La familia Montelli acaba de adquirir una
bella casona en Amityville, pero en el instante en que se mudan al lugar
comienzan a suceder extraños fenómenos de índole paranormal que generan tal
desazón que les obliga a solicitar la presencia de un sacerdote para que
bendiga la casa. Sonny, el hijo mayor, parece estar especialmente afectado por
esta fenomenología, hasta el punto de cambiar bruscamente su carácter hasta
llevarlo a un punto de locura homicida absoluta.
Tras el incontestable éxito en la taquilla de
Terror en Amityville era innegable que la secuela no tardaría en llegar. Y así
fue tres años más tarde, y bajo el auspicio de la productora de Dino De
Laurentis, quien tuvo que lidiar con George Lutz en cuanto a derechos se
refiere, y tomándose en este caso como base para escribir el libreto de la
película la auténtica tragedia acontecida a la familia DeFeo, convenientemente dramatizada
e hiperbolizada para encajarla en los parámetros de terror del momento. Sería
Tommy Lee Wallace, uno de los hombres de confianza de John Carpenter y director
de títulos como Halloween 3, Noche de miedo 2 o la miniserie basada en el best
seller de Stephen King, It, el responsable de escribir el guion, el cual sería
trasladado a la pantalla por el italiano Damiano Damiani, todo un experto en el
género poliziesco, en su única incursión en el cine norteamericano y en el
género de terror, ofreciendo sin embargo un título a tener en cuenta y que en
líneas generales supera incluso por momentos a la cinta de 1979.
La película está protagonizada por unos
magníficos Burt Young (Rocky, Erase una vez en América) y Rutanya Alda (El
cazador, La mitad oscura) como progenitores de la familia Montelli, siendo su
desestructuración familiar una de las bazas de la película, que aleja de esta
manera al clan protagonista de esa visión edulcorada de prole netamente
americana, propia de títulos coetáneos como Poltergeist, o incluso la primera
entrega de Amityville. Los hijos del matrimonio están igualmente acertados, máxime
teniendo en cuenta la dureza de la historia contada (atreviéndose inclusive con
escenas de incesto entre hermanos), recayendo los papeles de los dos hijos
mayores en Jack Magner en la que sería su única película en su haber además de otro
título de terror como fue Ojos de fuego y en Diane Franklin (El último americano
virgen, Las alucinantes aventuras de Bill y Ted). El padre Adamsky, que pasa de
secundario a protagonista absoluto con el discurrir de la película, está
interpretado por James Olson, actor de prolífica carrera televisiva y conocido entre
otros personajes por encarnar al General Kirby en Commando.
Si en el caso de Terror en Amityville hablábamos
de la influencia del clásico de 1973 El exorcista, en esta segunda entrega este
legado es aún más evidente, hasta el punto de encontrarnos con una película
fragmentada en dos partes bien diferenciadas, siendo la primera de ellas la que
nos acerca a un título de casas encantadas aprovechando el relato del asesinato
múltiple de los DeFeo a manos del hijo mayor, mientras que nos encontramos una
segunda subtrama con la justificación de los asesinatos por la posesión demoniaca
sufrida por el asesino, y que nos lleva a un cambio de registro donde la
película de William Friedkin es referente de cabecera, llegándose a cuasi
plagiar varios elementos de la cinta más famosa de exorcismos de la historia
del cine.
Mientras que la película de 1979 jugaba con
elementos dramáticos y de horror, la presente película subraya el terror por
encima del resto de elementos, y así lo deja patente desde el mismo inicio de
la historia, apoyándose en sencillos pero muy efectivos efectos visuales para
lograr crear la fenomenología que invade las estancias de la casa. Destacar
asimismo el manejo de la cámara, principalmente vía travellings, para dotar al
plano de entidad propia, y, en la línea de lo que hiciera Sam Raimi en Posesión
infernal un año atrás pero sin su nivel de locura y velocidad, presentar la
presencia demoniaca de la propiedad a través de planos subjetivos que recorren
cada recoveco de la casa. Punto y aparte para los extraordinarios maquillajes y
prótesis utilizados para caracterizar y representar
las diferentes fases de posesión sufridas por el personaje del hijo mayor, y
que son llevados a la excentricidad más absoluta durante la secuencia del
exorcismo ilegal practicado por el Padre Adamsky a Sonny Montelli.
Una película que, al partir de unos hechos ya
presentados y desarrollados en la primera entrega, puede ir directa al grano,
lo que la convierte en una gran secuela plagada de momentos de auténtico terror
y a la que se le perdonan las evidentes licencias tomadas a la hora de contar
la historia de los DeFeo, inclusive dejando en algunos momentos de lado la
propia leyenda de la casa de Amityville. El estilo netamente italiano conferido
a la película lo aleja de la elegancia formal vista en la película de 1979
presentando una obra más abrupta, visceral y directa, lo que hace que para
muchos sea esta la mejor entrega de la franquicia. Desde luego de las más terroríficas
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