sábado, 1 de agosto de 2020

SILENCIO DESDE EL MAL (DEAD SILENCE, 2007) 89´


Jamie y Lisa son un joven matrimonio que una noche recibe un inesperado paquete con un muñeco de ventrílocuo en su interior. Esa misma noche Lisa aparece brutalmente asesinada y con la lengua cortada.

El estreno de Saw en 2004 no solo iniciaría una fructífera e interesante franquicia que partiría de una película construida a modo de puzle donde todas las piezas acaban por encajar, sino que sería la carta de presentación de uno de los directores de terror contemporáneos más interesantes y personales, James Wan. Wan, junto al guionista de su opera prima y colaborador habitual, Leigh Whannell, estrenaría tres años más tarde su segunda película, este Silencio desde el mal, que ha sido injustamente menospreciada como parte de una filmografía con títulos tan interesantes como Insidious o Expediente Warren. Pero el título que nos ocupa contiene todas las constantes del cine de su director y coguionista y merece ser tenida en cuenta a pesar de no llegar a la excelencia de títulos posteriores de su director.

Y es que lo primero que llama la atención no solo de Silencio desde el mal, sino de toda la filmografía de James Wan, es el conocimiento que muestra el joven realizador del género en su vertiente más clásica, lo que le convierte en un gran generador de suspense, cimentando de esta forma la película mediante la generación de tensión en el espectador mediante una historia sumamente interesante, todo un cuento de horror moderno. Esta idea de terror clásico se ve reflejado en la utilización como leit motive principal de un elemento tan arraigado e icónico dentro de nuestros miedos más atávicos e irracionales como es un muñeco, en este caso un muñeco de ventrílocuo, en una imagen que nos retrotrae a personajes como el payaso de Poltergeist, las muñecas de la película homónima de Stuart Gordon o del más conocido Chucky, protagonista de la longeva saga Muñeco diabólico. Una marioneta como fuente de terror, un elemento recurrente en las historias de miedo, y que Wan y Whannell hacen propio apoyados en un diseño que bebe de los formatos más tradicionales de este tipo de figuras, y que genera desazón y malas vibraciones por sí mismo, consiguiendo crear inquietud simplemente mostrando el movimiento de sus ojos sabiendo que no hay nadie manipulando la figura.  Sin embargo esta idea de terror clásico  no inhibe a la película de mostrar el lado más visceral y efectista del género, con ciertas secuencias donde se potencia el impacto de la idea desarrollada mediante golpes visuales al espectador en los cuales se muestran los resultados de las muertes de los diferentes personajes, cadáveres caracterizados por mantener una especie de sonrisa perpetua como consecuencia de un certero corte en su rostro, y por haberles sido extraída la lengua, lo que les confiere un sobrecogedor rictus post mortem.

Otro elemento a destacar es la propia historia narrada, y que como apuntábamos con anterioridad es obra del propio director y de  Leigh Whannell,  creadores de todo un estilo propio en sus guiones, los cuales apuestan por historias con potencia en lo que a contenido se refiere, trabajando elementos propios del terror pero dotándoles de una personalidad propia y apostando casi siempre por un giro final de altura, cosa que sucede con el sorprendente cierre que se da a la película, un gran broche que logra, en su última escena,  unir y dar sentido a todas las pequeñas pistas dejadas por los autores de la historia a lo largo de la trama desarrollada. Lo mejor sin duda a nivel de historia en Silencio desde el mal es ver como los autores del guion se han sacado de la manga una leyenda urbana propia, con esa historia de Mary Shaw, la ventrílocua que no tenía hijos, solo muñecos.

Quizás el elemento que menos destaque de Silencio desde el mal, sea el de unos personajes principales planos y sin carisma suficiente. Ryan Kwanten, visto en True blood, encarna al protagonista principal, responsable de una investigación que será la que destape todo aquello que la localidad de Raven´s Fair, lugar en la que se crío y al que vuelve tras la tragedia sufrida, trata de ocultar y olvidar. Se trata de un personaje sin fuerza, demasiado lineal en su desarrollo y comportamiento, que no manifiesta todo el dolor por el que debe estar pasando tras perder trágicamente a su esposa, y que se limita a unir pistas sin que el espectador llegue en ningún momento a conectar con él en sus pesquisas. Peor todavía es el personaje del policía al que da vida Donnie Wahlberg, hermano de Mark Wahlberg, y quien ha participado en películas como El sexto sentido, El cazador de sueños o en varios de los títulos que engloban la propia saga Saw. Sin embargo muchos lo recordamos como integrante del grupo musical de finales de los ochenta y primeros noventa New kids on the block, boy band que supuso todo un fenómenos de masas (llegando a tener su propia  serie de dibujos animados) anticipándose a posteriores formaciones similares como Take that, Backstreet boys o One direction. Y es que el detective Lipton parece querer servir de alivio cómico, un rol innecesario y excesivo en su forma de actuar en la película. Mucho más interesantes acaban resultando los personajes secundarios, caso del encargado de la funeraria, el padre y la madrastra del protagonista o la propia Mary Shaw, y es que encajan mejor en ese tono sombrío de la película y del que los dos personajes centrales parecen querer desligarse.

Además de ser un perfecto exponente del género de terror por lo que sabe del propio género, James Wan se ha manifestado como un director muy solvente en el apartado técnico, lo que le ha llevado a dirigir con un éxito abrumador películas con un presupuesto desorbitado como Fast & Furious 7 o Aquaman, siempre con resultados notables. La manera en la que coloca y mueve la cámara, sinuosamente, sin estridencias, o los originales encuadres que buscan potenciar además la fuerza de la secuencia y que no están ahí por mera presencia estilística, son características propias de un director que ya en sus primeros títulos daba muestras de ser un excelente camarógrafo. Todo en aras de lograr atrapar al espectador en su historia introduciendo el elemento terrorífico de manera constante pero tratando de evitar en la medida de lo posible las estridencias y golpes de efecto per se. Cuándo en Silencio desde el mal se presenta uno de estos es siempre al amparo de una historia bien armada y anclada en los cuentos de terror más ancestrales.

Un interesante ejercicio dentro del terror más academicista pero que sin embargo no teme bajar al fango de la sangre y que volvía a dar muestras del talento de sus máximos responsables dentro del género, y que lo que había sucedido con el estreno de Saw en  2003 no había sido fruto del azar o un golpe de suerte de dos novatos. Tanto Wan como Whannell así se han encargado de dejarlo patente todas en sus películas posteriores. Y recuerda no gritar, ese sería tu fin.

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