En
1965 dos niños que se encuentran haciendo un recorrido por el pueblo fantasma
de Marinbad poco antes de que este se anegado debido la construcción de una
presa que se llevará el lugar por delante, hacen un descubrimiento terrible que
marcara a uno de los mismos, único superviviente de la experiencia, de por
vida. Cuarenta años más tarde, el pueblo construido junto al lago artificial
que cubre lo que en su día fue Marinbad, está a punto de iniciar las
celebraciones de este aniversario.
Brian
Yuzna, y con este serían cuatro los títulos dirigidos por el filipino para la
Fantastic Factory, orquesta esta fin de fiesta del sello cinematográfico de
terror y fantasía. Basada en una novela de Matthew Costello, escritor de terror
y ciencia ficción de influencia gótica, la película fue guionizada al alimón
por Mike Hostench y Ángel Sala, conocido por los fans del terror por ser el
director del prestigioso festival de Sitges desde comienzos del nuevo milenio
hasta la actualidad.
Bajo
aguas tranquilas recoge entre sus protagonistas y secundarios principales a un
maremagno curioso. De una parte tenemos a las televisivas Raquel Meroño (quien
ya había protagonizado Dagon, la secta del mar, donde ciertamente estaba mucho
mejor dirigida) o Pilar Soto, quienes comparten secuencias con actores de mayor
renombre y prestancia, aunque en este caso los encontremos totalmente perdidos
en una producción un tanto rara avis, caso de Josep Maria Pou o Manuel
Manquilla. Asimismo y dentro de la habitual tendencia de Yuzna en las
producciones de la Fantastic Factory de incluir actores de procedencia
internacional, en este caso nos encontramos con los nombres de Charlotte Salt o
Michael McKell, intérpretes de segunda que han llevado a cabo el grueso de su
trabajo dentro de la producción televisiva. Y por último cabe mencionar curiosidades
varias, como la aparición casi anecdótica de Diana Peñalver, convertida para
todo una generación en musa del terror más sanguinolento por su aparición en la
obra culmen del gore Braindead, tu madre se ha comido a mi perro, dirigida por
un Peter Jackson anterior a convertirse en uno de los grandes directores de
referencia gracias a su trilogía de El seños de los anillos, sorpresa grata que
se ve equilibrada por la terrible experiencia interpretativa de ver a David
Meca en un papel con diálogo donde demuestra que lo suyo es la natación. Indicar
por último la aparición de Javier Botet como un vengativo ser de ultratumba,
quien se estrenaría con esta película y que debido al síndrome de Marfan que
parece y que le otorga una particular fisonomía se ha especializado en
personajes antropomórficos y terroríficos, obteniendo gran fama por su
caracterización de la niña Medeiros en Rec, hasta el punto de llegar a trabajar
con directores de talla internacional como Alejandro Garcia Iñarritu en El
renacido, Guillermo Del Toro en La cumbre escarlata, James Wan en la segunda
entrega de Expediente Warren o Ridley Scott en Alien Covenant.
A
nadie engañamos si decimos que la película es un despropósito en todos los
sentidos, pero curiosamente acaba resultando un despropósito tremendamente
divertido al que hay que saber entrar al trapo y no tomar para nada en serio,
que parece ser lo que hizo el propio Yuzna durante su filmación. Y es que solo
tomada como una gamberrada donde la coherencia y el sentido común es lo de
menos podremos disfrutar de una propuesta donde se mezclan de manera alocada y
mediante un fino hilo argumental zombies putrefactos, plantas malignas, brujos
poderosos y sectas satánicas, en un maremagno que da a entender como el
director utilizo su última bala en la recámara dentro de la Fantastic Factory
para integrar en la película todas aquellas propuestas que le parecieran visual
o argumentalmente medianamente interesantes, curiosas o simplemente divertidas.
Pero
como buen batiburrillo que se precie hay escenas más acertadas que otras, al
igual que sucede con el apartado de los efectos especiales y de maquillaje, y así,
hay que reseñas como las caracterizaciones de los zombies merecen la pena ser
rescatadas. Incluso en escenas tan ridículas como la del personaje de Pilar
Soto desnuda en la playa esperando practicar sexo con el muerto viviente de su
amigo ahogado en el lago artificial bajo el cual se encuentra el pueblo de
Marinbad, convertido en escenario central de toda la historia, y que emerge de
entre sus aguas en pleno proceso de descomposición. No podemos decir lo mismo
de las secuencias submarinas que pretenden hacernos creer que los personajes
están buceando entre las ruinas del citado pueblo, donde resulta totalmente
evidente la superposición de planos para integrar las ruinas de la aldea en las
tomas submarinas, y que hacen que estas secuencias, que además no son pocas,
resulten del todo acartonadas y falsas. Es curioso como Bajo aguas tranquilas
acaba con una gran orgia entre los habitantes del pueblo, ya que supone un perfecto
cierre del ciclo iniciado pocos años atrás con Faust, el terror está en la
sangre, dirigida por el propio Yuzna, pieza que inauguraría la producción del
sello filial de Filmax apadrinado al alimón por Fernández y Yuzna, y que también finalizaba con otra gran orgia
de tipo pagana.
Tras
acabar el visionado de Bajo aguas tranquilas, queda en el espectador toda la
sensación de que sus responsables eran conscientes se trataba del epílogo del
sello creado pocos años atrás por los citados Julio Fernández y Brian Yuzna, y
que trató de crear en nuestro país una producción de género fantástico y de
terror que en cierta forma emulara el éxito que décadas atrás tuvo el
denominado fantaterror. Si bien es cierto que dejó abierta las puertas a nuevos
realizadores y profesionales que demostrarían con el paso de los años que en
este país se pueden filmar algo más que comedias costumbristas y dramas sobre
la Guerra Civil española, la Fantastic Factory como tal, acabó naufragando en
sus objetivos, aunque lo hizo con valentía y con una esencia propia. Esa que
hace que casi quince años después de su cierre y desaparición sigamos hablando
y escribiendo sobre ella. Requiescat in pace.
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