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lunes, 2 de septiembre de 2024

INMACULADA (IMMACULATE, 2024, 89´)

 

La joven novicia estadunidense Cecilia ingresa en un convento en la campiña italiana donde no tarda en hacerse a las rutinas de trabajo y espirituales del lugar. Sin embargo un día descubre que está embarazada sin haber tenido jamás relaciones sexuales, y lo que parece obra de un milagro divino acaba convirtiéndose en un infierno para la joven monja.

El cine de terror protagonizado por monjas ha cobrado una especial relevancia en los últimos años tras la aparición dentro del universo creado por James Wan en su Expediente Warren y continuaciones de un siniestro personaje vestido con hábito, el cual tras aparecer brevemente en The conjuring 2 lograría protagonizar un par de películas estrenadas en 2018 y 2023 respectivamente. No es baladí pues que Immaculate se estrenara el mismo año que La primera profecía, título perteneciente a la saga estrenada en 1976 con La profecía, ejerciendo de hecho como precuela de la película dirigida por Richard Donner y que en esta ocasión estaría protagonizada igualmente por una joven monja. Pero en Inmmaculate podemos atisbar igualmente elementos de otros títulos clásicos dentro del terror como por ejemplo Suspiria, nuevamente con una joven y neófita recién llegada, en esta ocasión a un convento, en la película de Dario Argento a una academia de baile, quien es sometida involuntariamente a un plan prefijado y que desconoce de inicio dentro de una atmósfera malsana que va haciendo mella en la joven. Aunque si hablamos de películas que nos vienen a la mente tras visionar Immaculate no podemos dejar de lado La semilla del diablo, con la que entronca en base a ese embarazo que se convierte en el leit motive central de la trama y donde nuevamente la indefensa y confiada madre se convierte en víctima principal de un complot que se escapa a su comprensión.

Michael Mohan, director de la cinta, se adentraría con Immaculate dentro del género de terror tras obtener cierta relevancia gracias a ese thriller con ribetes eróticos que es The voyeurs, estrenado en 2021 y protagonizado por una Sydney Sweeney que en la película que nos ocupa se hace nuevamente con el papel principal. La actriz de Cualquiera menos tú ofrece en Immmaculate un interpretación que la permite medrar entre la candidez inicial manifestada por su personaje hasta llegar aspectos más viscerales y excesivos, logrando la intérprete no solo salir airosa de esta montaña rusa emocional, sino convertirse en uno de los principales elementos de interés de la película, todo ello parte de una proyección profesional en la cual la actriz está conjugando inteligentemente papeles más potentes a nivel de taquilla con otros que la permitan demostrar sus dotes como intérprete, como sería el caso que nos ocupa, siendo de hecho la protagonista igualmente productora de la película.

Para lograr ese aura de desasosiego con el arranca la película ya desde la secuencia inicial y que no te suelta a lo largo de un ajustado metraje de ochenta minutos, el resto hasta llegar a la hora y media de rigor serían los títulos de crédito finales, Mohan se apoya principalmente en dos elementos. De una parte la acertada fotografía de Elisha Christian, con quien ya había trabajado en la anteriormente mencionada The voyeurs, y que aprovecha al máximo esa iluminación parcial y llena de claroscuros tan propia de un convento como en el que se desarrolla la película en su totalidad, así como en unos efectos de sonido que en no pocos momentos son utilizados en forma de traicioneros jumpscares utilizados para lograr sobresaltar al espectador. Junto a estos dos elementos centrales la película no se amedrenta a la hora de mostrar momentos, puntuales eso sí, donde el gore y la explicitud es la gran protagonista, como sucede con la secuencia del suicidio de una de las monjas o un clímax final algo estirado y donde la película nos lleva por el terreno del exceso hasta llegar a un cierre tan atinado como abrupto y seco. Todo ello sumado a como ya comentábamos antes un metraje medido que impide que el espectador llegue a desconectar de la trama, da como resultado un entretenido ejercicio de cine de terror que hibrida entre el clasicismo de ciertos momentos más pausados y propios de un tipo de cine de género más medido y lento con la salvaje explicitud propia del denominado nuevo terror que irrumpiera en los años setenta y que tuviera su revival con el comienzo del nuevo milenio, donde la violencia gráfica se convertía en la gran protagonista frente a la sutileza, el suspense y el terror psicológico.

Junto a la ya mencionada Sydney Sweeney, personaje sobre el cual pivota toda la película, no podemos obviar la presencia del español Álvaro Morte, conocido sobre todo por encarnar el personaje de El profesor en La casa de papel, quien logra una actuación que se mueve también dentro de un registro interpretativo variable, como sucede con su compañera de reparto. Las italianas Simona Tabasco y Benedetta Porcaroli acompañan a Sweeney como moradoras de un convento donde junto a una cohorte de viejas monjas en sus últimos momentos de vida se contrapone la presencia de estas jóvenes novicias llenas de vitalidad y que incluso son mostradas en pantalla, aunque de manera sutil y entre gasas y transparencias, en toda su carnalidad.

Immaculate se presenta así como un ejercicio de cine de terror psicológico y con ciertos ecos espirituales que no deja de lado sin embargo el aspecto más visceral de la propuesta presentada en el guion del debutante Andrew Lobel. Una película bien filmada, que da lo que promete y que aunque no quedará entre lo más destacado del año si que supone un peldaño más en la prometedora carrera de una Sydney Sweeney cuya presencia está copando en los últimos meses la cartelera, bien sea en picantes comedias veraniegas, fallidas propuestas dentro del universo Marvel o en títulos de terror como el que nos ocupa. 

domingo, 16 de junio de 2024

LA ABUELA (LA ABUELA, 2021) 100´

Susana vive en Paris, donde trabaja como modelo. Un día recibe una llamada desde Madrid informándole que su abuela, con quien la joven se crio, ha sufrido un derrame cerebral, lo que la obliga a regresar inmediatamente a su ciudad natal para hacerse cargo de la mujer, ya que a raíz de su accidente necesitará atención constante.

