jueves, 14 de marzo de 2024

HÁBLAME (TALK TO ME, 2022) 95´

 

Un grupo de amigos participa en un ritual espiritista consistente en ser poseídos temporalmente por entes fallecidos siendo la mano embalsamada de un médium el vehículo que sirva de enlace entre este mundo y el del más allá. Todo parece ir bien hasta que se saltan una de las normas, no permanecer más de noventa segundos bajo el influjo de la posesión.

El cine australiano ha sido fuente de potentes historias dentro del cine de terror como así lo atestiguan esa maravilla dentro del gore orquestada por Peter Jackson que es Braindead, Wolf Creek, un slasher basado en hechos reales que generaría varias secuelas, la más sugerente pero no por ello menos inquietante Picnic en Hanging Rock del posteriormente aclamado Peter Weir o ese cuento protagonizado por monstruos que se ocultan en el armario que es Babadook. A estos títulos se une Háblame, un potente thriller sobrenatural escrito y dirigido por los hermanos Danny y Michael Philippou, una pareja de youtubers que tras foguearse con varios cortometrajes a sus espaldas se lanzarían a la dirección con uno de los títulos más destacados de su año dentro del género al que representa.

Lo primero que llama la atención de Háblame es que para nada presenta maneras de opera prima. Y es que sus responsables demuestran tener un total conocimiento de que es lo que quieren a cada momento, iniciando de hecho la película con un plano secuencia con el que enganchan al espectador por la solapa para así obligarle a no despegar la vista de la pantalla durante la siguiente hora y media. El trabajo de cámara es fluido, lo mismo que el resto de aspectos más puramente técnicos como pueden ser la iluminación o el montaje, todo ello con un atinado ritmo narrativo que se sustenta en una tensión mantenida que logra sacudir al espectador en secuencias más impactantes a nivel visual ligadas en su mayoría al joven poseído pero que dejan sin embargo que la impronta que consigue este título se base principalmente en un estupendo manejo del suspense. 

Pero además Háblame resulta una propuesta fresca e inteligente por la manera en que utiliza arquetipos manidos dentro del cine de terror como son la comunicación con el más allá y los espíritus que lo pueblan así como sucede con el tema de las posesiones, resultando un título tremendamente vanguardista gracias a una historia que sabe desarrollar su propio camino. Lo más icónico a este respecto es como se ha sustituido la habitual ouija vista en títulos como El exorcista, Witchboard, Paranormal activity, Ouija o la más patria Verónica por esa mano de escayola como medio para poder comunicarse con los entes que pueblan el otro lado, y como el hecho de ser poseído temporalmente se constituye por parte de los jóvenes protagonistas como un divertimento a través del cual pasar unos momentos de risas y cachondeo entre amigos. Es cuándo dicho juego trata de ser utilizado para propósitos más personales y serios, en este caso con la protagonista tratando de comunicarse con su madre fallecida, cuándo la historia se tuerce para los participantes del mismo, iniciándose solo a partir de ese momento un angustioso periplo dentro de unos cánones del terror que llevan a tratar de salvar la vida y el alma de la persona poseída en una carrera a contrarreloj. Y si como apuntábamos el guion maneja elementos propios de los subgéneros de las posesiones y los fantasmas, es lo suficientemente inteligente como para no resultar manido o reiterativo a ideas ya expuestas en títulos anteriores, formando parte en este caso de esa colección de películas de estreno reciente que parece tratan de abrir nuevos caminos en un género que siempre parece agotado pero que siempre logra resucitar, siendo en este sentido un estupendo programa cinematográfico a disfrutar junto a .títulos como Déjame salir, Midsommar, La bruja, Smile o It follows.

Lo mismo que con las ideas expuestas y desarrolladas en la película sucede con una protagonista que repite constantes dentro de los arquetipos del cine de terror más reciente, con ese pasado marcado por la tragedia y que de alguna manera sirve como justificación de todos los macabros acontecimientos que se narraran en Háblame, así como una relación difícil con su padre, todo ello como fuente y origen de la trama que desarrolla la película y que llevará a este personaje principal al mayor de los sacrificios en pos de un bien común. Asimismo cabe rescatar la idea de unos jóvenes protagonistas frescos y cercanos, cuyos comportamientos resultan creíbles dejándose atrás otro tipo de reacciones más inverosímiles cercanas a lo habitualmente visto en el slasher. Buenas actuaciones de unos desconocidos y bastante neófitos  intérpretes que ayudan a dar credibilidad a una película donde el nombre más conocido a nivel actoral es el de una Miranda Otto vista en La delgada línea roja, El señor de los anillos o La guerra de los mundos, siendo su relación con el género abordada en títulos como Lo que la verdad esconde, Yo, Frankestein, Annabelle creation o la televisiva Las escalofriantes aventuras de Sabrina.

