miércoles, 9 de octubre de 2024

LEATHERFACE (LEATHERFACE, TEXAS CHAINSAW MASSACRE III, 1990) 84´


“No juguéis con Texas.”

Una pareja atraviesa Texas en coche en su camino hacia Florida. Tras un desagradable altercado en una aislada gasolinera deciden tomar una carretera alternativa tratando de huir lo antes posible del lugar. Pero al caer la noche y de la nada hará acto de presencia en la vía una enorme furgoneta que acosará a los ocupantes del turismo, iniciándose de esta manera una noche de auténtica pesadilla para los dos ocupantes del automóvil.

ENGRASANDO LA MOTOSIERRA

En 1974 se estrenaría La matanza de Texas, una humilde producción de terror que sin embargo se convertiría casi de manera inmediata en título de culto así como en uno de los principales exponentes, sino el más importante, de ese nuevo horror cinematográfico surgido entre finales de los sesenta y primeros setenta que dejaba de lado los monstruos prototípicos del género en su vertiente más clásica para centrarse en un tipo de terror más tangible, próximo y cercano, además de más visceral. Si a esto añadimos un éxito en taquilla que devendría en unos ingresos de más de treinta millones de dólares habiendo costado menos de ciento cincuenta mil, la explotación de esta historia escrita inicialmente por Tobe Hooper y Kim Henkel a través de una serie de secuelas cinematográficas era casi obligada. La primera de estas sin embargo tardaría en llegar más de diez años, siendo estrenada en 1986 y reformulando la propia esencia de la franquicia mediante una obra que mezclaba el terror y esa esencia malsana propia de la cinta de 1974 con ciertos ecos cercanos al humor negro e incluso por momentos paródicos. Dirigida por el propio Tobe Hooper, responsable asimismo de la película primigenia, sería una de las tres películas que el cineasta filmara para la productora Cannon tras firmar un acuerdo de colaboración con esta compañía, siendo los otros dos trabajos del realizador para la mítica empresa de Yoram Globus y Menahem Golan las igualmente interesantes Lifeforce, fuerza vital e Invasores de Marte. Es así como llegamos a unos finales de los ochenta en los que sería New Line Cinema, productora mítica dentro del género en aquellos años gracias a la franquicia Pesadilla en Elm Street, quien se haría con los derechos de la saga aprovechando el momento de crisis económica de una Cannon que finalmente acabaría por desaparecer poco después. La premisa era simple, seguir llenando las arcas de la productora tal y como estaba sucediendo con la serie de películas protagonizadas por Fred Krueguer haciéndose para ello con los servicios de otro de los grandes tótems dentro del cine de terror moderno como era Leatherface. Así, la idea inicial de New Line Cinema era dejar de lado ese aire más mordaz y sardónico presente en la primera secuela para volver sobre los postulados de terror puro presentes en la primera Matanza de Texas, erigida como uno de los ejemplos más representativos e imitados de un subgénero dentro del terror que lidia entre el slasher y el folk horror y que además presenta ese enfrentamiento de una parte metafórico pero por otro lado finalmente físico entre las grandes urbes y las poblaciones de tipo rural, representando de esta forma esa idea de mostrar en pantalla como esa habitual soberbia de las gentes de ciudad sobre los habitantes de pequeñas localidades a los que en no pocos ocasiones únicamente ven como paletos y en las que los primeros siempre son viajeros de paso acaba pagándose caro, en ocasiones incluso con la muerte. Si en Deliverance de John Boorman tenemos el mayor exponente de este subgénero caracterizado por la idea de supervivencia en un ámbito natural desconocido lo mismo que Perros de paja pone el foco en el enfrentamiento entre urbanitas y pueblerinos, ya dentro del terror películas como 2000 maniacos, Las colinas tienen ojos o Kilometro 666, desvío al infierno abordarían esa misma idea, siendo La matanza de Texas uno de los ejemplos más representativos y conocidos dentro de este tipo de películas.

