La joven Jay Height lleva unos días saliendo con un chico. Una noche, tras mantener relaciones sexuales por primera vez en la parte trasera del coche de él, este le cuenta que le ha transmitido una maldición por la cual un ser la acosará y matará, a no ser que ahora sea ella quien se acueste con otra persona, pasándole de esta manera el mal a esta, tal y como él ha hecho con ella.
Entre mediados de la década de los ochenta y la primera mitad de los noventa, el SIDA, una enfermedad en aquellos años incurable y letal, y una de cuyas principales fuentes de transmisión eran las relaciones sexuales, aparecería en nuestras vidas para generar un momento de inflexión a la hora de abordar la promiscuidad sexual, con ingentes campañas a favor del uso del preservativo, e incluso con alegatos que abordaban esta enfermedad como un castigo cuasi divino contra un momento en el que la liberación sexual había llegado a sus más altas cotas, apoyados además estos discursos de tinte retrógrado y aleccionador en el hecho de que la comunidad homosexual fuera uno de los primeros epicentros entre los que esta enfermedad provocaría verdaderos estragos. Actualmente, treinta años más tarde, las cosas han cambiado, el miedo a esta y otras enfermedades de transmisión sexual ha desaparecido, y volvemos a vivir un momento de gran liberación en el terreno del sexo, especialmente entre los más jóvenes, encargándose el título presente de acicate contra esta nueva ola de promiscuidad a manera de evidente metáfora por la cual practicar sexo equivale a una condena a muerte. Pero abordar It follows como una causalidad entre sexo y muerte sería dejarnos en el tintero buena parte del mensaje que su máximo responsable quiere transmitir con su obra.
Y es que su director y guionista, David Robert Mitchell, ya había abordado de alguna manera el mismo tema que preside esta cinta de terror en su primera película, El mito de la adolescencia, donde habla de los primeros amores así como de unos iniciáticos escarceos sexuales, y de lo que supone el paso de la adolescencia a la madurez. Y en este caso It follows aborda estas mismas ideas, pasándolas, eso sí, por el tamiz del horror, y ejemplificando este en un ser capaz de asediarte hasta acabar contigo, y es que, como bien explica el personaje de Hugh tras acostarse con la joven protagonista y de esta forma transmitirle este mal, “es muy lenta pero no es tonta”, con lo que podemos aplicar a este siniestro personaje ese apelativo tan propio del género como el de “puedes correr pero no puedes huir”. Y es que el director utiliza este recurso narrativo para abordar el paso a una madurez de la que no puedes escapar, y que más tarde o más pronto te alcanzará. No es baladí que todos los personajes protagonistas se encuentren en esa misma franja de edad en la que deben empezar a abandonar la adolescencia y entrar en la edad adulta, siendo sintomático de esta misma idea el hecho de que entre los personajes con cierto peso en la trama no haya ni un solo adulto, ejerciendo de hecho estos el mismo papel que hacía Nany en la serie de dibujos animados de la década de los ochenta Los pequeñecos, y que recordamos porque únicamente aparecía representada por unas piernas, siendo las pequeñas representaciones de los conocidos teleñecos únicos protagonistas de un mundo propio donde los adultos no tienen cabida. Algo parecido sucede en esta ocasión.
La película denota, en base a esta idea, una gran preocupación a la hora de retratar a los jóvenes protagonistas, presentando a un grupo de amigos totalmente creíbles y cercanos en su forma de comportarse y relacionarse entre ellos, algo que queda claro desde la escena en la que los amigos de la protagonista ven la televisión en casa de esta, abordada desde la naturalidad en su comportamiento. A este respecto estos personajes se mueven en las antípodas de protagonistas de películas más convencionales dentro del terror juvenil, y que son dibujados a base de estereotipos o de rasgos mucho más vagos y genéricos. No es este el caso, donde todos y cada uno de los personajes que pueblan la historia ha sido desarrollado partiendo de la propia complejidad humana, sin definir entre buenos o malos y usando la paleta de grises a la hora de presentárnoslos. Así sucede en el caso de Hugh, quien se comporta como lo hace justificadamente, todos haríamos lo mismo, no es un villano al uso, y de hecho trata de dar a entender a Jay lo que le va a suceder, ayudándose a si mismo pero también tratando de ayudar a la protagonista. Pero es que la propia Jay acabará actuando como este mismo personaje, con lo que no hay lugar para las heroicidades, sino para un grupo de jóvenes asustados y perdidos ante lo que les está sucediendo, el cambio, y que tratan de abordarlo desde su inexperiencia vital.
