GENEROS DE TERROR
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sábado, 30 de noviembre de 2019
... Y EN DICIEMBRE
Puede que el mes de la Navidad, época de paz, amor y comidas familiares no sea el más propicio para hablar de una saga como El exorcista...o tal vez si. No importa, preparados o no, allá vamos.
miércoles, 27 de noviembre de 2019
CABIN FEVER (CABIN FEVER, 2016) 99´
Cinco amigos deciden pasar unos días alejados
de la ciudad, y para ello alquilan una cabaña en medio del bosque. Pero lo que
se antojaban unas jornadas de asueto y diversión, acaban resultando unas
vacaciones infectas cuándo el grupo es contagiado por un voraz virus con una
rápida capacidad de contagio y un porcentaje de mortalidad de prácticamente el
cien por cien de los infectados.
Apenas catorce años después de estrenada Cabin
fever se llevó a cabo este innecesario remake. Innecesario porque no era una
película que reclamara un lavado de cara en base a que la película de Eli Roth
no ha quedado a día de hoy desfasada, ni necesitada de una revisión, e
innecesario igualmente porque ni siquiera se toma la molestia de aportar ningún
elemento novedoso a la historia que ya todos conocemos, siendo de hecho una
traslación literal, casi secuencia por secuencia, de lo filmado por el director
de Hostel en 2002. La única diferencia entre este título y el de primeros de
los dos mil, es que en esta ocasión se ha dejado de lado ese halo de
irreverencia y bizarrada que por momentos si tenía la opera prima de Eli Roth,
dándose esta revisitación una concepción de título más serio, de mayor impronta
que la propia película a la que homenajea.
Travis Zariwny, rebautizado para la ocasión
como Travis Z y con cameo incluido como sheriff, dirige la película, la cual ha
sido guionizada por Randy Pearlstein, uno de los responsables de la Cabin fever
original, y que se antoja poco ha modificado su trabajo inicial más allá de
cuatro apuntes, en algún caso nada acertados. Resaltar a este respecto que
ahora, el personaje de agente Winston cambia de sexo para ser una mujer, y
aunque por momentos trata de imitar los ademanes y maneras de este singular
policía, acaba resultando menos grotesco y extravagante que la aportación
ofrecida por Giuseppe Andrews más de diez años atrás. La otra gran novedad
respecto a su homóloga pretérita es la manera en la que se abordan las muertes
del quinteto protagonista, que difieren en la forma en la que estaban filmadas
por Eli Roth, único apunte diferenciador entre una película y la otra de lo que
acaba resultando un ejercicio de calco que aunque no aburre se presenta como
totalmente fútil.
Y es que, como apuntábamos con anterioridad,
no hay apenas diferencia entre un título y otro, los personajes son los mismos,
su personalidad y la relación entre estos es la que ya nos encontramos en 2002,
y el desarrollo de la historia es idéntica, con ejemplos como el momento en que
Paul es mordido por el niño, su beso con Karen en la plataforma en el lago, la
macabra anécdota de la bolera, la irrupción en mitad de la velada nocturna de
un fumata algo ido, la secuencia de la bañera, el momento en que Paul y Marcy acaban
acostándose en pleno momento de caos médico…es todo un deja vu que aún resulta
más tedioso si haces un recorrido consecutivo de la saga, encontrando con que
estás viendo la misma película dos veces en apenas tiempo.
Y, como no cabía esperar otra cosa dentro de
una película de la saga Cabin fever, hay que resaltar unos efectos de
maquillaje y unos apuntes de cine gore bien resueltos y que tienen su epicentro
en un acto final que se antoja lo más divertido de la película, con un Paul ya
en estado de absoluto descontrol, con una muerte de Karen que se inicia incluso
como un episodio grotescamente cómico para finalizar dramáticamente con la
cámara mostrando la caseta en la que se encuentra la joven envuelta en llamas y
bajo el sonido de los gritos de dolor de este personaje, y donde igualmente el
final de Marcy eleva al cubo la propuesta de la película de Eli Roth, quien
precisamente no se caracteriza por su delicadeza a la hora de plasmar en
pantalla la violencia. Sin embargo, para cuándo llegamos a este reguero de
sangre y muertes ya hemos perdido el interés que pudiéramos tener de inicio a
la hora de ver como se había abordado el presente remake.
Una descafeinada y nada valiente en ideas
revisión de una película con cierta enjundia dentro del cine de horror de
principios de los dos mil que cuenta con una nula aportación de un Eli Roth que,
acreditado como productor ejecutivo, parece ser se ha dedicado a cobrar los
correspondientes royalties y dejar hacer. Con otra constante en la franquicia
como es el contar con un puñado de jóvenes y muy poco conocidos actores para
dar vida a los protagonistas, esta nueva Cabin fever se antoja tan innecesaria
como reiterativa, no aportando un ápice de elementos diferenciadores, ni
estilísticamente, ni conceptualmente, ni argumentalmente, que hagan merezca la
pena reseñar su impronta como parte de la franquicia. La fiebre ya ha bajado.
lunes, 25 de noviembre de 2019
CABIN FEVER: PACIENTE CERO (CABIN FEVER: PATIENT ZERO, 2014) 91´
Un grupo de amigos alquilan una embarcación que
les traslade hasta una remota isla desierta en medio de República Dominicana
donde celebrar la despedida de soltero de uno de ellos. Lo que desconocen es que
el lugar oculta el emplazamiento de un laboratorio secreto en el cual se
encuentra recluido, contra su voluntad, el considerado paciente cero de un
terrible y letal virus que una vez te infecta acaba devorando la carne del
enfermo, resultando cien por cien letal.
Tercera entrega de Cabin fever y primera destinada
directamente a su estreno en formato doméstico, la película está guionizada por
Jake Wade Hall, todo un experto en remakes con trabajos como Carretera al
infierno o La escalera de Jacob, ambas nuevas versiones de títulos icónicos del
terror de mediados de los ochenta y primeros noventa, y quien hace crecer la
historia dejando de lado el ofrecer únicamente un nuevo brote de infección
entre el consabido grupo protagonista, incluyendo al misterioso personaje que
da nombre a la cinta de paciente cero, y abriendo de esta forma la propuesta
mediante una segunda trama enmarcada en el laboratorio médico donde se
encuentra confinado este portador de la enfermedad, quien sin embargo no llega
a desarrollarla. Dirige de manera rutinaria un desconocido Kaare Andrews, quien
ofrece un trabajo del montón, sin ningún aporte de originalidad en el
tratamiento de las imágenes, resultando un título más entre el maremagno de
películas dentro de su estilo y destinados a su explotación dentro del mercado
del alquiler.
