Chris y Nicole son dos hermanos que tras la
trágica muerte de sus padres en accidente de tráfico se trasladan hasta Luna
Bay para tratar de iniciar una nueva vida. Allí se reencontraran con fantasmas
del pasado en forma de un grupo de surfistas liderados por el enigmático Shane
Powers, quien les invita a una fiesta de la cual Nicole volverá convertida en
medio vampira, debiendo su hermano con la ayuda de un extravagante tipo que
responde al nombre de Edgard Frog, tratar de salvar a la joven de la condenación
eterna.
Es extraño que a pesar del innegable éxito de
público y crítica cosechado por Jóvenes ocultos, hubieran de pasar más de dos
décadas hasta ver una secuela de esta película, algo debido a la negativa tanto
de director como de los actores que conformaron el casting inicial de retomar
la historia, a lo que se tiene que sumar la presentación a lo largo de este
periodo de unos guiones nada convincentes. Finalmente sería una historia de
Hans Rodionoff, guionista de comics y cine, la escogida para resucitar la saga,
en una secuela que se mueve con notable comodidad entre el remake y la continuación. El
director P.J.Pesce se encargaría de dirigir la cinta, concebida para su estreno
directo en el mercado doméstico, y hemos de alabar su trabajo, ya que pese a
las limitaciones en tiempos y medios para este tipo de películas, y
contrariamente a los prejuicios que de inicio podamos tener ante una secuela
tan tardía y de un título tan mitificado como lo es Jóvenes ocultos, el
resultado es una más que entretenida continuación, ya que contiene ciertos
elementos de interés a tener en cuenta.
La película está protagonizada por lo jóvenes
Tad Hilgenbrik (visto en comedias tan absurdas como Epic movie o Disaster movie
o en la cuarta parte de la longeva saga de American Pie) y Autumn Reeser
(actriz televisiva en series como The O.C, Valentine o El séquito) como la
pareja de hermanos protagonistas, y hay que decir que tanto él como ella
brindan unas convincentes interpretaciones. Lo mismo podemos decir de Angus
Shuterland, hijo de Donald y hermano de Kiefer, y quien precisamente hace las
veces de un trasunto del personaje de David (a quien daría vida en la cinta de
1987 su propio hermano por parte de padre), presentando a un vampiro líder que,
sin llegar a alcanzar las cotas de carisma del personaje al que diera vida
Kiefer Shuterland, sí que resulta atinado en esa conjunción de magnetismo,
sensualidad y amenaza. Lo mismo podemos decir del grupo de surfistas que dan
nombre a esta segunda entrega, y que se alejan de los postulados glam vistos en
los jóvenes ocultos de 1987 para acercarlos más a los ademanes de esta nueva
generación de los dos miles, con una cámara de video siempre grabando sus
acciones, jugando a videojuegos o gastándose pesadas y letales bromas que subir
a youtube y demás plataformas de videos. Corey Feldman es el único de los
miembros de la película de 1987 (cameos aparte) que vuelve en esta secuela, retomando
el papel de Edgard Frog, y nuevamente en un rol secundario, que es donde mejor
funciona este personaje. Por último, y para goce de los aficionados del terror,
la cinta se inicia con una secuencia donde podemos disfrutar de todos los tics
de altanería y chulería por parte del gran Tom Savini, uno de los tótems del
terror en lo que respecta a efectos especiales y de maquillaje, y reconvertido
en actor dentro del género como forma de ofrecer un guiño constante a los fans
del género en todas sus intervenciones o cameos, apareciendo ya en títulos tan
lejanos en el tiempo como Martin, Zombie, Viernes 13, Maniac o Creepshow.
