protagonistas con forma de espinos en clara alusión a las truculentas escenas de la violación en Posesión infernal y su remake así como la propia posesión de este mismo personaje sustituyendo en esta ocasión las ramas del bosque de las cintas pretéritas por los propios cables del ascensor del edificio. La aparición de la motosierra y la escopeta, el globo ocular saliendo de la cuenca del ojo, la decapitación de la muñeca imitando la muerte de la novia de Ash… el visionado de la película es un deleite continuo para el fan de la saga. Y no solo podemos vislumbrar guiños a Posesión infernal, sino que en determinadas escenas son muchos los homenajes a películas seminales del género de terror como El exorcista, con una endemoniada que eleva al cuadrado esa icónica secuencia de la araña descartada en el primer montaje de la película de 1973 y recuperada posteriormente para el director´s cut, el momento del ascensor anegado de sangre es una evidente alusión a El resplandor, la arquitectura del edificio donde se desarrolla la acción nos recuerda a la vivienda donde tenían lugar los acontecimientos de Muñeco diabólico, esa idea de unos personajes atrapados sin posibilidad de escapar es muy referencial al cine de John Carpenter, la escena de la trituradora en el garaje emula ese final tan gore de Braindead, incluso ese Buick en el que las protagonistas tratan de huir casi acabando la película podría interpretarse como un guiño a un Stephen King, autor de la novela Buick 8, un coche perverso, cuya crítica de Posesión infernal supuso el espaldarazo que la película necesitaba para convertirse en el hito que es hoy en día.

Pero no solo de homenajes vive una película que es enormemente recomendable para el fan del horror por sus propias virtudes, las cuales no son pocas, hasta el punto de convertir esta Posesión infernal, el despertar en título de obligado visionado de entre las películas dentro de su género estrenadas en 2023. Lo primero que cabría destacar es la capacidad de su director a la hora de componer enormes secuencias de terror, para lo cual se ayuda no solo en una iluminación sobresaliente que refuerza la idea de opresión de unas víctimas incapaces de poder escapar de un edificio que traslada toda la potencia visual de la cabaña de las primeras dos películas y del remake estrenado en 2013 a un entorno urbanita pero igualmente desasosegante, lo mismo que sucede con un uso del sonido excelso y que es igualmente funcional a la hora de conseguir ese fin último de angustiar al espectador.  Y es que Cronin se manifiesta como un excelente realizador a la hora de planificar y filmar encuadres tremendamente efectivos, como la primera aparición del personaje de Ellie ya endemoniada en la cocina de la casa, el momento de la bañera o toda la escena mostrada a través de la mirilla de la puerta del piso de las protagonistas, y que hacen de esta Posesión infernal una verdadera experiencia dentro del cine de terror. Sí que es cierto que en su afán por cubrir todos los espectros de una saga que recordemos, en su segunda y tercera entrega lindaban con la comedia gore, no siendo este el caso, la película nos lleva a un acto final excesivamente pasado de vueltas, lo cual si bien descoloca algo al espectador por ese tono más cercano al terror puro y sin estridencias mostrado hasta ese momento, no hace perder a la película su fuerza, ya que todo aquel que conozca la saga sabe que está viendo una película de Posesión infernal.

Pero si la película funciona tan bien como lo hace, no es únicamente por la pericia de su director a la hora de componer una colección de escenas enormemente terroríficas ni por un guion que sabe recoger todo el espíritu de la franquicia para plasmarlo en pantalla. Hay que reseñar igualmente a unos personajes que en apenas unos minutos son excelentemente presentados, así como dibujados en una psique que a pesar de apenas dedicar metraje a este momento los convierte en enormemente creíbles, lo que hace que esa familia algo disfuncional que va  a vivir la noche más terrorífica y trágica de su vida  conecte inmediatamente con el espectador. Si a esto sumamos la valentía de introducir en la ecuación a unos personajes enormemente jóvenes a quienes llevar al límite y además sin acobardarse a la hora de definir como acabaran varios de estos, una final girl con hechuras que además experimenta una evolución desde despreocupada tía a ser capaz de sacrificarse por su familia, todo gracias a una secuencia de presentación que define el porqué actúa como lo hace, y una endemoniada principal que se erige gracias a la interpretación de una soberbia  Alyssa Sutherland (Vikingos) en lo mejor de la película y posiblemente referente a la hora de componer este tipo de personajes en títulos posteriores, el resultado a nivel de personajes no puede ser más satisfactorio.

