Cuándo
el Dr Loomis llega a la casa en la que Michael Myers está a punto de acabar con
la vida de Laurie Strode, no duda en descargar su arma contra el asesino,
haciéndole caer acribillado por una de las ventanas de la casa. Cuándo baja al
jardín para ver el cadáver descubre sorprendido que no hay rastro del cuerpo de
Myers. La noche de Halloween no ha hecho más que comenzar.
Tras el éxito tan enorme de
la primera entrega no era de extrañar que se produjera una continuación
relativamente rápida, concretamente tres años después de estrenada la primera
parte. John Carpenter y Debra Hill continuaban al frente del proyecto, siendo
nuevamente los autores conjuntos del guion y produciendo la película al alimón,
cediendo sin embargo la batuta de director en Rick Rosenthal, escogido personalmente
por el propio Carpenter, ofreciendo este una digna y respetuosa continuación.
Curiosamente en lo que
respecta al apartado de interpretación, así como en la película de 1978 el
nombre de Donald Pleasance aparecía en primer lugar en los créditos de inicio,
incluso por delante del propio título de la cinta, en esta ocasión comparte ese
honor con el de Jamie Lee Curtis, lo que da una idea del status dentro del
género que en ese momento tenía la actriz. Si bien la película recupera
esporádicamente a alguno de los personajes de la entrega anterior, se nutre de
un grupo de nuevos protagonistas sin demasiada enjundia, siendo su principal
cometido el servir de carnaza para los nuevos desmanes de un Michael Myers al
que da vida Dick Warlock, doble de acción en infinidad de películas como La
cosa, Christine, Viernes 13 un nuevo comienzo, Golpe en la pequeña china, El
chip prodigioso o Perseguido, por citar solo un puñado de títulos, y que aporta a
este personaje una fisicidad muy atinada, además de permitirle, por la propia
actividad profesional de stuntman del actor, atravesar puertas de cristal,
recibir disparos por doquier o ser quemado vivo.
Con unos mimbres dentro de
la franquicia ya engarzados por el propio Carpenter en la primera Halloween,
esta nueva entrega se limita a repetir esquemas, siendo de hecho una
continuación lineal de la película de 1978, y que se inicia con la escena de
cierre de la película de Carpenter para proseguir con ese juego del gato y el
ratón entre Michael Myers y Laurie Strode, aportando además la historia una sorprendente
y acertada justificación, hoy conocida por todos, para entender el porqué del
empecinamiento del psicópata por la figura del personaje interpretado por Jamie
Lee Curtis. En ese sentido, y aunque de inicio la trama abre los escenarios y
somos testigos de cómo Myers deambula entre las calles de Haddonfield, se acaba
por ubicar buena parte de la trama en el hospital en el cual Laurie ha sido
internada tras los traumáticos acontecimientos vividos, permitiendo al director
jugar nuevamente, tal como hiciera Carpenter en su momento, con los espacios
cerrados, aprovechándose de ese modo los pasillos angulosos y las habitaciones
llenas de lugares donde ocultar la figura del asesino de la máscara. Si bien
carece del pulso narrativo de su predecesor, Rick Rosenthal es tremendamente
respetuoso con el estilo creado por Carpenter en La noche de Halloween,
llegando incluso a presentar nuevamente a Myers en la película mediante un
plano subjetivo o a homenajear a La noche de Halloween con la inserción de
fragmentos de películas de terror en aquellos planos en los que aparece un
televisor encendido. Si Carpenter utilizaría en su momento extractos de las
películas Planeta perdido o El enigma de otro mundo, de su adorado Howard
Hawks, y de la que curiosamente acabaría filmando un excelente remake con La
cosa, en esta ocasión es la celebérrima La noche de los muertos vivientes el
título escogido. A colación de esta idea hay que destacar el uso que se hace de
los monitores de vigilancia del hospital, acertado recurso visual por medio de
los cuales se muestra en repetidas ocasiones donde se ubican los diferentes personajes, Michael Myers incluido, que van deambulando por los pasillos del hospital.
Esta segunda entrega fue
estrenada posteriormente a Viernes 13, y el éxito de esta sanguinolenta producción
queda evidenciado en el hecho que, siendo como es Halloween, una película que
se sigue apoyando en el uso del suspense frente a una apuesta abierta por la
casquería y el gore, sí que es más sangrienta que la primera entrega. Hay una
mayor utilización de la hemoglobina, la cual presenta además una tonalidad y
plasticidad que la hacen asemejarse visualmente a la utilizada en las obras más
conocidas del giallo italiano, siendo, como apuntábamos anteriormente, La noche
de Halloween heredera directa de este subgénero. Respecto a este mayor uso de
la violencia explícita no es baladí indicar que esta segunda entrega se estrenó
en nuestro país con el apostillamiento de Sanguinario tras el obligado título
original. O que tras la calabaza de los títulos de crédito iniciales, ya
utilizada en la película de 1978, se nos descubra en esta ocasión una calavera.
Destacar por último como
Michael Myers queda ya definitivamente consolidado como un asesino silencioso,
paciente, imparable e incansable, características que, habiendo sido
perfectamente representadas en la cinta de Carpenter, se mantienen en esta segunda entrega, quedando
ya definitivamente fijadas a la hora de representar a este psicokiller en todas
las continuaciones que habrían de venir. Un personaje que además, nuevamente
algo ya presentado en la primera Halloween, se retrataba como inmortal, una
representación figurativa de los miedos al llamado hombre del saco, que es al
fin y al cabo lo que es Michael Myers.
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