Tras
el brutal asesinato de su novia, John Jaspers decide quitarse la vida hastiado
de una vida que no desea seguir viviendo. Antes de lanzarse al vacío desde un
puente, un extraño ser apodado M, ofrece a Jaspers ver cumplida su venganza
sobre los asesinos de su amada a cambio de una sangrienta y demoniaca
contraprestación por su parte.
La
Fantastic Factory nace a comienzos del nuevo milenio auspiciada por la productora
Filmax y con Julio Fernández y Brian Yuzna, quienes se habían conocido un par
de años atrás bajo el marco del festival de Sitges, como principales artífices
de una idea que lo que trataba era aunar bajo un mismo sello un tipo de
películas de género fantástico y de terror y de producción netamente española
aunque contando con nombres internacionales dentro del equipo técnico y
artístico, tratando de recuperar de esta manera un género que tan buenos
resultados había dado en nuestras fronteras en un pasado no tan lejano gracias
al denominado fantaterror español, que en las décadas de los sesenta y setenta
había generado notables títulos enmarcados en este tipo de géneros pero con una
identidad propia, netamente española, que las identificaba y separaba del resto
de películas estrenadas en dicho periodo y pertenecientes al mismo género. Desgraciadamente
este proyecto únicamente estuvo en vigor apenas unos años, principalmente al no
lograr el respaldo del público, periodo durante el cual llegaron a producirse y
estrenarse cerca de una decena de títulos.
Para
su proyecto inicial se tomó como base el comic underground de Tim Vigil y David
Quinn, Fausto, el amor de los condenados, publicado en 1987 y caracterizado por
un estilo sórdido, grotesco y ultraviolento. La obra bebe a su vez del mito de
Fausto, leyenda popular germana que sería popularizada en base al poema
dramático escrito por Goethe a comienzos del siglo XIX, y que aborda la historia de un hombre llamado precisamente
Fausto que llega a un pacto con el demonio Mefistóteles por el cual el primero
entregaría su alma al segundo a cambio de conocimientos infinitos. En el comic
también encontramos ecos de otras obras populares dentro del denominado noveno
arte como El cuervo, de James O´Barr, que también habla de la venganza de
ultratumba de un hombre tras el asesinato de su novia o Spawn, por la propia estética
del personaje y por tratarse de otro ser que vuelve de entre los muertos tras
llegar a un acuerdo con un demonio, ambas historias trasladadas en la década de
los noventa a la pantalla grande. Incluso las garras del personaje protagonista
nos retrotraen indefectiblemente al icónico personaje de Lobezno creado por la
poderosa Marvel. Sin embargo si tenemos en cuenta que tanto El cuervo como
Spawn se publicaron con posterioridad a Fausto, no podemos hablar con certeza
más que de casualidades en lo que respecta al tebeo español.
Brian
Yuzna, como decíamos productor de la película a través de la propia Fantastic
Factory, fue el encargado de dirigir esta película. Yuzna, nacido en Filipinas,
era en esos comienzos de los dos mil toda una institución dentro del género de
terror de serie B, siendo de hecho su nombre propio uno de los referentes de
cabecera dentro de la fallida productora, gracias a su participación como
productor en obras como Reanimator, Dolls o Warlock el brujo, o dirigiendo
clásicos como Society, La novia de Reanimator, Mortal zombie o El dentista. Miguel
Tejada-Flores, quien había trabajado en títulos como Noche de miedo 2, El rey
león o Asesinos cibernéticos colaboraría en la elaboración del guion final. Se
contó además con Jacques Haitkin, consagrado director de fotografía dentro del
género gracias a películas como Pesadilla en Elm street, Hidden lo oculto,
Shocker 100.000 voltios de terror, Maniac cop 3 o Wishmaster. Todo ello da idea
de que aunque se trataba de un proyecto modesto cercano a los tres millones de
euros de presupuesto, se había puesto cierto mimo y cuidado en las formas a la
hora de su filmación.