La película, como no puede ser de otra manera
en un título de sus características y pretensiones, vuelve a estar interpretado
por un grupo de jóvenes actores de carrera discreta, con, entre otros, nombres
como los de Brandon Eaton, visto en la serie de televisión Dexter, Jillian Murray, más conocida por protagonizar
el enésimo escándalo de sustracción y posterior publicación de imágenes
privadas de contenido sexual de su móvil, o Lydia Hearst, conocida por el fan
del terror zombie de segunda gracias a la serie Z Nation, y que en este caso
interpreta a una improbable asistente médico. Si que cabe destacar la aparición
del veterano Currie Graham, quien ha participado en multitud de series para
televisión como Policías de Nueva York, CSI, Mujeres desesperadas, Agente
Carter o The rookie, y que en Cabin fever 3 interpreta al Doctor Edwards, quien
lidera al grupo de científicos que trabaja en las instalaciones ubicadas en la
isla donde se desarrolla prácticamente toda la trama, y quien presenta ademanes
casi de mad doctor. Pero muy especialmente llama la atención, dando vida al
denominado paciente cero, ver a Sean
Astin, todo un ícono cinematográfico tras dar vida a Mikey en Los Goonies,
convertido en actor juvenil de solvencia en títulos como De tal astilla tal
palo, Operación soldados de juguete o El hombre de California, y rescatado del
semi olvido gracias a la trilogía El señor de los anillos, donde daría vida al
hobbit Sam, uno de los personajes centrales, aunque secundario, del conjunto de
películas dirigidas por Peter Jackson. Este actor aporta nombre y una
interpretación contenida que acaba sumando sobre el resultado final.
Esta tercera entrega rompe diametralmente con
la saga, no enlazando con las dos películas anteriores a través de ningún
personaje ni trama (cosa que si sucedía en la segunda entrega respecto a la
película de 2002), e incluso trazando su propio estilo a la hora de abordar la
historia. Es por ello que la cinta es más oscura y menos absurda en situaciones
que Cabin fever y especialmente Cabin fever 2, y es que, si esta segunda
entrega hacía un viraje hacía el humor más negro y escatológico, aunque
igualmente macabro, en esta ocasión el cambio de rumbo de timón lleva a ofrecernos
una película más seria en planteamientos, más dramática en las situaciones que
aborda, y donde no hay rastro de ese tono paródico, incluso absurdo por
momentos, que tenían tanto la película de Eli Roth como la de Ti West. Eso no
es impedimento para que, por lo demás, la película esté plagada de personajes
mil veces vistos con anterioridad, situaciones abordadas en infinidad de
películas de género y recursos manidos y nada sorpresivos, y que incluso llegan
a aburrir, caso de los minutos que la película dedica a mostrar como dos de los
personajes recorren de manera pormenorizada las instalaciones del laboratorio
una vez dan con este enclave en mitad de la selva. A esto hay que añadir que, a
pesar que de inicio, da la sensación que esta nueva película se atreverá a
abordar elementos explicativos de la infección, su origen o forma de
enfrentarse a ella, precisamente por los arcos argumentales que abre, finalmente
deja todos esos cabos sin resolución, siendo simplemente meras excusas narrativas
sin cierre para tratar de no ser reiterativos en propuestas, a la vez que
aportan metraje que sumar a la película para alcanzar la consabida duración
estándar. Incluso el momento en el que la película te indica y explica mediante
flashbacks la forma en que se ha desarrollado el contagio masivo en el
laboratorio científico, acaba resultando
forzado y sin sentido, reiterándose esa idea de que narrativamente la película,
aunque se esfuerce por demostrar lo contrario, tiene unos andamiajes muy
frágiles, incluso inconexos.
Si bien a nivel de historia, y tal y como
hemos podido indicar, esta tercera entrega adolece de mediocres resultados, a
pesar de sus buenas intenciones de inicio, visualmente la cinta, aunque no
llegando a sorprender en ningún momento, al menos acaba resultando un producto
con un estándar de calidad aceptable. Pero es, una vez más dentro de esta saga,
en los demoledores efectos de la enfermedad sobre los afectados, donde la
película vuelca todos sus esfuerzos, a sabiendas que es esa colección de
heridas abiertas, carne infectada, y pústulas sanguinolentas, el plato fuerte
que ofrecer a los seguidores de la franquicia, no fallando en este aspecto los
responsables de maquillaje y efectos visuales. Con unos infectados que por
momentos nos recuerdan más a una colección de zombies en descomposición, que a
unas víctimas de una mortal bacteria carnívora, hay que destacar la profusión y
el detalle a la hora de mostrar en pantalla a estos personajes y los terribles
efectos de la infección sobre su cuerpo. Y si bien la película ha mantenido a
lo largo de su desarrollado un aire de seriedad en el planteamiento y
desarrollo de la situación, es en los efectos derivados de la enfermedad, donde
acaba desbarrando con ideas como la del agente de seguridad infectado que acaba
por perder de cuajo su mano tras disparar con la pistola que porta. Pero en
este sentido, el plato fuerte lo hallamos en la explícita secuencia en la que
dos de las contagiadas, y que se encuentran ya en los últimos estadios de la
enfermedad, se enfrentan a muerte en un combate repulsivo, lleno de fluidos,
carne en descomposición y sangre, todo un deleite para el aficionado a este
tipo de escenas, y que acaba de una manera sexualmente abrupta.
Cabin fever 3 se presenta como una soportable,
aunque por momentos aburrida secuela, que en sus ínfulas por abarcar nuevos
horizontes dentro de esta serie de películas, acaba por resultar la menos
creíble narrativamente, a lo que hay que unir la sensación de cierto fraude por
no atreverse el guionista a llevar hasta el final esa propuesta abierta con el
paciente cero. Y es que al finalizar la película no vamos a entender nada más
de la enfermedad ni su origen, siendo nuevamente lo más destacable los brutales
efectos de esta afección sobre el grupo de incautos protagonistas. Pero es que,
para ese viaje no hacían falta estas alforjas.
martes, 19 de noviembre de 2019
CABIN FEVER 2 (CABIN FEVER 2; SPRING FEVER, 2009) 87´
Hasta una escuela de secundaria llega un
cargamento de agua embotellada contaminada por una terrible bacteria que una
vez te infecta acaba por devorar la carne de a quien enferma. Dicho líquido,
por avatares del destino, formará parte del ponche utilizado en el baile de
graduación del instituto, desatándose de esta forma una vorágine de muerte y
horribles pústulas y heridas abiertas.
