Un
grupo de expertos formado por un entomólogo, un médico y su enfermera, unos
mercenarios y una piloto, se dirigen a una isla en medio del Pacífico Sur para
llevar a cabo una investigación sobre un virus mortal que está asolando a la
población local. Obligados a realizar un aterrizaje de emergencia, quedarán
aislados en mitad del atolón, donde además se encuentra un enorme ser arácnido
de origen extraterrestre que no tardará en empezar a diezmar al grupo.
Segundo
estreno de la Fantastic Factory, y que en esta ocasión sería dirigido por Jack
Sholder, otro director con cierta fama en el género gracias a películas como
Pesadilla en Elm Street 2 o muy especialmente gracias al título de culto Hidden
lo oculto, pero que tras unos prometedores comienzos andaba perdido en mediocres
trabajos para la televisión. La película, basada de alguna manera en las
monster movies que surgieron en la década de los cincuenta bajo el auspicio del
terror atómico y que presentaban a enormes y amenazadoras criaturas como las
grandes protagonistas de la función, está escrita con bastante desgana por Mark
Sevi, guionista de pobre recorrido y autor entre otras lindezas de los libretos
de la cuarta entrega de los Ghoulies o de Pterodactyl, y que en esta ocasión se
limita a realizar un recorrido por todo tipo de clichés y estereotipos en este
tipo de películas que mezclan la aventura con la ciencia ficción y el terror.
En
el caso de Arachnid y dentro de una las características que definían el
proyecto de Fantastic Factory, el elenco de intérpretes hibrida entre los
nombres internacionales y los actores españoles. Entre los primeros destacar a
una primeriza Alex Reid cuatro años antes de enfrentarse a las criaturas de The
descent, película que la daría a conocer entre el fandom, y que frente a unos
intérpretes bastante desfasados y de vuelta de todo, se esfuerza por, al menos,
tomarse en serio su actuación. Por parte del cine patrio destacar los nombres
de Pepe Sancho y Neus Asensi, el primero en modo piloto automático mientras que
la actriz se esfuerza, sin conseguirlo, por dotar de dramatismo a un personaje
totalmente unidimensional. Cabe destacar como los personajes principales
parecen copias de saldo de otros más icónicos dentro del género de aventuras y
ciencia ficción. Así, el personaje de la piloto Loren Mercer nos recuerda a una
émula de Tomb Raider, mientras que el mercenario Lev Valentine nos retrotrae a
una versión low cost del Rick O´Connell visto en la saga iniciada en La momia,
dirigida por Stephen Sommers. Lo mismo sucede con el personaje del aracnólogo, que
bebe en su construcción y comportamiento del personaje al que diera vida Julian
Sands en la película dirigida en 1990 por Frank Marshall, Aracnofobia, título por
otra muy presente durante el visionado de esta Arachnid. Incluso el personaje
de Bear nos lleva en el pensamiento hasta el actor Bill Duke en el papel que
este desempeñaba en la excelente Depredador.
La
película se entronca sin rubor dentro de una serie B sin complejos y consciente
de sus limitaciones, pero aún y con todo acaba resultando en algunos momentos
reiterativa una vez presenta la situación de partida. De esta forma, mientras
el primer acto, durante el cual se presentan los personajes y la historia,
podemos afirmar entretiene y al menos interesa mínimamente, es una vez se
inicia la lucha por sobrevivir que la historia llega en algunos momentos a
cansar por la forma en la que el director construye de manera repetitiva las
secuencias. Resulta además fallida esa idea de presentar al monstruo
protagonista como un ser de otro planeta pero con una morfología totalmente
arácnida, siendo mucho más interesante y misterioso el haber tratado a este ente
como una mutación terrestre, principalmente porque la idea de ubicar su origen
en el espacio exterior parece un recurso fácil de cara a no dar demasiadas
explicaciones más sobre una criatura que dista mucho de la especie natural en
la que se le presenta.
Sin
embargo sí que hay que alabar la decisión de los responsables de la película de
utilizar prácticamente en casi todos los planos efectos mecánicos y físicos a
la hora de presentar a la araña protagonista, reduciendo los efectos visuales
de origen infográfico a su mínima expresión. Esta decisión no solo es la más
lógica dentro del subgénero al que pertenece y a la vez homenajea la película,
sino que hace que las secuencias de interacción entre monstruo y actores sean
más creíbles, independientemente de lo acartonado de algunos efectos, aunque en
líneas generales tanto el diseño de la araña gigante como los efectos animatrónicos
de la misma estén resueltos de manera satisfactoria, máxime teniendo en cuenta
que nos estamos moviendo en producciones de presupuestos muy modestos para lo
que quiere mostrarse en pantalla.
Historia
simple, personajes al menos medianamente interesantes en algunos casos y que no
resultan extremadamente histriónicos (exceptuando las nefastas intervenciones
tanto de la anteriormente citada Neus Asensi como de un nada creíble mercenario
interpretado por el galán de telenovela español Luis Lorenzo Crespo), unos
escenarios interesantes con una creíble ambientación y unos efectos aceptables
son el compendio de una película que nuevamente trataba de internacionalizar la
segunda propuesta de la Fantastic Factory en un nuevo error de cálculo, ya que
el público español que degusta este tipo de cine lo hace en la mayoría de los
casos en formato doméstico y en producciones norteamericanas, no en cine
español que imita en formas y fondo a un tipo de películas de marcado aroma
norteamericano, lo que se traduce en unos pobres resultados en la taquilla. El
sello de Filmax seguía sin despegar ni ofrecer un producto mínimamente
interesante que justificara el leit motive de la Fantastic Factory, pero como
dicen por ahí, a la tercera vendría la vencida.
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