La epidemia zombie que asola las ciudades
está próxima a quedar sin control, es por ello que un heterogéneo grupo formado
por una periodista, dos policías y un piloto de helicópteros deciden huir y
tratar de buscar refugio en un centro comercial donde los muertos vivientes no
han podido acceder, aún.
Hubo de transcurrir nada más y nada menos que
una década para que Romero escribiera y dirigiera el segundo capitulo de su
saga sobre los muertos vivientes, contando para esta, su sexta experiencia tras
la cámara, con una mayor experiencia y sobre todo, mayores medios económicos y
técnicos para poder llevar a buen puerto la producción. Y es que en esta
ocasión Romero se aliaría con el maestro del terror italiano Dario Argento para
la gestión y posterior distribución del proyecto, a cambio de que el director
de Suspiria o Tenebre dispusiera de la explotación de la película fuera de
Estados Unidos. Este fue uno de los motivos, pero no el único, por los que
finalmente existan varias versiones de Zombie, una inicial presentada en el
Festival de Cannes de 1978, el montaje estrenado en Estados Unidos y otra
revisión mucho más centrada en la acción y el gore que es la que Argento
traería a Europa.
Romero nos sitúa en esta ocasión en una
situación de caos total. La rebelión de los muertos ha adquirido dimensiones
mundiales, las ciudades se encuentran colapsadas, hay una situación prácticamente
de guerra abierta y la supervivencia se ha convertido en el principal objetivo
de los que todavía siguen vivos. Todo esto lo muestra Romero de manera sublime
en las primeras escenas de la película, con la entrada de los Swat en el
edificio atestado de zombies mientras vemos como en televisión sesudos expertos
divagan y discuten sobre el origen de una plaga que aterroriza a la población a
la vez que hace que aflore lo peor del ser humano. Y es que en Zombie Romero sí
que utilizará de manera consciente la metáfora de lo que narra en pantalla para
evocar una evidente crítica social fragmentada en varios elementos, y ya
manifestada desde el momento en que la protagonista habla abiertamente nada más
comenzada la película de que estamos perdidos, pero no por culpa de los
zombies, sino de nuestra propia cobardía. Y es que al director toda la caterva
de interpretaciones sociales y políticas lanzadas en el momento de estrenar en
1968 La noche de los muertos vivientes le serviría para utilizar la saga que
vendría después como una manera de abordar desde el terror numerosos elementos
desde un punto de vista crítico y mordaz.
Y tras realizar esta presentación general, de
nuevo Romero coloca a un grupo de personas en una situación comprometida,
sustituyendo en esta ocasión la casa de la primera entrega por un centro
comercial, siendo por otra parte la situación muy parecida. Los zombies les
rodean y acosan y el nerviosismo, el cansancio y el miedo van haciendo mella en
los protagonistas. El hecho de que en esta ocasión la trama se desarrolle en un
centro comercial donde puedes encontrar absolutamente todo lo que necesites y
quieras, permite jugar al director con la dualidad de por un lado disponer absolutamente de todo pero no poder
disfrutar de nada dadas las circunstancias que rodean la situación, toda una critica abierta contra la sociedad de
consumo actual, en exceso materialista y poco dada a abordar áreas del ser humano
más espirituales o interiores. Y es que, de que nos sirve tenerlo todo si no
somos capaces de poder disfrutar de ello.
La película tiene un ritmo endiablado, un
tempo narrativo perfectamente engranado, desde las primeras secuencias antes
mencionadas del asalto al bloque de edificios y la huida de los protagonistas
en helicóptero, hasta el violento final, no dejando un solo minuto de respiro
al espectador. Aunque si hay un descenso de esta frenética y salvaje acción
durante alguno de los momentos que tienen lugar en el centro comercial, segmento
y escenario que ocupa casi todo el metraje y que fue filmado en uno auténtico
ubicado en Pittsburgh, localidad que le debe mucho a la saga de muertos
vivientes de Romero, pudiendo el equipo de la película disponer del edificio
durante dos semanas, lo que obligó al director y su equipo a volver a filmar a
contrarreloj en sesiones maratonianas marcadas por la necesidad de dejar todo
el set de grabación en perfecto estado para la vuelta a la normalidad. Durante
este acto intermedio Romero desacelera el ritmo endiabladamente brutal para
narrar el día a día de los protagonistas en una situación que intentan llegar a
normalizar, aunque acaba por ser imposible, algo perfectamente reflejado en la
presentación de momentos en los que los protagonistas, una vez limpiado y
despejado el interior del edificio de zombies, se dedican a pasar las horas
muertos entre tienda y tienda, buscando entretenimientos con los que llenar
todo el tiempo libre del que disponen.
