“Vienen
por ti Barbra”
Dos hermanos se encuentran en un solitario
cementerio visitando la tumba de un familiar cuándo son atacados brutalmente y
sin previo aviso por un extraño hombre que surge de la nada. Es el comienzo de
una terrorífica jornada que devendrá en la peor de nuestras pesadillas, y es
que los muertos se están levantando de sus tumbas para atacar y devorar a los
vivos.
George A. Romero, director y uno de los
principales artífices de la película, vivió una infancia retraída y solitaria
marcada principalmente por la Segunda Guerra
Mundial y por una estricta educación católica. Esta timidez hizo que se
refugiara en las películas y en los tebeos de la conocida editorial
norteamericana E.C., especializada en relatos de terror, algo que a la postre
marcaría su futuro, encaminando sus pasos hacia la dirección de películas de
este género, dando sus primeros coletazos en el terreno cinematográfico
rodando pequeñas películas caseras con una vieja súper 8 mm , regalo de su tío. El año
1968 se convertiría en fundamental para Romero, y por extensión para todo el
cine de terror contemporáneo, el cual se vería convulsionado por la aparición
en escena de la opera prima del director, película que marcaría el nacimiento
de todo un subgénero cinematográfico dentro de la extensa obra del horror y
que, con altibajos en su aceptación por parte del público, parece constatado
que vino para quedarse. La película tuvo por nombre La noche de los muertos
vivientes, y dio a conocer a estos seres sobrenaturales y ficticios al gran
público, poniéndoles sobre la palestra en el lenguaje cinematográfico e
iniciando una extensa serie de películas sobre el tema, que, aunque ya había
conocido alguna aproximación tiempo atrás, siendo las más conocidas la película
de Jacques Tourneaur Yo anduve con un zombie o la protagonizada por Bela Lugosi
La legión de los hombre sin alma, diferían bastante tanto en la forma como en el
espíritu de lo que veríamos a partir del éxito de La noche de los muertos
vivientes. Y es que la cinta de Romero sentaría las bases y directrices a
seguir desde ese momento, otorgando una serie de características propias a este
tipo de criaturas y por extensión de películas, unas señas de identidad que el
propio Romero explotaría a lo largo de la saga con la que el director exploraría
el tema de los muertos vivientes a lo largo de más de cuatro décadas.
Pero remontémonos nuevamente al año 1968, momento
en el que un novato Romero, quien únicamente había filmado un cortometraje y
que por aquel entonces se dedicaba a la filmación de anuncios promocionales, se
rodeó de un nutrido grupo de personas coincidentes con el en la idea de llevar
a cabo el rodaje de una película. Para poder llevar a buen fin este proyecto decidieron
juntarse de inicio un total de diez personas que aportarían al proyecto
seiscientos dólares cada uno, capital que iría ampliándose poco a poco hasta
llegar a los cerca de ciento cuarenta mil dólares que finalmente costaría la
película. Los nombres principales dentro de este plan eran, junto al de Romero,
John A. Russo, autor del guion junto al propio director y asimismo productor de
la cinta, lo mismo que Russell Streiner y Karl Hardman, obviamente también productores
que además darían vida a los personajes de Johnny y Harry respectivamente,
aportando además en aspectos más técnicos como maquillaje o efectos especiales.
Tras estudiar numerosas posibilidades, finalmente se opto por debutar en el
terreno del largometraje con una historia de terror puro, dadas las
posibilidades y libertades que ofrecía una obra de este genero. Se decanto de
esta manera por trasladar a la gran pantalla un relato propio, Anubis, el cual
se basaba a su vez en la conocida obra
de Richard Matheson Soy leyenda, relato adaptado a su vez al lenguaje
cinematográfico en varias ocasiones. Decidido que es lo que se quería hacer
tuvo lugar el como, y como suele ocurrir con este tipo de producciones
totalmente independientes, la filmación estuvo enmarcada en todo tipo de
problemas económicos y técnicos para poder trasladar en imágenes lo que estaba
escrito sobre el papel. Se rodaba de noche, en jornadas de veinticuatro horas,
solo podía filmarse los fines de semana, que es cuando el equipo técnico y
artístico tenía tiempo libre, entre todos se ocupaban de los efectos especiales,
iluminación, montaje…Pero finalmente y tras un arduo trabajo para poder rodar y
vender el trabajo realizado, pudo llegar a estrenarse la ópera prima de Romero,
para la cual se barajaron diferentes títulos como fueron Nigth of Anubis o
Nigth of the flesh, optándose en última instancia por el hoy archiconocido La
noche de los muertos vivientes. Este baile de nombres provocaría que la cinta
acabara estrenándose sin ser correctamente registrada de cara a la posterior
explotación económica vía copyright, generándose la curiosa diatriba de que,
pese a acabar recaudando la friolera de treinta millones de dólares, sus
responsables no vieran nada de este dinero proveniente de los derechos de
autor.
