Tras los trágicos acontecimientos
acontecidos en Woodsboro un año atrás las hermanas Tara y Sam Carpenter han
decidido trasladarse a Nueva York. La primera para tratar de reconducir su vida
ingresando para ello en la universidad y la segunda acompañando a su hermana
pequeña a quien considera en la obligación de proteger. Pero hasta la ciudad de
los rascacielos les ha seguido igualmente un siniestro personaje obsesionado
con destrozar la vida de las dos jóvenes así como de todo aquel relacionado con
la matanza perpetrada unos meses atrás. Ghostface ha vuelto.
Tras los buenos resultados en taquilla
pero también de aprobación del fandom de Scream generado a través del boca a
boca obtenidos ambos por esa secuela con aires de reboot estrenada en 2022, era
prácticamente obligada una nueva entrega de esta saga iniciada en 1996 y convertida
en clásico instantáneo dentro del terror por la manera en la que abordaba las
constantes del slasher, deconstruyendo para ello este género mediante un juego
de metacine y guiños al fan que iban desgranando por el camino la manera de ser
de y comportarse de este subgénero tan en boga dentro del terror de las últimas
décadas gracias al éxito a finales de los setenta y primeros ochenta de títulos
como La noche de Halloween o Viernes 13.
La película vuelve a estar dirigida por el
tándem Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet, quienes ya demostraran estar en
plena forma como responsables de la anterior entrega de la saga, y quienes
serían escogidos tras despuntar con la muy estimable Noche de bodas, título que
es homenajeado en este caso no solamente mediante la presencia en pantalla de Samara
Weaving, protagonista principal del título estrenado en 2019 y a quien vemos en
la escena de apertura de la película, con lo que sabemos a estas alturas que esto
conlleva para su personaje, sino que vuelve a hacer acto de presencia en la
escena del metro, donde podemos presenciar como una de las pasajeras está caracterizada
como el personaje protagonista de aquel título, vestido de novia y cartuchera
mediante, y es que cabe recordar que la historia de esta sexta entrega se ubica
en plena celebración de Halloween. Esta dupla de directores vuelve a conjugar
el terror propio de esta franquicia con ciertas píldoras de humor, una
simbiosis ya evidenciada en la primera película dirigida por esta pareja, y que
lo que trata es aligerar los momentos más angustiosos de la cinta representados
estos en secuencias tan logradas a ese respecto como la de la escalera que
atraviesa los edificios y por la cual los protagonistas tratan de huir del
asesino de la máscara o el momento del viaje en metro citado anteriormente, ambos
estupendamente resueltos mediante el uso de un suspense sostenido que finaliza
abruptamente con la aparición en escena de Ghostface. Y si los directores
repiten funciones lo mismo sucede con los guionistas de ese Scream estrenado un
año antes, unos James Vanderbilt y Guy Busick estupendamente compenetrados, y
así, mientras el primero aporta la experiencia obtenida gracias a títulos como
Zodiac, The amazing Spiderman, Asalto al poder o Megalodon, el segundo hace
notar su mayor experiencia dentro del género, siendo de hecho el autor de la
historia de la ya mencionada Noche de bodas. Así, la trama vuelve a pivotar
sobre toda la sinopsis desarrollada en los cinco títulos anteriores, cobrando
numerosa importancia estos antecedentes especialmente en el momento en que estos
son homenajeados en el aplaudido escenario de un cine abandonado convertido en
todo un recital de guiños a la tetralogía inicial dirigida por un Wes Craven convertido
por derecho propio en uno de los directores de referencia dentro del terror de
los setenta y ochenta gracias a películas como Las colinas tienen ojos,
Pesadilla en Elm Street o La serpiente y el arco iris, y que con la primera
Scream reivindicaría su vigencia en el género ya bien entrados los noventa. Su
fallecimiento en 2015 provocaría la necesidad de contar con nuevos nombres detrás
de la cámara para seguir agrandando la historia de un Ghostface convertido ya
desde su primera aparición hace cerca de tres décadas en ícono del género,
compitiendo en buena lid con otros grandes nombres dentro del cine de terror más
contemporáneo como Freddie Krueguer, Jason Vorhees, Michael Myers, Chucky o
Pinkhead. Quien si continua ligado a la franquicia de la que es tan responsable
como el propio Craven es un Kevin Williamson encargado no solo del guion de la
primera Scream así como de su segunda y cuarta entrega, sino de otros
celebrados títulos de terror noventeros como Se lo que hicisteis el último
verano, Halloween H20 o The faculty, y que continua embarcado en la saga que le
convirtiera en estrella dentro del género, en este caso como productor
ejecutivo de la cinta.