De esta forma Háblame se constituye como un más que interesante ejercicio de cine de terror dentro de esa ola de nuevos realizadores que están ofreciendo en los últimos años interesantes cartas de presentación dentro del género abordando este desde diferentes puntos de vista aunque con una especial predisposición por el terror psicológico, pero no por ello rehuyendo de escenas inquietantes e impactantes a un nivel más visual. El título que nos ocupa es un perfecto ejemplo de esta idea, logrando fluctuar entre ambos estilos sin perder en ningún momento ni su esencia propia ni ese alma que le acerca a ese tipo de cine protagonizado por fantasmas y espíritus del más allá. O lo que es lo mismo, una película a la que es conveniente “dejarla entrar”.         

jueves, 29 de febrero de 2024

VESTIDA PARA MATAR (DRESSED TO KILL, 1980) 105´

 


Kate Miller sufre una insatisfacción en su vida conyugal y en sus relaciones sexuales con su marido que la llevan no solo a acudir a la consulta de un psiquiatra para abordar este vacío en su vida diaria, llegando incluso a mantener un fortuito y casual encuentro sexual con un absoluto desconocido.

Es constante ese mantra entre aficionados del cine y la crítica especializada que viene a definir a Brian De Palma, director de la película y autor asimismo del guion, como un imitador del cine de Hitchcock, lo que vendría a ser una pueril banalización de uno de los grandes estetas de la historia del cine, así como poseedor de un lenguaje cinematográfico y una impronta visual tremendamente personal y arriesgada, un sello o marca en su cine que le hace plenamente identificable como autor. Lo cual no viene a desmentir la influencia que Hitchcock y sus películas han marcado en la filmografía de un De Palma que de hecho en Vestida para matar orquestaba su particular revisión de ese clásico imperecedero que es Psicosis.

Y es que no hace falta ser muy ducho para descubrir las similitudes entre ambas películas, partiendo por ejemplo de ese inicio y final de Vestida para matar y que De Palma ubica en un escenario tan reconocible para el fan de Psicosis como es una ducha, aunque en esta ocasión no se produzca ningún asesinato en el interior de la misma, posiblemente consciente el director de la imposibilidad de mejorar lo filmado por Hitchcock dos décadas atrás. Pero sí que el director convierte al espectador en la citada primera escena en émulo del Norman Bates de la película estrenada en 1960, haciendo de este un voyeur de ese tórrido momento que muestra la masturbación del personaje al que da vida Angie Dickinson, sirviendo además esta secuencia como carta de presentación de un personaje con un calado trasfondo sexual. Y sin embargo sí que De Palma se marca su particular secuencia de asesinato emulando la más famosa escena de la película de Hitchcock, pero ubicándola en esta ocasión en otro espacio cerrado como es un ascensor, jugando igualmente el director con la multiposición de planos y ofreciéndonos además la partitura musical compuesta por Pino Donaggio, colaborador habitual del director, ciertos ecos de la famosa melodía creada por Bernard Herrmann para Psicosis. Aunque cabe decir que este momento es más explícito que el orquestado por Hitchcock en su momento, y es que en este caso el color saturado de la sangre y la abierta exposición en pantalla de las heridas propinadas a la víctima, y que en la película de 1960 no llegaban a mostrarse tan abiertamente aunque el espectador si creyera verlas. Todo ello dota de mayor profusión en el uso de la violencia explícita a este momento icónico. Pero que Vestida para matar es la traslación que hace De Palma de Psicosis a su particular universo cinematográfico plagado de fetichismo, sexo y violencia se sustenta igualmente en la presencia de un asesino travestido marcado por un trauma, en este caso versado también sobre su propia sexualidad, tal como sucedía con el Norman Bates interpretado por Anthony Perkins aunque en esta ocasión sin esa dependencia materno filial. Y lo mismo sucede con esa idea revolucionaria en su momento y que descolocaría notablemente al espectador de la época de acabar con la protagonista de la película a la media hora de metraje, haciendo lo propio De Palma con el personaje de Kate.

Sería Angie Dickinson la encargada de replicar el rol de Janet Leigh. Dickinson era por aquel entonces una veterana intérprete conocida por aparecer en títulos tan notables como Rio Bravo, La cuadrilla de los once, Código del hampa o La jauría humana. Así, con casi cincuenta años la intérprete se ofrecería no solo a intervenir en un papel con un enorme componente sexual, sino que igualmente tendría a bien participar en ese juego ideado por De Palma para con el espectador por el cual, tras ser protagonista absoluta del primer tercio de película, desaparecer para dejar paso a una nueva protagonista femenina, marcándose el director en este caso un doble juego con el descubrimiento poco antes de morir el personaje de Dickinson de ese secreto que hace de quien ha sido su amante ocasional, y que parece ser tendrá un peso en la historia que al final se revela como fatuo. Sería Nancy Allen, por aquel entonces pareja sentimental del director, quien se convertiría en la nueva final girl de la película. Allen participaría en buena parte de la filmografía de De Palma, apareciendo además de en Vestida para matar en títulos como Carrie, Una familia de locos o Impacto, siendo igualmente recordada por dar vida a la agente Anne Lewis en Robocop y secuelas. La intérprete logra crear un personaje que se mueve entre la gallardía y entereza de una prostituta acostumbrada a lidiar con personajes de la peor calaña y la fragilidad de una mujer asustada al ser acosada por un asesino en serie en ciernes. Michael Caine por su parte hace gala de toda su flema británica a la hora de dar vida al psiquiatra que trata al personaje de Dickinson para acabar igualmente desdoblándose en ese juego con el espectador planteado por el guion de De Palma, aunque no llegue a perder la compostura en su totalidad, tal y como sucedía con el personaje de Norman Bates. Citar también a un joven Keith Gordon, visto en la cinta de terror Christine dirigida por John Carpenter  así como en las comedias Regreso a la escuela o Loca academia de combate. Por su parte nos encontramos con un Dennis Franz que sería un rostro muy reconocible de la pequeña pantalla gracias a series como Canción triste de Hill Street o Policías de Nueva York, siendo de hecho el rol que interpreta en Vestida para matar similar al visto en ambas ficciones televisivas, siendo igualmente uno de los actores fetiches de Brian de Palma y participando como secundario en películas como La furia, Impacto, nuevamente junto a Nancy Allen, o Doble cuerpo.