La película narra cómo un día y sin previo
aviso, por causas desconocidas, los cadáveres comienzan a volver a la vida
atacando a toda aquella persona con la que se cruzan en su camino. Romero no
explica de manera fehaciente a lo largo de la película el por que de tan
inquietantes hechos, no es algo que le interese (aunque si se apunten posibles
causas radiactivas), limitándose a plantear el problema, una especie de Apocalipsis
en la Tierra
con los muertos levantándose de sus tumbas y los vivos desconcertados y
atemorizados ante tan espeluznantes hechos. El director nos dibuja con la
película la situación de acoso y tensión a la que se ven sometidos varios
individuos de muy diferentes, y en ocasiones encontrados caracteres, y como
tratan de sobrevivir en medio de una situación tan extrema como es el estar
rodeados de cadáveres putrefactos que quieren aniquilarlos. Nos encontramos de
esta forma ante una especie de western crepuscular, pudiendo incluso referirnos
a la hora de hablar de La noche de los muertos vivientes como de una nueva
versión de la obra de John Ford Centauros del desierto, con los personajes de
la casa ejerciendo el papel de vaqueros acorralados por decenas de indios, rol
adoptado de manera inconfesa por los muertos vivientes que rodean el refugio.
Incluso podríamos hablar del grupo de civiles que emprende la caza de estos
muertos y que vemos en el cierre de la película como de un séptimo de
caballería en ciernes. Romero sitúa a una serie de personajes en una situación
crítica, dibujando a estos con unos trazos generales que permiten
identificarlos rápidamente. Así, Barbra es insegura y temerosa, Ben adopta el
papel de héroe a la fuerza, Harry Cooper carga con el villano de la función… haciéndoles
reaccionar ante una situación del todo anormal y caótica, lo que acabará
generando reacciones igualmente impulsivas e irracionales, fruto del miedo que
atenaza a estos personajes centrales.
La novedad de la cinta reside en la aparición
en escena de los muertos vivientes como elemento desestabilizador, a los que Romero
y sus colaboradores dotaron de una serie de características físicas y de
comportamiento que acompañarán a estos personajes en futuras producciones que traten
el tema, las cuales a raíz del éxito incontestable de este título serán muchas.
Su estética (rostros cadavéricos, ropas roídas, miradas perdidas…), esos
andares desacompasados y patosos (es como si hubieran vuelto a aprender a
caminar), los gestos lentos y torpes… todo es fruto de las diferentes ideas que
fueron surgiendo durante el proceso de rodaje y que se irían sumando en un
maremagno de aportaciones hasta lograr esa caracterización de cómo debía ser y
comportarse un individuo que acabara de volver de la muerte. Destaca la idea
del propio Romero de convertirlos en caníbales para acrecentar el terror, y
curiosa también es la idea, que aquí ya se apunta muy de soslayo pero que será
explotada en sus totalidad en posteriores entregas de la serie, de presentar
muertos vestidos con traje de novia, jugadores de fútbol americano, payasos…
como queriéndonos decir que la muerte esta presente en todos los aspectos de la
vida cotidiana, esta mezclada entre nosotros y puede llegar en cualquier
momento.
