martes, 7 de enero de 2020

3 FROM HELL (3 FROM HELL, 2019) 115´



Tras ser acribillados a balazos por la policía, el trío de desalmados asesinos formado por Baby, Otis y Spaulding logra sobrevivir milagrosamente, dando sin embargo con sus huesos en prisión. Spaulding llegará a ser ejecutado mediante inyección letal, sin embargo la pareja de hermanos logrará huir y, en compañía de otro miembro del desastrado clan familiar, proseguirá con su vorágine de muerte y degradación en una huida hacia adelante sin más opción que la de matar antes de morir.





Tras los mediocres resultados de su anterior película, la fallida 31, Rob Zombie trataba de reflotar su carrera como director tras un prometedor comienzo iniciado con el estreno en 2003 de La casa de los 1000 cadáveres, y reafirmado posteriormente con conseguidas películas dentro del género de terror como Los renegados del diablo o Halloween, el origen, confiando esta nueva baza en sus personajes más icónicos, esa familia Firefly presentada ya en su opera prima y elevada a los altares del género con la estupenda Los renegados del diablo. Sin embargo, en esta tercera entrega de sus andanzas, Zombie  no se acerca a los interesantes niveles presentados en los dos títulos anteriores, certificándose de esta forma el ocaso de este director que, al menos de momento, se encuentra lejos de ser ese referente dentro del género que si ostento en sus primeros trabajos, siendo la excesiva reiteración en sus tramas y modus operandi a la hora de filmar, así como la falta de nuevas ideas, las principales causas de este encasillamiento que amenaza con lastrar la carrera cinematográfica del prolífico músico y director.





La película se formula en varios actos, siendo claramente identificables tres partes principales. La primera de ellas versa sobre el encarcelamiento de los tres asesinos supervivientes dentro del diezmado clan familiar, presentándonoslos la voz en off de Barry Bostwick (The rocky horror picture show) como unos émulos de auténticos asesinos en serie de la talla de Ted Bundy o Charles Manson, convertidos en héroes de masas a pesar de lo truculento y deplorable de los actos cometidos por estos. Zombie juega con el atractivo que este tipo de personajes provoca en cierta parte de la sociedad, y lo hace mediante la inserción de entrevistas a los propios reos, noticiarios u opiniones de ciudadanos anónimos, dotando a esta parte de metraje de cierto aire semi documental. Es durante este primer tramo que asistimos a la despedida de un personaje icónico dentro de esta serie de películas, el capitán Spaulding, ya que el actor que diera vida a este payaso asesino (que nuevamente podemos decir que bebe, al menos en lo visual, de un serial killer real, en este caso de John Wayne Gacy), Sid Haig, se encontraba muy enfermo  en el momento de filmar la película, tal y como se atestigua en el demacrado aspecto físico del intérprete, quien de hecho fallecería apenas una semana después de estrenarse su último trabajo. Es por ello que un personaje del peso y carisma de Spaulding apenas aparece en un par de escenas para acabar siendo ajusticiado por la pena capital en la trama, justificándose de esta manera su salida de la película. Posteriormente asistimos a la huida de los dos hermanos supervivientes, Otis y Baby, a quienes se unirá un nuevo hermano bastardo, apodado Foxy e igual de despiadado y criminal que  el resto de familia, supliéndose de esta manera la inesperada salida de Sid Haig y su venerado personaje del capitán Spaulding. Finalmente la trama se traslada a México para un último acto final de ínfulas a lo Peckinpah, aunque lejos de derrochar el talento del director de Grupo salvaje, donde estos tres personajes surgidos del mismísimo infierno deberán enfrentarse a una banda de peligrosos criminales deseosos de cobrarse venganza por una de las muertes obra de Otis.