El boca a boca, apoyado en una estimable
campaña publicitaria y promocional, había convertido a Cabin fever, estrenada
siete años atrás, en un film casi de culto, mitificado incluso más cuándo su
máximo responsable, Eli Roth, dirigiera Hostel, con Quentin Tarantino en la
producción. Es por ello que se consideró la gestación de una secuela que
perpetuara esa mezcla de comedia alocada y explícita cinta de horror vista en
la opera prima de Roth. En esta ocasión sería Ti West el director escogido para
dirigir la secuela, siendo además uno de los responsables de escribir la
historia de la película, sorprendiendo de inicio el estilo que tiene esta
segunda entrega frente a otros títulos del mismo director, como puede ser La
casa del diablo, estrenada ese mismo año, y donde la contención y un tempo
narrativo pausado, lento por momentos, era la marca de la casa de su autor.
Nada de eso encontramos en Cabin fever
2, sostenida en un tono paródico, excesivo y donde lo cómico predomina sobre lo
terrorífico, una comicidad eso sí, no apta para estómagos delicados. Parte de
esta contrapuesta dualidad en el estilo se debe a que el director, tras
importantes discrepancias con los productores de la película, no participaría
en la fase de postproducción de la misma, y si bien buena parte de lo filmado
sí que fue rodado por el propio West, aunque escama un largo e innecesario
epílogo en un club de striptease que apunta a otro responsable tras las
cámaras, este no participaría en ningún momento en el montaje final estrenado,
y que de hecho difería bastante de las ideas que este tenía en mente a la hora
de montar la película.
Cabin fever se inicia enlazando directamente
con la cinta de 2002 mediante una breve secuencia donde se recupera al
personaje de Paul, escena que se resuelve de una forma que deja meridianamente
patente por donde va a transcurrir la trama, el descontrol y el exceso como
características principales. Si en la película de Eli Roth la historia se
desarrollaba en la prototípica cabaña en medio de un solitario bosque, en esta
ocasión vemos como la trama se traslada a otro arquetipo dentro del cine de
terror, un instituto en plena preparación de su baile de graduación, lo que
permite a la película conjugar todos y cada uno de los personajes más
estereotipados de estas cintas juveniles de instituto. El chico listo y apocado
enamorado desde niño de su mejor amiga, novia a su vez del peor de los tipos,
un estudiante violento y agresivo. También contamos con el amigo socarrón,
consejero de su compañero y leal hasta el final. Todos estos personajes
centrales son interpretados por un grupo de jóvenes y desconocidos intérpretes
liderados por Noah Segan y Alexi Wasser. Pero también harán acto de presencia a
lo largo del metraje otros patrones dentro de las películas para adolescentes
ubicadas en un colegio, como una estudiante embarazada, una pareja de frikis
con pasión por el cine de terror de serie Z y que resultarán ser los más
inteligentes a la hora de tomar decisiones, la chica gorda que por su
apariencia física no gusta a los chicos, el guaperas que acuerda una apuesta
donde demostrar sus dotes de seductor…Como no podía ser de otra manera tras su
celebrada aparición en la primera Cabin Fever, el personaje del agente Winston
volverá a hacer acto de presencia, aumentándose además su peso en la historia
obsequiándole con una subtrama que, como todo lo concerniente a la historia en
la película, queda en nada. Asimismo abundan los cameos de comediantes y
celebridades dentro del ámbito de la televisión y el cine más freak de Estados
Unidos, caso de Mark Borchardt, Larry Fessenden o Judah Friedlander. Todo en
aras de poder montar una comedia de terror donde no se olvidan los consabidos
homenajes al género mediante claras inserciones de guiños a títulos tan
evidentes como Carrie o, nuevamente, Posesión infernal, aunque más bien en este
caso el objeto de imitación sea su divertida y transgresora secuela, Terroríficamente
muertos.
La película es entretenida y se deja ver a
pesar de lo arcaico de su historia, de cómo se desarrolla esta y, sobre todo,
un final anti climático, ya que la trama central finaliza de manera abrupta,
dejando al espectador con la sensación de la falta de metraje que cierre la
trama, para dejar su lugar a un innecesario epílogo, y que como apuntábamos
antes, tiene lugar en un club de striptease en el que trabaja una de las
estudiantes contagiadas del instituto de secundaria, momentos que por cómo están
rodados parecen tomados de una película totalmente diferente, y es que
posiblemente no fueran filmados por Ti West, evidenciando los problemas de
postproducción citados con anterioridad, siendo meros minutos de relleno que
conformen una duración standar. Pero un alto porcentaje de lo filmado sí que
denota los conocimientos y saber hacer del director de Los huéspedes o el
western El Valle de la venganza, predominando el delirio visual y buscando
constantemente resultar repulsivos y grotescos con secuencias como la de la
felación o el encuentro sexual en la piscina, el propio personaje del director
de la escuela o el momento de la orina en el bol de ponche. Todo está
construido para ese acto final en el baile de graduación donde la sangre, los
vómitos y las muertes copan la pantalla en un tour de forcé que si bien ha
tomado prestado del Cabin fever original su retorcido sentido del humor, ha
dejado de lado esos momentos de suspense y tensión que igualmente aparecían en
la película de Eli Roth. Los efectos de maquillaje están a la altura de lo que
un título como este necesita, donde vemos amputaciones, abortos y una gran
profusión de sangre y heridas pustulentas. Una vez más, predominando esa idea
de resultar un título incómodo y repulsivo, pero no tanto por lo que cuenta
sino por como lo muestra en pantalla.
Una secuela con gracia si le sabes seguir el
juego, y que se enmarca en unos curiosos insertos construidos mediante afeados dibujos
animados tanto en los títulos de crédito iniciales como de cierre. Con más de
parodia que de terror puro a pesar de lo explícito de la propuesta, Ti West
logra armar, a pesar de que la película no puede decirse que tenga su autoría
al no haber sido responsable el director de su montaje final, un
entretenimiento que sigue sacando réditos de la idea presentada por Eli Roth en
su opera prima, con un enemigo letal que se antoja escurridizo, imposible de
detectar y contagioso, altamente contagioso. Y es que contagio y juventud son
dos palabras que van de la mano en Cabin fever 2 en su implicación más sexual,
sino que se lo pregunten al personaje de Alex, a quien sus hormonas en modo
revolucionado acaban costándole caro, muy caro.
domingo, 17 de noviembre de 2019
CABIN FEVER (CABIN FEVER, 2002) 93´
“Terror en carne viva”
Varios amigos deciden, para celebrar el final
de curso académico, pasar unos días en una solitaria cabaña en medio del bosque
entre cervezas, risas y algo de sexo. Lo que desconocen es que en las
inmediaciones de donde van a instalarse se encuentra un hombre afectado por una
extraña y letal bacteria que termina por devorar la carne de quien infecta, y
que esta enfermedad es extremadamente contagiosa.