El tándem formado por Carlos Vermut como guionista y Paco Plaza como responsable de la idea sobre la que se basa la historia y director de la cinta nos ofrece con La abuela un muy competente ejercicio de cine de terror con toda la esencia propia del clasicismo de esas obras más representativas dentro del género y que no necesitan del uso y abuso de los jump scares o de la violencia gráfica para reafirmar el desasosiego de una película que logra transmitir al espectador auténtico miedo. Todo ello gracias a un Paco Plazo convertido por méritos propios en el principal exponente actual del cine de terror de nuestro país, y que se manifiesta ya desde hace tiempo, y La abuela hace buena cuenta de esta idea, como un excelente generador de atmósferas, sabiendo sacar, como ya hiciera en su día con Rec, todo el partido del mundo a esa casona tan representativa y propia de los barrios más añejos de las grandes ciudades, lugar donde vive esa abuela de la protagonista que da título a la película y escenario donde se desarrolla prácticamente y de manera única toda la historia. Una historia que por otra parte en la simplicidad de su estructura, próxima al cuento de terror, logra con creces su objetivo de infundir auténtico miedo durante su visionado, todo ello gracias a un crescendo totalmente controlando por parte de su director del desasosiego vivido por la protagonista y por ende del propio espectador, quien entra de lleno en el juego escenificado por Paco Plaza y refrendado en un exquisito uso de la cámara y una estudiada planificación de las secuencias.

Pero la película no se queda en una historia de miedo al uso, sino que aprovecha la historia que se narra para ahondar, más allá de aquellos horrores más cercanos a lo sobrenatural, en unos terrores mucho más terrenales, atávicos y cercanos, constituyéndose de esta forma La abuela como todo un estudio sobre la vejez, la decadencia física y mental que acompaña a la misma así como de la soledad que conlleva aparejado el ir cumpliendo años. Y lo hace desde la perfecta contraposición de dos personajes principales que representan cada uno los dos lados de la balanza. Así, Susana representa la juventud con todo lo que ello pone de manifiesto como la esperanza, el futuro, las posibilidades sobrevenidas, la capacidad de decidir de uno mismo,  las relaciones sociales, e incluso ese sentimiento de triunfo vital representado tanto en una campaña publicitaria que convierte a este personaje en imagen de las marquesinas de la ciudad como en ser tentada por un importante fotógrafo de moda. Por su parte, Pilar es la cara opuesta de la moneda como representación de esa vejez que lleva consigo la decrepitud física e intelectual, la dependencia, la soledad, en una palabra, el ocaso. Un contraste que la película deja de manifiesto de manera brillante tanto mediante el uso de inteligentes juegos de espejos que enfrentan a un personaje frente al otro como en la comparativa en pantalla de dos cuerpos desnudos que son el mejor exponente visual de la idea que se trata de representar.

Y si la película consigue todos y cada uno de los objetivos planteados de inicio es en buena parte gracias al excelente trabajo de sus dos actrices principales, siendo estas prácticamente las únicas intérpretes con algo de peso de la película. Almudena Amor, quien volvería a trabajar a las ordenes de Paco Plaza en Hermana muerte y que aquí da vida a una modelo a quien el triunfo tanto en el ámbito social como profesional parecen sonreír y cuyo destino cambia de un momento a otro tras una fatídica llamada telefónica, logra conferir a su personaje todo ese aura de independencia propio de quien hace tiempo lleva las riendas de su vida a la par que transmite una enorme fragilidad desde el mismo momento en que regresa al hogar donde pasó su infancia y primera juventud, llevando a una involución de su personaje a medida que el terror va copando el protagonismo. Igual de reseñable es la interpretación de la veterana actriz brasileña Vera Valdez,  quien a sus ochenta y seis años otorga a su personaje una enorme fuerza y potencia cimentada en las miradas y la actitud postural, logrando contraponer la extrema fragilidad física del personaje al que da vida con el terror que va infundiendo tanto en el personaje de Almudena Amor como en el propio espectador.

El último gran elemento que cabe destacar de La abuela es la manera en la que Paco Plaza utiliza la música en su cine, y que va más allá del score orquestal que compone la banda sonora de la película. Es algo que ya quedó patente al lograr conjugar a la perfección en las adrenalíticas secuencias de Rec 3 Génesis temas musicales tan poco apropiados de inicio para la tercera entrega de esta saga como Gavilán o paloma, Eloise, Carolina, Canción del valor o Quiero tener tu presencia entre otros, idea que refrendaría con una Verónica donde lograría que asimiláramos la discografía de Héroes del silencio a la presencia del maligno. Y esta idea vuelve a estar presente en La abuela, que se inicia con el tema de Vainica doble Elegía al jardín de mi abuela, con una dedicatoria y un suspiro para seguir conectando la niñez de la protagonista al tema La raja de tu falda de Estopa hasta concluir en una canción que soslaya a la perfección uno de los temas principales de la película, ese bolero que viene a decir Reloj no marques las horas. Y es que aunque parezca baladí, es obvio que el director da mucha importancia a la inclusión de este tipo de temas musicales en sus películas, logrando de esta forma incluir uno de sus temas favoritos dentro del terror, la irrupción de lo sobrenatural dentro de una normalidad apuntalada por la aparición de las canciones apuntadas.

Para concluir decir que La abuela funciona precisamente como un reloj a la hora de componer una pieza de terror muy bien armada y con ciertos ribetes de clasicismo en su ADN, sin apenas recurrir al efectismo como recurso en el que apoyar la propuesta, y que deja patente el talento de su director, Paco Plaza, dentro de un género que hace tiempo que domina a la perfección y que lo encumbra como uno de los grandes directores actuales, sino el más destacable, dentro del cine español dentro del terror. Y es que esta abuela acaba dando mucho miedo gracias a esa mezcla de elementos por todos reconocibles con un cierto aura sobrenatural sobrevolando lo auténticamente terrorífico. El darnos cuenta del paso del tiempo como inexorable espada de Damocles que se cierne sobre cada uno de nosotros.

viernes, 13 de octubre de 2023

SMILE (SMILE, 2022) 115´

 

Mientras la psiquiatra Rose Cotter atiende a una paciente, esta le manifiesta su pánico al sentirse acosada por un ente sobrenatural que se le presenta a través de diferentes personas que le sonríen de una manera terrorífica. Durante la sesión, la joven sufrirá un ataque de pánico que le llevará al punto de, ante la aterrada mirada de su doctora, quitarse la vida  seccionándose el cuello.