La película posee toda la impronta visual del cine de De Palma, un director que en no pocas ocasiones es capaz de sacrificar la propia narrativa de la película para incidir en su aspecto más estético. Pero merece la pena ver la manera en la que el director utiliza los reflejos de muchas de las superficies mostradas en pantalla para proyectar las escenas, llegando incluso a jugar con lo onírico como sucede en la secuencia del sanatorio mental, así como superpone primerísimos planos de un rostro para mostrar en un segundo plano un momento igualmente relevante, siendo igualmente recurrente esos momentos en los que divide la pantalla en dos para mostrar paralelamente dos momentos diferentes en una misma secuencia. En este caso llama la atención como llega a estirar algunas secuencias hasta casi exasperar al espectador, tal y como vemos en la larga escena que ilustra el juego de seducción entre el personaje de Kate y su amante furtivo en la galería de arte, momento perfectamente encuadrado por la partitura musical de Pino Donaggio, todo un especialista en el cine de terror tras dotar de musicalidad a títulos como Carrie, Piraña, Trampa para turistas, Aullidos, Los ojos del diablo o Trauma. Otro momento que juega con esta idea es la secuencia de cierre en la que el personaje al que da vida Nancy Allen se percata en la ducha, nuevamente una ducha como epicentro de la acción, de la presencia del asesino, momento que es estirado por un De Palma que busca llegar a incomodar con ello al espectador, transmitiéndole de esta forma el mismo desasosiego sufrido por el personaje que vemos en pantalla.    

Y si bien Hitchcock es el gran nombre que se viene a la cabeza mientras se visualiza Vestida para matar no hay que dejar de lado la impronta que el giallo dejaría patente en parte de la filmografía de De Palma, siendo el título que nos ocupa un perfecto exponente de esta idea. Un componente sexual muy presente y que además sirve de acicate y castigo para aquella mujer desinhiba y casquivana mostrada en pantalla, una idea recurrente en el giallo italiano y que influiría notablemente en ese slasher posterior que surgiría en los setenta y eclosionaría en los ochenta. El uso exacerbado de la sangre así como la profusión de las heridas de arma blanca son otro referente dentro de este subgénero italiano, y que en este caso tiene en las navajas de afeitar su particular modus operandi a la hora de acabar con la vida de las diferentes víctimas, aunque estas sean mucho menos numerosas que lo visto en el exploit italiano. Por último citar la presencia de un asesino misterioso, otro de los fijos dentro del giallo, aunque en esta ocasión, y partiendo del conocimiento de la obra de Hitchcock en la que se ampara la película, no sea difícil desenmascarar a este psicópata.

Así, Vestida para matar es uno de los principales ejercicios Hitchcokianos en la filmografía de un De Palma que, dentro de la promoción de cineastas surgidos en la década de los setenta con nombres tan importantes y relevantes como los de Francis Ford Coppola, Michael Cimino, Martin Scorsese, George Lucas o Steven Spielberg, sería quien más importancia brindara a la estética de su cine. Y es por ello que se sustenta más en el suspense que en el terror, lo que no es óbice para que la película sirva de estupendo ejercicio dentro del subgénero slasher más academicista y menos cercano a los postulados más afines a la explotación que tendría lugar en la década de los ochenta y que tendría su pistoletazo de salida en un título estrenado ese mismo año, Viernes 13. Y esa es una idea que hay que dejar muy clara para finalizar, Vestida para matar difiere, y mucho, del slasher dentro del concepto que ha llegado hasta nuestros días de este subgénero. Más allá de la influencia ejercida por el cine de Hitchcock sobre el resultado final de la película, su principal valedora es la capacidad visual de un De Palma con atributos propios como cineasta más allá de etiquetas fáciles que le sitúen como mero imitador del cine del director de títulos como Vértigo o Los pájaros. Y es que quedarse con esa idea sería demasiado simplista. Den una oportunidad a Vestida para matar y verán cómo es así.      

lunes, 26 de febrero de 2024

SAW X (SAW X, 2023) 118´

 

Tras serle detectado un cáncer terminal, John Kramer viaja a México con la esperanza de que un tratamiento experimental haga remitir su enfermedad, siendo sin embargo estafado por quienes supuestamente debieran sanarle. Así que lo que decide es preparar una nueva venganza, esta vez con un componente muy personal.

Tras la decepción en taquilla de ese intento de hacer progresar la franquicia por otros derroteros que fue Spiral, siendo este el título que menos recaudación obtendría de todas las películas estrenadas hasta el momento dentro de la franquicia, se decidió volver a los postulados iniciales llevándose a cabo esta secuela, la cual se situaría cronológicamente entre Saw y Saw 2. Volvería a contarse nuevamente con la dupla de guionistas Josh Stolberg y Pete Goldfinger, responsables de las dos últimas películas de la saga, así como con la dirección de un Kevin Greutert que volvía a la franquicia tras dirigir las entregas seis y siete de Saw. El resultado es una interesante vuelta a los inicios que además ahonda notablemente en los orígenes del personaje de John Kramer, quien en esta ocasión se convierte en el auténtico protagonista de la película.

