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miércoles, 2 de enero de 2019

HALLOWEEN 2, SANGUINARIO (HALLOWEEN 2, 1981) 92´




Cuándo el Dr Loomis llega a la casa en la que Michael Myers está a punto de acabar con la vida de Laurie Strode, no duda en descargar su arma contra el asesino, haciéndole caer acribillado por una de las ventanas de la casa. Cuándo baja al jardín para ver el cadáver descubre sorprendido que no hay rastro del cuerpo de Myers. La noche de Halloween no ha hecho más que comenzar. 


Tras el éxito tan enorme de la primera entrega no era de extrañar que se produjera una continuación relativamente rápida, concretamente tres años después de estrenada la primera parte. John Carpenter y Debra Hill continuaban al frente del proyecto, siendo nuevamente los autores conjuntos del guion y produciendo la película al alimón, cediendo sin embargo la batuta de director en Rick Rosenthal, escogido personalmente por el propio Carpenter, ofreciendo este una digna y respetuosa continuación.



Curiosamente en lo que respecta al apartado de interpretación, así como en la película de 1978 el nombre de Donald Pleasance aparecía en primer lugar en los créditos de inicio, incluso por delante del propio título de la cinta, en esta ocasión comparte ese honor con el de Jamie Lee Curtis, lo que da una idea del status dentro del género que en ese momento tenía la actriz. Si bien la película recupera esporádicamente a alguno de los personajes de la entrega anterior, se nutre de un grupo de nuevos protagonistas sin demasiada enjundia, siendo su principal cometido el servir de carnaza para los nuevos desmanes de un Michael Myers al que da vida Dick Warlock, doble de acción en infinidad de películas como La cosa, Christine, Viernes 13 un nuevo comienzo, Golpe en la pequeña china, El chip prodigioso o Perseguido,  por citar solo un puñado de títulos, y que aporta a este personaje una fisicidad muy atinada, además de permitirle, por la propia actividad profesional de stuntman del actor, atravesar puertas de cristal, recibir disparos por doquier o ser quemado vivo.   


Con unos mimbres dentro de la franquicia ya engarzados por el propio Carpenter en la primera Halloween, esta nueva entrega se limita a repetir esquemas, siendo de hecho una continuación lineal de la película de 1978, y que se inicia con la escena de cierre de la película de Carpenter para proseguir con ese juego del gato y el ratón entre Michael Myers y Laurie Strode, aportando además la historia una sorprendente y acertada justificación, hoy conocida por todos, para entender el porqué del empecinamiento del psicópata por la figura del personaje interpretado por Jamie Lee Curtis. En ese sentido, y aunque de inicio la trama abre los escenarios y somos testigos de cómo Myers deambula entre las calles de Haddonfield, se acaba por ubicar buena parte de la trama en el hospital en el cual Laurie ha sido internada tras los traumáticos acontecimientos vividos, permitiendo al director jugar nuevamente, tal como hiciera Carpenter en su momento, con los espacios cerrados, aprovechándose de ese modo los pasillos angulosos y las habitaciones llenas de lugares donde ocultar la figura del asesino de la máscara. Si bien carece del pulso narrativo de su predecesor, Rick Rosenthal es tremendamente respetuoso con el estilo creado por Carpenter en La noche de Halloween, llegando incluso a presentar nuevamente a Myers en la película mediante un plano subjetivo o a homenajear a La noche de Halloween con la inserción de fragmentos de películas de terror en aquellos planos en los que aparece un televisor encendido. Si Carpenter utilizaría en su momento extractos de las películas Planeta perdido o El enigma de otro mundo, de su adorado Howard Hawks, y de la que curiosamente acabaría filmando un excelente remake con La cosa, en esta ocasión es la celebérrima La noche de los muertos vivientes el título escogido. A colación de esta idea hay que destacar el uso que se hace de los monitores de vigilancia del hospital, acertado recurso visual por medio de los cuales se muestra en repetidas ocasiones donde se ubican los diferentes personajes, Michael Myers incluido, que van deambulando por los pasillos del hospital.


Esta segunda entrega fue estrenada posteriormente a Viernes 13, y el éxito de esta sanguinolenta producción queda evidenciado en el hecho que, siendo como es Halloween, una película que se sigue apoyando en el uso del suspense frente a una apuesta abierta por la casquería y el gore, sí que es más sangrienta que la primera entrega. Hay una mayor utilización de la hemoglobina, la cual presenta además una tonalidad y plasticidad que la hacen asemejarse visualmente a la utilizada en las obras más conocidas del giallo italiano, siendo, como apuntábamos anteriormente, La noche de Halloween heredera directa de este subgénero. Respecto a este mayor uso de la violencia explícita no es baladí indicar que esta segunda entrega se estrenó en nuestro país con el apostillamiento de Sanguinario tras el obligado título original. O que tras la calabaza de los títulos de crédito iniciales, ya utilizada en la película de 1978, se nos descubra en esta ocasión una calavera. 


Destacar por último como Michael Myers queda ya definitivamente consolidado como un asesino silencioso, paciente, imparable e incansable, características que, habiendo sido perfectamente representadas en la cinta de Carpenter,  se mantienen en esta segunda entrega, quedando ya definitivamente fijadas a la hora de representar a este psicokiller en todas las continuaciones que habrían de venir. Un personaje que además, nuevamente algo ya presentado en la primera Halloween, se retrataba como inmortal, una representación figurativa de los miedos al llamado hombre del saco, que es al fin y al cabo lo que es Michael Myers.

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