Un grupo de jóvenes cineastas busca una aislada granja para poder filmar una película pornográfica, habiendo acordado con una pareja de ancianos utilizar su propiedad aunque sin darles a conocer a sus dueños sus verdaderas intenciones artísticas.
Título escrito y dirigido por Ti West, un director dado a conocer con La casa del diablo, una película que, al menos en el hecho de ambientarla en la década de los setenta, se empareja con este X, y a la que seguirían la secuela Cabin fever 2 o su participación en películas episódicas del género como VHS o El ABC de la muerte. Con el título que abordamos a continuación West sigue inmerso, como ya apuntábamos con la película que le diera a conocer, en ese género de terror con ínfulas del cine que se filmaba en los años setenta y del cual copia no solo la ambientación y la estética sino incluso cierto alma que nos retrotrae a clásicos seminales de aquellos años como Las colinas tienen ojos o La matanza de Texas. Destacar como la cinta está producida por A24, interesante compañía dedicada a la producción y distribución de películas que en su periplo de una década está detrás de títulos tan interesantes como Locke, Moonlight, Lady Bird, The disaster artist, o La tragedia de Macbeth, y que dentro del género de terror ha apostado por rarezas tan agradecidas como La bruja, Hereditary, Misommar o El faro. Todos estos títulos están caracterizados por el cuidado y mimo puesto en su gestación y desarrollo, al igual que sucede en este caso con un título que, dentro de su humilde presupuesto de un millón de dólares, presenta una estupenda y cuidada factura visual así como un montaje que se presume trabajado y nada precipitado.
X se parapeta detrás de la prototípica historia de un grupo de jóvenes de ciudad que aterrizan en el mundo rural para pervertir y dar la vuelta a toda esa paz propia de un lugar como en el que se desarrolla la trama, una solitaria granja en mitad de ninguna parte, siendo debidamente castigados uno a uno por esos mismos paletos sobre los que en principio los desafortunados protagonistas creen sentirse superiores. Misma sinopsis vista en infinidad de propuestas anteriores y uno de los recursos más socorridos dentro del slasher que West sabe manejar integrando interesantes elementos adicionales. De inicio el director se preocupa por sus personajes, dando tiempo de metraje (la primera de las muertes no llegará hasta la hora de película) a la hora de profundizar en los mismos y dotarles de una psique propia más allá de posicionarlos como meras víctimas de la pareja de ancianos asesinos, otorgándoles una profundidad, en algunos casos mayor que en otros, que provocan en el espectador cierta empatía por quienes en el acto final de la película se convertirán en mártires de una violencia desaforada. Esa misma profundidad se utiliza igualmente sobre quienes ejercen de psicópatas de la función, humanizándolos y justificando mediante el desarrollo de estos personajes y su drama personal las atrocidades que más adelante les veremos cometer.
En ese sentido X reúne las dos principales constantes dentro del género, la violencia y el sexo. Respecto a la violencia decir que la película no se amilana, recurriendo a un estilo seco y abrupto lejos de florituras visuales y de la presentación de muertes originales, ello a pesar de la licencia en la escena del caimán. Los asesinatos son de oportunidad y no hay un perfectamente maquiavélico plan trazado para ir conduciendo a nuestras víctimas hasta su destino, sino que todo este tour de forcé final plagado de sangre y muerte se gesta desde la improvisación y una locura desatada entre los dos causantes de la desgracia. Referente al sexo, en la película es interesante todo el apartado que trata el proyecto por parte de los protagonistas de filmar una película pornográfica como medio para alcanzar la fama en algunos casos, el dinero en otros o incluso el reconocimiento artístico. Ubicar por ello la película en un momento en el que el género empezaba a explotar tras el brutal éxito en salas de Garganta profunda es todo un acierto porque nos traslada hasta aquellos años de la década de los setenta que no solo fueron caldo de cultivo del cine X, sino que hicieron lo propio con el terror moderno, ofreciendo la película un híbrido notablemente interesante entre ambos géneros. Pero el uso del sexo en la película no se limita a ser parte de la sinopsis en tanto el grupo de protagonistas buscan triunfar en el mundo del cine pornográfico, sino que es utilizado como desencadenante de toda la caterva de muertes que tendrán lugar en el tramo final. Así, la pareja de ancianos que alojan a los jóvenes sirven como perfecto contrapunto entre la juventud y dinamismo, también sexualmente hablando, del grupo de protagonistas frente a unos antagonistas derrotados por la vida en su última etapa vital, y que son perfectamente conscientes de una decrepitud que hacen extensible a su propia sexualidad, siendo de hecho el descubrimiento de la actividad de sus huéspedes durante la filmación de una de las escenas de sexo el detonante de una locura que lleve a la pareja a una espiral de muerte que de alguna manera les devuelve el vigor perdido hasta el punto de provocar la vuelta entre ambos del deseo sexual, lo que posibilita la inclusión de una bizarra pero interesante escena que rompe con los tópicos habituales en este tipo de cine donde la patente de las secuencias de sexo es exclusiva aquellos personajes más jóvenes y hermosos.