Si bien el anterior título, y por ende la
tetralogía inicial, contaba entre sus protagonistas con el tridente de
personajes centrales de la saga hasta dicho relanzamiento, con Neve Campbell
como Sidney Prescott, Courtney Cox en el papel de Gale Weathers y David
Arquette dando vida a Dewey Riley, a quienes se unía en esa quinta entrega un
nuevo grupo de actores para que dieran el consabido relevo generacional de cara
a la nueva serie de películas en mente y que con este título ya va por la
segunda entrega, en esta ocasión únicamente el personaje de Cox hace acto de presencia
junto a las nuevas enemigas acérrimas de Ghostface, unas hermanas Carpenter
interpretadas nuevamente por Melissa Barrera y Jenna Ortega, ligadas en la ficción
a la película primigenia por su relación con uno de los primeros portadores de
la máscara de asesino, el Billy al que diera vida Skeet Ulrich, actor que
vuelve a aparecer en pantalla mediante breves insertos justificados en la
imaginativa y algo paranoide protagonista principal. Junto a unos y otros
volvemos a contar con los amigos supervivientes de la película anterior, a
quienes sumar una nueva recua de compañeros cuya función principal y única es
la de sumar de una parte sospechosos de los que dudar así como nuevas víctimas potenciales
para el bueno de nuestro sádico y meticuloso asesino enmascarado. Mención
aparte para un par de incorporaciones destacables, la de un Dermot Mulroney tremendamente
activo en la década de los noventa y visto entre otras en películas como
Copycat, El efecto dominó o La boda de mi mejor amigo, quien interpreta al
policía encargado del caso así como al padre de una de las amigas de las
protagonistas. Lo mismo que una Hayden Panettiere conocida especialmente por la
serie televisiva Héroes y quien de esta manera y tras doce años recupera su
personaje de Scream 4 para seguir alimentando una constante en esta saga de
películas, mantener lo máximo posible la interconexión entre todas las
películas que la componen.
La película vuelve a conjugar el misterio
de tratar de adivinar quién o quienes se ocultan en esta ocasión tras la
máscara de asesino con una violencia nada contenida y que en varios momentos
coquetea con un gore, eso sí, en su versión más edulcorada. Respecto a la
primera idea hay que aplaudir la presencia de esos primeros Ghostface
rápidamente eliminados de la ecuación en un giro mediante el cual los asesinos
se convierten en víctimas, mientras que de los momentos más violentos y
explícitos la película sigue destacando por la manera que plasma en pantalla
los acuchillamientos de las víctimas que el asesino va dejando en el camino, apoyados
estos muy especialmente en los efectos de sonido que acompañan a cada una de
las puñaladas. Nuevamente es igualmente disfrutable la manera en la que uno de
los personajes vuelve a explicar a sus compañeros y con ello al propio
espectador los engranajes por los cuales se orquestan las películas de este
tipo en la actualidad, una constante de la saga que nos ha permitido ir viendo
desde la primera de las películas estrenadas ya hace casi treinta años como ha
ido evolucionando este género en las últimas décadas, además de permitirnos
hacer un nostálgico recorrido por sus constantes, personajes y directores de
referencia. Y como toda buena secuela de terror que se precie se opta por
trasladar la acción desde una Woodsboro que se ha erigido en un protagonista
más en buena parte de las películas de la saga hasta una Nueva York que nos
permite jugar con las posibilidades estéticas, visuales y de escenarios que nos
brinda esta gran urbe.
Y una vez más lo peor de la película, casi
un mantra de cada nueva entrega, viene toda vez se descubre la identidad de Ghostface,
y es que salvo en la primera de las películas, donde si tenía sentido, se trata
este de un momento terriblemente impostado donde las motivaciones se han ido
volviendo cada vez menos convincentes, siendo estas excesivamente forzadas o directamente
increíbles, además de servir para descubrir como un asesino o asesinos
prácticamente infalible hasta el momento de destripar a las protagonistas de
turno todas sus motivaciones que le han llevado a heredar la máscara de
Ghostface, momento que homenajea involuntariamente a esos villanos de opereta
que dejan al descubierto todo su plan toda vez creen tener reducido al héroe de
turno, acaba por volverse un villano torpe, caótico e incluso por momentos
ridículo toda vez la final girl o en este caso final girls de turno deciden
cambiar las tornas. A esta idea habría que subrayar la tendencia por hacer de
estos villanos una vez dejan de lado la máscara de Ghostface unos personajes
excesivos, gesticulantes e hiperbólicos en su manera de comportarse, tratando
de imitar sistemáticamente a la pareja de villanos vistos en la película
primigenia, en cuyo caso si funcionaba ese comportamiento inclusive
infantilizado. Y dentro de lo peor podemos igualmente incluir que, así como en
la anterior entrega se apostó por abordar un momento tremendamente valiente con
la manera en cómo termina el querido personaje de Dewey, en este caso no se ha
hecho gala de esta misma valentía, por lo que veremos que la resolución de
todos los personajes centrales o con algo de impronta en la trama no termina de
encajar con lo habitual en esta serie de películas. El caso más flagrante es el
de una Courtey Cox que podemos llegar a entender por la necesidad de tener que poder
llegar a contar nuevamente con la única intérprete del elenco original ligada a
fecha de hoy a las nuevas películas, y es que el éxito que nuevamente ha
cosechado la cinta en su periplo en cines no hace descartar una nueva entrega en
breve, más bien al contrario.
Y a pesar de estos pequeños peros no podemos obviar que nos encontramos con un título a destacar dentro del género al que representa y que mantiene la notable calidad de una saga de películas que a pesar de contar ya con seis títulos a sus espaldas no ha sufrido de momento el descalabro en ninguna de sus entregas que otras franquicias dentro del terror ya habrían acusado a estas alturas, fruto en buena parte de ese engarzamiento entre todas y cada una de las películas estrenadas que aunque forzado en algún caso sigue manteniendo una única historia con varias entregas en su haber. Muertes impactantes, estupendas secuencias plagadas de tensión, unas gotas de cinefilia dentro del cine de horror, unas protagonistas con las que logras conectar y un villano mucho más eficiente con máscara que sin ella son los elementos que ofrece esta nueva entrega que no va a defraudar ni a los seguidores de Ghostface ni a los fans del slasher menos puristas. O lo que es lo mismo, más carnaza para una nueva entrega de Puñalada.
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