domingo, 26 de mayo de 2019

BAJO AGUAS TRANQUILAS (BENEATH STILL WATERS, 2005) 96´



En 1965 dos niños que se encuentran haciendo un recorrido por el pueblo fantasma de Marinbad poco antes de que este se anegado debido la construcción de una presa que se llevará el lugar por delante, hacen un descubrimiento terrible que marcara a uno de los mismos, único superviviente de la experiencia, de por vida. Cuarenta años más tarde, el pueblo construido junto al lago artificial que cubre lo que en su día fue Marinbad, está a punto de iniciar las celebraciones de este aniversario. 



Brian Yuzna, y con este serían cuatro los títulos dirigidos por el filipino para la Fantastic Factory, orquesta esta fin de fiesta del sello cinematográfico de terror y fantasía. Basada en una novela de Matthew Costello, escritor de terror y ciencia ficción de influencia gótica, la película fue guionizada al alimón por Mike Hostench y Ángel Sala, conocido por los fans del terror por ser el director del prestigioso festival de Sitges desde comienzos del nuevo milenio hasta la actualidad.





Bajo aguas tranquilas recoge entre sus protagonistas y secundarios principales a un maremagno curioso. De una parte tenemos a las televisivas Raquel Meroño (quien ya había protagonizado Dagon, la secta del mar, donde ciertamente estaba mucho mejor dirigida) o Pilar Soto, quienes comparten secuencias con actores de mayor renombre y prestancia, aunque en este caso los encontremos totalmente perdidos en una producción un tanto rara avis, caso de Josep Maria Pou o Manuel Manquilla. Asimismo y dentro de la habitual tendencia de Yuzna en las producciones de la Fantastic Factory de incluir actores de procedencia internacional, en este caso nos encontramos con los nombres de Charlotte Salt o Michael McKell, intérpretes de segunda que han llevado a cabo el grueso de su trabajo dentro de la producción televisiva. Y por último cabe mencionar curiosidades varias, como la aparición casi anecdótica de Diana Peñalver, convertida para todo una generación en musa del terror más sanguinolento por su aparición en la obra culmen del gore Braindead, tu madre se ha comido a mi perro, dirigida por un Peter Jackson anterior a convertirse en uno de los grandes directores de referencia gracias a su trilogía de El seños de los anillos, sorpresa grata que se ve equilibrada por la terrible experiencia interpretativa de ver a David Meca en un papel con diálogo donde demuestra que lo suyo es la natación. Indicar por último la aparición de Javier Botet como un vengativo ser de ultratumba, quien se estrenaría con esta película y que debido al síndrome de Marfan que parece y que le otorga una particular fisonomía se ha especializado en personajes antropomórficos y terroríficos, obteniendo gran fama por su caracterización de la niña Medeiros en Rec, hasta el punto de llegar a trabajar con directores de talla internacional como Alejandro Garcia Iñarritu en El renacido, Guillermo Del Toro en La cumbre escarlata, James Wan en la segunda entrega de Expediente Warren o Ridley Scott en Alien Covenant.



A nadie engañamos si decimos que la película es un despropósito en todos los sentidos, pero curiosamente acaba resultando un despropósito tremendamente divertido al que hay que saber entrar al trapo y no tomar para nada en serio, que parece ser lo que hizo el propio Yuzna durante su filmación. Y es que solo tomada como una gamberrada donde la coherencia y el sentido común es lo de menos podremos disfrutar de una propuesta donde se mezclan de manera alocada y mediante un fino hilo argumental zombies putrefactos, plantas malignas, brujos poderosos y sectas satánicas, en un maremagno que da a entender como el director utilizo su última bala en la recámara dentro de la Fantastic Factory para integrar en la película todas aquellas propuestas que le parecieran visual o argumentalmente medianamente interesantes, curiosas o simplemente divertidas. 



Pero como buen batiburrillo que se precie hay escenas más acertadas que otras, al igual que sucede con el apartado de los efectos especiales y de maquillaje, y así, hay que reseñas como las caracterizaciones de los zombies merecen la pena ser rescatadas. Incluso en escenas tan ridículas como la del personaje de Pilar Soto desnuda en la playa esperando practicar sexo con el muerto viviente de su amigo ahogado en el lago artificial bajo el cual se encuentra el pueblo de Marinbad, convertido en escenario central de toda la historia, y que emerge de entre sus aguas en pleno proceso de descomposición. No podemos decir lo mismo de las secuencias submarinas que pretenden hacernos creer que los personajes están buceando entre las ruinas del citado pueblo, donde resulta totalmente evidente la superposición de planos para integrar las ruinas de la aldea en las tomas submarinas, y que hacen que estas secuencias, que además no son pocas, resulten del todo acartonadas y falsas. Es curioso como Bajo aguas tranquilas acaba con una gran orgia entre los habitantes del pueblo, ya que supone un perfecto cierre del ciclo iniciado pocos años atrás con Faust, el terror está en la sangre, dirigida por el propio Yuzna, pieza que inauguraría la producción del sello filial de Filmax apadrinado al alimón por Fernández y Yuzna,  y que también finalizaba con otra gran orgia de tipo pagana.




Tras acabar el visionado de Bajo aguas tranquilas, queda en el espectador toda la sensación de que sus responsables eran conscientes se trataba del epílogo del sello creado pocos años atrás por los citados Julio Fernández y Brian Yuzna, y que trató de crear en nuestro país una producción de género fantástico y de terror que en cierta forma emulara el éxito que décadas atrás tuvo el denominado fantaterror. Si bien es cierto que dejó abierta las puertas a nuevos realizadores y profesionales que demostrarían con el paso de los años que en este país se pueden filmar algo más que comedias costumbristas y dramas sobre la Guerra Civil española, la Fantastic Factory como tal, acabó naufragando en sus objetivos, aunque lo hizo con valentía y con una esencia propia. Esa que hace que casi quince años después de su cierre y desaparición sigamos hablando y escribiendo sobre ella. Requiescat in pace.

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