Un
grupo de mujeres, amigas desde una niñez compartida en un internado católico,
comienzan a morir en extrañas y terribles circunstancias, y en unos
fallecimientos donde convergen dos elementos que retrotraen a un terrorífico
secreto de juventud, el agua y la aparición espectral de una monja.
La
experiencia como montador de Luis de la Madrid, colaborador en varios títulos
pretéritos de la filial de Filmax, fue el referente con el que se contó para
ofrecerle la dirección de la octava cinta dentro de la filmografía de la
Fantastic Factory, siendo este su único largometraje como realizador. A este
respecto, el máximo responsable de la película deja patente su pericia técnica,
ya que en este apartado La monja presenta una elegante factura formal. La
historia, basada en una idea de Jaume balaguero, se mueve sin complejos entre
miedos atávicos como lo es el de la figura icónica de una monja, transmutada para
la ocasión en elemento fantasmagórico y terrorífico, algo que James Wan ha
explotado últimamente en uno de los spin off surgidos del éxito de Expediente
Warren y que comparte título con la presente película.
Y
es que hay que reconocer que, a nivel técnico, la película es una ópera prima bastante
recomendable, con una patina visual que enmarca a la perfección la historia,
llevándonos allí donde quiere trasladarnos, y que además logra fusionar muy
hábilmente los necesarios efectos infográficos incluidos en las secuencias de
las diferentes muertes, y todo ello con el hándicap añadido que tiene el trabajar
con una textura como la del agua en los programas de software con los que se
generan este tipo de efectos. Destacar en este apartado como la película gana
enteros en el momento en que comienza el tercer acto, momento en el cual se traslada
y ubica la acción hasta el antiguo colegio cristiano donde tiempo atrás se
había iniciado el misterio que rodea la cinta, aunque, hay que reconocerlo, con
poca capacidad de sorprender en lo que respecta a esta idea, vista no solo en
innumerables películas de género, sino que incluso toma prestado el hilo
argumental presente en la española El arte de morir, aunque intente arreglarlo
con un último giro de guion forzado pero resolutivo.
Todo
lo opuesto de lo que hemos dicho dentro del apartado técnico es lo que hay que
hablar al referirnos al elenco de actores, apartado que acaba convertido en el
principal talón de Aquiles de la cinta. Poblada de nombres televisivos como
Manu Fullola (El comisario), Paulina Gálvez (Hospital Central), Lola Marceli
(SMS, sin miedo a soñar) o Teté Delgado (El súper), las interpretaciones de La
monja no solo parecen pertenecer a una de estas series mencionadas (en la peor
concepción que puedan imaginar de esta idea), sino que están plagadas de
recursos manidos, maneras demasiado artificiosas y una predisposición por la
exageración en las formas que restan naturalidad al resultado final, además de
no generar ningún tipo de empatía entre los personajes centrales y el
espectador.
Por
el contrario, uno de los elementos que más simpatía genera de La monja es como
su director ha tratado de colar entre la historia numerosos guiños
especialmente traídos para los amantes del género, con la inserción de
fotogramas de Faust, la primera de las producciones de la Fantastic Factory, la
mención al agente de policía Del Toro, en innegable alusión al director de
Mimic, Blade 2 o Hellboy, así como las secuencias que homenajean abiertamente a
películas como En los límites de la realidad (esa monja en el ala del avión) o
La profecía (con una muerte en pantalla muy similar a la sufrida por el
personaje interpretado por David Warner en el clásico de Richard Donner de
1976). Y es que son este tipo de detalles los que unidos a una trama resultona
y una, por lo general, buena resolución de las diferentes secuencias, los que
hacen de La monja un entretenimiento a destacar dentro de la Fantastic Factory,
confirmando que muchas de las mejores cosas vistas en la corta historia de este
sello cinematográfico se las debemos a directores nacionales, algo de lo que
sentirse realmente orgullosos.
De
esta forma, si bien La monja no escribirá ninguna página dentro del cine de
terror patrio, si que resulta un honesto y desinhibido intento de crear un
título medianamente ameno dentro del género, aunque tenga que tirar de clichés
e ideas ya explotadas para conseguir su fin último, algo que por otra parte no
es ningún pecado capital.
muchooooo
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