Nos encontramos con Smile ante uno de los títulos de terror más destacados del año de su estreno, pero no solo eso, sino que igualmente se convertiría en uno de los más exitosos a nivel de público y taquilla, y es que gracias a una inteligente campaña de promoción que llenaría de macabras sonrisas diferentes eventos televisados, así como de él siempre efectivo método de propagación de sus virtudes a través del boca a boca acabaría recaudando más de doscientos millones de dólares habiendo costado apenas unos diecisiete.

Su principal valedor es un Parker Finn que debutaba de esta manera como cineasta tras apenas haber dirigido un par de cortometrajes de género donde ya se anticipaba de alguna manera a los temas a tratar en su primera película. Finn ofrece un trabajo que en lo visual deja patente que ha trabajado y mucho la planificación de las escenas, algo que queda muy marcado en las secuencias aéreas presentes a lo largo de la película y caracterizadas por presentar a la cámara girando sobre sí misma para de esta manera pervertir el plano, filmados estos innovadores momentos a golpe de dron. Nos encontramos asimismo ante un título cuya madurez narrativa y técnica sorprende, máxime tratándose de un director tan neófito, ya que la cinta no solo es notable a nivel técnico y visual para tratarse de una ópera prima, sino que lo es igualmente si hablamos del desarrollo de la historia, la cual ha sido escrita por el propio Finn, y la manera en la que esta nos lleva a lo largo de toda la película, partiendo de una escena introductoria que desde la manera en que nuevamente el director posiciona y mueve la cámara hasta mostrar que es lo que está ocurriendo logra remover e inquietar al espectador para de esta forma hacernos entrar de lleno en la propuesta.

A nivel de historia no podemos dejar de lado que este Smile nos retrotrae irremediablemente a la igualmente estupenda It follows en tanto presenta la misma arquitectura narrativa, hablándonos en ambos casos de la presencia de un ente maligno transmitido mediante algo que podríamos reconocer como una maldición y que es capaz de aparecerse representado de las más diversas formas diferentes, siendo igualmente el final para quien padece su presencia estar marcado a fuego, un destino del que parece es imposible poder escapar. Y si en It follows podíamos ver representado el miedo a las enfermedades de transmisión sexual, en este caso la película aborda el tema de las enfermedades mentales, un escenario que a nadie se le escapa han cobrado una relevancia muy importante en los últimos años, pasando de convertirse en tema tabú sobre el que se recomendaba no hablar en público a verse ya con la naturalidad con la que siempre debiera haberse abordado, máxime en un momento actual en el que cabe reconocer nos encontramos ante un grave problema de índole social acrecentado tras la pandemia vivida en 2020. Así, no es de extrañar que la protagonista provenga de su particular trauma del pasado, lo que unido a su condición de psiquiatra permite afrontar la historia desde esa vertiente que hace que el resto de personajes que rodean a quien sufre la presencia de este ente maligno crean en la condición de esta como enferma mental, siendo curioso como la propia protagonista de la historia pasará de uno a otro bando, y así mientras ella misma trata como doctora a la paciente que acabará transmitiéndole la maldición analizando para ello su comportamiento desde el punto de vista de la psiquiatría y tratando de racionalizar su comportamiento, será quien posteriormente sufra en su propio ser esa misma mirada por quienes le rodean toda vez sea ella la persona que trata de huir de un destino terrible.

La película está protagonizada por Sosie Bacon, actriz fogueada en la televisión y que es especialmente conocida por tratarse de la hija de los actores Kevin Bacon y Kyra Sedgwick. La actriz logra aportar esa fragilidad necesaria en un personaje al que vemos derrumbarse a todos los níveles en apenas unos días, sumando a su apariencia de fragilidad física un descenso a los infiernos perfectamente reflejado en una interpretación que hace que este personaje acabe sumido en la mayor de las locuras. Y es que sobre esta actriz recae todo el peso dramático de la historia, siendo sus compañeros de reparto meros figurantes y entre quienes nos encontramos a Jessi T. Usher, visto en Independence day, contraataque y conocido especialmente por su papel en la televisiva The boys. Destacar asimismo la presencia de un Kyle Gallner que se dio a conocer en sus comienzos para el público aficionado al terror gracias a sus apariciones en Exorcismo en Connecticut, Jennifer´s body o el remake de Pesadilla en Elm Street, volviendo al género gracias al reboot de Scream y esta Smile. Asimismo sorprende ver a un Kal Penn fogueado en comedias gamberras como Dos colgaos muy fumaos o Van Wilder y muy familiar para el público tras aparecer en cerca de cuarenta episodios de la televisiva House.

La película, si bien es cierto que se sustenta en un terror de tintes psicológicos que trata de generar desazón desde la posición de una protagonista en plena carrera contrarreloj por tratar de averiguar qué es lo que le está sucediendo para así tratar de salvar su vida y no acabar sumida en la mayor de las locuras, hay que reconocer que en no pocas ocasiones hace algo de trampa abusando de unos jump scares que hay que reconocer funcionan en todos y cada uno de los momentos en los que han sido insertados, sirviendo de contrapeso que haga saltar al espectador de su butaca con cada nuevo susto frente a ese terror más contenido, basado en el suspense y potenciado principalmente por la interpretación de la actriz principal, un terror que nos lleva a un final algo más desatado y donde se hacen ya presentes todos los excesos propios de un terror más visual e impactante. Este abrupto final supone un cierre perfecto para una historia que tal como venía desarrollándose era lógico finalizará de la manera en la que este Smile lo hace.

De esta forma, si sumamos las cualidades de Smile en tanto posee una historia que te atrapa desde el minuto inicial y que se sustenta en el suspense de una situación de la que vamos descubriendo su origen y sus consecuencias junto a una protagonista muy bien definida, una propuesta visual que nos muestra a un cineasta notablemente esteta y con ganas de dar empaque en cuanto a las formas a una propuesta cuyo fondo ya nos resulta tremendamente potente, el resultado no es de extrañar haya sido encontrarnos ante una de las grandes sorpresas dentro del cine de terror estrenado en 2022 y cuyo éxito augura una segunda parte más que probable. Así que tocará seguir sonriendo.

miércoles, 26 de julio de 2023

CRUDO (RAW, 2016) 98´

 

La joven y brillante Justine ingresa en la facultad de veterinaria para seguir con la tradición familiar. Allí despertará a todo un nuevo mundo muy alejado de los cánones de comportamiento inculcados por sus padres hasta ese momento, descubriéndose a una nueva e incontrolable Justine cuándo decida por vez primera probar la carne.