Lo primero que llama la atención de este décima entrega es que frente a toda una colección de títulos que no se andaban con rodeos en cuanto al desarrollo de la historia se refiere yendo directos al grano, en este caso sí que se dedica buena parte de metraje, más de tres cuartos de hora, a narrar el viaje del protagonista a México en busca de ese milagro que le haga huir de las garras de la muerte, lo que lleva a que, además de hacer de esta secuela la más larga de todas las estrenadas hasta el momento, que sea la que más se para a la hora de justificar el motivo del posterior juego al que Kramer obligará a participar a sus víctimas. Pero no se preocupen si son de aquellos para los que su principal motivo a la hora de acercarse a una película de la saga es la colección de secuencias brutales y explícitas presentes en cada nuevo título de la misma, ya que una vez llegamos a ese momento la película no decepciona, siendo de hecho la más efectiva junto a la primera entrega a la hora de conseguir trasladar al espectador toda la desesperación vivida por los diferentes participantes de los juegos ideados por Kramer. En este caso remarcar que estas secuencias van de más a menos, y es que el primero de los juegos, si descartamos esa ensoñación vivida por el protagonista que además ilustra el poster promocional de la película y cuya única finalidad es ofrecer al espectador más goremaniaco un momento de hemoglobina previo a todo ese metraje en el que la película baja de revoluciones desarrollando la historia de Kramer desde que le es diagnosticado su tumor cerebral hasta que inicia su particular venganza sobre quienes se han aprovechado de su desesperación como enfermo, es el más impactante de todos los presentados a lo largo de la película, tanto por la situación a la que es sometida la primera de las víctimas, obligada a amputarse una pierna, como por el nivel de gore de la secuencia. A partir de ese momento inicial las diferentes pruebas irán perdiendo empaque y fuerza visual con respecto a ese juego inicial, aunque huelga decirlo, todo el empaque que se puede perder en una saga tan eficiente en este sentido como Saw, todo ello hasta llegar a esa máxima villana cuyo final se antoja hasta demasiado permisivo visto lo visto hasta ese momento.

El regreso de John Kramer como personaje principal de la película permite a Tobin Bell, tras dos décadas dedicadas a este personaje, el protagonizar como tal su primera película de la saga, y aunque  el paso del tiempo juega una mala pasada en lo que respecta a la continuidad de un Kramer que pasaría de ser interpretado con sesenta y dos años en la primera entrega a hacerlo con ochenta y uno en la que supuestamente es su secuela directa, el siempre eficiente trabajo de Bell hace no solo que merezca la pena esa decisión, sino que se antoja como un gesto de justicia para con el mejor exponente de la saga. Vuelve asimismo a recuperarse al personaje de Amanda, nuevamente interpretado por Shawnee Smith,  ahondándose en su relación con un Kramer convertido en mucho más que en mentor de esta, siendo de hecho una figura de tipo parental. Les acompañan, más bien sufren su ira vengadora, un grupo de personajes intrascendentes cuya única finalidad es resultar eficientes a la hora de verles sufrir toda vez les toque participar en los juegos ideados por Jigsaw, siendo el único componente de interés en este caso la presencia de una auténtica villana que esta si merece todo lo que el bueno de Jigsaw haya ideado contra ella, y que es interpretada por la actriz noruega Synnove Macody Lund. Esta contraposición de personajes convierte curiosamente a John Kramer en el bueno de la película cuando sus actos no son precisamente edificantes, una idea que si bien ya planeaba durante todas las películas de la saga, y que se justificaba en ese carácter aleccionador y justiciero de las pruebas ideadas por Jigsaw así por quienes acababan convertidas en sus víctimas, es llevada en este caso al paroxismo.

Saw X trata de esta manera de reflotar una franquicia que iba dando tumbos desde hacía bastante tiempo, logrando ofrecer un título con ecos de la primera Saw tanto en un guion que no se limita únicamente a idear macabros momentos que plasmar en pantalla incidiendo en una historia que contar y desarrollar, así como por volver a los orígenes en cuánto al diseño de las trampas y juegos ideados por un protagonista que es responsable en buena parte del éxito de la franquicia. Un éxito que se repetiría superando nuevamente esta entrega los cien millones de recaudación y posibilitando el mantener viva una franquicia que ya prepara una nueva entrega. O lo que es lo mismo, que el juego continúe. 

domingo, 25 de febrero de 2024

SPIRAL: SAW (SPIRAL: SAW, 2021) 93´

 

Un detective de homicidios a la sombra de su padre, antiguo jefe de la policía de la ciudad, y señalado por sus compañeros tras delatar a un agente corrupto, será puesto al frente de la investigación de una serie de asesinatos rituales que homenajean el modus operandi utilizado por John Kramer en su día, sembrándose la ciudad de cadáveres de policías con la sospecha de la corrupción sobre ellos.