Y si la película logra dar el miedo que da y conectar con el espectador más allá de la brutalidad de unas secuencias que siguen haciendo gala, y esa es otra marca de la casa de la franquicia, de ese saber jugar con momentos enormemente denterosos como sucede en esta ocasión con el uso que se da del rallador de queso, es porque pervierte de manera enormemente cruel la figura de una madre que pasa de ser la protectora de sus hijos a convertirse en su gran amenaza. Ello unido a la manera en que el demonio juega con esa idea para así poder confundir, desesperar y finalmente poder dar caza a sus víctimas hacen de Posesión infernal el despertar un título que cumple uno por uno con todos sus objetivos de inicio. Y esa es una gran noticia para el fan de la saga.

domingo, 16 de junio de 2024

LA ABUELA (LA ABUELA, 2021) 100´

Susana vive en Paris, donde trabaja como modelo. Un día recibe una llamada desde Madrid informándole que su abuela, con quien la joven se crio, ha sufrido un derrame cerebral, lo que la obliga a regresar inmediatamente a su ciudad natal para hacerse cargo de la mujer, ya que a raíz de su accidente necesitará atención constante.

El tándem formado por Carlos Vermut como guionista y Paco Plaza como responsable de la idea sobre la que se basa la historia y director de la cinta nos ofrece con La abuela un muy competente ejercicio de cine de terror con toda la esencia propia del clasicismo de esas obras más representativas dentro del género y que no necesitan del uso y abuso de los jump scares o de la violencia gráfica para reafirmar el desasosiego de una película que logra transmitir al espectador auténtico miedo. Todo ello gracias a un Paco Plazo convertido por méritos propios en el principal exponente actual del cine de terror de nuestro país, y que se manifiesta ya desde hace tiempo, y La abuela hace buena cuenta de esta idea, como un excelente generador de atmósferas, sabiendo sacar, como ya hiciera en su día con Rec, todo el partido del mundo a esa casona tan representativa y propia de los barrios más añejos de las grandes ciudades, lugar donde vive esa abuela de la protagonista que da título a la película y escenario donde se desarrolla prácticamente y de manera única toda la historia. Una historia que por otra parte en la simplicidad de su estructura, próxima al cuento de terror, logra con creces su objetivo de infundir auténtico miedo durante su visionado, todo ello gracias a un crescendo totalmente controlando por parte de su director del desasosiego vivido por la protagonista y por ende del propio espectador, quien entra de lleno en el juego escenificado por Paco Plaza y refrendado en un exquisito uso de la cámara y una estudiada planificación de las secuencias.

Pero la película no se queda en una historia de miedo al uso, sino que aprovecha la historia que se narra para ahondar, más allá de aquellos horrores más cercanos a lo sobrenatural, en unos terrores mucho más terrenales, atávicos y cercanos, constituyéndose de esta forma La abuela como todo un estudio sobre la vejez, la decadencia física y mental que acompaña a la misma así como de la soledad que conlleva aparejado el ir cumpliendo años. Y lo hace desde la perfecta contraposición de dos personajes principales que representan cada uno los dos lados de la balanza. Así, Susana representa la juventud con todo lo que ello pone de manifiesto como la esperanza, el futuro, las posibilidades sobrevenidas, la capacidad de decidir de uno mismo,  las relaciones sociales, e incluso ese sentimiento de triunfo vital representado tanto en una campaña publicitaria que convierte a este personaje en imagen de las marquesinas de la ciudad como en ser tentada por un importante fotógrafo de moda. Por su parte, Pilar es la cara opuesta de la moneda como representación de esa vejez que lleva consigo la decrepitud física e intelectual, la dependencia, la soledad, en una palabra, el ocaso. Un contraste que la película deja de manifiesto de manera brillante tanto mediante el uso de inteligentes juegos de espejos que enfrentan a un personaje frente al otro como en la comparativa en pantalla de dos cuerpos desnudos que son el mejor exponente visual de la idea que se trata de representar.