Opera prima del hoy conocido Eli Roth,
considerado uno de los padres fundacionales del terror del nuevo milenio,
caracterizado principalmente por dejar de lado un tipo de cine de género muy
característico de los noventa, debido principalmente al éxito de Scream, y que
se basaba en perpetuar el subgénero slasher en películas cuyo público potencial
principal era el adolescente, lo que obligaba a rebajar el nivel de crueldad y
explicitud de las películas a estrenar. En contra de esta idea, el propio Roth
aboga por una vuelta a un terror más directo, visceral y desagradable, tomando
como fuente de referencia constante el cine de género de los años setenta en
cuanto a formas y de la década de los ochenta en cuanto a contenido, tal y como
se puede verificar en esta, su primera película y que se basa en una idea
propia del director. Como buena opera prima que se precie, el proyecto hubo de
lidiar con inconvenientes varios, aunque comparativamente con primeras
películas de directores del género como Hooper, Romero o Craven, la experiencia
de Roth fue algo más tranquila, llevando a cabo un rodaje bastante cómodo, y sufriendo
los mayores esfuerzos tras la filmación en busca de una distribuidora que
apoyase la comercialización en cines de la película
Lo primero que llama la atención de Cabin
fever es descubrir tras las cámaras a un fan del género, un gran conocedor del
cine de terror que ha convertido su pasión en su profesión, y que utiliza
dichos conocimientos para construir un híbrido de extraña comedia de horror en
la que los elementos referenciales son constantes. Esta idea queda dibujada ya
desde la propia construcción de los personajes protagonistas, donde Roth
utiliza el estereotipo de este tipo de películas cercanas al slasher para
acabar retorciéndolos, y que lo que parecía de inicio claro no fuera tan
evidente. Así, de una parte tenemos a Rider Strong, conocido principalmente por
aparecer en la serie de televisión Yo y el mundo, dando vida a Paul, en apariencia el protagonista
principal, un chico enamorado de una de sus acompañantes, a quien ha convertido
en su amor platónico. Pero esta imagen inicial de un Paul con aspiraciones de
héroe acaban defenestradas cuándo vemos como actúa una vez se inicia la
epidemia entre el grupo, donde las luces se combinan con las sombras en la toma
de decisiones. Por otro lado, Jordan Ladd, vista en Club desmadre, precisamente
una parodia de Scream y de ese renacer del slasher para adolescentes que
vendría después y en Death Proof, en el papel de Karen, es dibujada en un
principio como la chica timorata y virginal del grupo, la perfecta final girl
de manual, para descubrir que nada de eso es así, como ella misma se encarga de
aseverar en diálogos como el de la ducha de hidromasaje, dejando de paso
patente el director que no va a ser la heroína al modo de Jamie Lee Curtis en
La noche de Halloween o Neve Campbell en Scream. James DeBello, un rostro
conocido en la comedia juvenil de finales de los noventa y principios de los
dos mil con apariciones en títulos como Cero en conducta, American Pie o Scary
Movie 2, da vida a Bert, el patán gracioso, quien finalmente también presentará
aristas en su comportamiento lejanas al estereotipo dibujado de inicio. Cerina
Vincet por su parte, presta sus facciones y físico para dar vida a Marcy, uno
de esos personajes que no puede faltar en una película con una propuesta como
la de Cabin fever, la chica díscola, desinhibida y cuyo principal aliciente
parece ser el de aparecer desnuda en varios momentos de la película. Pero una
vez más Roth retuerce los arquetipos haciendo de Marcy uno de los personajes
más fuertes y decididos, además de nobles, de la historia. Todo lo contrario de
un Joey Kern, Jeff en la cinta, abocado a aparecer como el guapito engreído destinado
a una pronta y cruenta muerte, resultando ser el que llevaba la razón a la hora
de tomar las decisiones que los diferentes protagonistas van planteándose una
vez se inicia la epidemia entre ellos, aunque ello no sea óbice para un final a
la altura, y que no por menos esperado resulte tremendamente acertado. No
podemos obviar, hablando de los actores principales de la película, la
aparición del propio Eli Roth en un papel anecdótico, siendo de inicio su
intención dar vida al agente Winston, idea que desecho una vez vio el casting para
dicho rol de Giuseppe Andrews (quien ya había coincidido con James DeBello en
la anteriormente citada Cero en conducta) y que hizo que este actor le encajara
a la perfección para un papel tan alocado y esperpéntico.
La película es uno de esos exponentes de cine
de cabaña en el bosque, casi un subgénero desde el estreno en 1981 de Posesión
infernal, idea que se refrendaría con el estreno de Cabin in the Woods en 2012,
lo que nos permite aislar al grupo de protagonistas principales en un ambiente
desconocido y cuasi hostil frente a un horrible enemigo común. La gran
aportación de Roth en este sentido es que, para conformar a ese terrorífico
antagonista, deja de lado los psicópatas de extravagante presencia o malignos
demonios vistos en otras películas del género, fijándose en una enfermedad real
como fuente de toda la trama. Y es que la idea de Cabin fever llegaría, como
suele ser habitual en numerosas ocasiones, de una vivencia propia del director,
quien contrajo un extraño virus en la piel, situación que le llevó a indagar y tomar
una infección real, la fascitis necrosante, como base sobre la cual construir
una enfermedad altamente contagiosa y letal que elevaba al cubo las
características principales y reales de la citada afección bacteriológica. Esta
idea permite a la película jugar con dos elementos importantes. De una parte
los efectos de esta patología sobre los afectados da pie a que los responsables
de maquillaje se regodeen en unas caracterizaciones donde las heridas
pustulentas y sanguinolentas son la principal marca de la casa, posibilitando
secuencias tan impactantes a nivel no solo visual sino de repelencia
sintomática como las del baño de Marcy y esa depilación extrema o el momento en
que Karen se encuentra en uno de los últimos estadios de la enfermedad con
media cara comida por las bacterias. Además, y este es probablemente la
aportación más relevante de la película y que la elevaría por encima de decenas
de títulos similares, es que en esta ocasión nos encontramos ante un enemigo
del que no hay posibilidad de escapatoria una vez entra en contacto con su
víctima, lo que le hace más terrible y letal, lo que unido a su procedencia y
origen real frente a fantasiosos psicópatas inmortales, la convierte en más
terrorífica. Y es que escoger un villano en forma de mortal bacteria es una
variante que no había sido desarrollada en demasiadas ocasiones dentro del cine
de terror, a pesar de que ya existían ejemplos anteriores en títulos como Rabia
o The crazies, pero lejos, muy lejos en número de explotaciones de otras ideas
en forma de enormes psicokillers, alienígenas de intenciones aviesas o demonios
con la posesión como objetivo central.
