jueves, 3 de octubre de 2019

LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (NIGHT OF THE LIVING DEAD, 1968) 96´



“Vienen por ti Barbra”

Dos hermanos se encuentran en un solitario cementerio visitando la tumba de un familiar cuándo son atacados brutalmente y sin previo aviso por un extraño hombre que surge de la nada. Es el comienzo de una terrorífica jornada que devendrá en la peor de nuestras pesadillas, y es que los muertos se están levantando de sus tumbas para atacar y devorar a los vivos.



George A. Romero, director y uno de los principales artífices de la película, vivió una infancia retraída y solitaria marcada principalmente por la Segunda Guerra Mundial y por una estricta educación católica. Esta timidez hizo que se refugiara en las películas y en los tebeos de la conocida editorial norteamericana E.C., especializada en relatos de terror, algo que a la postre marcaría su futuro, encaminando sus pasos hacia la dirección de películas de este género, dando sus primeros coletazos en el terreno cinematográfico rodando pequeñas películas caseras con una vieja súper 8 mm, regalo de su tío. El año 1968 se convertiría en fundamental para Romero, y por extensión para todo el cine de terror contemporáneo, el cual se vería convulsionado por la aparición en escena de la opera prima del director, película que marcaría el nacimiento de todo un subgénero cinematográfico dentro de la extensa obra del horror y que, con altibajos en su aceptación por parte del público, parece constatado que vino para quedarse. La película tuvo por nombre La noche de los muertos vivientes, y dio a conocer a estos seres sobrenaturales y ficticios al gran público, poniéndoles sobre la palestra en el lenguaje cinematográfico e iniciando una extensa serie de películas sobre el tema, que, aunque ya había conocido alguna aproximación tiempo atrás, siendo las más conocidas la película de Jacques Tourneaur Yo anduve con un zombie o la protagonizada por Bela Lugosi La legión de los hombre sin alma, diferían bastante tanto en la forma como en el espíritu de lo que veríamos a partir del éxito de La noche de los muertos vivientes. Y es que la cinta de Romero sentaría las bases y directrices a seguir desde ese momento, otorgando una serie de características propias a este tipo de criaturas y por extensión de películas, unas señas de identidad que el propio Romero explotaría a lo largo de la saga con la que el director exploraría el tema de los muertos vivientes a lo largo de más de cuatro décadas. 



Pero remontémonos nuevamente al año 1968, momento en el que un novato Romero, quien únicamente había filmado un cortometraje y que por aquel entonces se dedicaba a la filmación de anuncios promocionales, se rodeó de un nutrido grupo de personas coincidentes con el en la idea de llevar a cabo el rodaje de una película. Para poder llevar a buen fin este proyecto decidieron juntarse de inicio un total de diez personas que aportarían al proyecto seiscientos dólares cada uno, capital que iría ampliándose poco a poco hasta llegar a los cerca de ciento cuarenta mil dólares que finalmente costaría la película. Los nombres principales dentro de este plan eran, junto al de Romero, John A. Russo, autor del guion junto al propio director y asimismo productor de la cinta, lo mismo que Russell Streiner y Karl Hardman, obviamente también productores que además darían vida a los personajes de Johnny y Harry respectivamente, aportando además en aspectos más técnicos como maquillaje o efectos especiales. Tras estudiar numerosas posibilidades, finalmente se opto por debutar en el terreno del largometraje con una historia de terror puro, dadas las posibilidades y libertades que ofrecía una obra de este genero. Se decanto de esta manera por trasladar a la gran pantalla un relato propio, Anubis, el cual se basaba  a su vez en la conocida obra de Richard Matheson Soy leyenda, relato adaptado a su vez al lenguaje cinematográfico en varias ocasiones. Decidido que es lo que se quería hacer tuvo lugar el como, y como suele ocurrir con este tipo de producciones totalmente independientes, la filmación estuvo enmarcada en todo tipo de problemas económicos y técnicos para poder trasladar en imágenes lo que estaba escrito sobre el papel. Se rodaba de noche, en jornadas de veinticuatro horas, solo podía filmarse los fines de semana, que es cuando el equipo técnico y artístico tenía tiempo libre, entre todos se ocupaban de los efectos especiales, iluminación, montaje…Pero finalmente y tras un arduo trabajo para poder rodar y vender el trabajo realizado, pudo llegar a estrenarse la ópera prima de Romero, para la cual se barajaron diferentes títulos como fueron Nigth of Anubis o Nigth of the flesh, optándose en última instancia por el hoy archiconocido La noche de los muertos vivientes. Este baile de nombres provocaría que la cinta acabara estrenándose sin ser correctamente registrada de cara a la posterior explotación económica vía copyright, generándose la curiosa diatriba de que, pese a acabar recaudando la friolera de treinta millones de dólares, sus responsables no vieran nada de este dinero proveniente de los derechos de autor. 



