domingo, 9 de junio de 2019

FEAST 3 (FEAST 3, THE HAPPY FINISH, 2009) 76´



Diezmados por las bajas y agotados tras horas de huida y acoso, los supervivientes de la brutal matanza perpetrada por unas monstruosas criaturas, tratan de seguir sobreviviendo a pesar de que todo parece ir en su contra, encerrándose para ello en la comisaria del pueblo o atravesando los subterráneos de la localidad, y siempre perseguidos por unos seres con una única finalidad, matarlos y comérselos a todos, o lo que es peor, violarlos.



John Gulager y su equipo brindan con esta tercera entrega un fin de fiesta algo descafeinado, ya que en esta ocasión somos testigos de cómo todas las virtudes presentadas en Feast y llevadas al paroxismo en Feast 2, Momentos de caos, son expoliadas y masacradas sin piedad en una tercera continuación bautizada como Feast 3, El final feliz, que lo que hace es tirar de los restos para armar una cinta de hora y cuarto. Rodada prácticamente de manera simultánea que su antecesora, de hecho ambas secuelas pueden verse como una única película ya que la trama es absolutamente lineal, y a pesar de que argumental y formalmente está muy ligada a esta, supone un tropezón en la trilogía que deja al fanático de la serie con un sabor de boca agridulce, a pesar de ser un gamberro entretenimiento cuyo principal problema estriba en que antes ya habíamos disfrutado de lo lindo de un Feast y Feast 2, lo que deja a esta tercera entrega como el hermano feo de la saga.



Los pocos supervivientes de la matanza llevada a cabo por las horribles criaturas surgidas de la nada, continuaran en esta ocasión su huida hacía ninguna parte con el único propósito de seguir con vida. En esta ocasión logran alcanzar la cárcel del pueblo, objetivo marcado en la trama anterior por la seguridad que implicaban las paredes reforzadas de la prisión. Sin embargo descubrirán que este lugar no se presentará tan seguro como a priori podía parecer, provocando que continué la carrera del grupo de supervivientes por diferentes parajes del poblado tratando de salvaguardar el pellejo. En este constante juego del gato y el ratón veremos como el gore, la sangre y las escenas repulsivas continúan predominando en el metraje, salvo que en esta ocasión no están envueltas en un paquete tan bien armado, igual que sucede con los ya esperados golpes de efecto, que si bien funcionan esporádicamente, acaban por resultar repetitivos. De esta manera la película se limita a mostrar una huida a ninguna parte, en una escapatoria sin sentido que acapara todo el metraje. Y si, es lo mismo que sucedía en Feast 2, pero lo que en esta primera secuela funcionaba, en esta ocasión suena a chiste ya contado, y además, peor contado. Frente a una primera entrega muy cuidada en el aspecto técnico y argumental, y una secuela disparatada pero donde las locuras plasmadas funcionaban, en esta ocasión parece que a un rodaje frenético y precipitado se han aunado el uso de todas aquellas ocurrencias que iban plasmándose en el proceso de filmación, lo que deviene en un totum revolutum bastante caótico.



Otro de los puntos fuertes de la trilogía lo habían sido el grupo de variopintos protagonistas, algo especialmente patente en Feast 2, donde estos eran trazados con líneas de comic underground, y que en esta ocasión no consiguen lograr esa empatía por parte del espectador, lo que les resta valor. Y eso que el festival de frikis continua mostrándonos a personajes tan variopintos como un profeta que cree controlar mentalmente a los monstruos, un karateka con el apropiado nombre de Jean-Claude Segal y  abocado a perder todos sus miembros uno a uno o un cowboy duro como pocos, arquetipo del héroe del american way of life, a quien da vida John Allen Nelson, visto en Los vigilantes de la playa, y que nos obsequiará con uno de esos giros de guion a destacar. El resto de personajes lo conforman los supervivientes del título anterior.





Si al hecho de que la trama pierde todo el interés por la reiteración de situaciones añadimos que buena parte del metraje tiene lugar bajo tierra, donde la cámara se vuelve frenética y abundan las secuencias rodadas con visión nocturna, podemos añadir a los peros de la propuesta el hecho de que acaba aturdiendo visualmente al espectador, algo apreciable especialmente en la secuencia de la lucha, plasmada mediante fogonazos y fotogramas sueltos y que consigue crispar los nervios del espectador, a pesar de que visualmente puede resultar una propuesta interesante. Para tratar de paliar el hecho que Feast 3 es más de lo mismo pero peor a lo ya visto en la segunda entrega, los guionistas intentan dar un plus a la cinta presentándonos una especie de sucedáneo de zombies generados por el vomito de las criaturas, lo mismo que unos seres salidos de la mutación de los monstruos originales, ideas que nuevamente caen en saco roto por lo inconexo de las secuencias montadas. A todo esto añadimos unos robots gigantes y el resultado final es de descontrol total de la historia.



El epílogo con el mexicano dedicando una ranchera a la saga, a pesar de la simpatía que tiene el plasmar los acontecimientos narrados en las tres películas mediante una canción, termina por abocar la película al desatino más estrepitoso. Y una cosa es que la saga tenga un trasfondo pretendidamente absurdo, y otra muy distinta es que carezca de sentido. Todo ello con la falsa promesa de que en esta entrega se iban a desvelar todos los secretos y respuestas por contestar en relación a los acontecimientos acaecidos, dejando al espectador sin la consabida respuesta, algo que posiblemente no sea tan malo. Un triste fin de fiesta que hubiera podido ser remediado en una cuarta parte, cuyo guión parece ser estaba siendo redactado por los autores del resto de la saga, y cuya filmación dependería únicamente de los réditos alcanzados con el alquiler en el ámbito del DVD de la tercera entrega, objetivo aparentemente no demasiado complejo a juzgar por los presupuestos tan ajustados que se manejan en este tipo de producciones y que las hacen ser rentables más fácilmente que a las grandes superproducciones, pero que finalmente parece no llegará a producirse. A pesar de no acabar convertida en tetralogía, y que la saga Feast no desvele finalmente los misterios que rodean a los hechos narrados, no hay que negarle originalidad a una propuesta que, para bien o para mal, la aleja de los convencionalismos dentro del género de terror. Y eso es algo que hay que agradecer. Una trilogía que podemos ver del tirón y que, a pesar de los peros de este cierre, dejará en el aficionado un buen sabor de boca, lo mismo que el puñado de inocentes, y no tan inocentes, víctimas en el paladar de las infaustas criaturas protagonistas. Buen provecho.

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