viernes, 1 de septiembre de 2023

SCREAM VI (SCREAM VI, 2023) 125´

 

Tras los trágicos acontecimientos acontecidos en Woodsboro un año atrás las hermanas Tara y Sam Carpenter han decidido trasladarse a Nueva York. La primera para tratar de reconducir su vida ingresando para ello en la universidad y la segunda acompañando a su hermana pequeña a quien considera en la obligación de proteger. Pero hasta la ciudad de los rascacielos les ha seguido igualmente un siniestro personaje obsesionado con destrozar la vida de las dos jóvenes así como de todo aquel relacionado con la matanza perpetrada unos meses atrás. Ghostface ha vuelto.

Tras los buenos resultados en taquilla pero también de aprobación del fandom de Scream generado a través del boca a boca obtenidos ambos por esa secuela con aires de reboot estrenada en 2022, era prácticamente obligada una nueva entrega de esta saga iniciada en 1996 y convertida en clásico instantáneo dentro del terror por la manera en la que abordaba las constantes del slasher, deconstruyendo para ello este género mediante un juego de metacine y guiños al fan que iban desgranando por el camino la manera de ser de y comportarse de este subgénero tan en boga dentro del terror de las últimas décadas gracias al éxito a finales de los setenta y primeros ochenta de títulos como La noche de Halloween o Viernes 13.

La película vuelve a estar dirigida por el tándem Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet, quienes ya demostraran estar en plena forma como responsables de la anterior entrega de la saga, y quienes serían escogidos tras despuntar con la muy estimable Noche de bodas, título que es homenajeado en este caso no solamente mediante la presencia en pantalla de Samara Weaving, protagonista principal del título estrenado en 2019 y a quien vemos en la escena de apertura de la película, con lo que sabemos a estas alturas que esto conlleva para su personaje, sino que vuelve a hacer acto de presencia en la escena del metro, donde podemos presenciar como una de las pasajeras está caracterizada como el personaje protagonista de aquel título, vestido de novia y cartuchera mediante, y es que cabe recordar que la historia de esta sexta entrega se ubica en plena celebración de Halloween. Esta dupla de directores vuelve a conjugar el terror propio de esta franquicia con ciertas píldoras de humor, una simbiosis ya evidenciada en la primera película dirigida por esta pareja, y que lo que trata es aligerar los momentos más angustiosos de la cinta representados estos en secuencias tan logradas a ese respecto como la de la escalera que atraviesa los edificios y por la cual los protagonistas tratan de huir del asesino de la máscara o el momento del viaje en metro citado anteriormente, ambos estupendamente resueltos mediante el uso de un suspense sostenido que finaliza abruptamente con la aparición en escena de Ghostface. Y si los directores repiten funciones lo mismo sucede con los guionistas de ese Scream estrenado un año antes, unos James Vanderbilt y Guy Busick estupendamente compenetrados, y así, mientras el primero aporta la experiencia obtenida gracias a títulos como Zodiac, The amazing Spiderman, Asalto al poder o Megalodon, el segundo hace notar su mayor experiencia dentro del género, siendo de hecho el autor de la historia de la ya mencionada Noche de bodas. Así, la trama vuelve a pivotar sobre toda la sinopsis desarrollada en los cinco títulos anteriores, cobrando numerosa importancia estos antecedentes especialmente en el momento en que estos son homenajeados en el aplaudido escenario de un cine abandonado convertido en todo un recital de guiños a la tetralogía inicial dirigida por un Wes Craven convertido por derecho propio en uno de los directores de referencia dentro del terror de los setenta y ochenta gracias a películas como Las colinas tienen ojos, Pesadilla en Elm Street o La serpiente y el arco iris, y que con la primera Scream reivindicaría su vigencia en el género ya bien entrados los noventa. Su fallecimiento en 2015 provocaría la necesidad de contar con nuevos nombres detrás de la cámara para seguir agrandando la historia de un Ghostface convertido ya desde su primera aparición hace cerca de tres décadas en ícono del género, compitiendo en buena lid con otros grandes nombres dentro del cine de terror más contemporáneo como Freddie Krueguer, Jason Vorhees, Michael Myers, Chucky o Pinkhead. Quien si continua ligado a la franquicia de la que es tan responsable como el propio Craven es un Kevin Williamson encargado no solo del guion de la primera Scream así como de su segunda y cuarta entrega, sino de otros celebrados títulos de terror noventeros como Se lo que hicisteis el último verano, Halloween H20 o The faculty, y que continua embarcado en la saga que le convirtiera en estrella dentro del género, en este caso como productor ejecutivo de la cinta.

