Tras salvar Charlie los dos últimos huevos de
Critter y guardarlos en la cápsula espacial enviada a la Tierra a tal fin, este
quedará accidentalmente atrapado en hibernación en el propio transbordador
junto a los embriones y lanzado al espacio, siendo rescatado de su viaje
interestelar cincuenta años más tarde por una nave de piratas espaciales.
Inmediata secuela que rescata y enlaza con el
final de la tercera entrega, la cual había quedado totalmente abierta, y
presentando el inicio de lo que sería esta última aportación hasta la fecha a
la saga oficial de películas sobre los Critters, teniendo además el dudoso
honor de ser la peor de las cuatro cintas,
muy lejano ya el espíritu de estupenda serie B que presentaban los dos primeros
episodios de la franquicia.
Rupert Harvey, encargado de producir toda la
saga, además de de escribir la historia de las dos últimas películas, fue
también el responsable de la labor de dirigir esta entrega, en lo que sería su
primera y única participación como director. Una vez más, y como suele ser
constante en este tipo de sagas, se optó por trasladar la acción tanto en el
espacio como en el tiempo para ubicar a nuestras voraces criaturas en medio de
una estación espacial, en la peor tradición de la infinidad de imitaciones que
surgirían a raíz del fenómeno que sería Alien, el octavo pasajero, idea que por
lo general suele ser sintomática de una pérdida significativa de calidad de la
franquicia objeto de este fenómeno.
El único elemento de interés a nivel de
intérpretes de esta cuarta entrega estriba en que se contó entre un elenco de
actores de segunda con la actriz Angela Basset, quien viviría en la década de
los noventa su momento de mayor esplendor gracias a películas como Días
extraños, Tina o Contact, rescatada en la actualidad gracias a títulos como
Black Phanter o la serie para televisión 911, y que participaría además en sus
inicios en sendos títulos dentro del género vampírico como son Sangre fresca y
Un vampiro suelto en Brooklyn. Todavía más destacada para los seguidores del
terror es la presencia de un mito como Brad Dourif, la voz detrás de Chucky en
la saga Muñeco diabólico, y que se ha convertido en uno de esos actores de
referencia dentro del cine de horror, con participaciones en películas como El
exorcista 3, La fosa común, Alien resurrección, Leyenda urbana, The wizard of
gore o Halloween el origen, por citar solo un puñado de aportaciones dentro de
una filmografía que supera las ciento cincuenta interpretaciones. Don Opper
vuelve a dar vida por cuarta vez al torpe Charlie y Terrence Mann volvería a la
saga en un cambio de registro que sirviera además de guiño a los seguidores más
acérrimos.
La película es ante todo un despropósito que
parte de intentar abordar la complejidad de ubicar la historia en el espacio,
con los requerimientos a nivel de presupuesto, atrezzo, escenarios y efectos
que esto supone, pero manteniendo un ínfimo presupuesto que queda en evidencia
con el acartonamiento de lo finalmente mostrado en pantalla. No hay medios, y
lo que es peor, no hay imaginación para suplir estos, y todo ello queda
reflejado en un aburrido ir y devenir de los protagonistas entre estancias
presumiblemente futuristas en un ralentí del ritmo de la cinta que acaba por desquiciar
al espectador.
Pero lo más grave lo encontramos en la
práctica ausencia de minutos en pantalla de los propios Critters, limitándose
su aparición lo máximo posible, y haciendo que de hecho, la primera vez que
asoman en la película sea pasado el minuto treinta y cinco. Podemos a este
respecto destacar el primero de los ataques de estos alienígenas sobre el
villano de la función, y donde podemos ver como uno de estas criaturas se
introduce en la boca de su víctima hasta asfixiarlo. Ver a los Critters en su
primera etapa de vida es el único consuelo que tendremos los fans de estos
alienígenas, ya que incluso mostrar el ataque masivo final sobre el grupo de
mercenarios que irrumpen en la estación en el último acto de la película es
eludido, posiblemente debido a las necesidades económicas que una secuencia
como la misma habría supuesto. Por todo ello podemos concluir que es la
película de Critters con menos Critters de todas, y que además abandona esa
mezcolanza entre humor y sustos de la franquicia.
Una pena que una tetralogía tan simpática
haya acabado, al menos por el momento, de la peor manera posible, quedándonos
el consuelo de cortometrajes como Critters, bounty hunter de 2014, y que daba
buena cuenta del potencial de su director, Jordan Downey, a la hora de plasmar
una serie para televisión que nunca fue. Lo que sí ha llegado es una nueva versión en
formato televisivo de Critters, a estrenar en este 2019, y que parece prometer
devolver a estas criaturas ese aire de hibrido entre comedia y horror que tan
buenos ratos nos hizo pasar en el pasado. Así que quédense a la mesa que
todavía hay platos por degustar.
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