“Se comen todo”
Durante su traslado a un asteroide prisión en medio de la galaxia, ocho criaturas de la raza Critter logran escapar, haciéndose con una nave durante su huida. Dos cazarrecompensas espaciales son enviados inmediatamente en su búsqueda hasta el único planeta habitable del sistema solar y donde al parecer se han evadido, con una única orden, aniquilarlos antes de que puedan alimentarse.
El brutal éxito de la película Gremlins en
todo el mundo marcaría el inicio de toda una serie de películas a estrenar en
la segunda mitad de la década de los ochenta con una premisa similar a la cinta
dirigida por Joe Dante y producida por Steven Spielberg, esto es, una serie de
criaturas de estética simpáticamente monstruosa dedicadas a hacer el mal, y prácticamente
nunca desdeñando cierto componente cómico en las tramas, aunque en muchas
ocasiones esta comicidad fuera teñida de negro. Es así como llegaron a nuestras
pantallas las sagas de Ghoulies, Munchies o Hobgoblins, todas enmarcadas en una
estética de serie entre B y Z y donde los tremendos hallazgos demostrados en la
película iniciática estrenada en 1984 quedaban francamente lejos, a pesar de
que no podemos negar que todas acaban por resultar simpáticos títulos dentro de
una etapa cinematográfica muy concreta. El caso de Critters es el más
destacable dentro de esta ingente cantidad de imitaciones de los Gremlins,
surgiendo como respuesta de la productora New Line Cinema al éxito obtenido por
la Warner, aunque en el caso que nos ocupa podemos matizar la idea que habla de
esta película como una cinta meramente de imitación. Y es que todo parece
apuntar a que el guion de Critters se había escrito tiempo antes de estrenarse
Gremlins, convirtiéndose en uno más de esos proyectos que permanecen en los
cajones de los estudios hasta que, precisamente el taquillazo de Gremlins,
acabaría por rescatarlo de su letargo para ser llevado a la pantalla grande,
eso si, con las limitaciones propias de un título enmarcado abiertamente en la
serie B y que apenas contaría con un presupuesto de dos millones de dólares.
Robert Shaye, uno de los popes de la New
Cinema y conocido por producir la saga de Pesadilla en Elm Street y más
recientemente la trilogía de El señor de los anillos, fue el encargado de dar
luz verde a un proyecto para el que se contaría con un director novel como era
Stephen Herek, coautor junto a Domonic Muir de la historia original. Herek,
quien posteriormente dirigiría exitosas películas de corte familiar como Las
alucinantes aventuras de Bill y Ted, Los 3 mosqueteros o la versión con actores
reales de 101 dálmatas, nos ofrece un competente trabajo, sabiendo sacar todo
el partido del mundo al ajustado presupuesto y ofreciendo una cinta fresca y
entretenida que acabaría convertida en todo un referente dentro del circuito de
los videoclubs y en uno de los títulos indispensables dentro del terror más inocuo
de los ochenta.
La película supo combinar con acierto el
protagonismo de los veteranos Billy Green Bush (Alicia ya no vive aquí, Cuando
el río crece y visto en películas de terror como Carretera al infierno o
Viernes 13 el final, Jason va al infierno, su última película) o el gran M.
Emmet Walsh (¿Qué me pasa doctor?, Serpico, El castañazo, Aeropuerto 77,
Brubaker, Gente corriente…) con jóvenes y talentosos actores como Nadine Van
der Velde, a quien poco tiempo después veríamos en Munchies, otra de esas
cintas nacidos a rebufo del éxito de Gremlins, y muy especialmente Scott
Grimes, quien nos obsequia con una estupenda interpretación como el benjamín de
la familia protagonista. No podemos obviar si hablamos del elenco de actores
principales de una matriarca con el rostro de Dee Wallace, ícono del cine de
terror y fantástico de los setenta y sobre todo de los ochenta tras su
aparición en títulos seminales como Las colinas tienen ojos, Aullidos, ET el
extraterrestre, Cujo o la propia Critters. Destacar asimismo por curiosa las
apariciones de un joven Billy Zane, llamado a convertirse en una estrella tras
su aparición en películas como Calma total, The phantom o especialmente
encarnando al villano de Titanic, y que ha acabado relegado a apariciones
televisivas menores, o de Lin Shaye, hermana del productor de la película y
gracias a este vínculo un rostro familiar en títulos como Pesadilla en Elm
Street, Algo pasa con Mary, 2001 maniacos o Insidious entre una ingente
filmografía plagada de títulos. Por último, pero no menos importante, no
podemos dejar de lado a Don Opper, hermano de Barry Opper, otro de los
productores de la película, y quien colaboró en las versiones finales del guion,
y que daría vida a Charlie, el borrachuzo del pueblo narrador insistente de
historias de extraterrestres a quien nadie cree y que acaba de alguna manera
convertido en héroe de la función, hasta el punto que su personaje serviría de
nexo de unión de la franquicia que el éxito de Critters propiciaría.
