martes, 19 de noviembre de 2019

CABIN FEVER 2 (CABIN FEVER 2; SPRING FEVER, 2009) 87´



Hasta una escuela de secundaria llega un cargamento de agua embotellada contaminada por una terrible bacteria que una vez te infecta acaba por devorar la carne de a quien enferma. Dicho líquido, por avatares del destino, formará parte del ponche utilizado en el baile de graduación del instituto, desatándose de esta forma una vorágine de muerte y horribles pústulas y heridas abiertas.



El boca a boca, apoyado en una estimable campaña publicitaria y promocional, había convertido a Cabin fever, estrenada siete años atrás, en un film casi de culto, mitificado incluso más cuándo su máximo responsable, Eli Roth, dirigiera Hostel, con Quentin Tarantino en la producción. Es por ello que se consideró la gestación de una secuela que perpetuara esa mezcla de comedia alocada y explícita cinta de horror vista en la opera prima de Roth. En esta ocasión sería Ti West el director escogido para dirigir la secuela, siendo además uno de los responsables de escribir la historia de la película, sorprendiendo de inicio el estilo que tiene esta segunda entrega frente a otros títulos del mismo director, como puede ser La casa del diablo, estrenada ese mismo año, y donde la contención y un tempo narrativo pausado, lento por momentos, era la marca de la casa de su autor. Nada de eso encontramos en Cabin fever 2, sostenida en un tono paródico, excesivo y donde lo cómico predomina sobre lo terrorífico, una comicidad eso sí, no apta para estómagos delicados. Parte de esta contrapuesta dualidad en el estilo se debe a que el director, tras importantes discrepancias con los productores de la película, no participaría en la fase de postproducción de la misma, y si bien buena parte de lo filmado sí que fue rodado por el propio West, aunque escama un largo e innecesario epílogo en un club de striptease que apunta a otro responsable tras las cámaras, este no participaría en ningún momento en el montaje final estrenado, y que de hecho difería bastante de las ideas que este tenía en mente a la hora de montar la película.



Cabin fever se inicia enlazando directamente con la cinta de 2002 mediante una breve secuencia donde se recupera al personaje de Paul, escena que se resuelve de una forma que deja meridianamente patente por donde va a transcurrir la trama, el descontrol y el exceso como características principales. Si en la película de Eli Roth la historia se desarrollaba en la prototípica cabaña en medio de un solitario bosque, en esta ocasión vemos como la trama se traslada a otro arquetipo dentro del cine de terror, un instituto en plena preparación de su baile de graduación, lo que permite a la película conjugar todos y cada uno de los personajes más estereotipados de estas cintas juveniles de instituto. El chico listo y apocado enamorado desde niño de su mejor amiga, novia a su vez del peor de los tipos, un estudiante violento y agresivo. También contamos con el amigo socarrón, consejero de su compañero y leal hasta el final. Todos estos personajes centrales son interpretados por un grupo de jóvenes y desconocidos intérpretes liderados por Noah Segan y Alexi Wasser. Pero también harán acto de presencia a lo largo del metraje otros patrones dentro de las películas para adolescentes ubicadas en un colegio, como una estudiante embarazada, una pareja de frikis con pasión por el cine de terror de serie Z y que resultarán ser los más inteligentes a la hora de tomar decisiones, la chica gorda que por su apariencia física no gusta a los chicos, el guaperas que acuerda una apuesta donde demostrar sus dotes de seductor…Como no podía ser de otra manera tras su celebrada aparición en la primera Cabin Fever, el personaje del agente Winston volverá a hacer acto de presencia, aumentándose además su peso en la historia obsequiándole con una subtrama que, como todo lo concerniente a la historia en la película, queda en nada. Asimismo abundan los cameos de comediantes y celebridades dentro del ámbito de la televisión y el cine más freak de Estados Unidos, caso de Mark Borchardt, Larry Fessenden o Judah Friedlander. Todo en aras de poder montar una comedia de terror donde no se olvidan los consabidos homenajes al género mediante claras inserciones de guiños a títulos tan evidentes como Carrie o, nuevamente, Posesión infernal, aunque más bien en este caso el objeto de imitación sea su divertida y transgresora secuela, Terroríficamente muertos.



La película es entretenida y se deja ver a pesar de lo arcaico de su historia, de cómo se desarrolla esta y, sobre todo, un final anti climático, ya que la trama central finaliza de manera abrupta, dejando al espectador con la sensación de la falta de metraje que cierre la trama, para dejar su lugar a un innecesario epílogo, y que como apuntábamos antes, tiene lugar en un club de striptease en el que trabaja una de las estudiantes contagiadas del instituto de secundaria, momentos que por cómo están rodados parecen tomados de una película totalmente diferente, y es que posiblemente no fueran filmados por Ti West, evidenciando los problemas de postproducción citados con anterioridad, siendo meros minutos de relleno que conformen una duración standar. Pero un alto porcentaje de lo filmado sí que denota los conocimientos y saber hacer del director de Los huéspedes o el western El Valle de la venganza, predominando el delirio visual y buscando constantemente resultar repulsivos y grotescos con secuencias como la de la felación o el encuentro sexual en la piscina, el propio personaje del director de la escuela o el momento de la orina en el bol de ponche. Todo está construido para ese acto final en el baile de graduación donde la sangre, los vómitos y las muertes copan la pantalla en un tour de forcé que si bien ha tomado prestado del Cabin fever original su retorcido sentido del humor, ha dejado de lado esos momentos de suspense y tensión que igualmente aparecían en la película de Eli Roth. Los efectos de maquillaje están a la altura de lo que un título como este necesita, donde vemos amputaciones, abortos y una gran profusión de sangre y heridas pustulentas. Una vez más, predominando esa idea de resultar un título incómodo y repulsivo, pero no tanto por lo que cuenta sino por como lo muestra en pantalla.



Una secuela con gracia si le sabes seguir el juego, y que se enmarca en unos curiosos insertos construidos mediante afeados dibujos animados tanto en los títulos de crédito iniciales como de cierre. Con más de parodia que de terror puro a pesar de lo explícito de la propuesta, Ti West logra armar, a pesar de que la película no puede decirse que tenga su autoría al no haber sido responsable el director de su montaje final, un entretenimiento que sigue sacando réditos de la idea presentada por Eli Roth en su opera prima, con un enemigo letal que se antoja escurridizo, imposible de detectar y contagioso, altamente contagioso. Y es que contagio y juventud son dos palabras que van de la mano en Cabin fever 2 en su implicación más sexual, sino que se lo pregunten al personaje de Alex, a quien sus hormonas en modo revolucionado acaban costándole caro, muy caro. 

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