 

El título que nos descubriría a la directora gala Julia Ducornau, todo un soplo de aire fresco dentro del panorama cinematográfico actual y que va más allá del género de terror, destacando la frescura, vitalidad, personalidad, descaro y arrestos de su cine, y que con tan solo dos películas a sus espaldas la ha convertido en la heredera natural de un David Cronenberg que apadrinara allá a finales de los setenta y primeros ochenta y a raíz de su personalísima filmografía el apelativo de cineasta de la nueva carne, y es que Ducornau juega igualmente a través de sus historias con la metamorfosis de los cuerpos, pero también de las mentes, como medio de adaptarse a una sociedad cambiante y con propensión a engullir al diferente, como quedaría perfectamente atestiguado ya en su opera prima.

No nos encontramos en Crudo con una película de terror al uso, sino que lo que presenciamos es un drama con ecos de horror por la manera en la que la directora plasma el viaje vital de su personaje principal en una historia que nos permite muy variadas lecturas. Podemos estar hablando del paso de la adolescencia a la madurez de su protagonista, del descubrimiento una vez desligada de las ataduras familiares de su propia personalidad, de cómo la sociedad una vez entras en su rueda de autodestrucción ya no te suelta para llevarte a una vorágine de la  que es imposible desligarse, de unas relaciones familiares que se mueven en el amor más irracional y el odio más visceral... Ducornau trata estos y muchos temas más implícitos en la historia de una chica apocada, estudiante brillante y vegetariana por tradición familiar a la que vemos de inicio sustentada por unos padres que se intuye no la han dejado volar en libertad. Es con su entrada en esa facultad de veterinaria en la que se desarrolla todo el grueso de la película donde la joven descubre un mundo totalmente nuevo y opuesto al que había vivido hasta ese momento, ejemplificado este en unas novatadas donde la violencia física, verbal y el éxtasis y desenfreno de las fiestas universitarias donde la desinhibición a todos los niveles, el sexual también, descubrirán a una nueva persona en la figura de la protagonista. Toda esta idea se ejemplifica utilizando la carne que da título a la película como metáfora de esta disrupción entre la Justine del pasado y la del presente, siendo igualmente este punto el que convertiría a Crudo en uno de los títulos más polémicos y celebrados del año 2016, convirtiéndose casi desde el momento de su estreno en título de culto.

Y es que Ducornau, autora igualmente del guion de la película, se parapeta tras un tipo de cine directo y sin manierismos, aunque no por ello presente ciertos ecos oníricos en sus películas, siendo una directora a la que no le tiembla el pulso a la hora de utilizar la explicitud a la hora de contar lo que tiene en mente. Es por ello que Crudo daría mucho que hablar entre el aficionado al terror, y es que si bien su visceralidad está muy por debajo de títulos más enclavados dentro del gore más salvaje, se muestra de una forma tan cruda, nunca mejor dicho, y directa que hace que en no pocos momentos el espectador acabe siendo incomodado en la butaca ante secuencias como la del vomito de cabello o en la escena en la que la protagonista saborea el dedo recién amputado de su hermana. Y es ahí donde el trabajo de los responsables de efectos de maquillaje cobra enorme importancia, así como la manera en la que la realizadora presenta y monta estos momentos, ayudando la desazón que los mismos generan a hacer más patente el mensaje de la película.

Pero no podemos hablar de Crudo y no mencionar la brutal interpretación de la debutante Garance Marillier, ya que su actuación es la principal responsable de que la película funcione sin caer en la parodia o en la astracanada, algo a lo que películas que apuestan fuerte, y Crudo lo hace, se exponen con relativa facilidad. No es el caso gracias a una protagonista que nos lleva de la mano desde esa Justine virginal, angelical y algo pacata que vemos al comienzo de la película hasta una Justine que una vez deja fuera todas las máscaras que la oprimían nos descubre su lado más salvaje y desprejuiciado. Lo mismo podemos decir de Ella Rumpf, quien interpreta a la hermana de la protagonista, y a quien lleva de la mano en un camino de autodescubrimiento que acaba con la revelación de que en realidad nada es como le habían enseñado sus padres durante esos primeros años de vida.

Hay que volver sobre esa idea de que Crudo es la primera película de su realizadora, una Julia Ducornau que sin embargo no presenta atisbos de novata en esta, su opera prima. Nos encontramos por el contrario con una película que en ningún momento balbucea, con un ritmo perfectamente medido y que visualmente está plagada de movimientos de cámara y encuadres nada timoratos, como así queda patente en los momentos en los que se filman las fiestas universitarias en las que participa la protagonista. Todo ello denota una confianza y saber hacer por parte de su directora que se traslada a un espectador que en ningún momento es capaz de descubrir durante el visionado de la película fallos de recién llegado al mundo del cine. Es por todo ello, su arrojo, los temas tratados en su cine y su particular estilo visual, que Ducornau se convertiría prácticamente de la noche a la mañana en una realizadora a la que seguir muy de cerca. 

Crudo se constituye de esta forma como una película que se puede englobar sin problema alguna entre ese cine de terror surgido a comienzos de los dos mil en Francia y denominado de inicio de manera despectiva como nuevo extremismo francés. Y es cierto que Crudo puede resultar durante algunos pasajes repulsiva, provocadora o hiriente, pero les invito a rascar esa superficie de buscada transgresión y provocación para dar con una película que contiene entre multitud de capas un tratamiento de temas que al fin y al cabo no son otra cosa que nuestro día a día tratando de sobrevivir en sociedad. Buen provecho.

lunes, 13 de diciembre de 2021

IT FOLLOWS (IT FOLLOWS, 2014) 103´

 

La joven Jay Height lleva unos días saliendo con un chico. Una noche, tras mantener relaciones sexuales por primera vez en la parte trasera del coche de él, este le cuenta que le ha transmitido una maldición por la cual un ser la acosará y matará, a no ser que ahora sea ella quien se acueste con otra persona, pasándole de esta manera el mal a esta, tal y como él ha hecho con ella.