VÍCTIMAS DE LEATHERFACE

La productora encargaría el libreto de la película a David J. Schow, colaborador habitual de la compañía para la cual ejercía tareas revisando guiones, pero que sin embargo nunca se había puesto detrás de la máquina de escribir como guionista titular. Schow se dedicada de hecho a la narrativa, siendo autor de novelas y ensayos versados mayoritariamente, eso sí, en el horror, destacando dentro de su estilo la explicitud gráfica de sus escritos hasta el punto de ser considerado uno de los principales exponentes del splatterpunk, precisamente un movimiento dentro de la ficción de terror caracterizado por una excesiva representación gráfica de la violencia y un horror superlativo. Es por ello que se pensó sería el guionista adecuado para retomar la senda de ese salvajismo más presente en fondo que en forma en la película de 1974, siendo de esta forma este el primer trabajo como guionista de un Schow quien más tarde trabajaría en Critters 4, en series de terror como Masters of horror y Creepshow o creando la historia que finalmente se convertiría en La matanza de Texas, el origen, siendo no obstante su trabajo más destacable en este sentido el guion escrito junto a John Shirley para El cuervo. El escritor finalmente entregaría lo solicitado, una historia plagada de momentos de una violencia explícita y brutal patente a la vez que redefiniría a la familia de matarifes protagonistas toda vez el clan original había sido eliminado en las dos películas anteriores, aumentando además de manera exponencial la presencia de Leatherface en pantalla, pasando de ser un miembro más de los Sawyer, su brazo ejecutor, a convertirse abiertamente ya en villano principal, no siendo baladí en ese sentido que la película se estrenara precisamente con el título de Leatherface. Y es que el personaje era ya entonces icono dentro del cine de terror contemporáneo, estatus que alcanzaría prácticamente desde el momento del estreno de la primera Matanza de Texas. Del guión de David J. Schow cabe destacar como efectivamente ofrece una historia plagada de truculencia y momentos enormemente violentos, aunque no debemos olvidar que la película de 1974 siendo igualmente un título que contiene escenas enormemente potentes en ese sentido, obtiene esa notable capacidad de incomodar durante su visionado apoyándose en la sugestión más que en la explicitud. Otra idea que recoge el libreto de Schow es la manera en que consigue plasmar una esencial malsana por medio de su relato logrando además dibujar, especialmente en el caso de la familia de matarifes, a unos personajes enormemente interesantes a pesar de lo condenable de sus actos. Por el contrario su principal lastre se encuentra en como acaba por mostrar una trama básica, quizás algo plana por momentos y que se limita a copiar abiertamente los principales aciertos de la cinta de 1974 ejemplificados en la larga escena de la cocina, con la protagonista ya hecha prisionera y a merced de la locura de sus captores. Esto hace que la película apenas tenga nada nuevo que contar en relación a la película de 1974, pudiéndose haber reducido su ya ajustado metraje de hora y veinte aún más habida cuenta de cómo algunos momentos dan la sensación de haber sido estirados en minutaje para así tratar de alcanzar una duración estándar. Cabe recordar en este sentido como en la primera secuela Hooper si que arriesgaría para no solo romper el tono de la saga, sino haciendo la historia más grande en relación a una más sencilla en desarrollo primera parte. Reconocer finalmente como Schow ha respectado enormemente el trabajo previo de Hooper y Henkel convirtiendo las dos películas anteriores en canon de la historia y homenajeándolas en secuencias como la del armadillo atropellado, la presencia del abuelo momificado o la propia frase grabada en la motosierra con la que es obsequiado Leatherface, “La sierra es la familia”.  