Hay que destacar el extraño y desconcertante estilo
que el director marca para la película, y que oscila de manera consciente entre
el cine de terror visceral, con la propia trama narrada y que además en algunos
momentos ahonda en el dramatismo de la situación o de las decisiones a tomar,
con momentos tan potentes como el propio final del personaje de Karen o el
destino escogido para el quinteto protagonista, con ciertos momentos cómicos,
incluso bizarros, muchos de los cuales están protagonizados por el grupo de
rednecks que el director se encarga de parodiar, chiste de niggers incluido,
siendo el personaje de Winston el más característico dentro de esta inclusión
de elementos absurdos. Este estilo infundido a la película sería precisamente
uno de los elementos, que, precisamente por extraños, encumbrarían a la cinta a
cierto status de título de culto, algo que a todas luces parece excesivo viendo
el resultado final de Eli Roth en su primer largometraje, donde, si bien resulta una correcta película de género, se aprecian numerosos recursos manidos tratando de dar potencia visual a la cinta, con esas secuencias presentadas en un rojo fundido como exponente principal. Y sin embargo una
buena campaña publicitaria, un estimado éxito en taquilla y, quizás lo más
importante, lograr llamar la atención de Quentin Tarantino, quien de alguna
manera acabaría convertido en padrino de su director, harían de Cabin fever una
película lanzadera de una trilogía, con remake incluido. Todo un merito para un
director novel de treinta años con una innegable pasión por el cine de terror,
algo de medios y una pizca de suerte, quien gracias a Cabin fever lograría
hacerse un hueco en el cine de terror moderno tanto como director, productor, e
incluso actor, todo un todoterreno que pocos años más tarde tocaría el cielo
dentro del género que tanto amaba con una película llamada Hostel. Pero eso es
otra historia.
martes, 12 de noviembre de 2019
...Y PARA LA SEGUNDA QUINCENA DE NOVIEMBRE
Noviembre, época de frios, catarros, y gripes, que mejor momento para abordar la saga iniciada con la opera prima de Eli Roth, Cabin Fever. Tengan mantas y pañuelos preparados, los virus son de aupa.
jueves, 7 de noviembre de 2019
EL DÍA DE LOS MUERTOS (DAY OF THE DEAD, 2008) 85´
Un pueblo se encuentra en estado de
cuarentena por un brote de gripe, siendo lo más extraño de esta situación que el ejército
controla los accesos al lugar para evitar que nadie entre o salga del
perímetro. Pero este virus mutará hasta transformar a los infectados en zombies
sedientos de carne humana, convirtiendo esta pequeña localidad en una ratonera
donde los pocos supervivientes son cazados uno a uno por una multitud cada vez
mayor de muertos vivientes.
El gran éxito de público, pero también de
crítica, obtenido por Zack Snyder con su opera prima Amanecer de los muertos,
propició un aluvión de películas con los muertos vivientes como grandes
protagonistas, a lo que hay que unir el estreno un par de años atrás de 28 días
después, siendo ambos los dos títulos fundacionales del resurgir que en el
nuevo milenio se vivió de este subgénero dentro del cine de terror. En este
caso nos encontramos con una re visitación de varias de las ideas presentadas
por George A. Romero en su película de 1985 El día de los muertos, no pudiendo
hablar de un remake como tal, ya que ni siquiera toma la idea argumental
central, cosa que si veíamos sin embargo en Amanecer de los muertos. Steve
Miner, viejo conocido del género y responsable de títulos tan interesantes para
el aficionado como las dos primeras secuelas de Viernes 13, House, una casa
alucinante o Warlock el brujo, es el director de la película que nos ocupa, la
cual ha sido guionizada por Jeffrey Reddick, conocido especialmente por ser el
autor de los guiones de Destino final y varias de sus secuelas. En este caso,
tal como hemos apuntado, se toma como base de inspiración la cinta de George A.
Romero estrenada más de veinte años atrás, en línea con lo ya hecho por Zack
Snyder con Zombie, pero mucho más alejada en esta ocasión de su base original.
Las líneas de cohesión de este título con el
dirigido por Romero se encuentran principalmente en ver como el protagonismo se
centra en un estamento como es el militar, aunque en esta ocasión eliminando la
ferviente negatividad adscrita a este grupo, un elemento muy presente en la
película original. Asimismo vemos en el acto final la aparición en escena de
los científicos, el otro gran estrato social protagonista en la cinta de 1985,
y que se contraponía frontalmente a las aspiraciones de los soldados, en un
enfrentamiento absoluto de ideas y formas de actuación ante la epidemia zombie.
Para asegurarse que el público entiende que la película se mira en la historia
escrita y dirigida por el director de La noche de los muertos vivientes, no se
olvida de insertar nuevamente al personaje de Bub, probablemente el más icónico
de la primigenia El día de los muertos. Finalmente sí que parece quedar patente
que esta historia se situaría anteriormente a lo visto en la década de los ochenta,
siendo una especie de precuela de esta, un nuevo inicio de la plaga de muertos
vivientes resucitados, que como no podía ser de otra manera después de
estrenada la anteriormente citada 28 días después, se apunta en esta ocasión se
debe a causas infecciosas o víricas, lejos de teorías más cercanas a los
postulados manejados por Romero en su ciclo de películas.
La película cuenta con un interesante plantel
de protagonistas comandados por una Mena Suvari post American Pie y American
beauty, los dos títulos que la encumbraron de manera muy circunstancial y
limitada en el tiempo como joven actriz de moda, y que ya en este 2008 se
hallaba inmersa en producciones de segunda lejos del glamour de Hollywood. La
menuda intérprete da vida a uno de los militares protagonistas, y hay que
reconocer que en parte por tratarse de un rostro fácilmente reconocible, en
parte porque no lo hace mal, compone un personaje al menos interesante. Junto a
Suvari podemos ver a un grupo de jóvenes y desconocidos intérpretes en papeles
vistos con anterioridad en decenas de filmes similares, y donde solamente
cabría destacar la participación de Nick Cannon, pero no por motivos
cinematográficos, sino porque durante algo menos de una década se convertiría
en el marido de la cantante Mariah Carey. Pero si hay un personaje que obtiene
de inmediato la complacencia del espectador por lo que supone de guiño, ese es
el interpretado por Ving Rhames, ya visto en Amanecer de los muertos, y que da el
pego perfecto como rudo capitán dentro del grupo de soldados, personaje bautizado
en el guion como Rhodes, uno de los múltiples guiños que la película presenta
en relación a la primigenia El día de los muertos, lo mismo que sucede con Mena
Suvari, Sarah en la cinta, idéntico nombre que el de la actriz Lori Cardille en
la cinta de mediados de los ochenta.