Tras ocho películas repitiendo sistemáticamente la misma idea y estructura argumental la saga trataba de abrir nuevos horizontes con un título que rompía en cierta forma los esquemas con respecto a sus predecesoras. Así, nos encontramos con una entrega cercana a los postulados del género policiaco y que se centra en su totalidad en la investigación policial abordada por el protagonista en pos de tratar de descubrir y detener a ese imitador de Jigsaw que ha puesto su mirada vengativa y justiciera en unos agentes de policía convertidos en objetivo de sus trampas, aunque manteniéndose esa idea impuesta por John Kramer de ejercer como una especie de ecuánime justiciero, ya que las víctimas del nuevo asesino en serie son un grupo de agentes corruptos. Josh Stolberg y Pete Goldginger volvían a ejercer como guionistas de la historia tras su participación en Saw 8 mientras que Darren Lynn Bousman volvería a la silla de director tras haberse encargado de la realización de Saw 2, Saw 3 y Saw 4, dejando en esta ocasión de lado ese estilo más alocadamente visual y mareante presente en los tres títulos citados para ofrecer un trabajo más sereno y que en cierta manera recupera esa idea de Saw como un título inspirado en aquellas películas con psicópata retorcido inlucido tan habituales en la década de los noventa, con El silencio de los corderos o más especialmente Seven como piedras angulares sobre las que posar la mirada.

Frente a unas últimas secuelas que habían ido aplicando aquello del más difícil todavía en lo que respecta a la concepción de las trampas y juegos orquestados por Jigsaw, esta entrega vuelve a hacer de la sencillez de estas su principal premisa, al menos en las primeras secuencias mostradas de este tipo, no abandonando sin embargo la brutalidad de estas, resultando de hecho en ese sentido los momentos que muestran a las diferentes víctimas sometidas a los juegos perpetrados por el asesino de turno secuencias mucho más desasosegantes que las vistas en unos títulos anteriores mucho más ocupados en diseñar juegos cada vez más inverosímiles de creer que en incomodar al espectador con estos. Es nuevamente en esos momentos en los que los responsables de los efectos de maquillaje y encargados de efectos especiales brillan a gran altura, ofreciendo un trabajo donde el uso del gore controlado juega nuevamente, como ha sucedido a lo largo de toda la franquicia, un papel enormemente relevante.

La película está protagonizada por un Chris Rock que dejaba de lado su participación en la comedia, género en el que más ha destacado y donde ha conseguido sus mayores éxitos, para acercarse a un personaje dramático en un título igualmente turbio y oscuro, ofreciéndonos un eficiente protagonista que además se convierte en uno de los pocos personajes medianamente interesantes de toda la franquicia. Rock además sería el autor de la historia original sobre la que se fraguaría el guion posterior además de convertirse en uno de los productores ejecutivos de la película junto a los ya consagrados James Wan y Leigh Whannell, lo que da la medida de hasta que punto el actor y cómico se involucraría en la película.  Destacar igualmente la participación de un activo Samuel L. Jackson, más de ciento cincuenta títulos a sus espaldas avalan este hecho, o de Max Minghella, hijo del reputado cineasta Anthony Minghella y encargado de dar vida al nuevo compañero del protagonista en una suerte de ejercicio de buddy movie orquestado por la película. Este título sería el primero que no contaría con Tobin Bell, y es que si bien el personaje de John Kramer sigue presente en tanto en esta ocasión es un imitador de este quien está llenando la ciudad de cadáveres troceados, no hay ningún flashback que nos devuelva su serena e inquietante interpretación.

Cabe decir que, en su afán por tratar de ser una película más racional y menos alocada que los títulos que la antecedían, esta secuela acaba siendo la primera en la que es bastante fácil adivinar antes de tiempo el giro final orquestado por los guionistas, debiendo además destacar como la película va de más a menos en lo que al plan maestro del asesino se refiere, siendo este mucho más efectivo cuánto más simples son las trampas presentadas frente a un acto final donde estas ya son mucho más elaboradas, perdiendo además buena parte de su potencia la trama toda vez se descubre quien es el imitador y este nos narra en primera persona todas sus motivaciones, flashbacks mediante, recurso casi obligado en la saga Saw, para abordar tan elaborada venganza, así como va desgranando la manera en la que ha llevado esta a cabo. En este sentido hay que rescatar la nueva figura utilizada por este villano para dar a conocer a sus víctimas sus juegos, con esa marioneta de un cerdo sustituyendo al icónico alter ego de John Kramer, ese muñeco ventrílocuo que en ocasiones aparecía en escena montado en triciclo.

En este sentido, si bien Spiral no es ese gran reboot de la saga que pretendía ser sí que es una interesante y valiente continuación que al menos trata de romper en parte con las ocho películas anteriores, creando su particular camino dentro de una franquicia que estaba tremendamente limitada en base a que prácticamente se juega casi todas sus bazas en las trampas mostradas en cada una de las nuevas secuelas. Y si bien no contaría esta vez con el beneplácito del público que si tendría el resto de secuelas, el recaudar el doble de su presupuesto haría llegar a la conclusión de sus máximos responsables de que todavía quedaba Saw por explotar. 

SAW 8 (SAW 8, 2017) 91´

 

Cinco personas despiertan atrapadas en una granja reconvertida en una enorme sala de torturas plagada de trampas mortales que estos rehenes han de tratar de sortear si quieren tener una mínima posibilidad de salir vivos del lugar. Y es que parece que el legado de Jigsaw no era obra únicamente de un solo imitador.