Y si la película consigue todos y cada uno de los objetivos planteados de inicio es en buena parte gracias al excelente trabajo de sus dos actrices principales, siendo estas prácticamente las únicas intérpretes con algo de peso de la película. Almudena Amor, quien volvería a trabajar a las ordenes de Paco Plaza en Hermana muerte y que aquí da vida a una modelo a quien el triunfo tanto en el ámbito social como profesional parecen sonreír y cuyo destino cambia de un momento a otro tras una fatídica llamada telefónica, logra conferir a su personaje todo ese aura de independencia propio de quien hace tiempo lleva las riendas de su vida a la par que transmite una enorme fragilidad desde el mismo momento en que regresa al hogar donde pasó su infancia y primera juventud, llevando a una involución de su personaje a medida que el terror va copando el protagonismo. Igual de reseñable es la interpretación de la veterana actriz brasileña Vera Valdez,  quien a sus ochenta y seis años otorga a su personaje una enorme fuerza y potencia cimentada en las miradas y la actitud postural, logrando contraponer la extrema fragilidad física del personaje al que da vida con el terror que va infundiendo tanto en el personaje de Almudena Amor como en el propio espectador.

El último gran elemento que cabe destacar de La abuela es la manera en la que Paco Plaza utiliza la música en su cine, y que va más allá del score orquestal que compone la banda sonora de la película. Es algo que ya quedó patente al lograr conjugar a la perfección en las adrenalíticas secuencias de Rec 3 Génesis temas musicales tan poco apropiados de inicio para la tercera entrega de esta saga como Gavilán o paloma, Eloise, Carolina, Canción del valor o Quiero tener tu presencia entre otros, idea que refrendaría con una Verónica donde lograría que asimiláramos la discografía de Héroes del silencio a la presencia del maligno. Y esta idea vuelve a estar presente en La abuela, que se inicia con el tema de Vainica doble Elegía al jardín de mi abuela, con una dedicatoria y un suspiro para seguir conectando la niñez de la protagonista al tema La raja de tu falda de Estopa hasta concluir en una canción que soslaya a la perfección uno de los temas principales de la película, ese bolero que viene a decir Reloj no marques las horas. Y es que aunque parezca baladí, es obvio que el director da mucha importancia a la inclusión de este tipo de temas musicales en sus películas, logrando de esta forma incluir uno de sus temas favoritos dentro del terror, la irrupción de lo sobrenatural dentro de una normalidad apuntalada por la aparición de las canciones apuntadas.

Para concluir decir que La abuela funciona precisamente como un reloj a la hora de componer una pieza de terror muy bien armada y con ciertos ribetes de clasicismo en su ADN, sin apenas recurrir al efectismo como recurso en el que apoyar la propuesta, y que deja patente el talento de su director, Paco Plaza, dentro de un género que hace tiempo que domina a la perfección y que lo encumbra como uno de los grandes directores actuales, sino el más destacable, dentro del cine español dentro del terror. Y es que esta abuela acaba dando mucho miedo gracias a esa mezcla de elementos por todos reconocibles con un cierto aura sobrenatural sobrevolando lo auténticamente terrorífico. El darnos cuenta del paso del tiempo como inexorable espada de Damocles que se cierne sobre cada uno de nosotros.

martes, 26 de marzo de 2024

FUNDIDO A NEGRO (FADE TO BLACK, 1980) 100´

 

Eric es un joven obsesionado con el cine que dedica todo su tiempo libre a visionar películas clásicas. Esta afición desmedida le convierte en un rara avis objeto de burla por parte de todas las personas que le rodean, lo que le lleva a un estado de perturbación tal que le conducirá a cometer los más atroces crímenes caracterizado como sus personajes cinematográficos favoritos.

Una simpática rareza nacida a rebufo del éxito de La noche de Halloween, siendo de hecho Irwin Yablas, uno de sus productores ejecutivos, partícipe asimismo a la hora de financiar el título de culto dirigido por John Carpenter en 1978. Dirige en esta ocasión Vernon Zimmerman, quien también es el responsable del guion de la película, siendo este un cineasta responsable de una exigua carrera de apenas siete títulos con películas tan curiosas como Las violentas del Rollerbay, que pese a lo que pueda parecer se estreno tres años antes de la película de Norman Jerwison Rollerbay, Mad bull, sobre un luchador profesional desencantado que inicia una bella historia de amor, estrenada también antes del Toro Salvaje de Scorsese o la juvenil Una disparatada bruja en la universidad que mezclaba el fantástico con la comedia juvenil ochentera. Todos estos títulos dejaban de manifiesto la mediocridad de un cineasta que en este caso no destaca tampoco por su pericia técnica o narrativa, resultando en este sentido Fundido a negro una película irregular, siendo otras las cualidades que hacen merezca la pena acercarse a este slasher con ecos de thriller y breves insertos de comedia.

