Tras serle detectado un cáncer terminal, John Kramer viaja a México con la
esperanza de que un tratamiento experimental haga remitir su enfermedad, siendo
sin embargo estafado por quienes supuestamente debieran sanarle. Así que lo que
decide es preparar una nueva venganza, esta vez con un componente muy personal.
Tras la decepción en taquilla de ese intento de
hacer progresar la franquicia por otros derroteros que fue Spiral, siendo este
el título que menos recaudación obtendría de todas las películas estrenadas
hasta el momento dentro de la franquicia, se decidió volver a los postulados
iniciales llevándose a cabo esta secuela, la cual se situaría cronológicamente
entre Saw y Saw 2. Volvería a contarse nuevamente con la dupla de guionistas
Josh Stolberg y Pete Goldfinger, responsables de las dos últimas películas de
la saga, así como con la dirección de un Kevin Greutert que volvía a la
franquicia tras dirigir las entregas seis y siete de Saw. El resultado es una
interesante vuelta a los inicios que además ahonda notablemente en los orígenes
del personaje de John Kramer, quien en esta ocasión se convierte en el auténtico
protagonista de la película.
Lo primero que llama la atención de este décima
entrega es que frente a toda una colección de títulos que no se andaban con
rodeos en cuanto al desarrollo de la historia se refiere yendo directos al
grano, en este caso sí que se dedica buena parte de metraje, más de tres
cuartos de hora, a narrar el viaje del protagonista a México en busca de ese
milagro que le haga huir de las garras de la muerte, lo que lleva a que, además
de hacer de esta secuela la más larga de todas las estrenadas hasta el momento,
que sea la que más se para a la hora de justificar el motivo del posterior
juego al que Kramer obligará a participar a sus víctimas. Pero no se preocupen
si son de aquellos para los que su principal motivo a la hora de acercarse a
una película de la saga es la colección de secuencias brutales y explícitas
presentes en cada nuevo título de la misma, ya que una vez llegamos a ese
momento la película no decepciona, siendo de hecho la más efectiva junto a la
primera entrega a la hora de conseguir trasladar al espectador toda la
desesperación vivida por los diferentes participantes de los juegos ideados por
Kramer. En este caso remarcar que estas secuencias van de más a menos, y es que
el primero de los juegos, si descartamos esa ensoñación vivida por el
protagonista que además ilustra el poster promocional de la película y cuya
única finalidad es ofrecer al espectador más goremaniaco un momento de
hemoglobina previo a todo ese metraje en el que la película baja de
revoluciones desarrollando la historia de Kramer desde que le es diagnosticado
su tumor cerebral hasta que inicia su particular venganza sobre quienes se han
aprovechado de su desesperación como enfermo, es el más impactante de todos los
presentados a lo largo de la película, tanto por la situación a la que es sometida
la primera de las víctimas, obligada a amputarse una pierna, como por el nivel
de gore de la secuencia. A partir de ese momento inicial las diferentes pruebas
irán perdiendo empaque y fuerza visual con respecto a ese juego inicial, aunque
huelga decirlo, todo el empaque que se puede perder en una saga tan eficiente
en este sentido como Saw, todo ello hasta llegar a esa máxima villana cuyo
final se antoja hasta demasiado permisivo visto lo visto hasta ese momento.
El regreso de John Kramer como personaje
principal de la película permite a Tobin Bell, tras dos décadas dedicadas a este
personaje, el protagonizar como tal su primera película de la saga, y aunque el paso del tiempo juega una mala pasada en lo
que respecta a la continuidad de un Kramer que pasaría de ser interpretado con
sesenta y dos años en la primera entrega a hacerlo con ochenta y uno en la que
supuestamente es su secuela directa, el siempre eficiente trabajo de Bell hace
no solo que merezca la pena esa decisión, sino que se antoja como un gesto de
justicia para con el mejor exponente de la saga. Vuelve asimismo a recuperarse
al personaje de Amanda, nuevamente interpretado por Shawnee Smith, ahondándose en su relación con un Kramer
convertido en mucho más que en mentor de esta, siendo de hecho una figura de
tipo parental. Les acompañan, más bien sufren su ira vengadora, un grupo de
personajes intrascendentes cuya única finalidad es resultar eficientes a la
hora de verles sufrir toda vez les toque participar en los juegos ideados por
Jigsaw, siendo el único componente de interés en este caso la presencia de una
auténtica villana que esta si merece todo lo que el bueno de Jigsaw haya ideado
contra ella, y que es interpretada por la actriz noruega Synnove Macody Lund.
Esta contraposición de personajes convierte curiosamente a John Kramer en el
bueno de la película cuando sus actos no son precisamente edificantes, una idea
que si bien ya planeaba durante todas las películas de la saga, y que se
justificaba en ese carácter aleccionador y justiciero de las pruebas ideadas
por Jigsaw así por quienes acababan convertidas en sus víctimas, es llevada en
este caso al paroxismo.
Saw X trata de esta manera de reflotar una franquicia que iba dando tumbos desde hacía bastante tiempo, logrando ofrecer un título con ecos de la primera Saw tanto en un guion que no se limita únicamente a idear macabros momentos que plasmar en pantalla incidiendo en una historia que contar y desarrollar, así como por volver a los orígenes en cuánto al diseño de las trampas y juegos ideados por un protagonista que es responsable en buena parte del éxito de la franquicia. Un éxito que se repetiría superando nuevamente esta entrega los cien millones de recaudación y posibilitando el mantener viva una franquicia que ya prepara una nueva entrega. O lo que es lo mismo, que el juego continúe.
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