Después de estrenarse siete películas de Saw entre 2004 y 2010 la franquicia se tomaría un descanso de siete años antes de estrenar una nueva secuela, que si bien no revolucionaría la saga si supondría un cierto soplo de aire fresco a una serie de películas que habían entrado en un peligroso bucle que de continuar habría llevado a la franquicia a su final. No esperen sin embargo grandes novedades, Saw 8 es fiel al esquema argumental de sus predecesoras, sin embargo el guion de Josh Stolberg y Pete Goldfinger, artífices ambos de esa gamberrada plagada de gore y locura que es Piranha 3D, consigue su propósito de jugar nuevamente con un espectador quien es vuelto a engañar gracias a la forma en la que se ha montado la película. Aunque sí que es cierto que se sigue repitiendo un error ya presente en las anteriores entregas de la serie, que no es otro que el dotar al personaje de John Kramer de una capacidad de anticipación sobre todas y cada una de las acciones que tienen lugar durante sus cada vez más elaborados y rebuscados juegos, lo que  le lleva a convertirse en algo parecido a un adivino, idea a la que hay que sumar el hecho de que sea capaz de conocer todos y cada uno de los secretos más ocultos de sus víctimas, asemejándolo así cada vez más a una especie de Dios justiciero capaz de conocer lo que ni siquiera la policía ha llegado lograr a saber acerca de las víctimas de Jigsaw. La dirección correría en esta ocasión a cargo de los denominados hermanos Spiering, una pareja de realizadores alemanes que ya habían dado buena muestra de sus habilidades en el género con títulos como Los no muertos o Daybreakers. Ambos aportan a la franquicia un estilo visual más pausado y menos visceral que el visto hasta ese momento, demostrando su pericia narrativa y cierta personalidad visual en un título que con bastante menos presupuesto que el título anterior acaba resultando mejor presentado, aunque aquí puede que tuviera que ver el hecho que Saw 7 se estrenara en formato 3D.

Pero como decíamos no esperen grandes sorpresas en esta ya octava entrega de Saw, volveremos a ser testigos de cómo un grupo de personas desconocidas deben enfrentarse a una colección de trampas cada vez más sofisticadas y elaboradas si quieren tratar de salir vivas de su cautiverio, siendo su desesperada situación la que les lleve a no darse cuenta que en realidad salir con bien de estas pruebas tampoco es que fuera demasiado complicado. Basta con prestar atención a los diferentes videos y audios dejados por Jigsaw a lo largo de esta yincana de dolor y muerte.  Y es que este personaje vuelve a dejar en manos de sus víctimas su destino, “vivir o morir”. Entre este grupo de personajes destacar la presencia de una Laura Vandervoort vista en las televisivas Smallville, V o Bitten, así como la participación de un Mandela Van Peebles de filmografía irrelevante y más conocido por pertenecer a la saga de actores y directores encabezada por su abuelo Melvin Van Peebles, director de títulos de culto dentro del género blaxplotation como Sweet Sweetback's Baadasssss Song, siendo su padre Mario Van Peebles, actor en El sargento de hierro o Los inmortales III y director de New Jack City. Asimismo, la película nos narra la búsqueda del responsable de seguir con el legado de Jigsaw, como sucedía en las películas anteriores, aunque en esta ocasión esta idea está mucho mejor armada con la presencia de varios posibles sospechosos, orquestando la cinta en su tramo final su consabido giro de guion armado a través de una explicación que dé respuesta a todos los porqués que han ido planteándose a lo largo de la película.

Algo a lo que ayuda precisamente que la película sea más interesante que sus predecesoras es que en esta ocasión los personajes que pueblan la historia si resultan mínimamente interesantes, como sucede con ese forense con traumas del pasado, su ayudante gótica y fan incondicional del trabajo de John Kramer o ese agente de policía con todas las maneras del agente corrupto. Asimismo, Tobin Bell, o lo que es lo mismo, John Kramer, vuelve a disfrutar de más minutos en pantalla gracias al inteligente uso que el guion hace de su presencia. Y eso siempre es algo de agradecer si hablamos de Saw.

Nuevamente los aficionados a la hemoglobina y la casquería menos explícita disfrutaran de su habitual ración de gore light, siendo nuevamente estas escenas muy bien resueltas por unos responsables de los departamentos de efectos especiales y de maquillaje que vuelven a lucirse en escenas como la de la autopsia o esa trampa final presidida por unos láseres capaces de cortar una cara en varios trozos como si fuera mantequilla.

Saw 8 no nos descubre nada nuevo, los recursos narrativos son los de casi siempre, mostrándose de una parte la investigación policial que trata de desenmascarar al responsable de los nuevos asesinatos en paralelo a ese juego de supervivencia vivido conjuntamente por un grupo de víctimas potenciales sobre las que aplicar las más cruentas y originales trampas que los responsables del guion puedan llegar a imaginar. Pero con Saw no podemos alegar aquello de “no sabíamos a lo que veníamos”, con lo que si encima la película te da un poco más, y en este caso lo hace, podemos decir que la experiencia ha sido la esperada. 

SAW 7 (SAW 7, 2010) 88´

 

Mientras continua la caza al hombre contra el agente Hoffman, convertido en el responsable de perpetuar el legado dejado por John Kramer, Bobby Dagen, quien ha simulado haber sobrevivido a Jigsaw para así hacerse rico gracias a la venta de libros y entrevistas televisivas será obligado a participar, y esta vez de verdad, en uno de los macabros y sanguinarios juegos del psicópata.

