El pueblo de Shadyside está marcado a fuego como uno de los lugares con la tasa de criminalidad más alta de Estados Unidos debido a las diferentes matanzas perpetradas en la localidad a lo largo de generaciones, pero lo que parece una funesta concatenación de macabras casualidades puede tener un origen mucho más terrorífico de lo que ya es per se.
La calle del terror es una muy grata sorpresa dentro del género, y que, estrenada en la plataforma Netflix como tres películas independientes aunque consecutivas, ha de abordarse como un único título, tal como ocurre con otras trilogías cinematográficas, encabezadas como no puede ser de otra manera por El señor de los anillos, ya que han sido pensadas, escritas y filmadas como una única historia. Historia que bebe de la serie de relatos del mismo título obra del afamado escritor de terror juvenil R. L. Stine, creador de Pesadillas y que, en este caso, si bien sigue abonado a un terror protagonizado por jóvenes, presenta un trasfondo mucho más adulto que el de su saga literaria más conocida, tanto por el mayor nivel de violencia presente en La calle del terror como por presentar unas tramas con un poso más adulto y tenebroso. Trasladar estas novelas a la gran pantalla ha sido un proyecto largamente acariciado desde el éxito de la serie para televisión Pesadillas emitida a mediados de los noventa, y que incluso llevaría a tratar de estrenar en cines las tres películas de la saga de manera consecutiva. Finalmente estas han encontrado su sitio en la plataforma Netflix, resultando un acontecimiento más que disfrutable para el aficionado al género de terror, y una muy recomendable opción tanto a la hora de dar el salto de los títulos más juveniles y menos densos dentro del terror a un cine de género más potente visual y narrativamente hablando, como para descubrir este a un público poco familiarizado con el miedo en el cine.
Las tres películas están dirigidas por Leigh Janiak, una directora con una filmografía escasa (un único largo anterior), pero siempre volcada en el género de terror. Debutaría en 2014 con Honeymoon para foguearse en series como Outcast, Scream o Panic, siendo La calle del terror su confirmación como uno de los nombres a tener en cuenta dentro del género, habida cuenta del buen trabajo que realiza en esta ocasión. La directora logra ofrecer un trabajo muy competente a nivel técnico, con muy buenos usos de la cámara, una medida planificación de las secuencias, un montaje trabajado, acertados flashbacks para tratar de agilizar la historia y secuencias en paralelo muy bien editadas. Pero además del mimo presente en la forma de envolver la propuesta, cabe destacar igualmente como Janiak no se amilana a la hora de abordar la trilogía con un tono que balancea, y de manera tremendamente atinada, entre el tono juvenil, el terror puro con algún momento francamente duro y el gore más desinhibido. El resultado es el merecido ante este trabajo detrás de las cámaras, una delicia para el gourmet del cine de terror al que la propia trilogía aprovecha para homenajear.