Entre mediados de la década de los ochenta y la primera mitad de los noventa, el SIDA, una enfermedad en aquellos años incurable y letal, y una de cuyas principales fuentes de transmisión eran las relaciones sexuales, aparecería en nuestras vidas para generar un momento de inflexión a la hora de abordar la promiscuidad sexual, con ingentes campañas a favor del uso del preservativo, e incluso con alegatos que abordaban esta enfermedad como un castigo cuasi divino contra un momento en el que la liberación sexual había llegado a sus más altas cotas, apoyados además estos discursos de tinte retrógrado y aleccionador en el hecho de que la comunidad homosexual fuera uno de los primeros epicentros entre los que esta enfermedad provocaría verdaderos estragos. Actualmente, treinta años más tarde, las cosas han cambiado, el miedo a esta y otras enfermedades de transmisión sexual ha desaparecido, y volvemos a vivir un momento de gran liberación en el terreno del sexo, especialmente entre los más jóvenes, encargándose el título presente de acicate contra esta nueva ola de promiscuidad a manera de evidente metáfora por la cual practicar sexo equivale a una condena a muerte. Pero abordar It follows como una causalidad entre sexo y muerte sería dejarnos en el tintero buena parte del mensaje que su máximo responsable quiere transmitir con su obra.

Y es que su director y guionista, David Robert Mitchell, ya había abordado de alguna manera el mismo tema que preside esta cinta de terror en su primera película, El mito de la adolescencia, donde habla de los primeros amores así como de unos iniciáticos escarceos sexuales, y de lo que supone el paso de la adolescencia a la madurez. Y en este caso It follows aborda estas mismas ideas, pasándolas, eso sí, por el tamiz del horror, y ejemplificando este en un ser capaz de asediarte hasta acabar contigo, y es que, como bien explica el personaje de Hugh tras acostarse con la joven protagonista y de esta forma transmitirle este mal,  “es muy lenta pero no es tonta”, con lo que podemos aplicar a este siniestro personaje ese apelativo tan propio del género como el de “puedes correr pero no puedes huir”. Y es que el director utiliza este recurso narrativo para abordar el paso a una madurez de la que no puedes escapar, y que más tarde o más pronto te alcanzará. No es baladí que todos los personajes protagonistas se encuentren en esa misma franja de edad en la que deben empezar a abandonar la adolescencia y entrar en la edad adulta, siendo sintomático de esta misma idea el hecho de que entre los personajes con cierto peso en la trama no haya ni un solo adulto, ejerciendo de hecho estos el mismo papel que hacía Nany en la serie de dibujos animados de la década de los ochenta Los pequeñecos, y que recordamos porque únicamente aparecía representada por unas piernas, siendo las pequeñas representaciones de los conocidos teleñecos únicos protagonistas de un mundo propio donde los adultos no tienen cabida. Algo parecido sucede en esta ocasión.

La película denota, en base a esta idea, una gran preocupación a la hora de retratar a los jóvenes protagonistas, presentando a un grupo de amigos totalmente creíbles y cercanos en su forma de comportarse y relacionarse entre ellos, algo que queda claro desde la escena en la que los amigos de la protagonista ven la televisión en casa de esta, abordada desde la naturalidad en su comportamiento. A este respecto estos personajes se mueven en las antípodas de protagonistas de películas más convencionales dentro del terror juvenil, y que son dibujados a base de estereotipos o de rasgos mucho más vagos y genéricos. No es este el caso, donde todos y cada uno de los personajes que pueblan la historia ha sido desarrollado partiendo de la propia complejidad humana, sin definir entre buenos o malos y usando la paleta de grises a la hora de presentárnoslos. Así sucede en el caso de Hugh, quien se comporta como lo hace justificadamente, todos haríamos lo mismo, no es un villano al uso, y de hecho trata de dar a entender a Jay lo que le va a suceder, ayudándose a si mismo pero también tratando de ayudar a la protagonista. Pero es que la propia Jay acabará actuando como este mismo personaje, con lo que no hay lugar para las heroicidades, sino para un grupo de jóvenes asustados y perdidos ante lo que les está sucediendo, el cambio, y que tratan de abordarlo desde su inexperiencia vital.

Analizando la película ya en su vertiente más técnica y menos metafórica, hay que destacar como su director, quien igualmente es el autor del guion, no lo olvidemos, logra mantener en todo momento la tensión de una historia que bien podría haber caído en la monotonía una vez presentada su sorprendente trama central, limitándose por inercia a ser un slasher al uso con la joven protagonista huyendo de un ser cuya única finalidad es la de acabar con su vida. Nada más lejos de la realidad, y es que It follows se construye en base a una serie de situaciones o set pìeces en las cuales el personaje central, siempre en compañía de su grupo de amigos, trata de dar esquinazo a un acosador que el director tiene el acierto de presentar bajo formas muy diferentes, logrando con este guiño a títulos como La invasión de los ladrones de cuerpos o Hidden, lo oculto, jugar a mantener la tensión al no saber de antemano cual será el siguiente disfraz corpóreo escogido por esta letal presencia. El hecho de presentar en ocasiones a este personaje desnudo o semidesnudo acrecienta la sensación de incomodidad del espectador ante su aparición, por la manera en que la desnudez es uno de los tabús a derribar, especialmente en una sociedad tan puritana en ese aspecto como la norteamericana. Además, la película tiene el acierto de no dar explicaciones al porque de esta situación, siendo suficiente con esa idea vaga de transmitir la maldición, la enfermedad, si te acuestas con otra persona. El uso de una música desasosegante y un posicionamiento de la cámara en muchas ocasiones enfocando a este ser desde planos lejanos y algo desenfocados, que captan a una presencia a la que asemejar a un zombie por su lento deambular y constante determinación, termina por dibujar en el espectador, al igual que sucede en los protagonistas, una enorme desazón ante su sola presencia.

