La joven novicia estadunidense Cecilia ingresa en un convento en la campiña
italiana donde no tarda en hacerse a las rutinas de trabajo y espirituales del
lugar. Sin embargo un día descubre que está embarazada sin haber tenido jamás
relaciones sexuales, y lo que parece obra de un milagro divino acaba
convirtiéndose en un infierno para la joven monja.
El cine de terror protagonizado por monjas ha cobrado una especial relevancia en los últimos años tras la aparición dentro del universo creado por James Wan en su Expediente Warren y continuaciones de un siniestro personaje vestido con hábito, el cual tras aparecer brevemente en The conjuring 2 lograría protagonizar un par de películas estrenadas en 2018 y 2023 respectivamente. No es baladí pues que Immaculate se estrenara el mismo año que La primera profecía, título perteneciente a la saga estrenada en 1976 con La profecía, ejerciendo de hecho como precuela de la película dirigida por Richard Donner y que en esta ocasión estaría protagonizada igualmente por una joven monja. Pero en Inmmaculate podemos atisbar igualmente elementos de otros títulos clásicos dentro del terror como por ejemplo Suspiria, nuevamente con una joven y neófita recién llegada, en esta ocasión a un convento, en la película de Dario Argento a una academia de baile, quien es sometida involuntariamente a un plan prefijado y que desconoce de inicio dentro de una atmósfera malsana que va haciendo mella en la joven. Aunque si hablamos de películas que nos vienen a la mente tras visionar Immaculate no podemos dejar de lado La semilla del diablo, con la que entronca en base a ese embarazo que se convierte en el leit motive central de la trama y donde nuevamente la indefensa y confiada madre se convierte en víctima principal de un complot que se escapa a su comprensión.
Michael Mohan, director de la cinta, se adentraría con Immaculate dentro del género de terror tras obtener cierta relevancia gracias a ese thriller con ribetes eróticos que es The voyeurs, estrenado en 2021 y protagonizado por una Sydney Sweeney que en la película que nos ocupa se hace nuevamente con el papel principal. La actriz de Cualquiera menos tú ofrece en Immmaculate un interpretación que la permite medrar entre la candidez inicial manifestada por su personaje hasta llegar aspectos más viscerales y excesivos, logrando la intérprete no solo salir airosa de esta montaña rusa emocional, sino convertirse en uno de los principales elementos de interés de la película, todo ello parte de una proyección profesional en la cual la actriz está conjugando inteligentemente papeles más potentes a nivel de taquilla con otros que la permitan demostrar sus dotes como intérprete, como sería el caso que nos ocupa, siendo de hecho la protagonista igualmente productora de la película.
Para lograr ese aura de desasosiego con el
arranca la película ya desde la secuencia inicial y que no te suelta a lo largo
de un ajustado metraje de ochenta minutos, el resto hasta llegar a la hora y
media de rigor serían los títulos de crédito finales, Mohan se apoya
principalmente en dos elementos. De una parte la acertada fotografía de Elisha
Christian, con quien ya había trabajado en la anteriormente mencionada The
voyeurs, y que aprovecha al máximo esa iluminación parcial y llena de
claroscuros tan propia de un convento como en el que se desarrolla la película
en su totalidad, así como en unos efectos de sonido que en no pocos momentos
son utilizados en forma de traicioneros jumpscares utilizados para lograr sobresaltar al espectador.
Junto a estos dos elementos centrales la película no se amedrenta a la hora de
mostrar momentos, puntuales eso sí, donde el gore y la explicitud es la gran protagonista,
como sucede con la secuencia del suicidio de una de las monjas o un clímax
final algo estirado y donde la película nos lleva por el terreno del exceso
hasta llegar a un cierre tan atinado como abrupto y seco. Todo ello sumado a
como ya comentábamos antes un metraje medido que impide que el espectador
llegue a desconectar de la trama, da como resultado un entretenido ejercicio de
cine de terror que hibrida entre el clasicismo de ciertos momentos más pausados
y propios de un tipo de cine de género más medido y lento con la salvaje
explicitud propia del denominado nuevo terror que irrumpiera en los años
setenta y que tuviera su revival con el comienzo del nuevo milenio, donde la
violencia gráfica se convertía en la gran protagonista frente a la sutileza, el
suspense y el terror psicológico.
Junto a la ya mencionada Sydney Sweeney,
personaje sobre el cual pivota toda la película, no podemos obviar la presencia
del español Álvaro Morte, conocido sobre todo por encarnar el personaje de El
profesor en La casa de papel, quien logra una actuación que se mueve también
dentro de un registro interpretativo variable, como sucede con su compañera de
reparto. Las italianas Simona Tabasco y Benedetta Porcaroli acompañan a Sweeney
como moradoras de un convento donde junto a una cohorte de viejas monjas en sus
últimos momentos de vida se contrapone la presencia de estas jóvenes novicias
llenas de vitalidad y que incluso son mostradas en pantalla, aunque de manera
sutil y entre gasas y transparencias, en toda su carnalidad.
Immaculate se presenta así como un ejercicio de cine de terror psicológico y con ciertos ecos espirituales que no deja de lado sin embargo el aspecto más visceral de la propuesta presentada en el guion del debutante Andrew Lobel. Una película bien filmada, que da lo que promete y que aunque no quedará entre lo más destacado del año si que supone un peldaño más en la prometedora carrera de una Sydney Sweeney cuya presencia está copando en los últimos meses la cartelera, bien sea en picantes comedias veraniegas, fallidas propuestas dentro del universo Marvel o en títulos de terror como el que nos ocupa.
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