Un operativo especial irrumpe en un edificio
donde ha tenido lugar un extraño y desconocido brote vírico que convierte a sus
infectados en una especie de brutales poseidos, lo que ha provocado la muerte
de varias personas y el aislamiento por cuarentena del inmueble por parte de
las autoridades. Cuándo van a abandonar el lugar tras colocar varias
cargas explosivas y sufrir un par de bajas por un ataque de infectados que
todavía se encontraban en los pisos, una mujer, la reportera Ángela Vidal,
aparece bajando las escaleras de la zona del ático. Es la única superviviente
de la pesadilla vivida la noche anterior.
Cuarto y último episodio de una de una de las
franquicias más potentes del cine de terror español, y eso a pesar que las
películas pares, la dos y la que nos ocupa, sean algo inferiores a las impares,
con una primera cinta erigida por méritos propios como una de las grandes
películas de terror de los últimos años y una tercera entrega que rompía
inteligentemente el estilo visual y de concepto de sus antecesoras para
abrir nuevos horizontes a la franquicia. En esta ocasión, la primera vez que
Jaume Balagueró se encarga en solitario de un título de Rec (las dos primeras
películas las dirigió al alimón con Paco Plaza), se vuelve a un estilo más
oscuro y tenebrista que en la anterior secuela, la cinta de Paco Plaza en
solitario, y donde se apostaba por un modo más alocado y evasivo de redefinir
la saga, modificando el terror claustrofóbico de las dos primeras partes por
una acción desenfrenada y goremaniaca.
Muy inteligentemente se ha optado por ubicar
la historia en un barco en medio de la mar sin posibilidad de regresar a tierra
ni de escapar en los botes salvavidas. Una idea nada original pero que
justifica la única opción de los protagonistas de enfrentarse una vez más a un
numeroso grupo de infectados, a la par que dota a la película de un escenario
magnífico, lleno de pasillos angostos y techos bajos, claraboyas en las puertas
y tenebrosas salas de máquinas, espacios todos donde tras cada esquina puede
acechar el peligro. Balagueró, nuevamente co guionista de la historia junto a
Manu Diez, se centra en la idea ya presentada en la segunda entrega de Rec de apostar
por la historia de un parásito que, como sucediera en Hidden, lo oculto o la
novena entrega de Viernes 13, pasa de huésped en huésped buscando infectar al
mayor número de personas posibles en el camino. Esta idea posibilita al
director jugar con la idea de tratar de averiguar quién es el portador de esta
criatura con forma de lombriz de enormes dimensiones, y que, aunque ya vista en
títulos anteriores, acaba funcionando nuevamente gracias al manejo del suspense
de su realizador. Otro punto de ruptura especialmente con las dos primeras
entregas es la apuesta abierta ya por un cine de acción con un trasfondo
terrorífico más que por el terror puro que presidía las primeras cintas de la
saga. Pero frente al mayor nivel de cachondeo que tenía la tercera película
(aunque con momentos sumamente dramáticos, recordémoslo), en esta ocasión se
vuelve a la seriedad que caracterizaba el resto de películas.
Si bien la historia tira por las directrices
habituales en este tipo de propuestas, faltando las ideas originales que
hicieron de Rec un pelotazo en el momento de su estreno, Balagueró utiliza la
cámara con gran habilidad técnica, sabiendo jugar además con lo angosto de los
propios pasillos y salas del barco donde tiene lugar la trama para potenciar la
idea de desasosiego de las secuencias de terror. Abunda la cámara al hombro
pero ello no impide mostrar las escenas rodadas bajo este formato con la nitidez
necesaria, conjugando de esta manera el estilo directo y más realista de la
filmación con la cámara en constante movimiento y la superposición de planos,
con la necesidad de no marear al espectador, lo que permite además poder
disfrutar de los excelentes maquillajes que caracterizan la saga, y que
muestran unos infectados espectaculares, teniendo el director dentro del área
de efectos de maquillaje y visuales uno de sus mayores aliados a la hora de
contar la historia con acierto y sin caer en lo ridículo. Y es que esos monos
infectados son directamente espectaculares, propiciando además varios de los
mejores momentos de la película.
El estilo found footage o de metraje
encontrado se desecha a la hora de presentar la historia, algo que ya había
iniciado Paco Plaza en la tercera entrega, y que es la opción más inteligente
para no resultar repetitivos ni trabajar con un guion limitado por esta traba.
Sin embargo si se mantiene este leit motive de toda la saga, mediante la
implementación de las cámaras de seguridad que vigilan todos los rincones del
barco y que ofrecen la posibilidad de mostrar en determinados momentos planos
de los monitores de vigilancia, recordando a los espectadores que todo comenzó
con una cámara de televisión filmando en tiempo real.
Manuela Velasco vuelve a ponerse
a la cabeza de la historia con el personaje de Ángela Vidal, convertida para la
ocasión en una mujer de armas tomar dentro de la corriente actual de dotar de
protagonismo a mujeres de acción, algo que ya se apuntaba en la tercera entrega
con esa Clara en modo desatada motosierra en mano. El resto de reparto está
formado por profesionales competentes aunque sucede algo extraño en esta
entrega, ya que si a nivel general las interpretaciones están bien resueltas y
encajadas en la historia, hay ciertos momentos, centrados especialmente en la
parte inicial de presentación y desarrollo de los personajes que estas resultan
algo forzadas. Nada grave, y es que, curiosamente, una vez se inicia la acción
desaparece esa sensación de artificialidad en las interpretaciones, aunque si
hay que remarcar que los actores secundarios resultan, en líneas generales más
atinados que los protagonistas centrales de la película.
Una estimable cuarta entrega que confirma lo
recogido ya varias veces a la hora de desgranar esta saga, y es que en España
hay notables profesionales en ámbitos tanto creativos como técnicos para
ofrecer películas de género más allá de los estereotipos de la comedia
costumbrista y el drama racial al que parece debemos estar limitados. Si bien
es inferior a la primera y tercera partes, está muy por encima de películas
similares, generalmente de procedencia norteamericana, e introducidas en
nuestro país a docenas. Perfecto ejemplo de una franquicia que parece
finiquitarse con esta tercera secuela y que lo hace con una escena final (sin
contar la divertida escena entre los créditos finales) que permite al
espectador jugar con la idea de si efectivamente es un final cerrado o hay
opción para una Rec 5. Por lo que respecta a sus autores principales, Paco
Plaza y Jaume Balagueró, la respuesta es tajante. Rec se compone de cuatro
películas. Y que películas.
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