La película se inicia con un arranque que nos
hace temer lo peor, minutos donde la trama discurre de manera lenta y sin
sobresaltos. Todo hasta que llegamos al minuto veinticinco de metraje, momento
donde arranca la acción y el gore, y donde los zombies y la sangre hacen su
aparición para no abandonarnos hasta el final. El concepto de estos seres en
esta ocasión, no solo no abandona las cualidades dados a estos en las últimas
películas de género surgidas a raíz de las anteriormente mencionadas 28 días
después y Amanecer de los muertos, la rapidez y agilidad frente al hieratismo y
lentitud de los muertos vivientes creados por Romero, sino que además eleva
estas cualidades al cuadrado en cuanto a capacidades respecto a otros títulos
modernos. Así, vemos como los zombies de El día de los muertos corren
endiabladamente, trepan por los techos, utilizan herramientas y tienen una
capacidad de salto sobrenatural. Y esas capacidades otorgadas a los zombies
hacen del presente título un ejercicio dinámico, entretenido y
adrenalítico. Steve Miner no está interesado en ofrecer un alegato de
crítica social, o de adentrarse en la psique de sus protagonistas, como haría
Romero en su visión de esta historia, sino que lo que busca es entretenimiento
puro y duro, algo que logra de manera muy eficiente, tal y como podemos ver en
la estupenda escena en la que el caos se apodera del hospital cuándo, de manera
simultánea, todos los enfermos del recinto se transmutan en zombies. A esto
ayuda además un holgado presupuesto para lo que se maneja en este tipo de
productos destinados al directo a DVD, más de quince millones de dólares, con
lo que el equipo de efectos especiales y de maquillaje puede llevar a cabo un
trabajo más que correcto, y que posibilita el mostrar con todo lujo de detalles
decapitaciones, amputaciones, mordiscos que arrancan la carne…
En definitiva, un entretenida cinta de
género, donde lo peor está en un primer acto, y en menor medida, un acto final,
que se encuentran por debajo del nivel de endiablo ritmo que soporta el resto
de película. Steve Miner es un director solvente y los resultados así lo
atestiguan, siendo este El día de los muertos una especie de hermana pequeña de
Amanecer de los muertos, evidentemente sin la calidad de su hermana mayor, pero
que nos ofrece un muy entretenido y salvaje ejercicio de cine zombie, una
agradable sorpresa una vez superamos nuestra reticencia inicial. Muertos
vivientes en perfecto estado físico, lo que no les hace más terroríficos que
los zombies vistos en el cine de Romero, pero si más peligrosos.
domingo, 3 de noviembre de 2019
AMANECER DE LOS MUERTOS (DAWN OF THE DEAD, 2004) 115´
Ana, enfermera de un hospital de Milwaukee,
despierta en la mañana tras una tarde de trabajo ciertamente caótica tras lo
que padece un estallido de ataques indiscriminados entre la población. Su
vecina, una niña de unos doce años, se encuentra en el quicio de la puerta de
su habitación, abalanzándose inesperadamente sobre su marido a quien secciona
la garganta de un brutal mordisco. Este fallece entre estertores de sangre
segundos más tarde para inmediatamente volver a la vida tratando de
atacar a su mujer como instantes atrás acababa de hacer la niña consigo mismo.
Cuándo la mujer logra escapar de su hogar se encuentra con unas calles sumidas
en la muerte y el caos. Las personas se atacan entre ellas en un maremagno de explosiones,
muertes y accidentes de tráfico.
Excelente carta de presentación de Zack
Snyder que debutaría con un remake del clásico de George A. Romero Zombie
(1978) con capacidad para desmarcarse rápidamente de su fuente de inspiración
tomando su propio camino, convirtiéndose por méritos propios en piedra angular
del sub género zombie del nuevo milenio y cuyo éxito desembocaría en toda
una eclosión de cine, literatura y moda por lo zombie que hoy en día aún
perdura. Snyder iniciaba de esta manera una más que interesante carrera
cinematográfica amparada en el predominio de un estilo visual en constante
búsqueda de la innovación, como así lo atestiguan títulos como 300, Sucker
Punch o Watchmen, una de las mejores adaptaciones al cine del mundo del cómic,
sino la mejor. Es por ello, su énfasis en el apartado de la imagen,
precisamente que muchos han denostado el trabajo de un cineasta que por lo
menos ha sido capaz de crear una marca de agua en su cine y que, efectos
visuales y ópticos aparte, se ha desmarcado como un estupendo narrador de
historias, como así quedaba constancia con su opera prima.
La cinta se inicia con un prologo brutal que
finaliza con una secuencia que sería mil veces imitada con posterioridad,
incluso plagiada directamente como sucediera en la quinta entrega de Resident evil
Venganza, de Paul W. Anderson, y que muestra con total acierto como sería un
brote zombie en un pequeño barrio residencial de clase media con el caos, la
muerte, el terror y la sorpresa tomando las calles. Llegamos de esta manera y
tras únicamente cinco minutos de metraje a situar al espectador en medio de la
acción para ser testigos de unos excelentes títulos de crédito, una especie de
prueba de lo que el propio Snyder sería capaz de mostrar años más tarde en esa
joya que son los títulos de crédito iniciales de la anteriormente citada Watchmen,
estrenada en 2009. Inmediatamente se presenta a varios de los personajes
centrales de la trama para trasladarlos al centro comercial donde se desarrolla
el grueso de la película, ubicación que en realidad es el único nexo de unión
con la aclamada cinta de Romero filmada casi treinta años antes. Y ahí
acaban todos los paralelismos entre ambas películas, amén de los títulos en
ingles de ambas cintas y constantes guiños al original repartidos en la cinta
de Snyder que merece la pena rebuscar a lo largo de la historia. A partir de
ese momento el atinado guion de James Gunn, director de la interesante Slither
y la celebrada Guardianes de la galaxia, indaga en una apuesta por el terror
con cierto trabajo de personajes, algo que se agradece ante la habitual
vacuidad de los protagonistas en este tipo de cine, y unas señas de identidad
propias que parten por mostrar unos zombies con unos maquillajes sobresalientes,
y que sustituyen las maneras lentas y torpes de las criaturas dadas a conocer por
Romero en su saga cinematográfica por zombies ágiles, rápidos y con más fuerza
que sus antecesores. Si bien hay que remarcar que fue Danny Boyle en 28 días
después el primero en presentarnos abiertamente esta tipología de infectados, aunque
es de recibo reconocer que hay presencias anteriores de este tipo de muertos
vivientes, fue el éxito comercial de Amanecer de los muertos quien consagro a
esta nueva especie, que ofrecía mayor peligro que sus pausados homólogos, y por
lo tanto la posibilidad de resultar más aterradores que sus antecesores.