La película sería dirigía por Jeff Burr, quien sin embargo no fue la primera opción para hacerse cargo de la película, reconociendo de hecho el propio Burr ser el último de los candidatos de la productora, sonando fuertemente la opción de un Peter Jackson post Mal gusto y El delirante mundo de los Feebles como primera elección, lo mismo que un Tom Savini que finalmente se decantaría para debutar como director por el remake de La noche de los muertos vivientes, película que estrenaría precisamente en 1990, año de lanzamiento de Leatherface. Finalmente sería Burr el escogido gracias principalmente a su efectivo trabajo como realizador de títulos de serie B tras su debut en Gritos de Oldfield, una recopilación de historias de terror protagonizada por Vincent Price y especialmente tras el estreno de la secuela de El padrastro, lo que le convertiría en una opción más que fiable y solvente para hacerse cargo de una nueva secuela que contaría con un ajustado presupuesto y limitaciones en cuánto a tiempos de rodaje. El director cumpliría con lo exigido, logrando entregar una película que logra captar todo ese aire malsano y enfermizo tan necesario para hacer funcionar la trama, siendo destacable como logra hacer que tanto el aire irrespirable de Texas así como la suciedad, la ruina y el polvo presentes tanto en la carretera donde se inicia la película así como en la gasolinera regentada por uno de los miembros de la familia de caníbales traspasa la pantalla logrando introducir al espectador en una muy lograda ambientación, idea reforzada toda vez conocemos la casa de los Sawyer, nuevamente dotada de una imaginería visual tremendamente potente y que convierte este lugar en un parque temático del horror. Sin embargo la experiencia de Burr en relación al rodaje de Leatherface y a la propia película no sería en absoluto un camino de rosas. De esta forma, la presión por presentar la película a tiempo, no aumentar sus costes y lidiar con la calificación por edades serían elementos suficientes para romper la cohesión entre el director y los productores y responsables de New Line Cinema, quienes en el fondo nunca creyeron en Burr como director de la película y que optaron por contar con este únicamente como último recurso y acuciados ya por los plazos impuestos de cara a poder estrenar en tiempo. Uno de los principales puntos de tensión vendría por las disputas entre  director, productores y MPAA, la asociación encargada entre otras cosas de la calificación por edades de las películas y que obligaría a aligerar la carga de violencia de la película en reiteradas ocasiones para así evitar una temida calificación X que limitaría mortalmente el estreno en cines de la película, y así mientras que New Line Cinema cedería a las exigencias de la MPAA en aras de no frenar la carrera comercial de la película para Burr estos recortes amputarían parcialmente la propia esencia de la película. A todo esto hay que sumar que además la productora modificaría el montaje final estrenado en cines llegando inclusive a alterar la escena final de la película, lo que deviene en un error en pantalla tan evidente como el de ver como un personaje asesinado escasos minutos antes volvía a la vida en aras de poder participar en una posible secuela. Esto provocaría que Jeff Burr, fallecido en 2023 y que continuaría siendo un efectivo y resolutivo director de secuelas de películas de terror con títulos como Pacto de sangre 2 o La venganza de los muñecos 3 y 5, renegara de este trabajo durante años justificándose en el hecho de sentirse traicionado. Y es que de hecho llegaría a ser despedido durante el rodaje de la película, lo que deja de manifiesto que las diferencias creativas no solo tuvieron lugar en el proceso final de montaje de la misma sino que fueron patentes durante toda la producción, lo que da una idea de la presión a la que se tuvo que enfrentar su principal responsable. Burr volvería a ser contratado gracias a que los tiempos de rodaje ya eran tremendamente ajustados y no se logró dar rápidamente con un nuevo director que se hiciera cargo de una película con el rodaje ya iniciado. Todos estos problemas quedan reflejados en un montaje final presentado donde efectivamente vemos lagunas entre el tono seminal y de terror puro que de inicio quería darse a la historia, la violencia gráfica del guion original y el resultado que finalmente vemos en pantalla. Posteriormente se recuperaría parte del material filmado por Burr y que nos da una idea más aproximada de lo que quería el director para Leatherface, lo que nos lleva a pensar que el director trató de construir su película amparándose en dos premisas básicas. La primera un respeto casi reverencial por el título de 1974 y la segunda, y esta compartida al menos de inicio por los responsables de New Line Cinema, entregar un producto salvaje, brutal, descarnado y violento.  