La película narra cómo un día y sin previo aviso, por causas desconocidas, los cadáveres comienzan a volver a la vida atacando a toda aquella persona con la que se cruzan en su camino. Romero no explica de manera fehaciente a lo largo de la película el por que de tan inquietantes hechos, no es algo que le interese (aunque si se apunten posibles causas radiactivas), limitándose a plantear el problema, una especie de Apocalipsis en la Tierra con los muertos levantándose de sus tumbas y los vivos desconcertados y atemorizados ante tan espeluznantes hechos. El director nos dibuja con la película la situación de acoso y tensión a la que se ven sometidos varios individuos de muy diferentes, y en ocasiones encontrados caracteres, y como tratan de sobrevivir en medio de una situación tan extrema como es el estar rodeados de cadáveres putrefactos que quieren aniquilarlos. Nos encontramos de esta forma ante una especie de western crepuscular, pudiendo incluso referirnos a la hora de hablar de La noche de los muertos vivientes como de una nueva versión de la obra de John Ford Centauros del desierto, con los personajes de la casa ejerciendo el papel de vaqueros acorralados por decenas de indios, rol adoptado de manera inconfesa por los muertos vivientes que rodean el refugio. Incluso podríamos hablar del grupo de civiles que emprende la caza de estos muertos y que vemos en el cierre de la película como de un séptimo de caballería en ciernes. Romero sitúa a una serie de personajes en una situación crítica, dibujando a estos con unos trazos generales que permiten identificarlos rápidamente. Así, Barbra es insegura y temerosa, Ben adopta el papel de héroe a la fuerza, Harry Cooper carga con el villano de la función… haciéndoles reaccionar ante una situación del todo anormal y caótica, lo que acabará generando reacciones igualmente impulsivas e irracionales, fruto del miedo que atenaza  a estos personajes centrales.



La novedad de la cinta reside en la aparición en escena de los muertos vivientes como elemento desestabilizador, a los que Romero y sus colaboradores dotaron de una serie de características físicas y de comportamiento que acompañarán a estos personajes en futuras producciones que traten el tema, las cuales a raíz del éxito incontestable de este título serán muchas. Su estética (rostros cadavéricos, ropas roídas, miradas perdidas…), esos andares desacompasados y patosos (es como si hubieran vuelto a aprender a caminar), los gestos lentos y torpes… todo es fruto de las diferentes ideas que fueron surgiendo durante el proceso de rodaje y que se irían sumando en un maremagno de aportaciones hasta lograr esa caracterización de cómo debía ser y comportarse un individuo que acabara de volver de la muerte. Destaca la idea del propio Romero de convertirlos en caníbales para acrecentar el terror, y curiosa también es la idea, que aquí ya se apunta muy de soslayo pero que será explotada en sus totalidad en posteriores entregas de la serie, de presentar muertos vestidos con traje de novia, jugadores de fútbol americano, payasos… como queriéndonos decir que la muerte esta presente en todos los aspectos de la vida cotidiana, esta mezclada entre nosotros y puede llegar en cualquier momento.



