Una doctora que está viviendo una crisis
matrimonial pareja a otra profesional es secuestrada en el hospital en el que
trabaja, despertando en una sala donde será obligada a mantener con vida sea
como fuere a un John Kramer moribundo si no quiere que la trampa que tiene
alrededor de su cuello se active matándola. Y es que si Kramer muere ella
muere.
Saw continuaba estrenando secuelas a una por
año, lo que obligaba a unos procesos de preproducción, rodaje y postproducción
muy pero que muy rápidos y acelerados. En esta ocasión la historia logra
conectar de manera acertada con los acontecimientos narrados en las dos
películas anteriores, siendo el guion obra de dos viejos conocidos de la saga,
Leigh Whannell y James Wan, quienes de alguna manera cerraban con nota la
historia en lo que se presuponía sería una trilogía. Aunque el tiempo acabaría
por no darles la razón, continuando con el estreno compulsivo de continuaciones
que seguirían dando a la franquicia unos enormes beneficios económicos
amparados en una regla que se mantendría en la mayoría de secuelas. Y es que
por cada euro invertido se recaudarían diez. El hecho de contar con los dos
responsables de la primera entrega de la serie hace que a nivel argumental la
película mantenga la coherencia con respecto a lo narrado anteriormente, lo que
sin embargo hace que para esta saga se cumpla una norma que en otras
franquicias del terror no es tan necesaria. Y es que uno ha de visionar
prácticamente de manera obligatoria las diferentes películas de manera
consecutiva, ya que al estar narrando cronológicamente la misma historia
linealmente, y eso a pesar de la necesidad constante de recurrir al uso de
flashbacks para ir encajando esta historia en el montaje final a estrenar, uno
no pudiera entender las diferentes secuelas de no haber visto antes las
películas pretéritas.
A nivel de
dirección se volvería a contar con Darren Lynn Bousman, quien vuelve a entregar
un trabajo lo suficientemente eficiente como para resultar aceptable pero sin
nada especial que lo haga destacar, continuando con esa tendencia ya vista en
las películas de Saw por jugar con un montaje frenético y la superposición de
planos en una dinámica visualmente mareante en ciertos momentos para con el
espectador. Eso sí, hay cierta mejoría de un Bousman más conocedor del material
con el que trabaja, a lo que se une una historia con mejor armazón que la que sucedía
en la segunda entrega y que cierra con otra de esas sorpresas finales tan del
gusto de los diferentes guionistas que pasarían por la franquicia, aunque en
esta ocasión no ligada al villano sino a las víctimas de la función.
La película
contiene de inicio las apariciones de Donnie Whalberg y Dina Meyer, quienes
tras protagonizar el título anterior ceden su puesto a unos nuevos personajes
que siguen caracterizándose por poseer un nulo interés ante lo que les sucede, no siendo roles lo
suficientemente trabajados a nivel de historia como para lograr que el
espectador empatice con las situaciones vividas por estos, siendo el principal
foco de interés nuevamente puesto en la figura de un John Kramer que vuelve a
erigirse como el mejor personaje de largo de la franquicia. Nuevamente un
enorme Tobin Bell y una pasada de vueltas Shawnee Smith componen a los villanos
de la trama, mientras que Bahar Soomekh, vista brevemente en películas como
Crash o Misión imposible 3, y Angus MacFadyen, recordado por su participación
en Braveheart, serán quienes deban enfrentarse al juego presentado e ideado por
Jigsaw. Y a pesar que se ha trabajado mucho más en estos dos personajes que en
la colección de víctimas que poblaban la segunda entrega de Saw para de esta
manera hacer que su situación conecte más con el espectador, es obvio que es
esa una de las áreas débiles dentro de la saga a la hora de orquestar las
tramas a presentar.
Por el
contrario los guionistas de la franquicia dejan patente que todavía les
quedaban grandes ideas a la hora de dibujar, diseñar y plasmar unas trampas y
situaciones cada vez más retorcidas, rocambolescas y crueles, siendo obviamente
este el plato principal de una película en la que entre otros momentos vemos
congelarse viva a una joven o como otro de los personajes sufre la rotura de
todas y cada una de sus extremidades, siendo igualmente destacable el final del
personaje al que da vida Dina Meyer. De esta manera Saw continuaba siendo una
franquicia dentro del terror que sin llegar a las cotas del gore undergorund o
más salvaje y desprejuiciado sí que estaba un par de peldaños por encima de lo
habitual en cuanto a niveles de casquería en el género, máxime si tenemos en
cuenta su calado comercial.
Un buen cierre de ciclo y que de hecho, de haber sido tal y como estaba planeado de inicio, el cierre de la saga, habría supuesto un buen broche final para una resultona y bien hilada trilogía. Pero el éxito en taquilla de esta continuación, siendo de hecho la más taquillera de cuentas entregas de Saw se han estrenado hasta el momento, dejaría patente que la franquicia todavía se encontraba en plena forma manteniendo su comunión con un público que no daba la espalda a cada nuevo estreno de esta sangrienta y visceral serie de películas, no tardándose en estrenarse un Saw 4, debiéndose enfrentar los guionistas de las películas que quedaban por venir a un enorme problema basado en una decisión tomada por Wan y Whannell dentro de esta tercera entrega y relativa a la trama referente al personaje de John Kramer, abordada de hecho como forma de dar por cerrada la saga. Pero eso ya, sería otra historia.
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