Evidenciar asimismo como la película presenta una pátina de indefinición visual que la ubica en un contexto general, y que por momentos, tanto a nivel estético, como de iluminación o filtros, podría tratarse de un título filmado en los setenta, pero también en los ochenta, noventa o dos mil, y es que es tremendamente inteligente como la película no se ubica en un momento o lugar perfectamente definido, volviendo a quedar patente que esa idea de la que Robert Mitchell nos habla a través de la película, el paso a la vida adulta, no es exclusiva de unos protagonistas determinados y concretos, sino que sucede  en todas y cada una de las diferentes generaciones que, antes o después,  han de dejar de lado la despreocupación de sus vidas, como perfectamente queda reflejado en la presentación de una protagonista bañándose relajadamente en la piscina de su casa, ajena a todo, y con un bañador de una pieza que contiene ecos de la niña que todavía es, y que, un personaje que una vez comienza a comportarse como una adulta, en este caso acostándose con el chico al que está conociendo, debe acabar tomando decisiones, arriesgado, tomando las riendas de su vida.

Un título que como película de terror funciona con total precisión, sin necesidad además de indagar en el gore de los momentos más truculentos, de hecho no mostrándose estos de manera directa y teniendo lugar buena pare de la violencia de la película fuera de cámara. Y es que no es ese el juego al que su director quiere apuntarse, más interesado en crear una atmósfera que nos haga tomar conciencia de que la protagonista no puede escapar de una presencia que la perseguirá hasta acabar con ella, independientemente del número de personas que, como si de una cadena de favores perversa se tratara, vayan siendo maldecidas. Luego está el mensaje metafórico que esta idea encierra, y que hace aún más potente la película. Pero incluso, si dejamos de lado segundas intenciones o mensajes ocultos, It follows sorprenderá como una estupenda película de terror con personalidad propia. Es por ello que se trata de un título sumamente interesante, tanto si nos quedamos en la superficialidad de su propuesta de terror como si tratamos de indagar en todas las ideas implementadas por su director a través de su trama, siendo una perfecto ejemplo de cinta a revisionar en varias ocasiones para disfrutar en todo su esplendor. Aún a expensas del sufrimiento de la pobre Jay.

jueves, 2 de diciembre de 2021

MIDSOMMAR (MIDSOMMAR, 2019) 141´


Para tratar de superar una tragedia familiar, Dani decide acompañar a su novio Christian y los amigos de este a Suecia, para conocer a la comuna de la que uno de los jóvenes es miembro, y celebrar junto a esta el Midsommar, una fiesta pagana que festeja el solsticio de verano.

Tras ver Midsommar cuesta creer que sea el segundo largometraje de su director y guionista, un Ari Aster que ya había dado mucho que hablar con su opera prima, Hereditary, y que manifiesta una madurez narrativa y artística que es digna de mención, máxime si tenemos en cuenta los apenas treinta y tres años del autor en el momento de filmar un título cuya precisión técnica va pareja a una historia de trazado perfectamente definido, tempo narrativo siempre bajo control a pesar de un metraje de dos horas veinte minutos, y un manejo del suspense que logra generar en el espectador una sensación de tensa angustia desde el mismo momento en que los jóvenes protagonistas llegan hasta la idílica comuna donde se desarrolla el grueso de la historia.

De esta forma la película se engloba dentro de lo que podemos denominar terror folk, precisamente por el uso tan importante que tiene para la historia un elemento como es el folklore que preside al grupo de miembros de una comunidad que recibe a sus invitados con una hospitalidad que no impide que, como espectador, te encuentres en una incomodidad permanente durante el visionado de la película. De esta forma, las tradiciones y ritos mostrados a lo largo de la película, y que van tornándose más oscuros y salvajes según avanza la trama, son vistas por los miembros externos a la comuna como algo irreal, fuera de toda lógica, mientras que estas mismas ideas son defendidas por los miembros de la comunidad, en algún caso con argumentos incluso coherentes, como sucede tras el abrupto final del ritual protagonizado por la pareja de ancianos, primero de los avisos por parte del director de lo que está por llegar. Esa idea central hace inevitable el recordar un título seminal dentro de este subgénero englobado en el terror como es El hombre de mimbre, de la que es evidente que Aster toma numerosos elementos a la hora de construir su propia historia, centrando básicamente esta idea en la presentación de un grupo de lugareños que, una vez más, y como sucede en la menos terrorífica y más visceral Perros de paja, estrenada al igual que el título anteriormente citado en unos convulsos años setenta, confronta a unos urbanitas de pro y con cierta tendencia natural a creerse superiores per se, a unos lugareños capaces de defender su estilo de vida con cualquiera que sea el método a utilizar. Un último título a recordar sería la más irreverente y menos densa 2000 maniacos, que curiosamente se estrenaría a mediados de la década de los sesenta, años mucho más divertidos y desinhibidos a nivel social, siendo este un título que se constituye como uno de los padres fundacionales del gore, y con un divertido remake estrenado cuatro décadas más tarde. Junto a esta idea de confrontar estilos y formas de vida opuestos se hace un hueco uno de nuestros principales terrores, que es el miedo a lo desconocido, ubicando la historia prácticamente en las antípodas de una Nueva York donde se inicia la película, en un continente diferente y un país extraño, cuyo  estilo de vida y tradiciones, aunque son pervertidas en la película, tienen su origen en una celebración real de origen celta. Arter hace algo parecido a lo que en su día y de forma menos sutil construyera Eli Roth con Hostel, partir de un mundo de leyendas urbanas y conjeturas ante una situación que por desconocida no controlamos para crear una fuente de terror puro.

Dentro del género de terror en el que se mueve la película, su director juega a presentarnos, al menos de inicio, a los arquetipos habituales dentro de este tipo de cine, con la final girl de turno, el novio siempre comprensible y leal, el amigo irreverente y gracioso y el personaje con un carácter concebido para generar rechazo por parte del espectador. Y sin embargo el director y guionista dibuja unos personajes mucho mejor definidos y desarrollados a lo que viene siendo habitual, especialmente en el caso de la pareja de novios, Dani y Christian, protagonistas sobre los que pivota la historia y a través de los cuales arma Aster toda su intención final a la hora de redactar el libreto, que no es otra que llevar a cabo un ejercicio de catarsis personal, ya que la película fue concebida tras un fracaso amoroso de su responsable, es por ello que cobra todo el sentido del mundo esa relación de total dependencia por parte del personaje de ella y un compromiso forzado por parte de el, y lejos de cualquier afecto amoroso, manteniendo este la relación por qué es lo que tiene que hacer más que por que sea lo que el quiere. Esta idea de una relación insana en ambas direcciones es perfectamente reflejada en la película en su primer acto, tanto mediante las conversaciones de Christian con sus amigos como en el momento en que Dani trata de mantener una conversación a la fuerza con su pareja tras descubrir su intención de viajar a Europa, donde queda de manifiesto su absoluta dependencia hacía su pareja. Es importante reseñar esta idea, ya que ese final metafórico de la protagonista escogiendo dejar la relación, aunque de la manera más atroz posible, pudiendo de alguna manera liberarse de su dependencia y por ende de un reciente pasado traumático, es toda una declaración de intenciones de su director, quien recordemos una vez más, venía de una ruptura sentimental a la hora de escribir el guion de la película.