Si La noche de los muertos vivientes supuso toda una conmoción en el momento de su estreno es porque acabaría por redefinir el género, marcado por aquel entonces por cierto tono poético propio de las producciones de la Hammer o de las adaptaciones que Roger Corman llevara a cabo de los relatos de Edgar Allan Poe. No hay nada de lirismo en la película de Romero, es directa, cruel, desmoralizadora y de una violencia desaforada, otro elemento que supuso un shock para el espectador, y es que frente al gore de Hershell Gordon Lewis en películas como 2000 maniacos o Blood feast, el visto en La noche de los muertos vivientes carece del más mínimo ápice de humor negro o desenfado. La película, a la que acompaña un tono dramático y desalentador acentuado en escenas como la de la explosión de la camioneta o el pesimista final, ha sido fuente de inspiración de numerosas interpretaciones realizadas a posteriori, fruto de que la película hubiera sido rodada en una época tan convulsa como lo fueron los finales años sesenta, llena de cambios y movimientos sociales. Se habla así de la amenaza nuclear como trasfondo de la historia, pero también se interpreta la cinta como una obra de denuncia social, siendo su mensaje el de que o todos cambiamos o acabaremos devorándonos los unos a los otros, metafóricamente hablando. El hecho de que el héroe de la historia fuera una persona de color, enérgicamente interpretado por Duane Jones, también provocó que se hablara del movimiento negro, de plena actualidad en aquel momento, año del asesinato de Luther King. Todo tipo de interpretaciones para satisfacer a todo tipo de personas, y que pueden reconocerse como acertadas o ridículas, ya que en muchos casos los propios responsables de la película han desechado algunas de estas teorías de doble sentido aludiendo a que su único objetivo era filmar una película de terror sin dobles lecturas en su intencionalidad, siendo todo un ejemplo de esta idea el hecho de que Duane Jones fue contratado para interpretar a Ben por tratarse del único actor profesional del equipo, no planteándose Romero y compañía ni de lejos la connotación racial de su elección. Independientemente de estas ideas que sugirió la película no puede dejar de reconocerse lo que objetivamente es, ya que La noche de los muertes vivientes esta considerada como una de las obras cumbres del cine de terror y fuente de inspiración de todo el cine de este género rodado a partir de entonces. Y es que en las secuelas que vendrían más tarde filmadas por el mismo Romero sí que se acentuarían los elementos de crítica social, y esta vez de manera consciente.



La fotografía en blanco y negro, una iluminación amateur y esos movimientos de cámara manuales y en ocasiones torpes, dado que el rodaje se llevó a cabo cámara al hombro al no disponer de más equipo con el que poder configurar los planos, confirieron a la película un tono semi documental que hace mas real ante los ojos del espectador lo que se esta contando en pantalla, influyendo esa manera de rodar en posteriores obras capitales del cine de terror como La matanza de Texas, convirtiéndose una vez más esa carestía de medios e inexperiencia profesional en toda una virtud que aportaba al resultado final un acercamiento más real y cercano, y por ende más terrorífico. Resaltar el hecho que el exiguo presupuesto con el que se contó hizo imposible el poder contar con una banda sonora propia compuesta ex profeso para la película, con lo que sus responsables compraron material sonoro compuesto para películas de serie B antiguas. Sin embargo es de recibo reconocer que la manera en que se complementan música e imágenes es muy notable, incluso pareciendo un score compuesto de manera expresa para las imágenes a las que acompaña.



En 1998 y aprovechando el treinta aniversario de la película se estrenaría una nueva versión filmada por Russo que tomaría la película de Romero y añadiría un prólogo y epílogo totalmente innecesarios, igual que desecharía la banda sonora original para incluir una nueva pieza musical esta vez sí creada para la película pero que curiosamente funciona peor. Todo ello como mera excusa para poder tratar de resarcirse del citado estreno tres décadas atrás de La noche de los muertos vivientes sin copyright e ingresar, esta vez sí, unos ingresos económicos por esa vía. Sin embargo esta revisitación del clásico es totalmente prescindible y únicamente se recomienda a esos completistas de pro. No sucede lo mismo con un atinado remake estrenado en 1990, producido y guionizado por Romero y dirigido por Tom Savini, película de la que hablaremos en su momento. 



Sea como fuere La noche de los muertos vivientes es la constatación del fruto del esfuerzo de un grupo de neófitos del cine que pusieron todo de su parte para poder estrenar un título de terror diferente, personal. Y vaya si consiguieron su objetivo, aportando a la historia del cine de  horror una de sus obras seminales, fuente de numerosas imitaciones e inicio no ya de una saga, sino de todo un subgénero que en el momento actual se encuentra en lo alto de su popularidad, traspasando las pantallas del cine y convertido ya en referente sociológico que ha inundado ya la propia televisión, el mundo de los videojuegos o el literario, en una resurrección del cine de muertos vivientes que a día de hoy parece tener cuerda para rato. Es posible que vista hoy en día, cincuenta años después de su estreno, pueda parecer una película poco impactante, por momentos lenta, pero hay que ponerse en situación y analizarla desde el punto de vista de un público prácticamente virgen en cuanto a la utilización tan desaforada y brutal que se hace no solo de la violencia, sino de la propia esencia pesimista que inunda toda la cinta y que la aleja de convencionalismos y de finales felices. Romero y su equipo marcaron un hito dentro del género, en buena medida sin darse cuenta de ello y más fruto de la inexperiencia que de sus cualidades profesionales como cineastas, pero en La noche de los muertos vivientes contrariamente a lo que apunta su título nació algo grande para el fan del terror.

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