Continuaba el goteo incesante de secuelas de Saw que vistas hoy día y de seguido dan sensación de tratarse más de una serie televisiva que una saga de películas al uso, y ello por la manera en la que se unifican las tramas entre título y título o la manera en que se cierra cada nueva entrega, así como por mantener su arquitectura visual, de diseño de producción y conceptual a lo largo de cada una de las películas estrenadas, al menos hasta llegar a esta continuación. Para concretar esta idea y en ese sentido, llegados además a la séptima entrega, podemos hacer una comparación entre Saw y otra franquicia de terror de enorme éxito como lo fue en su momento Pesadilla en Elm Street. Y es que así como en las películas protagonizadas por Fred Krueguer podemos atisbar la personalidad de cada uno de sus directores en los títulos que iban estrenándose siendo estas muy diferentes entre sí a pesar de mantener la coherencia de la saga, no sucede lo mismo con Saw, donde el trabajo de realización es mucho más mecánico e impersonal, lo mismo que sucede a la hora de  ofrecer unos  guiones que acaban siendo en no pocos momentos un copia y pega constante a la hora de abordar las tramas de cada nueva entrega, lo que provoca que llegados a este punto puedas confundir fácilmente las películas entre sí, llegando a mezclar personajes, escenas y situaciones sin saber muy bien a qué película de la saga pertenecen. Dunstan y Melton continuaban al frente del guion, repitiendo sin disimulo alguno lo ya visto en Saw 6 a nivel de historia, y así mientras asistimos a esa caza al asesino encabezada en esta ocasión por un nuevo agente de policía, seremos testigos en paralelo de una nueva lección que enseñar por las malas a un grupo de personajes que no se han portado todo lo bien que debieran en el pasado, siendo este carácter aleccionador del plan de un John Kramer que parece trabajó mucho antes de fallecer, el que le reste algo de potencia a su capacidad como psychokiller con enjundia. Kevin Greutert repite asimismo en labores de dirección, siendo el resultado final bastante más interesante que el ofrecido en el título anterior a pesar que argumentalmente apenas hay variaciones más allá de un final que vuelve a hacer girar la tuerca una vuelta más para sorprender al espectador en su escena de cierre, la cual conecta con la primera de las películas de la franquicia dejando entrever una idea que sin embargo no se retomaría en las películas posteriores.

La película trataba de añadir un plus que motivase el acudir nuevamente en masa a los cines con la incorporación de un 3D de vigente actualidad en aquel 2010 tras el estreno un año antes de Avatar, siendo este recurso visual aprovechado para lanzar al espectador aún más a la cara toda suerte de secuencias donde el gore campa a sus anchas, aunque eso sí, sin llegar en ningún caso a los niveles de películas más underground englobadas dentro de ese subgénero y estrenadas estas sí lejos del circuito de los cines. Sí que es rescatable una secuencia inicial que rompe con la idea tan presente hasta ese momento de mostrar unos escenarios claustrofóbicos, subterráneos y lúgubres, arrancando la película con una escena en la que tres jóvenes son obligados a participar en uno de los macabros juegos de Jigsaw a plena luz del día y en medio del escaparate de un paseo comercial plagado de viandantes, lo que, además de constatar la idea, viendo el nivel de sofisticación cada vez mayor de los juegos planteados, de que hemos de entrar en las películas de Saw sin tratar de planteárnoslas desde un punto de vista medianamente racional, sirve para colar una puyita orquestada a través de ese enorme grupo de mirones arremolinados en torno al lugar donde las tres víctimas tratan de zafarse de su trampa, y que si bien en última instancia participan de la desesperación de estos y tratan en algún caso de auxiliarles, igualmente son presentados captando el momento a través de sus teléfonos móviles, todo un reflejo de una sociedad actual de carácter enormemente individualista y convertida en mero voyeur de la desgracia ajena.

Como ya apuntábamos, el esquema de un personaje tratando de sortear sin éxito una serie de trampas cada vez más elaboradas y retorcidas en pos de salvar a un grupo de conocidos, y que ya viéramos planteado en la sexta entrega de la franquicia, se repite sin disimulo alguno, siendo su única finalidad el servir al espectador su esperada ración de escenas truculentas donde disfrutar del estupendo trabajo de los responsables de los efectos de maquillaje y encargados del diseño de producción, una vez más los grandes protagonistas de la película, y quienes cumplen con lo esperado con nota. Aunque sí que cabe reconocer que, imaginamos que por sobresaturación, las trampas y juegos que van planteándose a lo largo de las películas cada vez resultan menos desasosegantes e impactantes de cara al espectador, aunque en este caso podemos llegar a reconocer que al menos un par de las víctimas de Jigsaw si que llegan a conectar en parte con quien se anime a enfrentarse a una séptima secuela de una saga incansable.

