Hasta una escuela de secundaria llega un
cargamento de agua embotellada contaminada por una terrible bacteria que una
vez te infecta acaba por devorar la carne de a quien enferma. Dicho líquido,
por avatares del destino, formará parte del ponche utilizado en el baile de
graduación del instituto, desatándose de esta forma una vorágine de muerte y
horribles pústulas y heridas abiertas.
El boca a boca, apoyado en una estimable
campaña publicitaria y promocional, había convertido a Cabin fever, estrenada
siete años atrás, en un film casi de culto, mitificado incluso más cuándo su
máximo responsable, Eli Roth, dirigiera Hostel, con Quentin Tarantino en la
producción. Es por ello que se consideró la gestación de una secuela que
perpetuara esa mezcla de comedia alocada y explícita cinta de horror vista en
la opera prima de Roth. En esta ocasión sería Ti West el director escogido para
dirigir la secuela, siendo además uno de los responsables de escribir la
historia de la película, sorprendiendo de inicio el estilo que tiene esta
segunda entrega frente a otros títulos del mismo director, como puede ser La
casa del diablo, estrenada ese mismo año, y donde la contención y un tempo
narrativo pausado, lento por momentos, era la marca de la casa de su autor.
Nada de eso encontramos en Cabin fever
2, sostenida en un tono paródico, excesivo y donde lo cómico predomina sobre lo
terrorífico, una comicidad eso sí, no apta para estómagos delicados. Parte de
esta contrapuesta dualidad en el estilo se debe a que el director, tras
importantes discrepancias con los productores de la película, no participaría
en la fase de postproducción de la misma, y si bien buena parte de lo filmado
sí que fue rodado por el propio West, aunque escama un largo e innecesario
epílogo en un club de striptease que apunta a otro responsable tras las
cámaras, este no participaría en ningún momento en el montaje final estrenado,
y que de hecho difería bastante de las ideas que este tenía en mente a la hora
de montar la película.
Cabin fever se inicia enlazando directamente
con la cinta de 2002 mediante una breve secuencia donde se recupera al
personaje de Paul, escena que se resuelve de una forma que deja meridianamente
patente por donde va a transcurrir la trama, el descontrol y el exceso como
características principales. Si en la película de Eli Roth la historia se
desarrollaba en la prototípica cabaña en medio de un solitario bosque, en esta
ocasión vemos como la trama se traslada a otro arquetipo dentro del cine de
terror, un instituto en plena preparación de su baile de graduación, lo que
permite a la película conjugar todos y cada uno de los personajes más
estereotipados de estas cintas juveniles de instituto. El chico listo y apocado
enamorado desde niño de su mejor amiga, novia a su vez del peor de los tipos,
un estudiante violento y agresivo. También contamos con el amigo socarrón,
consejero de su compañero y leal hasta el final. Todos estos personajes
centrales son interpretados por un grupo de jóvenes y desconocidos intérpretes
liderados por Noah Segan y Alexi Wasser. Pero también harán acto de presencia a
lo largo del metraje otros patrones dentro de las películas para adolescentes
ubicadas en un colegio, como una estudiante embarazada, una pareja de frikis
con pasión por el cine de terror de serie Z y que resultarán ser los más
inteligentes a la hora de tomar decisiones, la chica gorda que por su
apariencia física no gusta a los chicos, el guaperas que acuerda una apuesta
donde demostrar sus dotes de seductor…Como no podía ser de otra manera tras su
celebrada aparición en la primera Cabin Fever, el personaje del agente Winston
volverá a hacer acto de presencia, aumentándose además su peso en la historia
obsequiándole con una subtrama que, como todo lo concerniente a la historia en
la película, queda en nada. Asimismo abundan los cameos de comediantes y
celebridades dentro del ámbito de la televisión y el cine más freak de Estados
Unidos, caso de Mark Borchardt, Larry Fessenden o Judah Friedlander. Todo en
aras de poder montar una comedia de terror donde no se olvidan los consabidos
homenajes al género mediante claras inserciones de guiños a títulos tan
evidentes como Carrie o, nuevamente, Posesión infernal, aunque más bien en este
caso el objeto de imitación sea su divertida y transgresora secuela, Terroríficamente
muertos.
La película es entretenida y se deja ver a
pesar de lo arcaico de su historia, de cómo se desarrolla esta y, sobre todo,
un final anti climático, ya que la trama central finaliza de manera abrupta,
dejando al espectador con la sensación de la falta de metraje que cierre la
trama, para dejar su lugar a un innecesario epílogo, y que como apuntábamos
antes, tiene lugar en un club de striptease en el que trabaja una de las
estudiantes contagiadas del instituto de secundaria, momentos que por cómo están
rodados parecen tomados de una película totalmente diferente, y es que
posiblemente no fueran filmados por Ti West, evidenciando los problemas de
postproducción citados con anterioridad, siendo meros minutos de relleno que
conformen una duración standar. Pero un alto porcentaje de lo filmado sí que
denota los conocimientos y saber hacer del director de Los huéspedes o el
western El Valle de la venganza, predominando el delirio visual y buscando
constantemente resultar repulsivos y grotescos con secuencias como la de la
felación o el encuentro sexual en la piscina, el propio personaje del director
de la escuela o el momento de la orina en el bol de ponche. Todo está
construido para ese acto final en el baile de graduación donde la sangre, los
vómitos y las muertes copan la pantalla en un tour de forcé que si bien ha
tomado prestado del Cabin fever original su retorcido sentido del humor, ha
dejado de lado esos momentos de suspense y tensión que igualmente aparecían en
la película de Eli Roth. Los efectos de maquillaje están a la altura de lo que
un título como este necesita, donde vemos amputaciones, abortos y una gran
profusión de sangre y heridas pustulentas. Una vez más, predominando esa idea
de resultar un título incómodo y repulsivo, pero no tanto por lo que cuenta
sino por como lo muestra en pantalla.
Una secuela con gracia si le sabes seguir el
juego, y que se enmarca en unos curiosos insertos construidos mediante afeados dibujos
animados tanto en los títulos de crédito iniciales como de cierre. Con más de
parodia que de terror puro a pesar de lo explícito de la propuesta, Ti West
logra armar, a pesar de que la película no puede decirse que tenga su autoría
al no haber sido responsable el director de su montaje final, un
entretenimiento que sigue sacando réditos de la idea presentada por Eli Roth en
su opera prima, con un enemigo letal que se antoja escurridizo, imposible de
detectar y contagioso, altamente contagioso. Y es que contagio y juventud son
dos palabras que van de la mano en Cabin fever 2 en su implicación más sexual,
sino que se lo pregunten al personaje de Alex, a quien sus hormonas en modo
revolucionado acaban costándole caro, muy caro.
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