Sin
embargo la película se queda a medio camino de todo, siendo una fallida carta
de presentación de Fantastic Factory, lo que se fundamenta principalmente en el
hecho que contrariamente a lo que debiera ser la película, una adaptación a las
formas y hechuras del cine de terror español de una obra con potencial
internacional, lo que hace es trasladar todas las constantes del cine de serie
B realizado en Estados Unidos a una producción de capital español, lo que hace
que este Fausto pierda el alma antes de tiempo. Tampoco ayuda una historia
deslavazada y que, aunque aborda numerosos elementos interesantes como la
propia multipersonalidad del personaje de John Jaspers/Fausto como un antihéroe
interesante sobre el papel o la existencia de esa sociedad secreta de
siniestras y demoniacas intenciones, acaba conformándose en un totum revolutum
perfectamente escenificado en un acto final precipitado, mal contado y montado
y con una secuencia de cierre abrupta y que ofrece un final tan caótico como lo
ha sido toda la historia hasta ese momento, con un ir y devenir de personajes,
tramas y acontecimientos.
Otro
elemento que hace la película naufrague en la mayoría de sus intenciones es un
elenco de intérpretes generalmente fallidos y que en ocasiones nos brinda
actuaciones excesivamente sobreactuadas y rayando en lo paródico. De una parte
tenemos al actor británico Mark Frost en el doble papel de John y de Fausto,
quien en ambos roles tira de excesos y tics, acompañado de Isabel Brook dando
vida a la psiquiatra Jade (papel interpretado a través de un flashback de su niñez por una
debutante Michelle Jenner), y que acompañara a Frost en una particular
competición por ver quién resulta más artificial, brindándonos en ese aspecto
la intérprete un desatado acto final. Recalcar además lo improbable de la
historia de amor entre ambos personajes, fomentada en apenas dos escenas y que
se hace harto complicada de explicar dado que toda la trama se sustenta en la
trágica pérdida por parte de John Jaspers de quien el mismo define como el amor
de su vida. Tampoco resulta creíble el papel de Jeffrey Combs como el teniente
de policía Dan Margolies, con un,
nuevamente, inexplicable cambio de rol final. En este caso esta fallida
actuación es más dolorosa si cabe habida cuenta estamos hablando de un actor de
culto dentro del género, a resultas de su participación como el doctor Herbert
West en la saga Reanimator, y que igualmente había brindado un estupendo
personaje en la muy recomendable Agárrame esos fantasmas. Al menos en lo que
respecta a los villanos principales si nos encontramos con unos destacables
trabajos. Mónica Van Campen, intérprete, modelo y para los nostálgicos la
actriz en uno de los anuncios del mítico “busco a Jacks”, aporta toda la
sensualidad, sexualidad y maldad que el
personaje de la pérfida Claire precisaba. Por su parte Andrew Divoff nos ofrece
con M a un personaje misterioso, terrorífico, brutal y elegante a partes
iguales, un antagonista de altura que acaba resultando mucho más atrayente para
el espectador que el propio Fausto, un personaje mucho más unidimensional.
Divoff es todo un referente dentro del cine de serie B gracias a un extenso
bagage entre el que podemos citar La caza del Octubre Rojo, 48 horas más,
Operación soldados de juguete o Wishmaster.
Si
hay un elemento que merece la pena remarcar de la película es como traslada sin
remilgos buena parte de la truculencia del comic original, no escatimando en
gore ni secuencias repulsivas, caso de la conversión del personaje de Claire en
una amalgama de carne y fluidos en lo que es todo un homenaje a la opera prima
del director, Society. De hecho los efectos visuales y de maquillaje de ambas
películas son obra del mismo artista, Screaming Mad George, toda una leyenda
dentro del género y gracias al cual este aspecto es uno de los más destacables
dentro de la película, pudiendo encontrarnos gran profusión de
descuartizamientos y muertes violentas mostradas en pantalla con todo su
grafismo. No podemos decir lo mismo de unas secuencias de acción torpemente
rodadas, con un montaje de planos que impide seguir la acción de manera clara y
a los que además acompañan unos insertos musicales enclavados dentro del metal totalmente
desacertados para el tono de la película y para las escenas bajo las que se
enmarcan.
Es
por todo ello que Fausto, la venganza está en la sangre, supone una carta de
presentación que aunque entretiene, queda muy por debajo de las expectativas
que planteaba de inicio, tanto por los nombres propios tras el proyecto, el
potencial de la propia historia o los recursos, limitados pero suficientes, con
los que se contó. Es un quiero y no puedo, algo que es todo un leit motive de
lo que acabaría siendo Fantastic Factory, muchas buenas intenciones pero sin
los resultados esperados. Quizás, para obtener un producto final de altura en
este Fausto hubiera hecho falta un pacto con el demonio.
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