La película cuenta con una narrativa
perfectamente manejada a lo largo de su hora y tres cuartos, y que mantiene
constantemente la atención sobre lo que está sucediendo en pantalla. Se
presentan de esta manera varias líneas argumentales secundarias como el
embarazo y posterior parto de Luda o la supervivencia de Andy en la armería
ubicada frente al centro comercial en el que se ocultan los protagonistas. A
esto se une un tratamiento coral del protagonismo que permite que bastantes de
los personajes, no todos ciertamente, que pueblan la cinta, disfruten de cierto
desarrollo dramático. Snyder tiene la suerte de contar además con actores con
recursos suficientes para no convertirse en mera carne de cañón de quienes en
muchas ocasiones se erigen en los verdaderos protagonistas de películas de este
tipo, los zombies. Sarah Poley encarna con convicción el papel de heroína a la
fuerza. Junto a ella un Jake Weber conocido especialmente por su papel de
abnegado marido de Patricia Arquette en la serie de televisión Medium. Estos
dos personajes vivirán una relación sentimental que, hay que señalarlo, resulta
forzada e innecesaria. Tanto ella como el acaban de perder a sus respectivas
familias y no se entiende que en apenas unas semanas tengan la necesidad, y menos
en una situación como la que están viviendo, de iniciar un romance. Más
entendible son los encuentros sexuales entre los personajes de Steve y Mónica,
limitados a servir de evasión ante la situación que viven los protagonistas.
También nos encontramos a un habitual del género como Ving Rhames haciendo de
Ving Rhames, quien a raíz de esta película sería un actor con cierta querencia
por el cine de terror, y varios secundarios solventes entre los que destacan el
guarda de seguridad mezquino reconvertido en héroe, el canalla egocéntrico que
tiene su merecido final o la breve pero contundente aparición de Matt Frewer
como un superviviente herido por un mordisco que posibilita un debate ético
sobre el asesinato preventivo o no de un ser humano.
En el terreno de los efectos especiales
podemos disfrutar, tal como apuntábamos con anterioridad, de un excelso
maquillaje que va más allá del tratamiento de los rostros de los cadáveres
resucitados, encontrando todo un recital de criaturas de todo tipo, a medio
consumir, cadáveres más frescos, amputados… por lo que hay que elogiar el
trabajo de los responsables del área de maquillaje por un arduo trabajo que
pasaba por trabajar con centenares de extras. Otro de los aspectos destacables
es el trabajo de los efectos mecánicos y físicos frente al uso abusivo de la
tecnología infográfica a la hora de resolver las situaciones más impactantes a
nivel visual, y eso que estamos hablando de Zack Snyder, quien acabaría
filmando películas completas con el recurso de la pantalla de croma. Si bien
nos encontramos con alguna secuencia que ha optado por el uso del ordenador
para abordar su resolución, y que curiosamente son las que más evidencian su
artificialidad, en la mayoría de impactos, detonaciones y amputaciones se ha
optado por utilizar efectos mecánicos de la antigua escuela, como demuestra la
secuencia en la que los supervivientes del centro comercial juegan con Andy a
buscar parecidos entre la horda de zombies ubicada en el solar del parking para
volarles la cabeza. Se demuestra en este caso que es mucho más efectivo y
efectista el uso de detonaciones controladas bajo el maquillaje de los actores
que la utilización de efectos de infografía aplicados al negativo para simular
los estallidos de los cráneos.
Uno de los elementos que llama la atención de
Amanecer de los muertos es su acabado lleno de detalles y ese evidente cariño
hacía el producto final, como certifican la aparición de Tom Savini,
maestro de los efectos especiales y responsable de este campo en Zombie,
haciendo el papel de sheriff visto por la televisión y que da las pautas para
acabar con los zombies disparándoles en la cabeza. Además de Savini es
ineludible citar la aparición de Ken Foree, uno de los protagonistas de la
película de Romero, como telepredicador, quien nos brinda además un par de
frases de cabecera de la película, la celebrada “Cuándo no haya más sitio en el
infierno los muertos caminarán sobre la tierra” y la menos conocida pero igual
de impactante “¿Cómo creíais que os juzgaría nuestro Dios? Bien, ahora ya lo
sabéis”. Otro factor donde se vislumbra el cariño con el que se ha tratado
la cinta es lo trabajado de sus títulos de crédito iniciales y finales,
ofreciendo al espectador un trabajo cuidado a nivel técnico de principio a fin.
Además, donde muchas películas empiezan con fuerza en su parte inicial para ir
desinflándose conforme avanza el metraje, Amanecer de los muertos mantiene una
constante tensión y la inclusión de espectaculares secuencias a cada momento
que alternan a la perfección con momentos más evasivos y que tienden a mostrar
las propias relaciones personales de los protagonistas ante la terrible
situación que les ha tocado vivir. Este mimo por el producto llega hasta un
cierre donde puede atisbarse un último guiño al cine italiano de muertos
vivientes con ese Nueva York bajo el terror de los zombies como uno de sus
títulos de cabecera. Por último añadir como ya indicábamos con antelación la
multitud de pequeños homenajes al título de 1979 insertados en la película y
que evidencian un cariño y respeto hacía el original fuera de toda duda.
Amanecer de los muertos se erige de esta
manera con sus virtudes y defectos, que alguno tiene, como la aparición de
personajes nada desarrollados o la inclusión de la cámara lenta en determinados
momentos de acción que frenan su impacto visual, en la punta de lanza del sub
género zombie del segundo milenio, marcándose como referencia a la hora de
abordar nuevos proyectos sobre el tema y siendo responsable, para bien o para
mal, de la ola zombie que ha invadido todos los campos del entretenimiento,
pasando de ser un sub género marginal a toda una marca de primera línea, como así
lo demuestran blockbusters como Guerra Mundial Z o series para televisión del calado de The
walking dead. Obra obligada para todo amante de la carne putrefacta y los
mordiscos infectados. Y no lo olviden, disparen siempre a la cabeza.
viernes, 1 de noviembre de 2019
LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (NIGHT OF THE LIVING DEAD, 1990) 92´
Barbara y su hermano Johnnie son atacados en
el cementerio mientras visitan la tumba de su madre por un hombre de aspecto
demacrado. Barbara logra huir y se refugia en una casa cercana donde descubre
que hay más seres violentos acechándola. No tarda en llegar al mismo lugar una
furgoneta de la cual se baja Ben, un hombre que cuenta a Barbara que ha sido
testigo de cómo los muertos se han levantado de sus tumbas para atacar a los
seres vivos, y que únicamente disparándoles a la cabeza se puede
detenerlos.
