Bub Jablonski oculta, tras su fachada de humilde limpiador de piscinas, una ocupación bastante menos tediosa y más emocionante, la de cazador de vampiros en plena ciudad de Los Ángeles.
Una producción auspiciada por Netflix y que mantiene en su ADN buena parte de los aciertos y carencias presentes en muchos de los estrenos de esta plataforma, ofreciendo un producto bien presentado, entretenido y dinámico pero con cierto aura de precipitación y prisas en su gestación dada la necesidad por parte de la compañía de estrenar nuevos y llamativos títulos de manera constante, lo que se manifiesta principalmente en un guion con varias buenas ideas de inicio que acaban sin desarrollarse convenientemente, más preocupada la película por funcionar como un producto de consumo rápido y disfrutable.
Dirige el debutante J.J.Perry, quien hasta ahora se había centrado en su carrera como especialista o doble de acción, profesión que le había llevado a su vez a convertirse en director de segunda unidad de títulos donde la acción y por ende las acciones de riesgo están muy presentes como Warrior, Una bala en la cabeza, El rascacielos o las dos últimas entregas de la longeva saga Fast & furious. No es de extrañar por ello que este Turno de día se centré más en la acción que en el terror propio de un título protagonizado por un cazador de vampiros, quedando esta idea perfectamente refrendada por una escena introductoria con una estupendamente planificada y original secuencia de lucha entre el protagonista y una anciana vampiro, aprovechando igualmente este momento para mostrar al espectador que reglas se van a seguir dentro del amplio espectro de la mitología vampírica, a saber. La luz del sol continúa siendo letal y las estacas de madera y la decapitación como principal medio para acabar con estos seres nos permite disfrutar de las consabidas escenas plagadas de hemoglobina. Pero la película igualmente introduce interesantes ideas que, como apuntábamos inicialmente, quedan en nada por el poco interés que se toma la historia en abordarlas con mayor profundidad, como sucede por ejemplo con ese sindicato que nos recuerda a la agencia gubernamental de Men in Black y por extensión al departamento de policía presentado en RIPD, la película protagonizada por Ryan Reynolds y Jeff Bridges.
Es evidente como el guion, escrito por el debutante Tyler Tice y un Shay Hatten cuya participación en sagas como la de John Wick o El ejército de los muertos es patente en varias de las ideas presentadas en la historia, plantea numerosos e interesantes arcos argumentales, con esa red de cazadores de vampiros y el paralelo tráfico de colmillos que se lleva a cabo, una villana tratando de dar con un medio para poder los vampiros desenvolverse por el día, la presentación de una tipología de criaturas variada e interesante cuándo es explicada en pantalla, e incluso el momento en el que se cita a un vampiro de más de setecientos años de antigüedad y que es quien controla el tráfico de drogas de Los Ángeles (¿una posible idea para una hipotética secuela?). Todo ello queda en nada, dejándonos con una trama prototípica y muy lineal plagada de momentos y personajes ya vistos en demasiadas ocasiones dentro del género de acción palomitera y que, si bien se disfruta sin problema, se olvida con la misma facilidad una vez concluida.
La película está protagoniza por un Jamie Foxx visto entre otras en Un domingo cualquiera, Ray, Corrupción en Miami, Collateral o Django desencadenado, y que actúa como estrella gancho para el gran público, limitándose a tirar de carisma y músculo para dar vida a este tipo tan caótico en su vida personal y profesional como bueno en su trabajo eliminado vampiros. Le acompaña un Dave Franco acostumbrado a la comedia gracias a películas como Infiltrados en clase o Malditos vecinos quien de hecho funciona como contrapunto involuntariamente humorístico, y que a partir de cierto suceso que tiene lugar en la película homenajea de alguna manera al personaje interpretado por Griffin Dune en la imprescindible Un hombre lobo americano en Londres. La mexicana Karla Souza, a quien podemos ver en ese musical español basado en las canciones de Hombres G y también estrenado en 2022 Voy a pasármelo bien, da vida al personaje más fallido de la película, una villana sin carisma, sin motivaciones y que aparece planteando un plan inicial que luego no vemos desarrollarse para nada en la cinta, no suponiendo en ningún momento un rival de altura para el avezado protagonista. Lo mejor, por el contrario, lo encontramos en dos secundarios, un Peter Stormare con una filmografía de infarto gracias a títulos como Minority report, El gran Lebowski, El mundo perdido o Fargo y que en su día diera vida al mismo Satán en Constantine que, aunque apenas aparece en pantalla más que en dos escenas, logra llenar ambos momentos a base de su enorme talento y carisma. Lo mismo sucede con un Snoop Dogg como veterano compañero del protagonista y su manera tan taxativa de eliminar vampiros.
Visualmente la película no plantea ningún problema, está bien rodada y se saca bastante buen partido al hecho de estar ambientada en unos Los Ángeles de los que se extrae toda su luminosidad y calor sofocante, quedando perfectamente representados en pantalla los nada desdeñables cien millones de presupuesto, que permiten unas secuencias de acción perfectamente resueltas aunque no destaquen sobre títulos sobre los cuales podemos emparentar a Turno de día, con la saga de John Wick como referente principal y que no podemos dejar de tener en mente una vez estamos viendo la película, en especial por las trabajadas y coreografiadas escenas de lucha presentes a lo largo de la historia y rematadas con un espectacular encuentro en una casona entre el protagonista, apoyado por un par de compañeros de profesión, contra todo un nido de vampiros.
Una
película, que, aunque obviamente podemos enclavar dentro del género de
vampiros, es más afín a un género de acción desmadrado plagado de violentos y
destructivos tiroteos, adrenalíticas y aceleradas persecuciones en coche y
coreografiadas secuencias de lucha para las cuales se ha tenido el acierto de
fichar a Scott Adkins, uno de esos intérpretes especialista en numerosas artes
marciales y toda una estrella de primer nivel para los aficionados de este
género en el cine a quien hemos podido ver en películas como El ultimátum de
Bourne, X-Men orígenes: Lobezno, donde se encargaría de doblar a Ryan Reynolds
en las secuencias de lucha de su personaje Deadpool, Los mercenarios 2 o Doctor
extraño. Finalmente reincidir en la idea que indica que este Turno de día da
cierta sensación que ha tratado de condensar en sus casi dos horas toda una
caterva de ideas y universo propio que poder expandir en las consabidas
secuelas. Aunque ya se sabe que estas solo vienen si la película primigenia
obtiene el éxito buscado. De darse el caso no nos importaría hincarle el diente
a un Turno de día 2 deseosos de ver se han potenciados los elementos más
atinados y corregido los más fallidos.
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