Destacar asimismo y frente a la entrega anterior, un aumento
considerable de las escenas sangrientas y enmarcadas claramente ya dentro de la
tipología del cine gore, dado que el mayor presupuesto con el que se contó
posibilito la inclusión de numerosas escenas explicitas y macabras, incluyendo machetazos
en la cabeza, numerosos impactos de bala en cuerpos o desmembramientos varios,
todo un lujo para el goreadicto de pro. En este sentido si que los
personalísimos maquillajes utilizados para los zombies, con unas tonalidades
grisáceas que en pantalla lucían sin embargo azuladas, acaban resultando
demasiado artificiales, lo mismo que una sangre en exceso rojiza y liquida.
Aunque incluso de sus defectos logra sacar partido la película, que acabaría
por hacer de estos fallidos maquillajes una marca de la casa de la película, ya
que confieren a Zombie una marcada estética de comic que le sienta de maravilla
y que además la diferencia notablemente de La noche de los muertos vivientes y
de su veracidad, ya que aquí el exceso, aunque no le resta terror a la
propuesta, la hace más fantasiosa e irreal. Por cierto que en lo referente a las escenas más
explícitas y sanguinolentas, estas cuentan con la inestimable participación del
genio de los efectos especiales y actor ocasional (Abierto hasta el amanecer,
Los hijos de los muertos vivientes, Death Prof….) Tom Savini, un autentico
maestro en lo que se refiere a la creación y desarrollo de todo tipo de efectos
de casquería, y quien, no por casualidad, sería el director escogido para
filmar el remake de La noche de los muertos vivientes que se estrenaría en 1990.
Decir que Savini además interviene como actor en esta segunda entrega
encarnando a uno de los miembros de la banda de motoristas. Y es que Savini,
nacido precisamente en Pittsburgh tenía pensado haber participado en La noche
de los muertos vivientes, pero no pudo hacerlo al trasladarse a Vietnam donde
trabajaría como fotógrafo. Pero a partir de esta segunda entrega de la saga
pudo resarcirse de esa ausencia inicial, alcanzando de hecho su culmen como
especialista en efectos especiales en la tercera parte de la franquicia
estrenada en 1985, El día de los muertos.
Precisamente a través de esta banda de
moteros de la que Savini es miembro destacado, Romero vuelve a plasmar una idea
básica en toda su filmografía sobre el tema, y es que, como bien plasmaría
Hobbes en su mítica frase “El hombre es lobo para el hombre”, efectivamente el hombre es peor que los
propios zombies. En esta ocasión será este grupo de delincuentes motorizados
quienes lleven el caos y la destrucción hasta el lugar donde se encuentran
ocultos los protagonistas, siendo responsables directos de que los zombies
penetren en el centro comercial y se inicie un autentico baño de sangre, y
además tratando a los muertos vivientes de manera que incluso el espectador
sufra ante los desmanes provocados en estos seres. Y es que mientras los
ataques de los zombies a los humanos se tratan desde la irracionalidad, son un
acto reflejo de supervivencia, en las acometidas de los hombres hacía los
zombies quedan patentes elementos de maldad, crueldad y absoluta falta de,
precisamente, humanidad.
La película supuso todo un bombazo en la
taquilla mundial, confirmando a Romero como uno de los grandes directores de
terror y suponiendo una más que dignísima y acertada continuación de la obra de
1968, siendo considerada incluso por no pocos como la mejor de la serie. Fue
gracias a Zombie cuando el genero de los muertos vivientes alcanzo a finales de
los setenta y muy especialmente durante los ochenta, el momento de mayor
apogeo, hasta el revival nacido a principios de los dos mil, abundando sin
embargo las malas imitaciones de las películas de Romero con títulos como La
noche de los muertos vivientes, de Benjamín Clark o Zombie holocausto dirigida
en 1980 por Frank Martin ente otras muchas, llegándose a estrenar incluso
secuelas apócrifas de la propia película de Romero. Se iniciaba además con
Zombie una tendencia del director que sin embargo no pudo llevar siempre a
cabo, estrenar un título de su franquicia más significativa cada década. La
noche de los muertos vivientes fue estrenada en 1968 y Zombie en 1978. Habría
que esperar otros siete años antes de ver el siguiente capítulo de este
Apocalipsis cinematográfico. Pero eso es un capítulo aparte.
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