Si bien el anterior título, y por ende la tetralogía inicial, contaba entre sus protagonistas con el tridente de personajes centrales de la saga hasta dicho relanzamiento, con Neve Campbell como Sidney Prescott, Courtney Cox en el papel de Gale Weathers y David Arquette dando vida a Dewey Riley, a quienes se unía en esa quinta entrega un nuevo grupo de actores para que dieran el consabido relevo generacional de cara a la nueva serie de películas en mente y que con este título ya va por la segunda entrega, en esta ocasión únicamente el personaje de Cox hace acto de presencia junto a las nuevas enemigas acérrimas de Ghostface, unas hermanas Carpenter interpretadas nuevamente por Melissa Barrera y Jenna Ortega, ligadas en la ficción a la película primigenia por su relación con uno de los primeros portadores de la máscara de asesino, el Billy al que diera vida Skeet Ulrich, actor que vuelve a aparecer en pantalla mediante breves insertos justificados en la imaginativa y algo paranoide protagonista principal. Junto a unos y otros volvemos a contar con los amigos supervivientes de la película anterior, a quienes sumar una nueva recua de compañeros cuya función principal y única es la de sumar de una parte sospechosos de los que dudar así como nuevas víctimas potenciales para el bueno de nuestro sádico y meticuloso asesino enmascarado. Mención aparte para un par de incorporaciones destacables, la de un Dermot Mulroney tremendamente activo en la década de los noventa y visto entre otras en películas como Copycat, El efecto dominó o La boda de mi mejor amigo, quien interpreta al policía encargado del caso así como al padre de una de las amigas de las protagonistas. Lo mismo que una Hayden Panettiere conocida especialmente por la serie televisiva Héroes y quien de esta manera y tras doce años recupera su personaje de Scream 4 para seguir alimentando una constante en esta saga de películas, mantener lo máximo posible la interconexión entre todas las películas que la componen.

La película vuelve a conjugar el misterio de tratar de adivinar quién o quienes se ocultan en esta ocasión tras la máscara de asesino con una violencia nada contenida y que en varios momentos coquetea con un gore, eso sí, en su versión más edulcorada. Respecto a la primera idea hay que aplaudir la presencia de esos primeros Ghostface rápidamente eliminados de la ecuación en un giro mediante el cual los asesinos se convierten en víctimas, mientras que de los momentos más violentos y explícitos la película sigue destacando por la manera que plasma en pantalla los acuchillamientos de las víctimas que el asesino va dejando en el camino, apoyados estos muy especialmente en los efectos de sonido que acompañan a cada una de las puñaladas. Nuevamente es igualmente disfrutable la manera en la que uno de los personajes vuelve a explicar a sus compañeros y con ello al propio espectador los engranajes por los cuales se orquestan las películas de este tipo en la actualidad, una constante de la saga que nos ha permitido ir viendo desde la primera de las películas estrenadas ya hace casi treinta años como ha ido evolucionando este género en las últimas décadas, además de permitirnos hacer un nostálgico recorrido por sus constantes, personajes y directores de referencia. Y como toda buena secuela de terror que se precie se opta por trasladar la acción desde una Woodsboro que se ha erigido en un protagonista más en buena parte de las películas de la saga hasta una Nueva York que nos permite jugar con las posibilidades estéticas, visuales y de escenarios que nos brinda esta gran urbe.

Y una vez más lo peor de la película, casi un mantra de cada nueva entrega, viene toda vez se descubre la identidad de Ghostface, y es que salvo en la primera de las películas, donde si tenía sentido, se trata este de un momento terriblemente impostado donde las motivaciones se han ido volviendo cada vez menos convincentes, siendo estas excesivamente forzadas o directamente increíbles, además de servir para descubrir como un asesino o asesinos prácticamente infalible hasta el momento de destripar a las protagonistas de turno todas sus motivaciones que le han llevado a heredar la máscara de Ghostface, momento que homenajea involuntariamente a esos villanos de opereta que dejan al descubierto todo su plan toda vez creen tener reducido al héroe de turno, acaba por volverse un villano torpe, caótico e incluso por momentos ridículo toda vez la final girl o en este caso final girls de turno deciden cambiar las tornas. A esta idea habría que subrayar la tendencia por hacer de estos villanos una vez dejan de lado la máscara de Ghostface unos personajes excesivos, gesticulantes e hiperbólicos en su manera de comportarse, tratando de imitar sistemáticamente a la pareja de villanos vistos en la película primigenia, en cuyo caso si funcionaba ese comportamiento inclusive infantilizado. Y dentro de lo peor podemos igualmente incluir que, así como en la anterior entrega se apostó por abordar un momento tremendamente valiente con la manera en cómo termina el querido personaje de Dewey, en este caso no se ha hecho gala de esta misma valentía, por lo que veremos que la resolución de todos los personajes centrales o con algo de impronta en la trama no termina de encajar con lo habitual en esta serie de películas. El caso más flagrante es el de una Courtey Cox que podemos llegar a entender por la necesidad de tener que poder llegar a contar nuevamente con la única intérprete del elenco original ligada a fecha de hoy a las nuevas películas, y es que el éxito que nuevamente ha cosechado la cinta en su periplo en cines no hace descartar una nueva entrega en breve, más bien al contrario.

Y a pesar de estos pequeños peros no podemos obviar que nos encontramos con un título a destacar dentro del género al que representa y que mantiene la notable calidad de una saga de películas que a pesar de contar ya con seis títulos a sus espaldas no ha sufrido de momento el descalabro en ninguna de sus entregas que otras franquicias dentro del terror ya habrían acusado a estas alturas, fruto en buena parte de ese engarzamiento entre todas y cada una de las películas estrenadas que aunque forzado en algún caso sigue manteniendo una única historia con varias entregas en su haber. Muertes impactantes, estupendas secuencias plagadas de tensión, unas gotas de cinefilia dentro del cine de horror, unas protagonistas con las que logras conectar y un villano mucho más eficiente con máscara que sin ella son los elementos que ofrece esta nueva entrega que no va a defraudar ni a los seguidores de Ghostface ni a los fans del slasher menos puristas. O lo que es lo mismo, más carnaza para una nueva entrega de Puñalada.

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