La historia nos ofrece una nueva vuelta a lo
ya contado en la película de 1987, siendo en esta ocasión el hermano mayor
quien trata de liberar de la maldición de
convertirse en vampiro por la eternidad a su hermana menor. Lo mismo
sucede con ese juego de seducción entre personajes, y que si en Jóvenes ocultos
tenía lugar entre los personajes de Michael y Estrella, en esta ocasión se
traslada a los de Shane y Nicole. Sin embargo en esta ocasión desaparece ese
juego entre géneros, y, si bien hay notas de comedia en determinados momentos,
ese aire de cinta juvenil de su hermana mayor desaparece en pos de una cinta
con un contenido mucho más adulto. Esto hace que en esta secuela haya un mayor
número de escenas sangrientas, donde incluso hay lugar para decapitaciones,
evisceraciones o toques de gore que no existían en la cinta de Schumacher, así
como por el hecho que en esta ocasión se incluyan numerosas secuencias de
desnudos, también vetados en la película primigenia. Como buena secuela que se
precie, y dejando patente que hay ciertas ganas de ofrecer un trabajo
interesante, hay que destacar como se insertan en la trama notables guiños a la
película de Schumacher en forma de un trasunto gordo del personaje de Tim
Cappello, esas imágenes mostrando a las tribus urbanas de la nueva ubicación de
la historia o la broma a costa de la tía de los protagonistas, quien quiere
disfrutar de una sesión de cine en casa con Los Goonies como protagonistas.
Asimismo hay que destacar como se homenajea la secuencia de sexo entre los
mencionados Estrella y Michael, siendo en esta ocasión Nicole y Shaun los
protagonistas de la misma, emulando el estilo con el que se filmo esta escena
en la cinta original, con los protagonistas cuasi flotando entre planos muy
etéreos y elegantes, y con el temazo Cry
Little sister, convertido ya a estas
alturas en el himno de la saga, sonando de fondo. Sí que hay que evidenciar un
par de momentos en los que los personajes actúan y se comportan en base a unos
hechos que no se nos cuentan en la trama, y que versan sobre la relación de Chris
con el grupo de surfistas liderados por Shaun. Esto se debe a que, aprovechando
el estreno de la cinta, se publicaría paralelamente una serie de cuatro comics
guionizados por el propio Hans Rodionoff, y que se mueven entre la secuela de
la cinta de 1987 y una precuela de lo narrado en esta continuación, de ahí que
complemente a la película rellenado esos huecos que podemos interpretar a raíz
de ciertas conversaciones, vacios que sin embargo no afectan a la trama
central.
A pesar de parecer que esta segunda parte es
demasiado parecida a la primera película por lo que respecta a la trama central
y desarrollo, contiene un estilo diferenciador, personajes con interés propio y
esencia individual, lo que unido a un ritmo totalmente acertado y que hace no
resulte aburrida en ningún momento, hace de esta Jóvenes ocultos, una atinada
continuación que tiene su principal enemigo en el status mitificador de la
película de Joel Schumacher, que puede provocar te acerques a esta secuela con
unos prejuicios iniciales que impidan disfrutes del trabajo de Pesce, quien ya
hubiera hecho algo parecido dirigiendo la tercera entrega de Abierto hasta el
amanecer. Y al igual que le sucediera a una Jóvenes ocultos que es
innegablemente hija de su tiempo, lo misma sucede con este secuela que a nivel
visual es innegable posee todos los tics del momento de su estreno en cuanto a
diseño visual y estética, sustituyendo las características motocicletas de
finales de los ochenta por unas motos más modernas y aerodinámicas. En 2008 la
serie Buffy ya se había convertido en un tótem dentro del género y eso se nota
en el diseño de maquillaje de los vampiros, mucho más cercano al presentado en
la serie apadrinada por Joss Whedon que a las criaturas vistas en la película
de 1987.
Jóvenes ocultos 2, presentada bajo el atinado
subtitulo de La tribu, y que incluso con una traducción como la de Vampiros del
surf funciona, se enmarca como una notable secuela que logra conjugar la
idiosincrasia de la película madre con unas características propias que la
convierten en una digna secuela que además de garantizar hora y media de
entretenimiento vampírico, posee entre su metraje unos agradecidos homenajes a
la primera Jóvenes ocultos, los cuales se coronan con la escena post créditos
del encuentro entre los personajes de Corey Feldman y su buen amigo Corey Haim,
aún más significativa tras el trágico final de este último apenas dos años más
tarde.
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