El otro gran nombre dentro de este Leatherface sería sin embargo triple, contando Leatherface con el trabajo de Howard Berger, Greg Nicotero y Robert Kurtzman dentro del equipo responsable de gestionar los efectos prácticos y de maquillaje de la película. Nicotero, Berger y Kurtzman, quienes se aliarían fundando la empresa K.N.B. son los más conocidos, representantes dentro del cine de finales de los ochenta y década de los noventa en cuento a efectos especiales del cine de terror de aquellos años se refiere, no pudiendo dejar lado sin embargo otros nombres como los de Tom Savini o Rob Bottin, especializándose principalmente en maquillaje protésico, animatrónicos y efectos de tipo práctico, siendo destacados exponentes del gore más explícito. A ellos les debemos las más impactantes secuencias en películas como Planet terror, En la boca del miedo, La casa de cera, House on haunted hill, Hostel, Arrástrame al infierno,  La última casa a la izquierda, El ejército de las tinieblas, Las colinas tienen ojos o Abierto hasta el amanecer por citar solo un pequeño puñado de títulos que han contado con estos auténticos maestros dentro del área de los efectos especiales. Y es que es gracias al trabajo de Nicotero, Kurtzaman y Berger que la película puede plasmar en pantalla con terrorífica explicitud toda esa violencia recogida en el guión de David J. Schow, rescatando secuencias como la muerte partida en dos de la joven que previamente había logrado huir de la familia de asesinos, la escena del tiroteo o la lucha final en el agua entre Leatherface y Benny. Precisamente el buen hacer de KNB sería uno de los principales responsables de que la película tuviera esos enormes problemas con la censura y la asociación MPAA de los que hablábamos hace poco, y es que su capacidad para plasmar y reproducir protésicos de los intérpretes de la película así como crear esos trozos de carne presentes en no pocos momentos de Leatherface, que de hecho se inicia viendo como este personaje construye una nueva máscara hecha de la piel humana de un rostro, harían incomodarse enormemente a los responsables de otorgar la calificación por edades a la película con los resultados ya por todos conocidos.

CONOCIENDO A LOS SAWYER

Uno de los puntales que hicieron en su día de La matanza de Texas un ejercicio de terror tan impactante y potente fue la presentación en sociedad de toda una colección de psicópatas a cada cual más atroz, sórdido y enfermizo, y si bien sería Leatherface quien trascendiera de este grupo erigiéndose finalmente en todo un icono popular, cabe destacar igualmente las figuras de los personajes del autoestopista o del patriarca familiar, una presentación de los prototípicos rednecks cinematográficos llevados al extremo que Hooper seguiría explotando en la primera secuela de la saga con la presentación en sociedad de Chop-Top como nuevo miembro del clan de matarifes tejanos. Así que era vital lograr armar a un nuevo grupo dentro de esta familia de caníbales que lograra transmitir esa misma sensación de locura, excitación ante la violencia y falta total de moral que tan bien habían plasmado Hooper y Henkel en el guion de la primera película, siendo de hecho la construcción de estos personajes parte vital a la hora de hablar del nivel de trascendencia que la cinta alcanzaría en el imaginario colectivo. Y el resultado a la hora de hablar de este casting de auténticas malas bestias no es para nada desdeñable, siendo uno de los puntales más destacados de la película y uno de los motivos que invitan a acercarse a esta secuela.