En Saw 7 llama la atención que, junto a los personajes ya por todos conocidos y que siguen sin conseguir captar el más mínimo interés del público por su nulo recorrido dramático o poso a la hora de ser construidos por los intérpretes que les dan vida, caso de un Hoffman o  una Jill que con buen criterio harían su última aparición en la saga en este título, podemos disfrutar del regreso de un viejo conocido como Cary Elwes, quien volvería a la saga tras protagonizar la primera entrega en uno de esos giros de guion siempre agradecidos. A nivel de intérpretes es asimismo llamativa la presencia de un Sean Patrick Flanery de enorme popularidad en la década de los noventa tras protagonizar la televisiva Las aventuras del joven Indiana Jones, siendo también curiosa la presencia de un desconocido Chad Donella, quien da vida al inspector Gibson, pero en este caso por su parecido físico con el también actor Christian Bale. Tobin Bell continúa participando en la franquicia gracias a la utilización de unos flashbacks que posibilitan que el espectador pueda seguir contando con la presencia del único personaje con poso de los presentados a lo largo de toda la colección de títulos estrenados, en definitiva, siendo este la esencia de toda la saga.

Resumiendo, nos encontramos ante una entrega que es más de lo mismo y que cumple las necesidades básicas de los seguidores de la franquicia, y que al menos en la dupla de películas dirigidas consecutivamente por Kevin Greutert, quien regresaría posteriormente para encargarse de Saw X,  es la mejor armada así como la más entretenida. O lo que es lo mismo, que siga el juego, que sigan las muertes.

SAW 6 (SAW 6, 2009) 90´

El agente especial Strahm ha muerto tratando de dar caza al sucesor de Jigsaw, quien continua sometiendo a los sádicos juegos ideados por John Kramer antes de su muerte a un grupo de víctimas con pasado oscuro, siendo su sufrimiento una especie de castigo para con sus pecados.

La franquicia continuaba maximizando su éxito en la taquilla con una sobreexplotación de películas que llevaría a estrenar inagotablemente un título por año, continuando la historia allá donde la anterior película había finalizado. En este caso Marcus Dunstan y Patrck Melton continuarían ejerciendo como responsables del guion, mientras que las labores de dirección recaerían en otro viejo conocido de la saga, Kevin Greuter, encargado del montaje de prácticamente todas las películas de Saw y por lo tanto de alguna manera responsable de su estética, tratando de esta manera de que los cambios de director no afectasen a la continuidad en lo visual y conceptual de la saga. Su trabajo es nuevamente muy rudimentario, limitándose a seguir los dictámenes en cuánto a historia y diseño visual de la película a lo ya visto en las cinco entregas anteriores, siendo estos de hecho indisolubles de las películas de la saga.

A nivel de historia la película es tremendamente básica, y es que esa idea de estrenar una película cada año evidentemente lastraría toda capacidad de tratar de ofrecer unos resultados a nivel de calidad reseñables, entre otras cosas por el poco margen de trabajo con el que se contaría de cara a preparar la preproducción de estas películas. Así, volvemos a ser testigos del devenir de los personajes ya presentados en las películas anteriores mientras asistimos en paralelo a una nueva serie de macabros juegos sufridos en esta ocasión por un ejecutivo de una compañía de seguros médicos sin escrúpulos, quien es presentado ante el espectador a través de unos flashbacks ya totalmente necesarios como herramienta narrativa para así tratar de dar coherencia a lo visto en pantalla, de tal manera que el espectador casi piense en John Kramer como en el bueno de la historia. Hay que decir que sus guionistas, en un intento por mantener esa tradición de la saga de sorprender al espectador en cada título con una sorpresa final o un interesante giro de guion, en este caso  nos muestran el contenido de esa caja presentada en el título anterior y en poder de la ex mujer de Kramer, así como recuperan a uno de los personajes vistos en películas pretéritas y que todos creíamos, los responsables de la saga también, estaba muerto. Todo ello en un ejercicio de desgana y apatía absoluta que es sintomático de un agotamiento en las ideas de los responsables de seguir alimentando la historia de Jigsaw y su particular y sangrienta venganza contra la sociedad.

Como en todas las películas vistas hasta este momento la colección de personajes, tanto los nuevos como los ya presentes en títulos anteriores, resultan totalmente faltos de interés, planos y hasta estúpidos en su forma de comportarse, todo ello fruto del nivel de dejadez a la hora de presentar ante el público un título fundamentado única y exclusivamente  en la colección de juegos ideados por Jigsaw así como en su nivel de brutalidad. Cabe recordar a este respecto como esta película, tras una quinta entrega más relajada a nivel de gore, volvería a mostrar secuencias notables en este explícito terreno, viviéndose de hecho en nuestro país un estreno con polémica al tratar de ser estrenada con clasificación X por su nivel de violencia, algo que al aficionado al terror extremo le resultara totalmente absurdo dada la escala de hemoglobina y casquería manejada en este caso.

Para rematar una de las peores secuelas de todas las estrenadas hasta el momento, se contaría con una colección de trampas anodinas y carentes de macabro interés, siendo estas secuencias además muy mal rematadas a nivel de dirección, aunque haya una excepción a esta norma y es la escena de la trampa giratoria en la que varios de los empleados de la aseguradora dependen para vivir de la decisión de su jefe, el momento de mayor tensión narrativa de todo el metraje. Y es que no todo iban a ser malas noticias para con la entrega con mayor grado de polémica de todas cuantas componen esta franquicia, todo gracias a la estúpida decisión política de considerar que su grado de violencia la hacían merecedora de un estreno en salas limitado toda vez hubiera sido condenada a esa clasificación X.  Algo que por suerte se acabó enmendando, lo contrario hubiera supuesto volver a los tiempos de la censura. Y eso si que es algo macabro.