Un grupo de amigos que viajan en furgoneta
son secuestrados y obligados a participar en un macabro juego que tiene lugar
durante el día de Halloween y cuyo objetivo es simple, se trata de sobrevivir a
doce horas de infierno al acoso de una serie de personajes con demacrada
fisonomía de payasos pero intenciones letales.
Para esta, su séptima película, Rob Zombie
hubo de contar con el apoyo económico de sus fans tras los discretos resultados
económicos de sus anteriores trabajos. Es así como 31 fue financiada mediante
el uso del crowfunding para poder recaudar el presupuesto necesario para que
Zombie llegara a filmar una película que vuelve sus pasos sobre el estilo
visual de su opera prima a través de una historia simple y repetitiva pero
efectiva en el sentido que logra no aburrir al respetable, siendo esta su
principal baza ante una suma de irregularidades qua hacen de 31 uno de los
trabajos más discretos de su realizador.
En lo referente al elenco de actores
principales, lo de siempre en el cine de Zombie, protagonismo central de Sheri
Moon, quien en esta ocasión pasa de ser verdugo en cintas como La casa de los
1000 cadáveres o Los renegados del diablo, a víctima de una sarta de psicópatas
a los que les une el utilizar una caracterización de clowns asesinos que es
todo un acierto. Le acompañan en su huida Jeff Daniel Phillips (The lords of
Salem), Lawrence Hilton Jacobs (El justiciero de la ciudad, Raices), Meg Foster,
a quien también vimos como la bruja líder en The lords of Salem y Kevin
Jackson. Por lo que respecta a los villanos de la función, como maestros de
ceremonias de tan infausto juego tenemos a unos desaprovechados Malcolm
McDowell (La naranja mecánica, Calígula, Halloween el origen), Jane Carr y Judy
Geeson (El estrangulador de Rillington Place, The lords of Salem), mientras que
en el lado de los psicópatas encargados de hacer de émulos de los acosadores que
en la película de 1987 Perseguido trataran de dar caza a Arnold Schwarzenegger,
nos encontramos con Pancho Moler transmutado en un Hitler latino, David Ury y
Lew Temple, visto en Los renegados del diablo, como pareja de psicópatas con
motosierra incluida, o Torsten Voges (The lords of Salem) y Elisabeth Daily
como otra de las parejas de asesinos. Es sin embargo el actor Richard Brake y
su personaje de Doom-Head, el mayor hallazgo de toda la cinta. Brake es uno de
esos secundarios siempre eficientes y de dura fisionomía a quien hemos podido
ver en títulos como Batman begings, Munich o Kingsman, brindándonos en 31 una
perfecta interpretación de lo que podríamos considerar todo un Joker pagano. Es
de hecho el protagonista de las dos secuencias más reseñables de 31, aquella que
abre la película y filmada en blanco y negro, y el momento en que se prepara para
entrar en el juego maquillándose mientras trata de ordenar una inestable cabeza
enmarcada de locura.
La película se estructura como un sencillo correcalles
en el cual el quinteto protagonista ha de ir avanzando pantallas, como si de un
videojuego al uso se tratara, en su afán por sobrevivir de un grupo de villanos
que van subiendo de intensidad conforme van acabando con estos. La idea de
justificar esta cantidad de tropelías como de un juego de Halloween practicado
por un grupo de gente pudiente de estética dieciochesca no sirve, sin embargo,
para dar el empaque suficiente a un guion de historia pobre que trata de paliar
mediante una estética visual con pegada en lo que respecta a las
caracterizaciones de los personajes que pululan por pantalla además de los
escenarios en los cuales se desarrolla la historia. Nada de todo ello salva a
31 de ser un mero trabajo de transición de Zombie a la búsqueda de un proyecto
que a nivel de industria devuelva al músico y cineasta su lugar dentro del cine
de horror del nuevo milenio.
Como ya apuntábamos, Zombie retorna de alguna
manera con 31 a su opera prima en lo que respecta a una estética excesiva, y
que en esta ocasión funciona peor que lo hacía en La casa de los 1000
cadáveres, siendo lo más repudiable un abuso a la hora de mover la cámara que,
en su afán por introducir al espectador en las propias entrañas de la historia,
provoca el efecto contrario, sacándote de la película al llegar en algún
momento a no ser capaz de ver con claridad que es lo que sucede en escena,
recurso que también es utilizado en la medida que sirve para ocultar las limitaciones
de presupuesto con las que contó la cinta. Asimismo 31 nos devuelve ese aire de
circo de lo macabro que ya se evidenciaba en La casa de los 1000 cadáveres,
partiendo de la propia idea de presentar al grupo de víctimas como trabajadores
de una atracción de feria. De esta manera asistimos a un constante juego de excesos
visuales y conceptuales que ubican la historia de la película en un universo de
tintes casi oníricos.
Resumiendo, la principal tara de la película
se encuentra en una sensación de deja vu constante en la que los personajes,
situaciones y diálogos de la película nos suenan a repetitivos. Aunque es
innegable que Zombie es un autor con una capacidad visual muy marcada capaz de
imaginar personajes y situaciones que logran enganchar al espectador, 31 marca
un punto de inflexión que debería superar con su siguiente proyecto, y que es
el regreso de la familia Firefly en el cierre de la trilogía iniciada con La
casa de los 1000 cadáveres y llevada a su máxima expresión con Los renegados
del diablo. Veremos si Three from hell, título de este cierre de saga, es una
nueva vuelta de tuerca en la filmografía de un director al que hay que
reconocer una estilo propio a la hora de encauzar su filmografía hasta el punto
de que cada una de sus películas tiene marcada la particular marca de agua del
realizador.
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