Respecto al elenco de actores y actrices destacar, a pesar de la presencia de la final girl de rigor, un protagonismo colectivo que hace algo más que poner personajes sobre el papel para poder ser eliminados posteriormente, dotando de su parcela de importancia a lo largo de la película a todos y cada uno de los personajes que son presentados en pantalla. Es interesante como en este caso la citada superviviente final no es una muchacha de carácter retraído, cándido y virginal, como así se encargaron de definir de manera general dentro de los parámetros del slasher de las décadas de los setenta, ochenta y noventa. En esta ocasión la actriz Mia Goth, poseedora de un rostro muy particular y característico y el cual veríamos en títulos como Nymphomaniac volumen 2, La cura del bienestar, El secreto de Marrowbone o como uno de los personajes del remake de Suspiria estrenado en 2018, da vida a una aspirante a actriz de cine X que busca alcanzar el éxito y el reconocimiento por encima de todas las cosas. Es esa idea, y a pesar de tratarse de un personaje con un componente positivo, lo que sirve de opuesto en cuánto a forma de comportarse y pensar de la Laurie Strode que protagonizara La noche de Halloween en 1978 y todos los personajes similares que vendrían después. Pero Mia Goth no solo interpreta a la protagonista principal, sino que en una enrevesada y perversa propuesta interpreta también bajo ingentes capas de maquillaje a la anciana propietaria de la granja en la cual se aloja el equipo de rodaje, llegando la intérprete a participar en una larga secuencia en la que ambos personajes mantienen una incómoda conversación. Destacar asimismo y en línea con esta idea que habla de los cánones de personaje dentro del terror slasher la presencia de una Jenna Ortega tremendamente activa dentro del género tras aparecer en títulos como Insidious 2, The babysitter: Killer queen o la última entrega de Scream, siendo asimismo la encargada de dar vida a Miércoles Addams en la serie sobre esta particular familia de estreno en este 2022. Ortega da vida a un personaje en las antípodas del de Mia Goth y el resto de compañeros de rodaje, ya que es la encargada de sonido de la película, una joven mojigata y recatada que, rompiendo una vez más todas las normas del género, se desembaraza de su rol proponiendo participar en la película y protagonizando personalmente de hecho una de las escenas de sexo. El más veterano Martin Henderson es el rostro más conocido por el espectador dada su participación en un título tan conocido dentro del género como The ring, remake norteamericano de la afamada película japonesa protagonizada por Naomi Watts.
El
estilo visual de la película contrapone su interés por el tipo de cine filmado
en los setenta, presentándonos la propia historia una filmación en modo
guerrilla sin apenas medios y llegándonos a introducir en el interior del
propio celuloide incluso con planos de la película pornográfica filmada, donde
se homenajea el grano y la textura propia de este tipo de celuloide de calidad
dudosa. Y sin embargo West cuida la planificación de las secuencias
desmarcándose de alguna manera de ese método de rodaje auspiciado por la
exigüidad de medios con los que se disponía. La cámara no escatima en planos
picados, contrapicados o aéreos, demostrando su director su pericia como
planificador de elaboradas secuencias. Y sin embargo sí que es cierto que X
destila aires de puro cine de los setenta perfectamente rematados por unos
títulos de crédito finales que continúan con ese juego de inmersión en un tipo
de películas de medios ajustados, pasión por el cine y una pátina final entre
amateur y documental que engrandecía aún más las películas de aquellos años
dentro del género de terror tocadas por la varita del éxito, haciéndolas más
veraces, y por lo tanto, más desasosegantes. X es perfecto exponente de este
estilo.
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