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domingo, 11 de agosto de 2019

REC 4: APOCALIPSIS (REC 4: APOCALIPSIS, 2014) 92´



Un operativo especial irrumpe en un edificio donde ha tenido lugar un extraño y desconocido brote vírico que convierte a sus infectados en una especie de brutales poseidos, lo que ha provocado la muerte de varias personas y el aislamiento por cuarentena del inmueble por parte de las autoridades. Cuándo van a  abandonar el lugar tras colocar varias cargas explosivas y sufrir un par de bajas por un ataque de infectados que todavía se encontraban en los pisos, una mujer, la reportera Ángela Vidal, aparece bajando las escaleras de la zona del ático. Es la única superviviente de la pesadilla vivida la noche anterior.



Cuarto y último episodio de una de una de las franquicias más potentes del cine de terror español, y eso a pesar que las películas pares, la dos y la que nos ocupa, sean algo inferiores a las impares, con una primera cinta erigida por méritos propios como una de las grandes películas de terror de los últimos años y una tercera entrega que rompía inteligentemente  el estilo visual y de concepto de sus antecesoras para abrir nuevos horizontes a la franquicia. En esta ocasión, la primera vez que Jaume Balagueró se encarga en solitario de un título de Rec (las dos primeras películas las  dirigió al alimón con Paco Plaza), se vuelve a un estilo más oscuro y tenebrista que en la anterior secuela, la cinta de Paco Plaza en solitario, y donde se apostaba por un modo más alocado y evasivo de redefinir la saga, modificando el terror claustrofóbico de las dos primeras partes por una acción desenfrenada y goremaniaca.



Muy inteligentemente se ha optado por ubicar la historia en un barco en medio de la mar sin posibilidad de regresar a tierra ni de escapar en los botes salvavidas. Una idea nada original pero que justifica la única opción de los protagonistas de enfrentarse una vez más a un numeroso grupo de infectados, a la par que dota a la película de un escenario magnífico, lleno de pasillos angostos y techos bajos, claraboyas en las puertas y tenebrosas salas de máquinas, espacios todos donde tras cada esquina puede acechar el peligro. Balagueró, nuevamente co guionista de la historia junto a Manu Diez, se centra en la idea ya presentada en la segunda entrega de Rec de apostar por la historia de un parásito que, como sucediera en Hidden, lo oculto o la novena entrega de Viernes 13, pasa de huésped en huésped buscando infectar al mayor número de personas posibles en el camino. Esta idea posibilita al director jugar con la idea de tratar de averiguar quién es el portador de esta criatura con forma de lombriz de enormes dimensiones, y que, aunque ya vista en títulos anteriores, acaba funcionando nuevamente gracias al manejo del suspense de su realizador. Otro punto de ruptura especialmente con las dos primeras entregas es la apuesta abierta ya por un cine de acción con un trasfondo terrorífico más que por el terror puro que presidía las primeras cintas de la saga. Pero frente al mayor nivel de cachondeo que tenía la tercera película (aunque con momentos sumamente dramáticos, recordémoslo), en esta ocasión se vuelve a la seriedad que caracterizaba el resto de películas.



Si bien la historia tira por las directrices habituales en este tipo de propuestas, faltando las ideas originales que hicieron de Rec un pelotazo en el momento de su estreno, Balagueró utiliza la cámara con gran habilidad técnica, sabiendo jugar además con lo angosto de los propios pasillos y salas del barco donde tiene lugar la trama para potenciar la idea de desasosiego de las secuencias de terror. Abunda la cámara al hombro pero ello no impide mostrar las escenas rodadas bajo este formato con la nitidez necesaria, conjugando de esta manera el estilo directo y más realista de la filmación con la cámara en constante movimiento y la superposición de planos, con la necesidad de no marear al espectador, lo que permite además poder disfrutar de los excelentes maquillajes que caracterizan la saga, y que muestran unos infectados espectaculares, teniendo el director dentro del área de efectos de maquillaje y visuales uno de sus mayores aliados a la hora de contar la historia con acierto y sin caer en lo ridículo. Y es que esos monos infectados son directamente espectaculares, propiciando además varios de los mejores momentos de la película.




El estilo found footage o de metraje encontrado se desecha a la hora de presentar la historia, algo que ya había iniciado Paco Plaza en la tercera entrega, y que es la opción más inteligente para no resultar repetitivos ni trabajar con un guion limitado por esta traba. Sin embargo si se mantiene este leit motive de toda la saga, mediante la implementación de las cámaras de seguridad que vigilan todos los rincones del barco y que ofrecen la posibilidad de mostrar en determinados momentos planos de los monitores de vigilancia, recordando a los espectadores que todo comenzó con una cámara de televisión filmando en tiempo real.



Manuela Velasco vuelve  a ponerse  a la cabeza de la historia con el personaje de Ángela Vidal, convertida para la ocasión en una mujer de armas tomar dentro de la corriente actual de dotar de protagonismo a mujeres de acción, algo que ya se apuntaba en la tercera entrega con esa Clara en modo desatada motosierra en mano. El resto de reparto está formado por profesionales competentes aunque sucede algo extraño en esta entrega, ya que si a nivel general las interpretaciones están bien resueltas y encajadas en la historia, hay ciertos momentos, centrados especialmente en la parte inicial de presentación y desarrollo de los personajes que estas resultan algo forzadas. Nada grave, y es que, curiosamente, una vez se inicia la acción desaparece esa sensación de artificialidad en las interpretaciones, aunque si hay que remarcar que los actores secundarios resultan, en líneas generales más atinados que los protagonistas centrales de la película.



Una estimable cuarta entrega que confirma lo recogido ya varias veces a la hora de desgranar esta saga, y es que en España hay notables profesionales en ámbitos tanto creativos como técnicos para ofrecer películas de género más allá de los estereotipos de la comedia costumbrista y el drama racial al que parece debemos estar limitados. Si bien es inferior a la primera y tercera partes, está muy por encima de películas similares, generalmente de procedencia norteamericana, e introducidas en nuestro país a docenas. Perfecto ejemplo de una franquicia que parece finiquitarse con esta tercera secuela y que lo hace con una escena final (sin contar la divertida escena entre los créditos finales) que permite al espectador jugar con la idea de si efectivamente es un final cerrado o hay opción para una Rec 5. Por lo que respecta a sus autores principales, Paco Plaza y Jaume Balagueró, la respuesta es tajante. Rec se compone de cuatro películas. Y que películas.

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