Durante una misión en Irak, un grupo de soldados tendrá un encuentro en una cueva con una fuerza misteriosa y demoniaca. Tres años más tarde, el agente de policía Ralph Sarchie, junto con su compañero, investigará varios hechos, en principio sin relación alguna, pero que guardan entre sí un terrorífico elemento en común.
Aunque por la temática que aborda parezca más un truco publicitario que otra cosa, el presente título, al igual que ocurrió en su día con otra película de temática religiosa y demoniaca como es El exorcista, está basada en un hecho acontecido realmente, en este caso en las experiencias personales del agente de policía Ralph Sarchie, las cuales plasmó en el libro Cuidado con la noche, coescrito junto a la periodista Lisa Collier Cool, y que ha servido como fuente principal del guion de la película, el cual ha sido escrito a cuatro manos por Scott Derrickson, también director de la cinta, y Paul Harris Boardman, iniciado profesionalmente con el libreto de la fallida Leyenda urbana 2 y colaborador habitual de Derrickson en películas como Hellraiser inferno, El exorcismo de Emily Rose o Ultimátum a la tierra.
Derrickson es un realizador con un talento innato para dar a sus películas un estilo técnico muy cuidado, como bien demostrara ya desde su opera prima, la citada Hellraiser inferno, quinta entrega de la longeva saga que, a pesar de no aportar nada al universo cenobita creado por Clive Barker siendo de hecho un guion independiente modificado para encajarlo como una historia dentro de la saga, presenta una pátina visual y un acabado técnico con una potencia inusual para un director novel, A partir de este prometedor debut, Derrickson ha acabado especializándose en el género de terror con títulos como El exorcismo de Emily Rose, Sinister o esta Líbranos del mal, logrando de hecho gracias a su estilo a la hora de filmar, captar el interés de la todopoderosa Marvel y recalando en este exitoso universo cinematográfico para encargarse de la dirección de Doctor Extraño.
Líbranos del mal es una película que logra atraparte desde la secuencia de arranque en plena contienda bélica, primero gracias a un guion que va introduciendo la historia poco a poco y sin dar todo hecho desde el principio. Vamos, en ese sentido, acompañando la investigación de Sarchie y Butler, y descubriendo las piezas del puzzle que la conforman paralelamente a la propia pareja de agentes de policía, en un descenso a los infiernos en el cual la película juega con el espectador generando desazón y malestar con varias secuencias donde los más pequeños son las víctimas principales de los acontecimientos que van desgranándose. No en vano la primera vez que aparece en escena el protagonista es rescatando el cadáver de un bebe del fondo de un contenedor de basura. Derrickson no tiene miedo de utilizar todo el metraje que sea necesario para ir generando un poso de angustia y cada vez mayor terror ante los horribles hechos narrados, en un viaje que se iniciará con pequeños detalle como una radio que deja de funcionar, pasando por un ataque entre los peces de un acuario y que acabará en el inevitable exorcismo final, una escena con una resolución brutal tanto en su vertiente más visual, donde se evitan sin embargo las grandes pirotécnicas en lo que respecta a los efectos especiales, y tratando de generar verosimilitud a lo que estamos viendo, por otra parte toda una constante a lo largo de la película, y también notable conceptualmente en ese recorrido por las diferentes etapas de un exorcismo que deja claros el personaje del padre Mendoza antes de iniciar el ritual, siendo los mismos presencia, pretensión, quiebra, voz, choque y expulsión.
Como ya apuntábamos con anterioridad, Derrickson apuesta por un tono totalmente creíble, evitando situaciones que puedan, por fantasiosas, sacar al espectador de la historia, y es que, aunque la película se toma las habituales licencias creativas de cara a crear un producto cinematográfico y de terror que funcione, se inspira en un hecho real, y como tal quiere que sea su visionado. En este sentido hay cierta obsesión por traer el infierno a la tierra, creando una cotidianidad en la vida de los protagonistas donde la violencia, el asesinato o la violación es el pan nuestro de cada día, mostrando la cámara una ciudad de Nueva York nocturna donde la lluvia, la fotografía y los escenarios donde se desarrolla la trama, la asemejan a un lugar terrible, oscuro, lóbrego, lejos de las postales más turísticas y coloristas de la ciudad. Y es ahí donde el talento de Derrickson tras la cámara es básico para lograr presentar una factura técnica donde los planos cenitales y la fotografía de Scott Kevan, quien da mucha importancia a la luz indirecta de lámparas o linternas, son vitales para lograr esa factura angustiosa, apoyada por el sonido de interferencias en la radio del protagonista o los arañazos en el suelo, todo en aras de lograr meter miedo más que asustar.
La película está protagonizada por un solvente y atormentado Eric Bana, quien ya había dejado patente su talento como actor en películas como Chopper, título que le daría a conocer, Troya o la soberbia Munich. Bana, el actor más conocido de una película que ha apostado por rostros anodinos para el gran público, tiene además la complejidad añadida de tener que dar vida a un personaje real y contemporáneo, el ex agente de policía Ralph Sarchie de quien habláramos con anterioridad, quien no tuvo reparos en colaborar con la producción. El venezolano Edgard Ramírez, visto en Domino, es el coprotagonista de la cinta, un sacerdote totalmente atípico, quien conforma junto con Bana una dupla que funciona a la perfección en una película que cabe destacar por presentar a unos personajes principales imperfectos y pecadores, tremendamente pecadores, incluido el padre Mendoza. Y es que, quienes se supone deben expulsar finalmente al ente demoniaco, ocultan en su fuero más interno la comisión de pecados capitales, un elemento que sin embargo hace mucho más interesantes a ambos personajes. Todos los actores que aparecen en pantalla, incluida la pequeña Lulu Wilson, a la sazón la hija de Sarchie en la película, destacan por ofrecer unas interpretaciones convincentes o destacables, caso del actor Sean Harris, quien da vida a Santino, objeto del exorcismo final y quien brinda una potente actuación, buena parte de la cual sostiene con una mirada inerte y malévola.
De
esta forma Líbranos del mal es un terrorífico y acertado ejemplo de cine de
exorcismos del que El exorcista es título referencial y principal exponente y
del que el propio director ya había ofrecido un interesante primer acercamiento
con la también basada en hechos verídicos El exorcismo de Elily Rose. Al igual
que sucede en la cinta de William Friedkin, la película trata de atacar
nuestros miedos más atávicos mediante la violencia sobre los más pequeños, una
trama central que apela a la religiosidad y su cara opuesta y una violencia
seca, descarnada y lejos de macabros adornos vistos en títulos representativos
del slasher más fantasioso. Aunque no podemos obviar la influencia de
Expediente Warren, estrenada apenas un año antes, especialmente en toda la
parte que atañe a la hija del protagonista, con unos arañazos en el parquet y
una tenebrosa caja de música como foco del terror, aunque siempre con esa idea
de la experiencia paranormal más creíble. Todo en aras de acercar la película a
nuestra realidad, la más oscura y tenebrosa, pero realidad al fin y al cabo. Y
es que el uso de esa frase de cierre del Padrenuestro como título de la
película no es casual, nada casual.
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