Así, lo que más habría que destacar de Fundido a negro es como se convierte en un constante homenaje al cine, plagando la película de metraje de películas de cine clásico, posters, frases y guiños por doquier, siendo sin ninguna duda el homenaje a la famosa escena de la ducha de psicosis el momento más destacado en este sentido de toda la película, rematado además por un final en forma de divertido gag. Destacar en este sentido como esa idea de intercalar escenas reales de películas de cine clásico como forma de mostrar los pensamientos del protagonista sería replicada en la sitcom Sigue soñando, con lo que es posible que John Landis, creador de esta serie para televisión, hubiera podido ser influenciado por el título que nos ocupa. Así, su director y guionista construye toda la película como una oda de amor al cine, haciendo de su asesino un cinéfilo obsesivo que acaba por vivir dentro de su propia película, lo que le lleva a confundir la realidad con la ficción. Esta idea provoca además en el espectador que en el fondo acabemos viendo a este asesino con cierta lástima, ya que frente a otros títulos similares donde el villano encarna al mal sin ningún atisbo de duda, en este caso la humanización del personaje de Eric Binford y el hecho de que en el fondo sea un pobre desgraciado víctima de su propia locura le convierte a su vez en un mártir, siendo su final en cierta forma similar al del mítico King Kong, esta vez en lo alto del teatro chino en lugar de en el Empire State y también salvando a su enamorada antes de caer abatido por las balas de la policía. Zimmerman otorga además a su protagonista un particular modus operandi enormemente ligado a la paranoia del propio personaje, y que no es otro que el de caracterizarse a la hora de  acabar con sus víctimas de conocidos personajes de cine, especialmente del cine de terror, como el Drácula de Lugosi o la momia de Karloff, siendo igualmente característica y llamativa una risita con ecos histéricos que denota la enfermedad mental de este psicópata.

La película presenta además, aunque muy de soslayo, una idea dentro de un argumento algo caótico que sería muy recurrente tanto en el cine como en la propia sociedad, y es la influencia negativa que genera la ficción audiovisual o literaria, emanando esa idea que habla de cómo la violencia en cine, videojuegos o comics repercute a su vez en una violencia real, siendo este recurrente  argumento presente desde que en los años cincuenta se hablara de la influencia perniciosa de los comics en sus jóvenes lectores a raíz del libro del psiquiatra Fredric Wertham que relacionaba estas ficciones con actitudes negativas a nivel social y de comportamiento. Dado que el guion de la película es muy deslavazado y genérico no se adentra demasiado en esta idea, pero sí que la representa mediante la figura del personaje de Dr Jerry Moriarty, el único que entiende que Eric es más víctima que verdugo y que por lo tanto trata de salvarle de su propio destino.

El elenco de intérpretes presente en la película trata de dotar de entidad a unos personajes mayoritariamente planos y dibujados a base de trazos muy genéricos y básicos, siendo el joven protagonista quien más complejidad dramática posee en base a su comportamiento entre la locura, la dulzura y la psicopatía, encarnado este por un Dennis Christopher a quien veríamos posteriormente en Carros de fuego, la televisiva It, la Doppelganger protagonizada por Drew Barrymore o más recientemente apareciendo en Django desencadenado. Destacar la presencia de Linda Kerrigde únicamente por su llamativo parecido con la auténtica Marilyn Monroe. Y en uno de sus primeras apariciones en pantalla tenemos a Mickey Rourke, convertido en una de las víctimas del protagonista de la función.   

Así esta idea de homenaje constante al cine en el que se convierte Fundido a negro provoca que mientras que para el espectador medio la película puede acabar por resultar tediosa y mediocre dentro del subgénero slasher ochentero en el que se enmarca, acaba por erigirse como una simpática carta de amor al séptimo arte para aquel espectador más cinéfilo, quien si perdonará todas las lagunas y errores de la cinta para centrarse en la colección de homenajes y guiños presentes a lo largo de sus cien minutos de metraje.