Mientras continua la caza al hombre contra el agente Hoffman, convertido en
el responsable de perpetuar el legado dejado por John Kramer, Bobby Dagen,
quien ha simulado haber sobrevivido a Jigsaw para así hacerse rico gracias a la
venta de libros y entrevistas televisivas será obligado a participar, y esta
vez de verdad, en uno de los macabros y sanguinarios juegos del psicópata.
Continuaba el goteo incesante de secuelas de Saw
que vistas hoy día y de seguido dan sensación de tratarse más de una serie
televisiva que una saga de películas al uso, y ello por la manera en la que se
unifican las tramas entre título y título o la manera en que se cierra cada
nueva entrega, así como por mantener su arquitectura visual, de diseño de
producción y conceptual a lo largo de cada una de las películas estrenadas, al
menos hasta llegar a esta continuación. Para concretar esta idea y en ese
sentido, llegados además a la séptima entrega, podemos hacer una comparación entre
Saw y otra franquicia de terror de enorme éxito como lo fue en su momento
Pesadilla en Elm Street. Y es que así como en las películas protagonizadas por
Fred Krueguer podemos atisbar la personalidad de cada uno de sus directores en
los títulos que iban estrenándose siendo estas muy diferentes entre sí a pesar
de mantener la coherencia de la saga, no sucede lo mismo con Saw, donde el
trabajo de realización es mucho más mecánico e impersonal, lo mismo que sucede
a la hora de ofrecer unos guiones que acaban siendo en no pocos momentos
un copia y pega constante a la hora de abordar las tramas de cada nueva entrega,
lo que provoca que llegados a este punto puedas confundir fácilmente las
películas entre sí, llegando a mezclar personajes, escenas y situaciones sin
saber muy bien a qué película de la saga pertenecen. Dunstan y Melton
continuaban al frente del guion, repitiendo sin disimulo alguno lo ya visto en
Saw 6 a nivel de historia, y así mientras asistimos a esa caza al asesino
encabezada en esta ocasión por un nuevo agente de policía, seremos testigos en
paralelo de una nueva lección que enseñar por las malas a un grupo de
personajes que no se han portado todo lo bien que debieran en el pasado, siendo
este carácter aleccionador del plan de un John Kramer que parece trabajó mucho
antes de fallecer, el que le reste algo de potencia a su capacidad como
psychokiller con enjundia. Kevin Greutert repite asimismo en labores de
dirección, siendo el resultado final bastante más interesante que el ofrecido en
el título anterior a pesar que argumentalmente apenas hay variaciones más allá
de un final que vuelve a hacer girar la tuerca una vuelta más para sorprender
al espectador en su escena de cierre, la cual conecta con la primera de las
películas de la franquicia dejando entrever una idea que sin embargo no se
retomaría en las películas posteriores.
La película trataba de añadir un plus que
motivase el acudir nuevamente en masa a los cines con la incorporación de un 3D
de vigente actualidad en aquel 2010 tras el estreno un año antes de Avatar,
siendo este recurso visual aprovechado para lanzar al espectador aún más a la
cara toda suerte de secuencias donde el gore campa a sus anchas, aunque eso sí,
sin llegar en ningún caso a los niveles de películas más underground englobadas
dentro de ese subgénero y estrenadas estas sí lejos del circuito de los cines. Sí
que es rescatable una secuencia inicial que rompe con la idea tan presente
hasta ese momento de mostrar unos escenarios claustrofóbicos, subterráneos y
lúgubres, arrancando la película con una escena en la que tres jóvenes son
obligados a participar en uno de los macabros juegos de Jigsaw a plena luz del
día y en medio del escaparate de un paseo comercial plagado de viandantes, lo
que, además de constatar la idea, viendo el nivel de sofisticación cada vez mayor
de los juegos planteados, de que hemos de entrar en las películas de Saw sin
tratar de planteárnoslas desde un punto de vista medianamente racional, sirve
para colar una puyita orquestada a través de ese enorme grupo de mirones
arremolinados en torno al lugar donde las tres víctimas tratan de zafarse de su
trampa, y que si bien en última instancia participan de la desesperación de
estos y tratan en algún caso de auxiliarles, igualmente son presentados captando
el momento a través de sus teléfonos móviles, todo un reflejo de una sociedad
actual de carácter enormemente individualista y convertida en mero voyeur de la
desgracia ajena.
Como ya apuntábamos, el esquema de un personaje
tratando de sortear sin éxito una serie de trampas cada vez más elaboradas y
retorcidas en pos de salvar a un grupo de conocidos, y que ya viéramos planteado
en la sexta entrega de la franquicia, se repite sin disimulo alguno, siendo su
única finalidad el servir al espectador su esperada ración de escenas
truculentas donde disfrutar del estupendo trabajo de los responsables de los
efectos de maquillaje y encargados del diseño de producción, una vez más los
grandes protagonistas de la película, y quienes cumplen con lo esperado con
nota. Aunque sí que cabe reconocer que, imaginamos que por sobresaturación, las
trampas y juegos que van planteándose a lo largo de las películas cada vez
resultan menos desasosegantes e impactantes de cara al espectador, aunque en
este caso podemos llegar a reconocer que al menos un par de las víctimas de
Jigsaw si que llegan a conectar en parte con quien se anime a enfrentarse a una
séptima secuela de una saga incansable.
En Saw 7 llama la atención que, junto a los
personajes ya por todos conocidos y que siguen sin conseguir captar el más
mínimo interés del público por su nulo recorrido dramático o poso a la hora de ser
construidos por los intérpretes que les dan vida, caso de un Hoffman o una Jill que con buen criterio harían su
última aparición en la saga en este título, podemos disfrutar del regreso de un
viejo conocido como Cary Elwes, quien volvería a la saga tras protagonizar la
primera entrega en uno de esos giros de guion siempre agradecidos. A nivel de
intérpretes es asimismo llamativa la presencia de un Sean Patrick Flanery de
enorme popularidad en la década de los noventa tras protagonizar la televisiva
Las aventuras del joven Indiana Jones, siendo también curiosa la presencia de
un desconocido Chad Donella, quien da vida al inspector Gibson, pero en este
caso por su parecido físico con el también actor Christian Bale. Tobin Bell continúa
participando en la franquicia gracias a la utilización de unos flashbacks que
posibilitan que el espectador pueda seguir contando con la presencia del único
personaje con poso de los presentados a lo largo de toda la colección de
títulos estrenados, en definitiva, siendo este la esencia de toda la saga.
Resumiendo, nos encontramos ante una entrega que es más de lo mismo y que cumple las necesidades básicas de los seguidores de la franquicia, y que al menos en la dupla de películas dirigidas consecutivamente por Kevin Greutert, quien regresaría posteriormente para encargarse de Saw X, es la mejor armada así como la más entretenida. O lo que es lo mismo, que siga el juego, que sigan las muertes.
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