Si en Gremlins el origen de las criaturas
proviene del folcklore popular y de la leyenda urbana que aseguraba se trataba
de unos seres malévolos con querencia por sabotear todo tipo de maquinaria, en
el caso de Critters sus responsables nos presentan a unos alienígenas igualmente
peligrosos y caracterizados por un apetito insaciable que los convierte en una
raza indeseable a nivel cósmico. Destacar el prólogo de la película y que
presenta la huida de los Critters en mitad del espacio, donde, a pesar de
contar con un ajustadísimo presupuesto, se consigue mostrar con notable dignidad
varias criaturas alienígenas, alguna nave espacial y un par de trucajes con
maquetas realmente funcionales. Aunque si hay que quedarse con un momento en lo
que respecta a la trama en el espacio, ese es el de la conversión del personaje
de Ug, uno de los cazarrecompensas, en el humano Johnny Steele para de esa
manera pasar desapercibidos en su paso por la Tierra, y que recuerda
indefectiblemente a la escena de En busca del arca perdida en la que al personaje
de Toht se le derrite la cabeza, conseguida derritiendo una prótesis del rostro
del actor construida con gelatina y yeso. Y es que hay que insistir en la idea
de que en Critters se lograron unos resultados muy satisfactorios para el
montante económico con el que se contó, y que además favorecería que con una
taquilla de algo más de doce millones de dólares, sin contar el boom que la
película sería en el mercado del alquiler de videoclub, la cinta pudiera
considerarse todo un éxito, iniciando el nacimiento posterior de toda una
tetralogía.
La película, al igual que sucediera en su
hermana mayor Gremlins, es un perfecto hibrido entre terror y comedia. El
ataque al patriarca de los Brown y el posterior acoso que sufre la familia en
su propia granja a manos de los villanos de la función es el mejor ejemplo en
cuánto a manejo del suspense y la tensión se refiere, mientras que es en la
trama paralela que narra el intento de integración de los cazarrecompensas en
la Tierra, con los constantes cambios de fisonomía de un Lee que no logra dar
con un cuerpo con el que encontrarse cómodo o su manejo del automóvil, entre
otros momentos, donde la cinta tiene sus mayores momentos de asueto. Los
propios Critters también ofrecen escenas francamente divertidas, potenciadas en
la versión en castellano de la película en la cual se doblaron con voz algunos
de los momentos de estas criaturas, quienes únicamente gruñen en su versión
original. Esa idea que hace de los Critters unos seres letales pero igualmente
simpáticos, es uno de los mejores aciertos en lo que respecta a la idea de
plagiar cómo funcionaban los Gremlins en la película de Dante. Y para dejar
meridianamente claro que Critters es una cinta de terror para los más jóvenes,
no se escatiman guiños a grandes iconos cinematográficos del momento como eran
La guerra de las galaxias, Cazafantasmas o, como no, ET, el extraterrestre, con
esa criatura Critter enfrentándose a un muñeco del alienígena que ansiaba con
volver a su casa.
Pero hablar de Critter es hablar
indefectiblemente de unas criaturas que son todo un acierto en cuanto a diseño
y desarrollo vital. Unos seres pequeños, con prácticamente todo su cuerpo
cubierto de pelo, con una cabeza enorme coronada por una tremenda boca llena de
afiladas filas de dientes, extremidades cortas y poco funcionales, que se
desplazan haciéndose una bola y rodando y con la capacidad de expulsar de su
cuerpo unos pinchos que paralizan a sus víctimas. Estos excelentes personajes
fueron desarrollados, creados y manejados por los Chiodo, hermanos
especializados en efectos especiales y en concreto en la creación de puppets,
animatronics y marionetas, alcanzando su mayor éxito con los propios Critters,
y que con, Payasos asesinos del espacio exterior, dirigida y escrita por ellos,
ofrecerían un título de culto dentro del cine de terror ochentero de serie B. Si
estas criaturas no habrían funcionado como lo hacen, la película posiblemente
se habría convertido en una más de las decenas de infaustas imitaciones nacidas
a rebufo de Gremlins, y sin embargo ha acabado convertida en la mejor saga de
explotación de Guizmo, Spike y compañía.
Critters es un perfecto exponente del cine de
terror de serie B de los ochenta en su vertiente más juvenil y naif, ya que si
hacemos recuento del body count de la película únicamente se computan dos
muertos a manos de estas terribles criaturas aparte de varios de los animales
de la granja de los Brown, dando a la New Line Cinema un rédito económico que
supondría el inicio de un total de tres secuelas más, obligando además a
incorporar a la película para su estreno en los videoclubs una escena de cierre
que mostrara ese montón de huevos de Critters en el gallinero de la granja
donde tiene lugar buena parte de la trama. Funciona además igual de bien hoy en
día que en el momento de su estreno, gracias en parte a una duración ajustada y
a un montaje que va directo a la acción, sabiendo presentar unos interesantes
personajes con apenas un par de secuencias, bendita síntesis lejana de la
obsesión actual por ofrecer cintas de metraje excesivo pero peor manera de
contar las historias. La comilona apenas acababa de empezar.
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