Tras
la muerte de una joven a manos de una de la criaturas resucitadas por el doctor
Herbert West, este es finalmente recluido en prisión. Más de diez años más
tarde el científico continúa con sus investigaciones dentro de la cárcel, hasta
donde llega un joven y vitalista doctor muy interesado por la figura y trabajo de su homólogo profesional. Lo que
West no sabe es que se trata del hermano de la joven fallecida trágicamente
trece años atrás.
Con Brian Yuzna detrás de la
Fantastic Factory era absurdo creer que no intentaría llevar a cabo una tercera
entrega de la saga iniciada casi veinte años antes con esa joya de los ochenta
y estandarte de la productora Empire, Reanimator, dirigida por su colega Stuart
Gordon y producida por el propio Yuzna, quien se pasaría a la dirección con la
estimable secuela de 1990 La novia de Reanimator. Es por ello que con el
respaldo económico del sello catalán el propio director de origen filipino se
embarcaría en un cierre de trilogía que queda lejos de lo conseguido en las dos
películas pretéritas, no logrando el brillante equilibrio entre terror, humor y
exceso visual de estas, y acabando por resultar una parodia sin demasiada
gracia con un acto final descafeinado y donde más no significa mejor.
La cinta siguió contando con
el protagonismo de un Jeffrey Combs que vuelve a ejercer su sempiterno rol en
la saga, el de mad doctor al uso, aunque en esta ocasión podemos atisbar que ha
puesto el piloto automático en su interpretación, que, eso sí, es lo más
salvable de un grupo de intérpretes donde queda manifiestamente patente hay un
problema de dirección de actores. El irlandés Jason Barry da la réplica al bueno
de Combs, haciendo las veces de ese personaje que bascula entre lo racional y
lo visceral en base a la irracional atracción por las investigaciones llevadas
a cabo por el doctor West, papel que en las dos anteriores cintas protagonizara
Bruce Abbott, no logrando en este caso la conexión que si existía entre los dos
protagonistas tanto de Reanimator como de su primera secuela. Tras Romasanta,
Elsa Pataky volvía a ser requerida por la Fantastic Factory, en este caso para
interpretar al personaje femenino de la historia, haciendo las veces de la
Barbara Crampton de Reanimator y muy especialmente de Kathleen Kinmont en La
novia de Reanimator, ya que los
responsables de la historia de este Beyond Reanimator no se cortan a la hora de
fusilar buena parte de la historia ya contada en la película de 1990 con esa
novia muerta trágicamente y vuelta a la vida con funestas consecuencias. Y si
Jason Barry era el sustituto natural del papel de Bruce Abbott en las dos
primeras entregas de la trilogía, Simón Andreu hace lo propio con el rol del
villano, sustituyendo a ese genial Doctor Carl Hill interpretado por David
Gale. Andreu, a quien vimos en la brillante epopeya medieval de Paul Verhoeven
Los señores del acero, ofrece la interpretación más interesante y a tener en
cuenta, y eso a pesar de una tendencia al exceso que acaba por resultar letal
para su personaje. Santiago Segura, en la cima de su fama por aquel entonces,
interpreta un papel secundario construido ex profeso a su medida y que acabará
resultando totalmente prescindible.
Tras un prometedor prólogo
que termina con la detención del doctor West por parte de la policía, la cinta
presenta unos títulos de crédito marca de la casa donde volvemos a disfrutar de
unos grafismos visualmente muy potentes acompañados del conocido score musical
creado por Richard Band casi veinte años atrás para Reanimator. Y es en estos
primeros diez minutos donde se concentra lo mejor de la película, ya que una
vez comienza la trama nos encontramos con una historia sin enjundia ubicada por
completo en la prisión donde West se encuentra recluido y hasta donde llega
para trabajar en la misma el doctor Phillips. Si bien ambientar la historia en
una penitenciaria pudiera resultar a priori interesante tanto por la propia
escenografía que este escenario aporta así como por la idea de mezclar el
terror con el género carcelario, toda una institución cinematográfica por sí
misma, esta idea únicamente obedece a razones presupuestarias, y no hay el más
mínimo interés en sacar algo de rédito a esta idea. Además, según avanza la
trama podemos ver que la dirección de Yuzna se vuelve descafeinada, desinteresada
y desganada, rematando con un acto final totalmente pasado de vueltas y cuyo
exceso en este caso le acaba por pasar factura.
Otro problema a tener en
cuenta y que ya se apuntaba anteriormente es la pésima dirección de actores que
nos encontramos en la película. Actores de solvencia contrastada como Jeffrey
Combs y Simon Andreu acaban resultando artificiales y paródicos en sus
respectivos papeles. Lo mismo sucede con Elsa Pataky, quien tras demostrar en
Romasanta, la anterior propuesta de la Fantastic Factory, que bien dirigida
podía ser al menos solvente, aquí tira de clichés y excesos para dar vida a la
novia del protagonista y que acabara convertida en una zombie emula del
personaje de Melinda Clarke en la película del propio Yuzna Mortal zombie. Se
trata este de un deje habitual en el cine de Yuzna, pero que resulta
especialmente molesto en este caso por las expectativas puestas en un título
cuyas antecesoras habían dejado el listón demasiado alto.
Inclusive en el apartado de
los efectos especiales y de maquillaje, donde el trabajo es realmente convincente
y notable, en parte porque Yuzna volvería a contar con su adorado Screaming Mad
George (Pesadilla en Elm Street 2, Depredador, Society, La novia de Reanimator)
nuevamente el exceso no se disfruta de la misma manera que si se hacía en las
dos películas anteriores de la trilogía, algo que se confirma con ese colofón
representado en el miembro viril amputado que cobra vida al cierre de la cinta,
y cuya lucha con una rata enmarcada entre los títulos de crédito finales es
perfectamente representativa de lo que Beyond Reanimator acaba en muchos
momentos por resultar, un absurdo.
Fin de saga que si bien
puede ser al menos un título entretenido y gamberramente disfrutable, queda muy
por debajo de dos películas anteriores que habían logrado conjugar comedia y
terror de una manera mágica, convirtiéndose en iconos del género y haciendo
además del exceso su marca de la casa pero sin caer en el ridículo, cosa que en
esta ocasión si sucede. Y no me vale hablar de ajustes de presupuesto,
Reanimator, estrenada en 1985 costó novecientos mil dólares, se trata de
talento y ganas, y en este caso faltaban de ambas cualidades.
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