Si La noche de los muertos vivientes supuso
toda una conmoción en el momento de su estreno es porque acabaría por redefinir
el género, marcado por aquel entonces por cierto tono poético propio de las
producciones de la Hammer o de las adaptaciones que Roger Corman llevara a cabo
de los relatos de Edgar Allan Poe. No hay nada de lirismo en la película de
Romero, es directa, cruel, desmoralizadora y de una violencia desaforada, otro
elemento que supuso un shock para el espectador, y es que frente al gore de Hershell
Gordon Lewis en películas como 2000 maniacos o Blood feast, el visto en La
noche de los muertos vivientes carece del más mínimo ápice de humor negro o
desenfado. La película, a la que acompaña un tono dramático y desalentador acentuado
en escenas como la de la explosión de la camioneta o el pesimista final, ha
sido fuente de inspiración de numerosas interpretaciones realizadas a
posteriori, fruto de que la película hubiera sido rodada en una época tan
convulsa como lo fueron los finales años sesenta, llena de cambios y
movimientos sociales. Se habla así de la amenaza nuclear como trasfondo de la
historia, pero también se interpreta la cinta como una obra de denuncia social,
siendo su mensaje el de que o todos cambiamos o acabaremos devorándonos los
unos a los otros, metafóricamente hablando. El hecho de que el héroe de la
historia fuera una persona de color, enérgicamente interpretado por Duane
Jones, también provocó que se hablara del movimiento negro, de plena actualidad
en aquel momento, año del asesinato de Luther King. Todo tipo de interpretaciones
para satisfacer a todo tipo de personas, y que pueden reconocerse como
acertadas o ridículas, ya que en muchos casos los propios responsables de la
película han desechado algunas de estas teorías de doble sentido aludiendo a
que su único objetivo era filmar una película de terror sin dobles lecturas en
su intencionalidad, siendo todo un ejemplo de esta idea el hecho de que Duane
Jones fue contratado para interpretar a Ben por tratarse del único actor
profesional del equipo, no planteándose Romero y compañía ni de lejos la
connotación racial de su elección. Independientemente de estas ideas que
sugirió la película no puede dejar de reconocerse lo que objetivamente es, ya
que La noche de los muertes vivientes esta considerada como una de las obras
cumbres del cine de terror y fuente de inspiración de todo el cine de este género
rodado a partir de entonces. Y es que en las secuelas que vendrían más tarde
filmadas por el mismo Romero sí que se acentuarían los elementos de crítica
social, y esta vez de manera consciente.
La fotografía en blanco y negro, una
iluminación amateur y esos movimientos de cámara manuales y en ocasiones torpes,
dado que el rodaje se llevó a cabo cámara al hombro al no disponer de más equipo
con el que poder configurar los planos, confirieron a la película un tono semi documental
que hace mas real ante los ojos del espectador lo que se esta contando en
pantalla, influyendo esa manera de rodar en posteriores obras capitales del
cine de terror como La matanza de Texas, convirtiéndose una vez más esa
carestía de medios e inexperiencia profesional en toda una virtud que aportaba
al resultado final un acercamiento más real y cercano, y por ende más
terrorífico. Resaltar el hecho que el exiguo presupuesto con el que se contó
hizo imposible el poder contar con una banda sonora propia compuesta ex profeso
para la película, con lo que sus responsables compraron material sonoro
compuesto para películas de serie B antiguas. Sin embargo es de recibo reconocer
que la manera en que se complementan música e imágenes es muy notable, incluso
pareciendo un score compuesto de manera expresa para las imágenes a las que
acompaña.
En 1998 y aprovechando el treinta aniversario
de la película se estrenaría una nueva versión filmada por Russo que tomaría la
película de Romero y añadiría un prólogo y epílogo totalmente innecesarios,
igual que desecharía la banda sonora original para incluir una nueva pieza
musical esta vez sí creada para la película pero que curiosamente funciona
peor. Todo ello como mera excusa para poder tratar de resarcirse del citado
estreno tres décadas atrás de La noche de los muertos vivientes sin copyright e
ingresar, esta vez sí, unos ingresos económicos por esa vía. Sin embargo esta
revisitación del clásico es totalmente prescindible y únicamente se recomienda
a esos completistas de pro. No sucede lo mismo con un atinado remake estrenado
en 1990, producido y guionizado por Romero y dirigido por Tom Savini, película
de la que hablaremos en su momento.
Sea como fuere La noche de los muertos
vivientes es la constatación del fruto del esfuerzo de un grupo de neófitos del
cine que pusieron todo de su parte para poder estrenar un título de terror
diferente, personal. Y vaya si consiguieron su objetivo, aportando a la
historia del cine de horror una de sus
obras seminales, fuente de numerosas imitaciones e inicio no ya de una saga,
sino de todo un subgénero que en el momento actual se encuentra en lo alto de
su popularidad, traspasando las pantallas del cine y convertido ya en referente
sociológico que ha inundado ya la propia televisión, el mundo de los
videojuegos o el literario, en una resurrección del cine de muertos vivientes
que a día de hoy parece tener cuerda para rato. Es posible que vista hoy en
día, cincuenta años después de su estreno, pueda parecer una película poco
impactante, por momentos lenta, pero hay que ponerse en situación y analizarla
desde el punto de vista de un público prácticamente virgen en cuanto a la
utilización tan desaforada y brutal que se hace no solo de la violencia, sino
de la propia esencia pesimista que inunda toda la cinta y que la aleja de
convencionalismos y de finales felices. Romero y su equipo marcaron un hito
dentro del género, en buena medida sin darse cuenta de ello y más fruto de la
inexperiencia que de sus cualidades profesionales como cineastas, pero en La
noche de los muertos vivientes contrariamente a lo que apunta su título nació
algo grande para el fan del terror.
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