Tras su enfrentamiento con Michael Myers, Laurie, su hija Karen y su nieta Allyson se dirigen camino del hospital para que la primera sea tratada de las heridas sufridas durante su confrontación con su brutal antagonista. En el camino observan horrorizadas como un camión de bomberos se dirige hacia la casa en llamas en la que se encuentra atrapado el asesino para así sofocar el incendio.
Tras el buen sabor de boca que esa primera entrega estrenada en 2018 había dejado en el aficionado a la saga de Halloween así como en una taquilla en la que multiplicaría por veinticinco su presupuesto, y erigida a sí misma como secuela directa de la película de 1978 dirigida por John Carpenter obviando de esta forma toda la recua de películas de la franquicia estrenadas en esos cuarenta años transcurridos, llegaría el turno de esta primera secuela de la misma, episodio central de una trilogía planificada como tal desde un principio y que vería retrasarse su estreno inicial debido a esa pandemia mundial vivida en 2020. Y el veredicto final que uno puede lanzar tras visionar la película es que mereció la pena la espera.
Lo primero que destaca de la que sería el título doceavo de esta longeva serie de películas es como entronca con la obra primigenia no únicamente por la manera en que se conecta la historia, algo que ya había quedado más que evidenciado en el Halloween de 2018 y que se vertebraba sobre el enfrentamiento entre Laurie Strode, la final girl, y Michael Myers, el psychokiller, unos antagonistas cuyo primer encontronazo tendría lugar la fatídica noche de Halloween de 1978. Y es que en este caso ese vertebramiento hacía el clásico de Carpenter se manifiesta igualmente a través de un prólogo excepcional y que nos traslada a esa primera noche de Halloween, para lo cual el director copia el estilo de fotografía y ambientación utilizado por el propio Carpenter y su equipo cuarenta años atrás llegando a parecer que dicho retazo ha sido extraído directamente del material rodado hace cuatro décadas, siendo igualmente emotiva y nostálgica la aparición en escena de ese Dr. Samuel Loomis al que diera vida Donald Pleasance y a quien vemos resucitar intuimos gracias a la combinación del trabajo en escena del habitualmente coordinador de construcción en cine y en este caso actor ocasional Tom Jones Jr., quien posee un más que notable parecido a Pleasance, siendo ayudado para su aparición en pantalla del maquillaje y quién sabe si de el uso de CGI para determinados encuadres. Pero igualmente que este momento sirve para atacar la fibra nostálgica del fandom de Halloween mediante la inmersión visual en la película estrenada en 1978, a nivel de historia nos aporta un elemento más que interesante, concediendo de esta manera un mayor peso narrativo que en la anterior entrega al personaje del oficial Hawkins a través de lo sucedido con ese personaje en esa aciaga noche del 31 de Octubre de 1978.
Pero este ligazón con el primer Halloween convertido en un mantra a seguir en estas dos primeras películas de la nueva trilogía no queda ahí, sino que se aborda igualmente mediante la recuperación de varios personajes secundarios vistos en la película de 1978 y que en este caso además, en la mayoría de los supuestos, ha sido interpretado por el mismo actor o actriz que le diera vida en el film original, como así sucede con Charles Cyphers, quien vuelve a encarnar al antiguo sheriff Brackett, Nancy Stephens, quien vuelve a retomar su papel de enfermera Marion tras aparecer además de en La noche de Halloween en Halloween 2, Sanguinario o Halloween H20, así como Kyle Richards, la niña a cuyo cuidado estuviera el personaje de Annie en la primera entrega de esta serie de películas. Asimismo volvemos a ver en pantalla a Tommy, el pequeño de quien fuera canguro el personaje de Laurie en la película de 1978, aunque en este caso quien le de vida sea un actor diferente, nada menos que un Anthony Michael Hall convertido en su juventud en actor de referencia dentro del cine adolescente gracias a películas como Dieciséis velas, El club de los cinco o La mujer explosiva. Por su parte la película, como no podía ser de otra manera, sigue contando con el protagonismo de una Jamie Lee Curtis mucho menos presente que en el título anterior y a quien acompañan nuevamente los personajes de su hija y nieta, a quienes nuevamente dan vida las actrices Judy Greer y Andi Matichack.
Y es curioso, porque mientras esta nueva trilogía se mantiene en su discurso de desligarse de todas y cada una de las secuelas surgidas a partir del éxito de la película de Carpenter se nutre de no pocos elementos aparecidos en esta serie de títulos, algo muy evidenciado en esta secuela. Así, la ubicación en el hospital nos recuerda a esa segunda entrega rebautizada como Sanguinario, lo mismo que sucede con el uso de un falso culpable al que todo el mundo confunde con Michael Myers y que acaba en trágico final para este sospechoso, algo que ya veríamos igualmente en la citada segunda parte con el personaje de Ben Tramer. Asimismo, el guiño a la tercera entrega subtitulada El día de la bruja queda patente con la aparición en escena de las icónicas máscaras que de alguna manera protagonizaban este título desligado de la historia de Myers. Pero no quedan aquí las referencias a la franquicia, ya que como apuntábamos con anterioridad el personaje de Tommy Doyle se convierte en uno de los principales secundarios de la historia, personaje que ya protagonizaría la sexta entrega siendo Paul Rudd quien diera vida a ese otrora niño que al igual que Laurie quedaría marcado de por vida por lo acontecido en el primer Halloween. Y el uso del pueblo como turba vengadora lanzada a una caza al hombre para así tratar de acabar con los fantasmas que asolan a esta comunidad ya había sido explotada como idea en la cuarta entrega. Y sin embargo en este caso todos estos elementos funcionan mucho mejor que lo hacían en todos y cada uno de los casos expuestos y pertenecientes a títulos anteriores.
Y es que hablamos de una de las mejores películas de Halloween estrenadas hasta el día de hoy, con unos personajes interesantes y bien desarrollados, una trama estupendamente armada en su intencionalidad de servir de continuidad al guion escrito por John Carpenter y Debra Hill para la primera película y un Michael Myers brutalmente aterrador y quien da todo el sentido a ese Halloween kills con el que ha sido bautizada esta continuación. Y es que nos encontramos con la más salvaje de todas las películas de Halloween vistas hasta el momento, y no solo por el número de víctimas de Myers, que superan la treintena, sino por la explicitud de muchas de estas muertes, siendo la película todo un delirio para los amantes de los efectos de maquillaje y casquería. Además la película aborda esa transición del personaje que también se haría patente a lo largo de las diferentes películas estrenadas, y que va desde una humanidad manifiestamente presidida por la brutalidad y la irracionalidad hasta convertirlo en un ser imposible de destruir, un fantasma, el hombre del saco, y que se evidencia en un cierre que no por nada está filmado con cierto aire onírico que dé a este momento en que vemos esa transmutación de hombre al que se puede matar a ente imposible de derrotar de una posible interpretación imaginada. Y nuevamente utilizando inteligentemente a varios intérpretes para dar vida al nexo de toda la saga, Michael Myers. Así, Nick Castle sirve como homenaje al fandom de la saga, siendo este el primer actor en ponerse la máscara, Airon Armstrong da vida al Myers que vemos en ese flashback ambientado en 1978 y James Jude Courtney, con su más de metro noventa y noventa kilos de peso presta toda su fisicidad al Myers más salvaje, implacable y brutal.
Así pues, Halloween kills se erige como la más alta cuota de calidad de la trilogía dirigida por David Gordon Green, un título a ubicar en el top de películas sobre el personaje de Myers y anticipo de un posible cierre de etapa redondo de haberse mantenido el listón de esta entrega. Desgraciadamente no sería así.
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