Con John Kramer y Amanda muertos el legado
de Jigsaw parece igualmente haber desparecido. Pero el agente del FBI Peter
Strahm, único superviviente in extremis junto al detective Hoffman de la
matanza que ha tenido lugar en el escondite de Kramer está convencido que
alguien más ha participado en la puesta en marcha del macabro plan de este. Y
está decidido a dar con esta persona.
Con un estilo
casi de serie televisiva que lleva a acabar cada una de las películas de la
saga con un émulo de lo que serían los cliffhangers de los antiguos seriales,
Saw 5 continua allí donde acabó la anterior entrega, siendo de hecho la
secuencia de cierre de Saw 4 la escena de inicio de Saw 5. Con James Wan y
Leigh Whannell no tan presentes ya en la filmación y retirados a labores de
producción ejecutiva cuya única finalidad es la de seguir recibiendo parte de los pingues beneficios de la saga, en
este caso las tareas de guionización recaerían nuevamente en Patrick Melton y
Marcus Dunstan, dos viejos conocidos del género y responsables de los guiones
de películas tan alocadas como Feast y sus secuelas así como la segunda entrega
de Piranha 3D, lo mismo que se encargarían de las historias de títulos más
serenos dentro del género de terror como The collection o Historias de miedo
para contar en la oscuridad. Ambos se dedican a seguir estirando el chicle de
una fórmula que aquí empieza a dar sobradas muestras de agotamiento, especialmente
tras la muerte en Saw 3 del personaje de John Kramer, auténtico alma mater y nexo
de unión de la saga, lo que obligaría a multiplicar el uso de flashbacks para así
poder darle minutos en pantalla. En este caso el guion trata de dar una nueva
justificación que motive la forma de actuar de Kramer, lo cual supone un error garrafal,
ya que esa idea ya había quedado perfectamente definida en la primera película
de Saw con ese cáncer terminal que llevaba al protagonista a tratar de obligar a la fuerza a sus víctimas
el plantearse el verdadero valor de la vida llevándolos para ello al límite,
toda vez que les hacía enfrentarse a sus pecados más ocultos y vergonzantes.
Aquí se introduce la idea de que su sed de venganza viene motivada por la
muerte accidental de su hijo no nato, lo que a su vez otorga más metraje a su
relación con su ex mujer, un nuevo error a la hora de abordar la historia de
Kramer en su intento por humanizar y justificar su comportamiento. Como había
venido sucediendo en los títulos anteriores el superviviente de la última
entrega se erige en nuevo protagonista, volviendo a tener que lidiar el
espectador con un personaje plano, nulo de interés y con ningún carisma, a lo
que hay que sumar que quien ahora es presentado como el encargado de continuar
con el legado de Kramer acaba resultando igualmente un personaje vacío y muy
mal planteado, insistiendo en exceso una vez más en esa idea de justificar el
porqué de sus actos, y a quien la pobre interpretación de quien le da vida no
ayuda en absoluto para hacer que el espectador acabe teniendo un mínimo de
interés por este nuevo villano, quien de hecho en su forma de comportarse es el
primero en incumplir las nomas de Jigsaw a la hora de plantear sus juegos, y es
que como bien dice el personaje al que da vida Tobin Bell, “Yo nunca he matado
a nadie”.
Asimismo,
también Darren Lynn Bousman dejaría la silla de director tras encargarse de las
tres películas anteriores de la franquicia, cediendo su puesto a David Hackl,
responsable del diseño de producción de las película dirigidas por Bousman, lo
que genera una continuidad en la
estética de la saga, y haciendo que Hackl imite el estilo visual de un
Bousman que en su momento había hecho lo propio con lo presentado por Wan en la
primera Saw. Esto se traduce en una colección de secuencias presentadas entre luces
y sombras artificiales, con un montaje de estas frenético, en ocasiones
imposible de seguir, y con el uso de la superposición de escenas de manera que
se narre en paralelo el mismo momento vivido a través de diferentes personajes.
Todo ello no impide sin embargo ese tono totalmente impersonal que presenta la
propuesta en lo que a dirección se refiere, siendo un perfecto exponente de uno
de esos estrenos directos a DVD tan habituales dentro del género del terror,
sino fuera porque se trata de una franquicia con tanta pegada en la taquilla,
obteniendo de hecho una recaudación que haría impensable no seguir estrenado
películas sobre el tema.
Como
apuntábamos con anterioridad no hay uno solo de los personajes que suponga un
mínimo de atractivo para el espectador, más allá de un John Kramer al que Tobin
Bell tiene tomada la medida a la perfección y que es nuevamente, lo ha sido
durante toda la saga, el mejor de los personajes presentados. Scott Patterson,
visto en la televisiva Las chicas Gilmore y que ya protagonizara Saw 4, se
despacha como puede, esto es, con una interpretación plana y carente de
interés, de un personaje que no puede estar más estereotipado. Lo mismo sucede
con su némesis, un Costas Mandylor dado a conocer en la también televisiva
Pickett Fences y ligado a la franquicia Saw a lo largo de cinco de sus
secuelas. En su caso el agravio es aún mayor, ya que ofrece un rol cercano al
ridículo en su manejo expresivo y corporal, más aún teniendo que sustituir a Tobin
Bell como el nuevo villano de la función. Betsy Russell continua dando vida al
gran amor de John Kramer, siendo esta quinta entrega la que más trate de
ahondar en su historia juntos así como en su trágico final, haciendo que este
personaje participe en uno de los grandes misterios planteados por la película
con la entrega de ese legado de su ex marido una vez fallecido en forma de una
misteriosa caja cuyo contenido no llega a darse a conocer, dejando claro que la
saga no quedaría en el estreno de esta quinta entrega.
Y si a nivel de argumento se notaba para mal la ausencia de un Leigh Whannell presente hasta ese momento en todos los guiones de las películas de Saw, lo mismo sucede con una colección de trampas mucho menos imaginativas y retorcidas de las vistas hasta este momento, algo que queda bastante evidenciado con un prólogo que se limita a plagiar la idea presentada en el relato de Edgar Allan Poe El pozo y el péndulo, presentándose a lo largo de la trama unos juegos mucho menos imaginativos que los vistos hasta llegado este momento. Asimismo, y para tratar de mantener el interés del espectador a lo largo de su hora y media de metraje, la trama se bifurca además de en la búsqueda del ayudante de Jigsaw por el agente Strahm, en un nuevo grupo de personajes atrapados en un recinto plagado de trampas, un recurso que vuelve a manifestar que Whannell es mucho más retorcido ideando trampas al más puro estilo Jigsaw que los nuevos guionistas. Y si a todo esto añadimos que nos encontramos con una secuela bastante escueta a nivel de gore, especialmente si la comparamos con la entrega anterior, el resultado es que al menos hasta el momento, Saw 5 sería la más floja de cuántas secuelas se habían estrenado de una franquicia a la que todavía le quedaban juegos por plantear. Aunque en su favor habría que decir que en ningún momento llega a resultar aburrida, idea que se sustenta en un metraje ajustado y en la capacidad por parte de sus responsables de insertar entre las secuencias más estáticas momentos mucho más adrenalíticos. Que continúe el juego.
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