De esta forma y una vez fuera de juego el patriarca del clan Sawyer visto en las dos primeras entregas, en esta ocasión el liderazgo familiar lo ostentaría una figura femenina, una matriarca anclada a una silla de ruedas y con un dispositivo en la laringe para poder comunicarse, confiriéndose de esta manera un personaje que presentaba en esencia toda esa iconografía tan característica de la franquicia ayudando además a potenciar la creación de una ambiente malsano, siendo este patente no solo a nivel de escenarios sino igualmente de personajes. La veterana actriz Miriam Byrd-Nethery, colaboradora de Jeff Burr en sus primeros trabajos sería la encargada de encarnar a este siniestro personaje. Le acompañaran y ayudarán a llevar a cabo sus terroríficos actos varios vástagos, siendo Alfredo el eslabón más débil de esta cadena familiar y por ello el encargado de las tareas más tediosas y solitarias como es por ejemplo el desembarazarse de los restos de los cuerpos de las víctimas del clan, siendo este un personaje a quien Tom Everett, conocido entre otros papeles por participar en la primera entrega de Superdetective en Hollywood, logra dotar de una enorme presencia en escena, ojo de cristal mediante, y todo ello a pesar de lo desagradable del comportamiento del propio personaje, siendo de hecho el que presenta una desviación sexual más patente. Por otra parte tenemos a Tex, encargado en base a poseer la apariencia física más normalizada y agradable de ejercer las funciones de cebo de cara a captar la atención de posibles y futuribles víctimas del grupo de caníbales, ejerciendo de alguna manera un rol similar al que el personaje de Baby Firefly ejerciera en La casa de los 1000 cadáveres, papel interpretado por Sheri Moon Zombie. A este miembro de la familia Sawyer le prestaría toda su presencia física un por aquel entonces desconocido Viggo Mortensen antes de convertirse en rutilante estrella gracias a títulos como Extraño vínculo de sangre, Promesas del Este, Una historia de violencia, Green book y muy especialmente la trilogía de El señor de los anillos. Mortensen venía precisamente de filmar un año antes la interesante Presidio, un título de terror dirigido por Renny Harlin y convertido en pieza con cierto aire de culto entre el aficionado del género de serie B, película donde por cierto también trabajaría el anteriormente citado Tom Everett. También tendríamos a Tinker, el cerebro de este grupo de matarifes y con una capacidad innata para la mecánica, lo que posibilita, además de sustituir una de sus manos por una artificial, la creación de la icónica motosierra de más de un metro de largo que vemos en pantalla y convertida en fetiche de la película entre otras cosas gracias a una campaña de publicidad que por ejemplo imitaría en su tráiler el momento de la cinta de 1981 Excalibur en la que la mítica espada emerge del  agua de manos de la Dama del lago, siendo en este caso sustituida el acero por la motosierra de Leatherface. Este personaje sería encarnado por Joe Unger, conocido por los fans más avezados por su aparición en Pesadilla en Elm Street en el papel de uno de los ayudantes policiales del personaje de John Saxon, repitiendo posteriormente junto a Jeff Burr en la segunda entrega de Pacto de sangre. No podemos olvidar tampoco la participación de la benjamín del grupo, una niña que sin llegar a citarse explícitamente parece que pudiera tratarse de la hija del mismo Letaherface, siendo este un personaje que permite conjugar dos elementos tan antagónicos de inicio como son la inocencia infantil y la violencia descarnada propia del grupo de caníbales protagonistas. Jennifer Banko, la joven actriz encargada de dar vida a este complicado personaje habida cuenta del material que la intérprete de apenas doce años de edad había de filmar logra crear un personaje tan malsano y repulsivo como el resto de componentes de la familia Sawyer. Una niña que por cierto venía de aparecer en otra de las sagas icónicas de terror de la década de los ochenta, en concreto en la séptima entrega de Viernes 13. Por último y dentro del grupo de  antagonistas de la historia resaltar como no podía ser de otra manera la figura de un Leatherface convertido por méritos propios en alma mater de la franquicia, tratando en esta película de destacar su potencial físico en pantalla como se constata en una primera aparición en la que arranca de cuajo con las manos el maletero del coche de sus víctimas, buscando con ello los responsable de New Line Cinema de crear ya de manera oficial una nueva criatura dentro del terror cinematográfico contemporáneo a la altura de su ya por aquel entonces imperecedero Freddie Krueguer. Sería Jeff Burr quien, tras imposibilitarse la contratación de Gunnar Hansen, el Leatherface original, por lo elevado de su caché, quien recomendaría a un desconocido intérprete curtido en el mundo de la lucha libre profesional. R. A. Mihailoff, quien ya había colaborado con Burr en trabajos anteriores del realizador aportaría al personaje una fisicidad fuera de toda duda habida cuenta de sus casi dos metros de altura y una presencia física imponente. De esta forma y gracias a su papel en Leatherface Mihailoff seguiría ligado al género en títulos como son las secuelas de Hatchet o Krampus.