Analizando la película ya en su vertiente más técnica y menos metafórica, hay que destacar como su director, quien igualmente es el autor del guion, no lo olvidemos, logra mantener en todo momento la tensión de una historia que bien podría haber caído en la monotonía una vez presentada su sorprendente trama central, limitándose por inercia a ser un slasher al uso con la joven protagonista huyendo de un ser cuya única finalidad es la de acabar con su vida. Nada más lejos de la realidad, y es que It follows se construye en base a una serie de situaciones o set pìeces en las cuales el personaje central, siempre en compañía de su grupo de amigos, trata de dar esquinazo a un acosador que el director tiene el acierto de presentar bajo formas muy diferentes, logrando con este guiño a títulos como La invasión de los ladrones de cuerpos o Hidden, lo oculto, jugar a mantener la tensión al no saber de antemano cual será el siguiente disfraz corpóreo escogido por esta letal presencia. El hecho de presentar en ocasiones a este personaje desnudo o semidesnudo acrecienta la sensación de incomodidad del espectador ante su aparición, por la manera en que la desnudez es uno de los tabús a derribar, especialmente en una sociedad tan puritana en ese aspecto como la norteamericana. Además, la película tiene el acierto de no dar explicaciones al porque de esta situación, siendo suficiente con esa idea vaga de transmitir la maldición, la enfermedad, si te acuestas con otra persona. El uso de una música desasosegante y un posicionamiento de la cámara en muchas ocasiones enfocando a este ser desde planos lejanos y algo desenfocados, que captan a una presencia a la que asemejar a un zombie por su lento deambular y constante determinación, termina por dibujar en el espectador, al igual que sucede en los protagonistas, una enorme desazón ante su sola presencia.
Evidenciar asimismo como la película presenta una pátina de indefinición visual que la ubica en un contexto general, y que por momentos, tanto a nivel estético, como de iluminación o filtros, podría tratarse de un título filmado en los setenta, pero también en los ochenta, noventa o dos mil, y es que es tremendamente inteligente como la película no se ubica en un momento o lugar perfectamente definido, volviendo a quedar patente que esa idea de la que Robert Mitchell nos habla a través de la película, el paso a la vida adulta, no es exclusiva de unos protagonistas determinados y concretos, sino que sucede en todas y cada una de las diferentes generaciones que, antes o después, han de dejar de lado la despreocupación de sus vidas, como perfectamente queda reflejado en la presentación de una protagonista bañándose relajadamente en la piscina de su casa, ajena a todo, y con un bañador de una pieza que contiene ecos de la niña que todavía es, y que, un personaje que una vez comienza a comportarse como una adulta, en este caso acostándose con el chico al que está conociendo, debe acabar tomando decisiones, arriesgado, tomando las riendas de su vida.
Un
título que como película de terror funciona con total precisión, sin necesidad
además de indagar en el gore de los momentos más truculentos, de hecho no
mostrándose estos de manera directa y teniendo lugar buena pare de la violencia
de la película fuera de cámara. Y es que no es ese el juego al que su director
quiere apuntarse, más interesado en crear una atmósfera que nos haga tomar
conciencia de que la protagonista no puede escapar de una presencia que la
perseguirá hasta acabar con ella, independientemente del número de personas
que, como si de una cadena de favores perversa se tratara, vayan siendo
maldecidas. Luego está el mensaje metafórico que esta idea encierra, y que hace
aún más potente la película. Pero incluso, si dejamos de lado segundas
intenciones o mensajes ocultos, It follows sorprenderá como una estupenda
película de terror con personalidad propia. Es por ello que se trata de un
título sumamente interesante, tanto si nos quedamos en la superficialidad de su
propuesta de terror como si tratamos de indagar en todas las ideas
implementadas por su director a través de su trama, siendo una perfecto ejemplo
de cinta a revisionar en varias ocasiones para disfrutar en todo su esplendor.
Aún a expensas del sufrimiento de la pobre Jay.
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