Cinco personas despiertan atrapadas en una granja reconvertida en una
enorme sala de torturas plagada de trampas mortales que estos rehenes han de
tratar de sortear si quieren tener una mínima posibilidad de salir vivos del
lugar. Y es que parece que el legado de Jigsaw no era obra únicamente de un
solo imitador.
Después de estrenarse siete películas de Saw entre
2004 y 2010 la franquicia se tomaría un descanso de siete años antes de
estrenar una nueva secuela, que si bien no revolucionaría la saga si supondría
un cierto soplo de aire fresco a una serie de películas que habían entrado en un
peligroso bucle que de continuar habría llevado a la franquicia a su final. No
esperen sin embargo grandes novedades, Saw 8 es fiel al esquema argumental de
sus predecesoras, sin embargo el guion de Josh Stolberg y Pete Goldfinger,
artífices ambos de esa gamberrada plagada de gore y locura que es Piranha 3D,
consigue su propósito de jugar nuevamente con un espectador quien es vuelto a
engañar gracias a la forma en la que se ha montado la película. Aunque sí que
es cierto que se sigue repitiendo un error ya presente en las anteriores
entregas de la serie, que no es otro que el dotar al personaje de John Kramer
de una capacidad de anticipación sobre todas y cada una de las acciones que
tienen lugar durante sus cada vez más elaborados y rebuscados juegos, lo que le lleva a convertirse en algo parecido a un
adivino, idea a la que hay que sumar el hecho de que sea capaz de conocer todos
y cada uno de los secretos más ocultos de sus víctimas, asemejándolo así cada
vez más a una especie de Dios justiciero capaz de conocer lo que ni siquiera la
policía ha llegado lograr a saber acerca de las víctimas de Jigsaw. La
dirección correría en esta ocasión a cargo de los denominados hermanos
Spiering, una pareja de realizadores alemanes que ya habían dado buena muestra
de sus habilidades en el género con títulos como Los no muertos o Daybreakers.
Ambos aportan a la franquicia un estilo visual más pausado y menos visceral que
el visto hasta ese momento, demostrando su pericia narrativa y cierta
personalidad visual en un título que con bastante menos presupuesto que el
título anterior acaba resultando mejor presentado, aunque aquí puede que
tuviera que ver el hecho que Saw 7 se estrenara en formato 3D.
Pero como decíamos no esperen grandes sorpresas
en esta ya octava entrega de Saw, volveremos a ser testigos de cómo un grupo de
personas desconocidas deben enfrentarse a una colección de trampas cada vez más
sofisticadas y elaboradas si quieren tratar de salir vivas de su cautiverio,
siendo su desesperada situación la que les lleve a no darse cuenta que en
realidad salir con bien de estas pruebas tampoco es que fuera demasiado
complicado. Basta con prestar atención a los diferentes videos y audios dejados
por Jigsaw a lo largo de esta yincana de dolor y muerte. Y es que este personaje vuelve a dejar en
manos de sus víctimas su destino, “vivir o morir”. Entre este grupo de
personajes destacar la presencia de una Laura Vandervoort vista en las
televisivas Smallville, V o Bitten, así como la participación de un Mandela Van
Peebles de filmografía irrelevante y más conocido por pertenecer a la saga de
actores y directores encabezada por su abuelo Melvin Van Peebles, director de
títulos de culto dentro del género blaxplotation como Sweet Sweetback's
Baadasssss Song, siendo su padre Mario Van Peebles, actor en El sargento de
hierro o Los inmortales III y director de New Jack City. Asimismo, la película
nos narra la búsqueda del responsable de seguir con el legado de Jigsaw, como
sucedía en las películas anteriores, aunque en esta ocasión esta idea está
mucho mejor armada con la presencia de varios posibles sospechosos, orquestando
la cinta en su tramo final su consabido giro de guion armado a través de una
explicación que dé respuesta a todos los porqués que han ido planteándose a lo
largo de la película.
Algo a lo que ayuda precisamente que la película
sea más interesante que sus predecesoras es que en esta ocasión los personajes
que pueblan la historia si resultan mínimamente interesantes, como sucede con
ese forense con traumas del pasado, su ayudante gótica y fan incondicional del
trabajo de John Kramer o ese agente de policía con todas las maneras del agente
corrupto. Asimismo, Tobin Bell, o lo que es lo mismo, John Kramer, vuelve a
disfrutar de más minutos en pantalla gracias al inteligente uso que el guion
hace de su presencia. Y eso siempre es algo de agradecer si hablamos de Saw.
Nuevamente los aficionados a la hemoglobina y la
casquería menos explícita disfrutaran de su habitual ración de gore light,
siendo nuevamente estas escenas muy bien resueltas por unos responsables de los
departamentos de efectos especiales y de maquillaje que vuelven a lucirse en
escenas como la de la autopsia o esa trampa final presidida por unos láseres
capaces de cortar una cara en varios trozos como si fuera mantequilla.
Saw 8 no nos descubre nada nuevo, los recursos narrativos son los de casi siempre, mostrándose de una parte la investigación policial que trata de desenmascarar al responsable de los nuevos asesinatos en paralelo a ese juego de supervivencia vivido conjuntamente por un grupo de víctimas potenciales sobre las que aplicar las más cruentas y originales trampas que los responsables del guion puedan llegar a imaginar. Pero con Saw no podemos alegar aquello de “no sabíamos a lo que veníamos”, con lo que si encima la película te da un poco más, y en este caso lo hace, podemos decir que la experiencia ha sido la esperada.
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