Dos hombres despiertan encadenados en una
lóbrega cámara subterránea en la cual se encuentra también el cadáver de un tercer
hombre que parece ser se ha suicidado. No recuerdan como han llegado hasta allí
ni saben el motivo por el cual un desconocido les ofrece jugar a un juego del
que deberán participar si quieren tener alguna posibilidad de sobrevivir.
Nos encontramos
ante el que posiblemente sea el fenómeno cinematográfico dentro del cine de
terror más exitoso de las últimas dos décadas. Y es que el título que nos ocupa
obtendría una recaudación en taquilla de cien millones de euros contando con un
presupuesto de únicamente un millón, siendo el inicio además de una franquicia
de películas que en el momento actual lleva estrenados diez títulos oficiales
que en conjunto han generado en taquilla mil millones de euros, convirtiendo
además al personaje de Jigsaw en icono del horror cinematográfico contemporáneo.
Sus responsables serían unos por aquel entonces jóvenes y desconocidos Leigh
Whannell y James Wan. Whannell sería el responsable del guion de la película, basado
en una idea de el mismo y de su compañero Wan, convirtiéndose además en uno de
los protagonistas de la película dando vida a Adam, uno de los dos hombres que
amanece encadenado y dentro de una bañera, siendo asimismo posteriormente el
encargado de los guiones de otras películas dirigidas por su colega James Wan
como Silencio desde el mal o Insidious, además de seguir ligado a la saga de
Saw como guionista de varias de sus secuelas. El otro gran nombre detrás de la
película es el de James Wan, quien debutaría en la dirección con Saw, siendo
esta película la traslación de una idea ya presente en un cortometraje del
mismo título realizado un año antes y que serviría de base y borrador para el
título que nos ocupa. Con el tiempo Wan se ha convertido en uno de los grandes
nombres dentro del cine de terror actual, ya que no solo daría inicio a una
franquicia tan potente como la que ahora tratamos, sino que haría lo propio con
otras reconocibles sagas como Insidious o Expediente Warren, lo que deja
constancia de lo que el cine de terror de lo que llevamos de siglo le debe.
Cabe destacar
como la película, a pesar de lo ajustado de su presupuesto, pudo contar con la participación de
intérpretes consagrados y conocidos por el aficionado, y es que además de la
presencia del citado Leigh Whannell, quien aparecería posteriormente en buena
parte de la filmografía posterior de Wan principalmente en cameos o papeles muy
secundarios, podemos ver como su compañero de cautiverio no es otro que un Cary
Elwes quien para siempre será recordado como el personaje de Westley en La
princesa prometida. Elwes además participaría en títulos como Tiempos de
gloria, Hot shots, Drácula de Bram Stocker, Twister o La sombra del vampiro.
También familiar es la presencia de un Danny Glover famoso por su aparición en
películas como Único testigo, El color púrpura, Silverado o Depredador 2, pero
sobre todo por ser el compañero de Mel Gibson en la saga de películas de acción
de Arma letal. Dina Meyer, quien tiene una breve aparición, era igualmente un rostro
reconocible en aquellos años gracias a su participación en la década de los
noventa en películas como Starship Troopers, Johnny Mnemonic o Dragonheart.
Pero entre este elenco de rostros familiares cabe destacar un nombre que se
convertiría en nexo de unión de la saga que vendría después, el de un
desconocido Tobin Bell quien gracias a su papel de John Kramer-Jigsaw entraría
en la selecta galería de tótems del horror cinematográfico, siendo su presencia
además requerida posteriormente para participar en no pocas películas de serie
B dentro del género del terror, lo que constata la impronta dejada por su
personaje en el género. Y en su caso tendría el valor añadido de no tener que
recurrir a ningún maquillaje o iconografía particular para ostentar su puesto
como uno de los personajes más populares dentro del cine de terror de las
últimas décadas, obteniendo su estatus gracias únicamente a su maquiavélico y
retorcido ingenio.