De esta manera cada película tiene un marcado trasfondo de reconocimiento de una manera de abordar el cine de terror a lo largo de las décadas. La primera entrega, subtitulada 1994 se inspira en sagas como Scream, se lo que hicisteis el último verano o Leyenda urbana, en tanto se inicia como si de una nueva entrega de la saga protagonizada por Ghostface se tratara, homenaje al propio asesino incluido. Esa reinvención del slasher orquestada desde el éxito de la película dirigida por Wes Craven y escrita por Kevin Williamson está presente en la propia estética de una historia ambientada a mediados de la década de los noventa, pero también en varios momentos muy reconocibles. La muerte inicial es todo un decálogo de los resortes utilizados en aquellos años en el género para generar desazón en el espectador, con falsos sustos, jumpscares traicioneros y alargando la secuencia hasta la extenuación tratando de que la agonía de la víctima se traslade a los espectadores. Y una vez se presenta la trama seguimos reconociendo guiños a ese cine noventero en varios de los personajes, en el uso de la música de éxito de aquellos años como forma de conectar con el público potencial de este tipo de películas, o el protagonismo de una Scream Queen de fuerte carácter que recuperaba la figura inmortalizada por John Carpenter en La noche de Halloween a través del personaje interpretado por Jamie Lee Curtis y que se convertiría en un prototípico icónico dentro del cine de terror. En el caso de la segunda entrega de la trilogía, remarcada como 1978, el homenaje está claro, siendo Viernes 13 y sus secuelas el espejo central en el que vuelca sus guiños la película, incluyendo un asesino con un saco cubriendo su rostro, tal como sucediera en la primera secuela de la cinta de Sean S. Cunningham, antes que el bueno de Jason se hiciera con su icónica máscara de hockey, algo que sucedería en la tercera entrega de la franquicia. Siendo fiel al estilo marcado por Viernes 13 y la retahíla de imitaciones que vendrían después, este episodio es el más visceral en cuanto a violencia se refiere, con decapitaciones y apuñalamientos explícitos incluidos, aunque curiosamente el momento más duro de la película en el terreno de la violencia lo consigue la directora sacando el asesinato de plano. Al igual que sucede con la violencia, esta segunda entrega es la más directa en la forma de mostrar el sexo, una vez más guiándonos por los esquemas argumentales de los títulos homenajeados, y es que mientras en las otras dos películas estos momentos tienen un carácter mucho más intimista, en este caso su utilización es totalmente desinhiba e incluso innecesaria, tal como sucedía en todo slasher ochentero que se precie. Y si en el caso de la primera parte hablábamos de su música como forma de conectar con la década de los noventa en la cual tiene lugar la historia, lo de esta segunda entrega es de auténtico lujo gracias a un primer acto que en ningún momento deja de bombardearnos con temas musicales como Brother love´s travelling salvation show (incorporado igualmente a Erase una vez en Hollywood), Love will keep us together, Cherry bomb, The first cup is the deepest o Carry on wayward, solo por citar únicamente unos pocos ejemplos de la delicatesen musical que nos espera antes que el terror haga su aparición en escena. Finalmente, la saga se cierra con un sugerente 1666, abordando la historia de inicio de los terribles acontecimientos que han acompañado al pueblo de Shadyside desde hace casi cuatro siglos. En este caso el homenaje es menos evidente pero el reciente éxito de La bruja pesa sobre una película mucho más construida sobre los cimientos de un terror sugerido y basado en miedos atávicos (la utilización de la religiosidad enfervorecida de la comunidad donde se desarrolla la película es evidente) que en el uso de unos terrores más explícitos y directos fomentados por un asesino físico. En este caso el miedo es incorpóreo y bebe de acuerdos con el demonio o castigos divinos, lo que lo hace más cercano a nuestra propia realidad, y por ende más reconocibles. Como cierre de la historia, el último acto nos traslada nuevamente a 1994, donde todo empezó, para abordar un fin de fiesta a la altura de todo lo visto hasta entonces.
Pero
no piensen en La calle del terror como una película homenaje anclada en los
guiños que va mostrando en cada una de sus entregas, sino que parte de una
excelente historia que se desarrolla de manera magistral a lo largo de las tres
películas, sorprendiendo al espectador en cada nueva entrega, y es que se
agradece en ese sentido que nos pille varias veces con la guardia baja, y
conformando un todo que encaja a la perfección. Es evidente el cuidado que se
ha puesto a la hora de escribir y reescribir las tres películas para que todo quede
hilvanado de manera casi perfecta, y es que si obviamos apenas un par de
agujeros en el guion casi imperceptibles, el puzzle confeccionado por la propia
Leigh Janiak junto a Phil Graziadei, colaborador de la directora desde su opera
prima Honeymoon, está pensado y medido de manera excelente. La historia
construida te atrapa desde el arranque de 1994 para no soltarte hasta los
títulos de crédito de un cierre que además te guiña el ojo una última vez
durante los títulos de crédito finales, en una sesión de seis horas que es todo
un deleite tanto para el aficionado más curtido en el género como para el más
neófito. Sin querer entrar en la propia historia que las películas narran, si
que debemos hacer hincapié en como presenta una trama amorosa totalmente creíble
y nada forzada, sirviendo esta idea como perfecto exponente de la manera en que
está escrita la película, sin la incorporación de elementos superfluos o poco creíbles,
más allá del trasfondo de la propia historia sobrenatural, con reacciones
humanas, situaciones en las que te ves reflejado y momentos que serían los que
sucederían si lo narrado en pantalla se extrapolara nuestra realidad.