Enfrente de este grupo de matarifes encontramos a sus víctimas, cuya función principal sería la de tratar de sobrevivir a una cacería plagada de sangre, trampas y gritos de terror no logrando su objetivo en la mayoría de los casos, aunque en este caso y en su último acto la película dé un giro por el cual los cazadores acabaran siendo cazados. Así, la encargada de tratar de replicar el papel que Marilyn Burns inmortalizara en la película de 1974 sería una Kate Hodge que funciona mucho mejor en su rol de scream queen con capacidad para sufrir que cuándo trata de convertirse en una heroína vengativa, momento en el que su interpretación presenta matices casi paródicos. La actriz aparecería posteriormente el Rapid Fire, uno de los pocos trabajos protagonizados por Brandon Lee antes de fallecer trágicamente durante el rodaje de El cuervo así como en la descafeinada secuela de Hidden, lo oculto. Su compañero de viaje es William Butler, quien además de haberse reconvertido en director de películas de terror para la mítica productora dentro del género Full Moon de Charles Band, participaría en títulos como Viernes 13 parte 7, La noche de los muertos vivientes en su versión estrenada en 1990 o en la serie de televisión Las pesadillas de Freddy, esto es, ha compartido cartelera con tres de los monstruos más icónicos del cine de terror moderno. Pero para icónica la presencia en Leatherface de Ken Foree, actor de culto ligado al género del horror a raíz de su participación en ese clásico de 1978 que es Zombi, y a quien veríamos en títulos como Resonator, El dentista, Amanecer de los muertos, Los renegados del diablo, Halloween el origen o Lords of Salem. Foree da vida a otra víctima potencial del clan Sawyer quien sin embargo se erige como héroe de la historia, y aunque su presencia permite dotar de frescura a la película elimina parte del potencial del personaje de la actriz principal en su función como final girl.

Por último no podemos dejar de lado dos nombres propios como son los de una Caroline Williams que protagonizara la segunda entrega de La matanza de Texas y que aquí vemos en un cameo como periodista en lo que se presenta como todo un guiño, uno de los varios que hay a lo largo de la película, a los dos títulos que preceden este Leatherface. Y como coordinador de especialistas la película cuenta con la presencia de un nombre mítico para el aficionado como es Kane Hooder, quien además de trabajar como doble de acción o coordinador de especialistas en más de un centenar de películas se ha ganado el corazoncito de los amantes del terror tras encarnar hasta en cuatro ocasiones a Jason Voorhees en la saga de Viernes 13, lo que le ha permitido convertirse en uno de esos actores habituales dentro del género cuya sola presencia ya constituye todo un homenaje al aficionado, teniendo que destacar de entre todos sus trabajos su participación en la simpática saga Hatchet. Hooder tendría además el honor de poder convertirse en Leatherface no solo en determinadas secuencias en las que su trabajo como especialista así lo requiriera, sino que es quien da vida al icónico matarife en el tráiler de la película, lo que le permitiría apuntarse otra muesca en su particular galería de criaturas del terror a las que ha dado vida.

DEGUSTANDO EL MENÚ

La película finalmente y tras multitud de contratiempos acabaría estrenándose en cines llegado el año 1990, siendo sin embargo un fracaso de taquilla que se saldaría con una recaudación de menos de seis millones de dólares habiendo costado dos. Posteriormente se convertiría en un título de cierto éxito en su periplo en los videoclubs, siendo actualmente considerada como una interesante secuela que bebe de los postulados marcados por la película estrenada en la década de los setenta, siendo su relevancia aún mayor si tenemos en cuenta el fiasco que la cuarta entrega de la franquicia haría con la misma.