Zombie plantea una historia banal, que insiste en lo ya visto no tanto en La casa de los 1000 cadáveres como especialmente en Los renegados del diablo, película que, con cierta factura de western árido y oscuro, incidía en los tres personajes principales ya aparecidos en la opera prima de Zombie pero siendo mejor desarrollados en esta segunda aparición. Sin embargo en esta ocasión, al no haber espacio para una mayor evolución psicológica de estos protagonistas tan atípicos, lo que hace el director es retorcerlos en un tour de forcé que los lleva a la auto parodia, algo especialmente evidente en una Sheri Moon Zombie totalmente pasada de frenada en la forma en que interpreta en esta ocasión al personaje de Baby. La intérprete y musa  de Zombie es, con diferencia, la que peor parada sale en el apartado interpretativo, ya que tanto Bill Moseley, nuevamente dando vida a Otis, como la nueva incorporación, Richard Brake, a quien ya habíamos visto en la fallida 31, siendo como son mejores actores, saben parar a tiempo esa sobreactuación en sus personajes, a pesar de que, al tratarse 3 from hell de toda una oda al exceso, esta idea se traslada igualmente a la forma en que están abordadas los comportamientos de todos y cada uno de los actores que aparecen en pantalla. Junto a estos protagonistas principales, podemos descubrir en pantalla a varios actores que repiten con Rob Zombie, caso de Jeff Daniel Philips (The lords of Salem, 31), Kevin Jackson (31), Pancho Moler (31), Dee Wallace (The lords of Salem) o Danny Trejo (Halloween, el origen, Los renegados del diablo), constatándose la querencia de este director por crear un equipo de colaboradores habituales entre el elenco artístico, idea ya presente desde sus primeros títulos.





Volviendo a la historia esta no solo es tremendamente simple, como ya apuntábamos con anterioridad,, sino que repite varios de los principales aciertos de Los renegados del diablo, título sobre el que el director parece haber puesto sus miras de manera obsesiva, sabedor que se trata de la película de su filmografía mejor considerada a nivel general. El problema es que acaba repitiendo situaciones ya presentes en la película estrenada en 2005 como el desollamiento de una de las víctimas, el secuestro, tortura y posterior masacre de un grupo de personajes a manos de los Firefly o la idea de la venganza sobre la tripleta de hermanos por parte de alguien que ha sufrido en un miembro de su familia la ira de estos desalmados psicópatas, rol que ejerció con notable acierto William Forsythe en Los  renegados del diablo. Pero el problema no es que reitere situaciones, es que todas y cada una de las mismas estaban mejor planteadas, desarrolladas y finalizadas en Los renegados del diablo. A esto hay que sumar situaciones escritas de manera indefendible, como el momento en que es liberado el alcaide de la prisión en la que se encuentra recluida Baby, hecho rehén junto a su esposa y unos amigos, para que saque a la benjamín de la familia de la cárcel, y como este cumple su cometido sin ni siquiera intentar trazar un plan que logre salvar al resto de prisioneros de Otis y Foxy, a sabiendas que una vez tengan lo que quieren no habrá piedad para ellos por parte de sus captores. O que decir de ese final a tiro limpio entre los protagonistas y el grupo de asesinos, donde se incide en el terrible error de, una vez derrotados, hacer prisioneros a parte de este trío del infierno en lugar de liquidar a quienes ciertamente has ido a matar. En resumen, un libreto que plagia ideas propias de Zombie y une situaciones de manera forzada con la única finalidad de dar escenas  a Otis, Foxy y Baby en la que puedan soltar sus, a estas alturas habituales peroratas, tan reiterativas y artificiosas por momentos que pierden la potencia que un día si tuvieron este tipo de diálogos escritos por Zombie para incidir en el apunte anterior de estar siendo testigo de una auto parodia de los propios personajes centrales. 





Otro pero es el estilo visual del director, reiterativo y cargante no ya en la utilización de una fotografía granulosa, sucia y con ecos de ese cine underground setentero que tanto profesa Rob Zombie en sus películas, y obra del director de fotografía David Daniel, colaborador habitual de este director precisamente desde Los renegados del diablo, sino en el uso y abuso de efectos ópticos y juegos visuales como transiciones, congelación de la imagen, uso de la cámara lenta… recursos que funcionaban y daban empaque a las imágenes a las que acompañaban en los primeros títulos del director, pero que en este caso se ven ya como un intento de dotar de identidad propia a su cine, generando en ciertos momentos el efecto contrario al deseado, como en el caso de la huida desnuda acosada por una Baby cuchillo en mano de una de las mujeres que los hermanos tenían recluidas en su propio hogar y que carece de la supuesta carga emocional e impactante que previsiblemente debiera tener, a lo que no ayuda ese epílogo con la anciana tomando la fresca en el jardín de su casa y siendo testigo involuntario del terrible final de esta nueva víctima de la más joven de los renegados.



Una película que suena a algo ya visto con anterioridad, además con mejores resultados, y que parece reunir en una misma película todo aquello que había convertido a Zombie en un auténtico autor dentro del cine de terror, pero retorciéndolo hasta romperlo, llevando al exceso y la exageración y convirtiendo en paródico todos esos elementos que precisamente habían hecho de Rob Zombie un autor a considerar dentro del cine de género del nuevo milenio, siendo el resultado final de estos tres del infierno el contrario al buscado.