La
construcción de personajes es igualmente uno de los puntales sobre los que se
cimenta el estupendo resultado de la trilogía, ya que todos y cada uno de ellos
resulta interesante y necesario, está bien construido, tiene su momento en
alguna de las entregas y muy especialmente, tiene un trasfondo creíble y que te
lleva a empatizar con los diferentes
protagonistas. La historia pivota principalmente en el personaje de Deena, a
quien da vida una sobresaliente Kiana Madeira, vista básicamente en películas
para televisión o series para el mismo medio. Este personaje, como ya
apuntábamos con anterioridad, si bien tiene ciertas características de las
scream queens al uso, presenta una personalidad propia muy marcada y que la
aleja a su vez de prototipos mucho más anclados en la inocencia o inicial
debilidad, caso de la propia Laurie Strode (La noche de Halloween) o más
recientemente de Sydney Prescott
(Scream). Junto a Kiana no podemos obviar nombres como los de Sadie Sink
(Stranger things), Emily Rudd, Ryan Simpkins, McCabe Slye, Benjamin Flores Jr,
Ted Shuterland, Olivia Scott Welch (vista en Modern familiy), Julia Rehwald o
Maya Hawke (Erase una vez en Hollywood) por citar solo a varios de los, en la
mayoría de los casos, jóvenes actores que, aunque desconocidos para el gran
público, ofrecen unas interpretaciones muy notables. El hecho de que la mayoría
de protagonistas sean mujeres y lo bien que están escritos estos personajes es
otro de los puntos a destacar, ya que si bien en la mayoría de slashers al uso
estos personajes son una suma de estereotipos, en este caso tienen una
complejidad que, además de aportar al personaje y ayudar al intérprete a darle
vida, favorecen la creación de un vínculo de este con el espectador, y por lo
tanto un mayor sufrimiento del mismo ante lo que acontece en pantalla.
No podemos hablar de La calle del terror sin abordar la colección de psycokillers que aparecen en pantalla, y es que si bien la historia narrada aborda diversos géneros dentro del terror, es evidente que el slasher tiene un peso considerable dentro de la trama. Es por ello que en las tres películas hacen acto de presencia una serie de villanos con una potencia no solo visual, sino conceptual merecedora de la creación de una película propia por cada uno de estos personajes, aunque en el caso del asesino del campamento Nightwing si que ostenta dicho honor, protagonizando prácticamente en solitario toda la segunda entrega. Asesinos como Ryan Torres, Ruby Lane, El lechero, Billy Barker, El estafador o Cyrus Miller, son creaciones muy por encima de otros personajes dentro de títulos dentro del género, algo que demuestra nuevamente el mimo puesto a la hora de crear una historia que incluso se ha molestado en dar un trasfondo a todos y cada uno de estos personajes. Asimismo es de agradecer el uso que a lo largo de las tres películas se hace de un personaje tan relevante como el de Sarah Fier, mostrado en pantalla mediante fogonazos y con una historia que va desgranándose retazo a retazo hasta llegar a una tercera y última parte que dedica dos terceras parte de su metraje a abordar por completo al mismo, origen de toda la leyenda negra de Shadyside.
Llegados
a este punto únicamente queda recomendar una película construida como trilogía
pero que hay que ver prácticamente de seguido para disfrutar de un guion con
engranaje de reloj, unos personajes para el recuerdo, una historia con una
fuerza evidente pero que además ha sido filmada para mantenerte aferrado a la
butaca de inicio a fin. Un título para visionar con la menor información
posible al respecto para que de esta manera logre llevarte por el camino
marcado por una Leigh Janiak que ya puesto de manifiesto su interés por seguir
alimentando la saga con nuevos títulos. Algo que servidor agradecería.
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