Midsommar nos demuestra además que no hace falta recurrir a las secuencias a oscuras, los juegos de luces y sombras o la inclusión de jump scares para armar el terror de una película, ya que en este caso esta es capaz de incomodar tremendamente durante todo su visionado, independientemente estemos siendo testigos de un acto atroz como si lo que se muestra es una tranquila comida colectiva. Y todo ello lo hace a plena luz del día, idea que la propia película insiste en remarcar en varios momentos, pervirtiendo de esta manera varios de los tics más característicos dentro del cine de terror. Y sin embargo, llegado el momento, la película no huye de la explicitud, mostrando una violencia visceral, directa y abrupta, pero además con una enorme personalidad propia en la forma en que esta es representarla en pantalla, y que se conjuga a la perfección con esa otra violencia más psicológica e intangible, y que puebla buena parte del metraje.

Y a pesar de esa explicitud en determinadas secuencias, la película posee una elegancia formal fuera de toda duda, una estética cuidada hasta el más mínimo detalle, con momentos como el cuadro del oso que preside la habitación de la protagonista y que cobrará gran sentido en la escena de cierre de la película. El diseño de vestuario de los miembros de la comunidad, la geometría de las grecas que decoran las diferentes estancias, los frisos, toda la estética de la película conjuga la belleza formal con la desazón a la hora de mirar, en un juego con el espectador que nos recuerda a lo que ya hiciera Stanley Kubrick en El resplandor con la estética del hotel Overlook, y que el director maneja con solvencia de veterano.

Como comentábamos con anterioridad, los grandes protagonistas de la película son la pareja formada por Dani y Christian. Así, en la primera secuencia de la cinta, en la que el director se encarga de romper psicológica y emocionalmente al personaje de ella, fragmentándola en mil pedazos, la joven Florence Pugh, bragada en cine histórico con títulos como Lady Macbeth, Mujercitas o El rey proscrito, deja de manifiesto su capacidad para crear un personaje que parte de la involución tras el terrible arranque de la película para ir adoptando un nuevo rol una vez llegan a la comuna donde tiene lugar la trama central, una idea que queda perfectamente patente en la escena del concurso de baile, donde vemos como el rostro de la actriz va mutando para reflejarnos a la nueva Dani, la reina del festival del Midsommar. Le acompaña como pareja cinematográfica Jack Reynor, quien se limita a ejercer un papel comedido y controlado, aunque lejos de la exigencia emocional de su compañera de reparto, y quien tiene su momento de lucimiento en la tensa secuencia de sexo, tan hipnótica como sobrecogedora, tan contenida como explosiva, y durante la cual el joven actor puede, al igual que su compañera de reparto, mostrar a través de la composición de su mirada, de su expresión, todo el cúmulo de sensaciones acumuladas.

Una película que se aparta conscientemente del terror más convencional, tanto por estética, desarrollo y trasfondo, y que se ha convertido por derecho propio en uno de los títulos de referencia dentro del horror psicológico de los últimos años, con una historia que en el fondo es un ensayo sobre la pareja, y como en muchos casos una relación puede acabar resultando más perjudicial para el desarrollo del propio individuo que beneficiosa, y es que hay casos en los que, en lugar de sumar, tu pareja puede llegar a restar. Ari Aster nos lo enseña por las malas, pero es que el guion fue redactado en un momento en el que el director no tenía demasiada fe en el amor. Y qué decir del uso que se da a lo floral en la cinta, se te quitaran las ganas de volver a regalar un ramo de flores.      

domingo, 28 de noviembre de 2021

CISNE NEGRO (BLACK SWAN, 2013) 108´


Nina, miembro de una prestigiosa compañía de danza de Nueva York,  está obsesionada con protagonizar El lago de los cisnes. Por ello, cuando es elegida como primera bailarina para la conocida obra de Chaikovski, inicia, en la búsqueda de la perfección artística, una metamorfosis personal hasta lograr dar con su lado más oscuro.

El realizador Darren Aronofsky, tras sorprender con la surrealista y matemática Pi, fe en el caos, abordar el mundo de las adicciones con Requiem por un sueño y hablar del ocaso tras el éxito con El luchador, nos propone en esta ocasión un descenso a los infiernos de la locura de la mano del personaje central de una película que acaba pervirtiendo el mundo de las artes, en este caso utilizando una disciplina tan dura y competitiva como es el baile clásico. Es por ello que no podemos evitar que la película nos traiga ecos del Suspiria de Dario Argento, en tanto ambas películas utilizan como trasfondo el mundo de la danza como escenario central en el cual se va gestando una pesadilla, siendo la principal y más obvia diferencia entre ambos títulos en que, mientras que en el caso del clásico de 1977 el elemento subversivo y aterrador tiene lugar externamente a la protagonista, ejemplificado en una presencia malsana que va provocando ese aura maligno que puebla la historia, en esta ocasión esta perversión de la realidad tiene lugar en el propio interior del personaje de Nina Sayers, la gran protagonista de Cisne negro. Sin embargo, sí que ambos trabajos coinciden en contraponer esa degradación progresiva de la normalidad con una presentación visual llena de belleza, en el caso de la obra de Argento mediante el uso de una saturación en la utilización de los colores, mientras que Aronofsky juega a presentar una elegancia formal propia del mundo en el que se desarrolla la trama, demostrando su realizador un portentoso manejo de la cámara, a la que en no pocas secuencias involucra en las secuencias de danza presentes en la película, introduciéndola de hecho dentro del propio baile, logrando de esta manera la inmersión del espectador en los números musicales, tanto en los ensayados como en los representados a lo largo de la película.

