martes, 26 de marzo de 2024

FUNDIDO A NEGRO (FADE TO BLACK, 1980) 100´

 

Eric es un joven obsesionado con el cine que dedica todo su tiempo libre a visionar películas clásicas. Esta afición desmedida le convierte en un rara avis objeto de burla por parte de todas las personas que le rodean, lo que le lleva a un estado de perturbación tal que le conducirá a cometer los más atroces crímenes caracterizado como sus personajes cinematográficos favoritos.

Una simpática rareza nacida a rebufo del éxito de La noche de Halloween, siendo de hecho Irwin Yablas, uno de sus productores ejecutivos, partícipe asimismo a la hora de financiar el título de culto dirigido por John Carpenter en 1978. Dirige en esta ocasión Vernon Zimmerman, quien también es el responsable del guion de la película, siendo este un cineasta responsable de una exigua carrera de apenas siete títulos con películas tan curiosas como Las violentas del Rollerbay, que pese a lo que pueda parecer se estreno tres años antes de la película de Norman Jerwison Rollerbay, Mad bull, sobre un luchador profesional desencantado que inicia una bella historia de amor, estrenada también antes del Toro Salvaje de Scorsese o la juvenil Una disparatada bruja en la universidad que mezclaba el fantástico con la comedia juvenil ochentera. Todos estos títulos dejaban de manifiesto la mediocridad de un cineasta que en este caso no destaca tampoco por su pericia técnica o narrativa, resultando en este sentido Fundido a negro una película irregular, siendo otras las cualidades que hacen merezca la pena acercarse a este slasher con ecos de thriller y breves insertos de comedia.

Así, lo que más habría que destacar de Fundido a negro es como se convierte en un constante homenaje al cine, plagando la película de metraje de películas de cine clásico, posters, frases y guiños por doquier, siendo sin ninguna duda el homenaje a la famosa escena de la ducha de psicosis el momento más destacado en este sentido de toda la película, rematado además por un final en forma de divertido gag. Destacar en este sentido como esa idea de intercalar escenas reales de películas de cine clásico como forma de mostrar los pensamientos del protagonista sería replicada en la sitcom Sigue soñando, con lo que es posible que John Landis, creador de esta serie para televisión, hubiera podido ser influenciado por el título que nos ocupa. Así, su director y guionista construye toda la película como una oda de amor al cine, haciendo de su asesino un cinéfilo obsesivo que acaba por vivir dentro de su propia película, lo que le lleva a confundir la realidad con la ficción. Esta idea provoca además en el espectador que en el fondo acabemos viendo a este asesino con cierta lástima, ya que frente a otros títulos similares donde el villano encarna al mal sin ningún atisbo de duda, en este caso la humanización del personaje de Eric Binford y el hecho de que en el fondo sea un pobre desgraciado víctima de su propia locura le convierte a su vez en un mártir, siendo su final en cierta forma similar al del mítico King Kong, esta vez en lo alto del teatro chino en lugar de en el Empire State y también salvando a su enamorada antes de caer abatido por las balas de la policía. Zimmerman otorga además a su protagonista un particular modus operandi enormemente ligado a la paranoia del propio personaje, y que no es otro que el de caracterizarse a la hora de  acabar con sus víctimas de conocidos personajes de cine, especialmente del cine de terror, como el Drácula de Lugosi o la momia de Karloff, siendo igualmente característica y llamativa una risita con ecos histéricos que denota la enfermedad mental de este psicópata.

La película presenta además, aunque muy de soslayo, una idea dentro de un argumento algo caótico que sería muy recurrente tanto en el cine como en la propia sociedad, y es la influencia negativa que genera la ficción audiovisual o literaria, emanando esa idea que habla de cómo la violencia en cine, videojuegos o comics repercute a su vez en una violencia real, siendo este recurrente  argumento presente desde que en los años cincuenta se hablara de la influencia perniciosa de los comics en sus jóvenes lectores a raíz del libro del psiquiatra Fredric Wertham que relacionaba estas ficciones con actitudes negativas a nivel social y de comportamiento. Dado que el guion de la película es muy deslavazado y genérico no se adentra demasiado en esta idea, pero sí que la representa mediante la figura del personaje de Dr Jerry Moriarty, el único que entiende que Eric es más víctima que verdugo y que por lo tanto trata de salvarle de su propio destino.

El elenco de intérpretes presente en la película trata de dotar de entidad a unos personajes mayoritariamente planos y dibujados a base de trazos muy genéricos y básicos, siendo el joven protagonista quien más complejidad dramática posee en base a su comportamiento entre la locura, la dulzura y la psicopatía, encarnado este por un Dennis Christopher a quien veríamos posteriormente en Carros de fuego, la televisiva It, la Doppelganger protagonizada por Drew Barrymore o más recientemente apareciendo en Django desencadenado. Destacar la presencia de Linda Kerrigde únicamente por su llamativo parecido con la auténtica Marilyn Monroe. Y en uno de sus primeras apariciones en pantalla tenemos a Mickey Rourke, convertido en una de las víctimas del protagonista de la función.   

Así esta idea de homenaje constante al cine en el que se convierte Fundido a negro provoca que mientras que para el espectador medio la película puede acabar por resultar tediosa y mediocre dentro del subgénero slasher ochentero en el que se enmarca, acaba por erigirse como una simpática carta de amor al séptimo arte para aquel espectador más cinéfilo, quien si perdonará todas las lagunas y errores de la cinta para centrarse en la colección de homenajes y guiños presentes a lo largo de sus cien minutos de metraje.

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