Uno de los
principales puntales que llevaron a Saw a su condición de título de culto y que
hacen siga funcionando hoy día como si fuera el engranaje de uno de los relojes
que pueblan la cinta, no pesando además en su potencia argumental los varios
visionados que pueda llevar encima, es su inteligente y muy bien armado guion,
que efectivamente funciona a la perfección como un puzle, haciendo que todas
las piezas del mismo encajen en un final de infarto y que te va llevando de
sorpresa en sorpresa a lo largo de sus varios giros finales. Es cierto que
títulos como Seven o las múltiples imitaciones que derivarían de su éxito
tienen su influencia tanto en el trasfondo de la historia que se cuenta como en
las motivaciones del villano a la hora de llevar a cabo su retorcido plan, pero
es la manera en la que la historia va llevándote durante su visionado a ir
desenmarañando los múltiples porqués planteados de inicio lo que añade un plus adicional
a su ya inteligente guion. Y es que la película no da pistas añadidas al
espectador, quien de esta manera se convierte en un rehén más a quien la
información le va llegando simultáneamente que a los dos hombres retenidos en
la cámara subterránea. Aquí Whannell y Wan conjugan perfectamente el género de
terror con el thriller al uso, logrando un título desasosegante y que además
plantaría la simiente de una franquicia
posterior que se movería con comodidad dentro de los resortes del subgénero
gore, y eso que llegado el caso Wan apuesta por no recrearse abiertamente en la
visceralidad de las secuencias, siendo posiblemente el motivo que mejor
representa esta idea la secuencia en la que uno de los personajes y ante la
desesperación de la situación decide cortarse a sí mismo el pie, instante que
resulta tremendamente potente gracias a la combinación de la interpretación del
actor, los efectos de sonido y la manera en que Wan plantea los diferentes
planos de la escena, obviando sin embargo el plantar la cámara en la propia
acción de la amputación. Así, la película, presentando escenas potentes y
cercanas al cine más hemoglobínico, se recuerda como más sangrienta de lo que
en pantalla acaba siendo, jugando Wan con la sugestión m´sa que con la
explicitud para incomodar al espectador.
Y si Whannell
cumple con nota con su parte presentando un guion brillante, Wan hace lo propio
dejando patente en su opera prima hechuras de enorme director, y que de hecho
le han llevado de su adorado cine de terror a participar en superproducciones
como Fast and furious o Aquaman. De esta forma la película presenta una
composición técnica notable, aunque en algún momento su responsable peque de
novato en la manera en que plantea la resolución de determinadas escenas,
especialmente cuándo acelera el montaje
o utiliza recursos narrativos que multiplican la velocidad de las tomas,
perdiendo en estos momentos su personalidad como cineasta con tendencia por el uso
de un estilo clásico y funcional al inclinarse por recursos más manidos. Y es
que la película ya funciona perfectamente sin presentar dichos artificios
visuales, dejando patente Wan que su cine funciona mejor sin la necesidad de
dichos trucajes, siendo Expediente Warren y su secuela, cercanos conscientemente
al postulado estético del cine de terror de los setenta, los mejores exponentes
de esta idea. Aunque si es cierto que tampoco es que resulten anacrónicos estos
recursos en una película que en ciertos momentos quiere introducir al
espectador en lo que podría ser la reconocible atracción del terror de
cualquier parque de atracciones. El uso de unos escenarios grotescos donde
destaca la suciedad y dejadez de las estancias presentadas así como una
fotografía turbia y malsana ayudan a potenciar esta idea de que nos encontramos
de viaje en un tren del terror en el que llegamos por momentos a sentir lo
mismo que las desdichadas víctimas de Jigsaw, un personaje que frente a otros
iconos del horror no mata directamente a sus víctimas, incluso les brinda la
posibilidad de sobrevivir, solo tienen que jugar su juego y sobre todo seguir
las reglas del mismo. Y este sería otro de las marcas identitarias de la
película y por extensión de las secuelas que vendrían después, la colección de
macabras trampas confeccionadas por el villano para obligar a sus víctimas a
participar en su juego, y que combinan una iconografía industrial a la par que
artesanal, incluso con ciertos aires de steampunk en ciertos detalles, con unos
mecanismos que las hacen resultar grotesca y salvajemente letales. Estas
máquinas de matar acaban brindando unas muertes tan originales como brutales,
donde la degradación de los cuerpos va en sintonía con esa misma descomposición
de la propia alma de unas víctimas obligadas a abordar las más inhumanas
decisiones si quieren tratar de sobrevivir.
No podemos
dejar de lado el tema Hello Zepp, un score musical convertido en icónico y
referente de toda la saga al ser utilizado de manera recurrente para enmarcar
unos desenlaces donde desenmascarar todo el plan del villano de la función
procurando además servir uno o más giros de guion que acaben por descolocar a
un espectador deseoso de ser sorprendido a cada nueva entrega que vendría después,
siendo el final de Saw el modelo a seguir con cada nueva secuela, ofreciéndose
en estas esa idea del más difícil todavía a la hora de ir descubriendo los secretos
que la franquicia iría planteando a lo largo de las diferentes películas que el
éxito de este título generaría.
Es esta
simbiosis de guion y realización la que llevaría a Saw a destacar en el momento
de su estreno dentro de un género con aires de manido y que en ocasiones da la
sensación ha agotado todos sus recursos narrativos, de ideas e incluso visuales
a la hora de trasladar al espectador a ese descenso a los infiernos que todos
buscamos cuándo nos enfrentamos a un título de este tipo. Y sin embargo, cada
cierto tiempo aparece por sorpresa una película, generalmente modesta de
medios, que nos hace ver que al cine de terror todavía le queda mucho recorrido
por delante, mucho por asustar y mucho por incomodar. Saw fue ejemplo de esta
idea y punto de inicio de una saga de películas que veinte años después de su
estreno sigue estrenando títulos que nos invitan a un viaje por la peor cara
del ser humano. ¿Quieres jugar?
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