En ese viaje a la peor de las caras del ser humano la película contiene ecos de dos clásicos literarios como son El extraño caso del doctor Jeckyll y el señor Hyde y El retrato de Dorian Grey. De la historia de Robert Louis Stevenson se apropia de la idea de la existencia de una dualidad en las personas, esa doble cara que pugna por definirnos, y donde por lo general nuestros más bajos instintos acaban subyaciendo frente a una personalidad más controlable y sociable. Por su parte, de la obra de Oscar Wilde toma prestada esa idea representada por la frase «lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos», y así, mientras el personaje central trata de manera denodada de alcanzar la perfección artística, va pervirtiendo cada vez más su propia psique, llegando a un estado de locura incontrolable. Mientras que en la obra de Wilde era el citado cuadro quien iba reflejando la degradación del protagonista, en este caso el director utiliza en varias ocasiones los espejos como fuente de reflejo de una nueva persona que pugna por hacerse con el control del personaje de Nina, en lo que acaba resultando un proceso de metamorfosis inverso, en este caso de mariposa a oruga, más concretamente, de cisne blanco a cisne negro.

Pero esta transmutación tan progresiva como radical no tiene lugar únicamente por la propia actuación interna de una protagonista que va siendo poco a poco poseída por su otro yo, sino que esta es empujada de alguna manera por los diferentes personajes que pueblan la historia y que, de una manera u otra, son partícipes directos o indirectos de esta caída a un abismo de locura. Llegados a este momento no podemos dejar de alabar la interpretación de una Natalie Portman hipnóticamente brillante y tremendamente desgarradora, gracias a la cual logramos ver la evolución de su personaje, la cual tiene lugar en consonancia con el desarrollo de los ensayos de la obra musical sobre la que pivota toda la  película, pudiendo vislumbrar tanto a nivel físico como emocional como la actriz, quien ya nos enamorara con su debut en El profesional, se metamorfosea de cisne blanco, cándido, perdido y débil en un mundo plagado de celos y exigencias profesionales llevadas al límite de lo soportable tanto física como emocionalmente, en un cisne negro que saca del personaje al que da vida Portman todo su lado más tétrico y reprimido. La actuación de la intérprete israelí se apoya en la propia fisicidad del personaje, así como en un uso gestual y de miradas que van llevándonos hacía ese otro yo que lucha por ganar la partida, siendo tremendamente loable además el esfuerzo de la intérprete a la hora de filmar ella misma la mayor cantidad posible de secuencias de baile, polémicas inútiles aparte basadas en el número de planos en los que una doble se encargaría de filmar los más complicados movimientos de danza vistos en pantalla, y que no restan un ápice de una meritoria interpretación, y totalmente merecedora del Oscar con el que la actriz sería galardonada. Le acompañan  en este viaje a la locura una Mila Kunis a quien muchos descubriríamos en la prescindible American Psycho 2, tratando de dar la réplica y sustituyendo a un Patrick Bateman consagrado gracias  a la interpretación de Christian Bale, y que en esta ocasión nos brinda una estupenda interpretación como ese personaje contrapuesto al de Nina, que hibrida entre cómplice y némesis de la protagonista, y detonante del viaje que el personaje de Portman inicia para dar con su yo más oscuro, recordándonos su papel por momentos al Tyler Durden de El club de la lucha, sintiéndola como una alocada y decidida contrapartida de una protagonista apocada y reprimida. Por su parte, el francés Vincent Cassel da vida a un narcisista, ególatra, algo misógino y repulsivo director de la compañía de danza, otro de los grandes responsables de abocar a la protagonista, dentro de la exigencia artística llevada al límite, a un camino de no retorno. Por último remarcar que una Nina convertido en un animal herido no logra encontrar consuelo dentro de casa, donde le espera la figura de una madre que ve en el talento de su hija para la danza una esperanza de redención propia, tras tener ella misma que dejar ese mundo precisamente para criar a Nina. Dicho papel recae en una Bárbara Hershey, protagonista de la angustiosa El ente, cuya relación madre-hija presidida por cierto componente enfermizo y controlador, nos hace por momentos recordar a la pareja formada por Sissy Spacek y Piper Laurie en Carrie, una película que también abordaba el viaje hasta la locura de su protagonista. Aunque manifestar en defensa del personaje de Hershey, que es quien finalmente trata de ayudar a la protagonista, aunque desgraciadamente ya sea demasiado tarde. Por último, y referente al apartado interpretativo, hay que reconocer tremendamente acertado la colaboración de Winona Ryder como anterior primera figura del ballet al que pertenece el personaje de Nina, quien ha venido a sustituir a una ex bailarina incapaz de asumir su nuevo rol lejos de los focos. Y es que el parecido físico entre estas dos actrices posibilita el jugar a la idea de que ambas se vean representadas en la otra, el personaje de Winona viendo en el de Natalie esa estrella en ciernes que ella llegó a ser, mientras que  Portman ve en una Ryder anulada física y mentalmente su propio futuro.

Destacar como la película consigue incomodar, no solo en el terreno más psicológico, con ese juego de confusión, reflejos y momentos que no sabemos si son reales o creados en la mente de la protagonista, sino que, igualmente, genera una desazón de tipo físico. Y es que su director se encarga de hacernos encoger en la butaca por la dentera que nos produce ver el límite al que es llevado el cuerpo a la hora de tratar de ejecutar con precisión quirúrgica los más complicados movimientos de baile, idea reforzada además por las lesiones auto infringidas por Nina tratando precisamente de huir del dolor físico producido por unos ensayos llevados hasta el confín de la exigencia.

Un título que es un perfecto ensayo sobre la locura a través de la mirada de quien acaba resultando una niña asustada que, en aras de dar lo mejor de sí misma y en un mundo tremendamente exigente, competitivo y narcisista, es empujada a dar con yo más autodestructivo. Esa última mirada de la bailarina ya como cisne negro constituye el mejor resumen de un viaje a la demencia que, por desgracia, no queda limitado a ser mero género dentro del terror de una sala de cine.