Poco más de veinte años después de estrenada
su obra más conocida, George A. Romero consideró que era el momento de abordar
un remake de la misma, contando para la ocasión con más presupuesto, medios y
experiencia a la hora de llevarlo a cabo. Con guion del propio Romero, el cual
repetía de manera prácticamente lineal lo ya narrado en la película de 1968,
sería Tom Savini la persona escogida para dirigir la historia. Savini, uno de
los grandes nombres dentro del campo de los efectos especiales y de maquillaje
ligados al cine de horror contemporáneo, era un viejo conocido de Romero, con
quien ya había colaborado en varias de sus aproximaciones al género de los muertos
vivientes, siendo este su primer y único trabajo hasta la fecha como realizador
de largometrajes, habiendo ejercido esta misma función en varias ocasiones más
como director de episodios para televisión. Savini se ha convertido además con
el paso del tiempo en uno de esos tótems indisolubles del género, donde además
de su labor como técnico de maquillaje y efectos, ha cobrado gran protagonismo
a raíz de participar como actor en infinidad de títulos, bien en papeles
secundarios, episódicos o con meros cameos, destacando su aparición como Sex
Machine en Abierto hasta el amanecer, habiéndolo visto igualmente delante de
las cámaras en el Zombie de Romero como uno de los miembros de la banda de
moteros que asola el centro comercial donde se desarrolla la trama.
El resultado de esta revisión de todo un
clásico como es La noche de los muertos vivientes no puede ser más
satisfactorio, y es que, no solo está a la altura de su antecesora, sino que mejora
algunos elementos respecto a la versión de Romero, dando todo el sentido a la
idea de un remake, ya que actualiza a toda una nueva generación de espectadores
una cinta tan acertada como La noche de los muertos vivientes, pero la cual
había perdido empaque con el paso de los años en base a la propia gestación y
desarrollo amateur de esta obra. De esta manera Savini acaba manejando
con gran soltura el material con el que cuenta, con el condicionante añadido de
que estuvo muy presionado durante el rodaje, dado lo icónico de la película
objeto de la revisión. Igualmente sufrió imposiciones en relación a la carga de
gore de la película, y aunque el resultado final es satisfactorio a este
respecto, acabo estando muy por debajo de lo previsto inicialmente en cuanto a
sangre y casquería se refiere. Savini demuestra además ser un gran conocedor
del lenguaje cinematográfico, fruto de los más quince años de carrera ligada al
cine que por aquel entonces tenía, y ofrece una película ágil y dinámica,
siendo en este sentido más entretenida que la versión de 1968, la cual tenía
más tiempos muertos en la trama, y eso a pesar que la duración de ambas es muy
similar, con buenos momentos de terror y que no desfallece en ningún momento,
manteniendo además ese epílogo tan negativista de la obra en la que se basa,
impactando el estilo visual escogido, con esos fotogramas granulados que
muestran la degradación que el ser humano a alcanzado en apenas unas horas en
su forma de enfrentarse a esa resurrección de sus fallecidos. La película,
obviamente, presenta mejores efectos de maquillaje y trucajes gore que la
película de Romero, lo que la hace más efectiva en su intención de impactar,
pero por el contario carece del elemento sorpresa de esta, todos sabemos que es
lo que se nos va a ofrecer desde el primer fotograma. Tampoco hace falta,
menos a estas alturas, en donde todo el mundo es conocedor del género zombie,
de sus constantes y marcas de la casa.
Respecto al elenco de intérpretes de esta
nueva versión, Savini tuvo la fortuna de contar con varios nombres que
acabarían por convertirse en indisolubles dentro del cine de terror, lo que
acaba por dar a la cinta un caché no buscado que la hace aún más especial para
el aficionado. Patricia Tallman, actriz y doble de acción, hace el papel de
Barbara, quien, si bien de inicio toma las maneras y actitud del mismo
personaje visto en la película de 1968, acaba por virar de rol y, en pleno
germen de los personajes femeninos con fuerza (Ripley ya había protagonizado
dos películas de Alien y Terminator 2 con una vigoréxica Linda Hamilton estaba
próxima en llegar), acaba por convertirse en una aguerrida mujer dispuesta a
todo por sobrevivir, siendo de hecho el desarrollo de su personaje una de las
variantes más interesantes frente a la primera versión de la historia, donde
Barbra era poco menos que una espectadora en estado catatónico ante los hechos
que están aconteciendo y con un final dramático ante su apática actuación. Por
su parte Tony Todd (Candyman, Hatchet, Destino final) encarna a Ben con la
misma fuerza e intensidad que en el pasado lo hiciera Duane Jones, siendo
también su destino el mismo, aunque con una variante que suena a guiño. Otro de
los papeles destacados, el del villano Harry Cooper recaería en esta ocasión en
Tom Towles (Henry, retrato de un asesino, La casa de los 1000 cadáveres,
Halloween, el origen), aportando toda su fuerza a un personaje que tanto en la
cinta de finales de los sesenta como en esta de principios de los noventa acaba
por resultar odioso, tal y como se encarga de recalcar la propia Barbara en un
final que nuevamente da una ligera vuelta de tuerca a lo ya contado veinte años
atrás. No podemos obviar el papel secundario de Bill Moseley como Johnnie,
hermano de Barbara, otro de esas estrellas del cine de terror con apariciones
en películas tan icónicas como La matanza de Texas 2, El ejército de las
tinieblas o Los renegados del diablo entre una extensa filmografía de más de
cien títulos.
Si bien en lo que respecta a la historia este
remake, que llena de color la versión en
blanco y negro de la obra primigenia, no va a sorprender para nada más allá de
pequeños, y acertados, cambios en el devenir de algunos personajes, si que se
trata de una recomendada revisión que gustará tanto a quienes consideran La
noche de los muertos vivientes de 1968 una obra de culto, ya que como tal es
respetada y abordada en esta nueva versión, como a quienes consideran la
película de Romero algo lenta y tediosa, pero que igualmente disfrutan del
género que esta primera película creó. Con un final que deja patente ese aire
fatalista aportado por Romero en su opera prima, no podemos dejar de apreciar
el trabajo de un Savini, quien bajo el mecenazgo del mismo Romero, creó una
obra con una potencia visual y conceptual no solo a la altura del título
homenajeado, sino que por momentos llega a superar.