Mary Lou Maloney es coronada reina de la promoción del año 1957, siendo
accidentalmente asesinada por su novio mientras celebra su triunfo al querer
humillarla por engañarle con otro chico. Tres décadas más tarde regresará de la
muerte para así vengarse por su trágica muerte.
Secuela de la película estrenada siete años antes
y que sin embargo no tiene esencia de continuación en tanto la historia,
personajes y trasfondo nada tienen que ver con el título protagonizado por
Jamie Lee Curtis en 1980, tomando únicamente de esta la idea de utilizar el
baile de graduación del instituto como eje central sobre el que pivotar la
trama. Y el resultado es notablemente competente, resultando un título superior
y mucho más divertido que el de la película original, siendo además muy
patentes tanto a nivel visual como conceptual las diferencias entre uno y otro
título y que se deben a los siete años transcurridas entre el estreno de una y
otra película, años durante los cuales tendrían lugar una serie de cambios dentro
del propio género slasher.
Como en el caso de la primera Prom night, en
esta ocasión también podemos jugar a adivinar las influencias que diferentes y
exitosos títulos anteriores al estreno de la cinta tendrían a la hora de
escribir y filmar la película. Lo primero de todo sería rescatar la Carrie
dirigida en 1976 por Brian De Palma, un título del que ya adivinábamos ecos en
la cinta de 1980 pero que en este caso tiene en la escena introductoria un
claro homenaje con el personaje de Mary Lou Maloney haciendo las veces de la
Carrie White a la que diera vida Sissy Spacek en la adaptación del best seller
de Stephen King. Pero si hay una película, más bien una serie de películas, que
es patente influirían en esta segunda entrega, esos son los títulos dentro de
la franquicia Pesadilla en Elm Street estrenados hasta ese momento, saga que en
ese 1987 ya iba por su tercera película. Y no solo por el uso que de cierta
esencia onírica se hace durante la trama, con una Mary Lou que si bien no necesita introducirse
en el mundo de los sueños para actuar si que aparece y desaparece a su antojo como
si de un ente fantasmal se tratara pero a la vez controlando los diferentes
escenarios sobre lo que llevará a cabo sus ataques. Ya la escena de la primera
muerte, con la joven víctima ahorcada por una tela manejada invisiblemente tal
y como sucedía con la muerte de Rod en la primera Pesadilla en Elm Street
evidencia este prinicpio, volviendo nuevamente sobre nuestro imaginario esta
saga protagonizada por Fred Krueguer con la secuencia de esa pizarra que se
convierte en una piscina de fondo negro. La idea presente en la película de ver
como la cándida e inocente protagonista es poseída en cierta forma por el espíritu
de la maligna protagonista transformándola en una muchacha con una sexualidad
muy marcada, desnudo integral incluido, sirve además para pervertir las
constantes del género slasher, que presentaba siempre a una final girl virginal
como contraposición de unos personaje sexualmente liberados y promiscuos y que
por tanto son ajusticiados por el villano de la función como pago por su actitud
libidinosa. Rescatar finalmente la imagen de un caballito balancín que nos
recuerda por asociación de ideas al payaso que apareciera en Poltergeist,
siendo en ambos casos elementos infantiles pervertidos en su iconografía hasta infundir
terror.
La película está dirigida por un Bruce Pittman
que tendría en este título su trabajo más solvente, dirigiendo sus pasos
posteriormente, y tal y como sucediera con el director de la primera entrega de
la saga, hacía el mundo de la televisión. Destacar entre sus protagonistas a un
Michael Ironside que se consagraría en los años siguientes como un estupendo
secundario gracias a su participación en películas como la también canadiense Scanners,
Top Gun, Desafío total o Starship Troopers, siendo igualmente rescatable su
papel en la serie para televisión de culto V. Con una protagonista que apenas
haría nada más en cine ni televisión, podemos igualmente rescatar la participación
de Louis Ferreira, conocido especialmente por encarnar al marido del personaje
de Sarah Polley en Amanecer de los muertos o por su papel en la televisiva e
interesante serie procedimental Motive. Por último y dentro del apartado artístico
rescatar el estupendo trabajo de una Lisa
Schrage que, al igual que su compañera de reparto, apenas se prodigaría en cine
ni televisión, y que sin embargo nos brinda una potente y casrismática interpretación
como la Mary Lou que da título a la película. Como curiosidad final podemos
rescatar la figura de Ron Oliver, guionista de la película, y que se
especializaría, tanto en su faceta como escritor así como director, en
películas enclavadas dentro de esos telefilms navideños tan presentes en
nuestra parrilla televisiva durante los meses de Noviembre y Diciembre.
Una secuela que nada tiene que ver con la película original, mejorando a esta sustancialmente, y que es uno de esos estupendos ejemplos de cine de terror en su faceta más gamberra protagonizado durante la segunda mitad de la década de los ochenta por unos jóvenes condenados a sufrir las más cruentas e imaginativas muertes a manos de unos villanos convertidos en auténticos alma maters de estas películas, o lo que es lo mismo, una estupenda sesión doble junto a otra digna cinta de terror como es La noche de los demonios. Y es que ambas tienen como maquiavélica y terrorífica protagonista a una sexy y letal anfitriona.
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