De esta manera el trabajo de Burr a la dirección cumple con buena parte de los requerimientos exigidos para este tipo de películas, y aunque obviamente pierde en todas y cada una de las comparaciones que podamos abordar con el título dirigido por Tobe Hooper en 1974, esa batalla estaba pérdida de antemano,  si que funciona como secuela que trata de replicar el alma de esta. Así, ya desde la escena inicial en la que podemos casi respirar el polvo de la carretera que llena los cristales del automóvil en el que viajan los protagonistas, la película traslada muy eficientemente la atmósfera malsana y opresiva necesaria para que un título de estas características funcione, una idea que se potencia en secuencias posteriores como la de la exhumación de los cadáveres en plena autopista y donde la magia del tridente KNB hace acto de presencia a través de la recreación de los cuerpos en descomposición, homenajeando de esta manera la película el momento de la profanación de los cadáveres visto en la cinta estrenada quince años antes. Esa sensación vuelve a hacer acto de presencia durante la escena en la gasolinera, cuya suciedad, degradación y aires de abandono traspasa la pantalla ayudando a convertir ese momento en punto de inflexión a partir del cual comienza ese viaje a los infiernos para los infortunados protagonistas. La película pierde intensidad en lo que a ambientación se refiere durante el tramo que tiene lugar en mitad del bosque, debido principalmente a dos elementos. De una parte la película no se filmó en Texas por motivos presupuestarios, lo que de alguna manera queda patente en unas escenas nocturnas en medio de la maleza que provocan que el espectador desconecte parcialmente de ese halo de calor y sequedad sofocante transmitido durante el primer acto de la película, a lo que hay que sumar que dicha filmación nocturna en exteriores hace perder fuerza a la película, curiosamente la hace menos amenazante y por lo tanto menos aterradora. Llegamos de este modo al tramo de película que tiene lugar en el interior de la casa de los Sawyer, escenario que debiera haberse presentado como epicentro del horror y que sin embargo no termina de funcionar, siendo en este sentido mucho más funcional y tenebrista la citada gasolinera vista en los primeros minutos de película. Así, mientras en la película de Tobe Hooper la utilería utilizada, en algún caso real, si que funcionaba a la hora de transmitir sensaciones negativas en el espectador, en este caso si bien el diseño de producción es solvente en relación a lo esperado, no es capaz de manifestar esa aura de maldad que incluso podemos presentir con más acierto en la morada de los Sawyer presentada en el atinado remake estrenado en 2003 y dirigida por Marcus Nispel.

Sin embargo donde esta secuela sale peor parada es en la historia narrada, que de alguna manera funciona como revisión de lo contado en la película de Tobe Hooper y que revitalizaría el género allá por la primera mitad de los años setenta. En primer lugar porque frente a un grupo de cinco protagonistas ahora únicamente se cuenta con dos, tres si sumamos al grupo a un Ken Foree que sin embargo huye del arquetipo de víctima de este tipo de películas, lo que provoca que la película contenga menos momentos de tensión en el sentido de que hay menos víctimas potenciales sobre los que armar una secuencia de este tipo. La película es consciente de ello introduciendo al personaje de la superviviente del anterior ataque de la familia Sawyer, pero es insuficiente para insuflar no ya de dinamismo a la trama, sino de capacidad de generar momentos de horror, los cuales se presentan en su máximo apogeo durante la escena en la que la protagonista permanece inmovilizada en una silla y con las manos atravesadas por clavos a los apoyabrazos del asiento mientras preparan a su compañero agonizante para servir de comida a sus hambrientos asesinos. Si bien este momento funciona, no llega a acercarse al nivel de ansiedad que generaba la secuencia de la cena en la película de 1974, y es que en esta película sucedería uno de esos fenómenos raramente vistos en cines, que la falta de medios, los errores propios de contar con un puñado de novatos con más ganas que conocimientos y  el uso de unas técnicas de rodaje cercanas por momentos al documental dieran como resultando un título seminal en su género, algo que no puede replicarse y mucho menos de manera consciente.

Aún con todo la película logra resultar en un entretenido y terrorífico ejercicio de serie B mucho más cercano en esencia a ese cine de género tan característico dentro de la década de los ochenta que a las películas que se estrenarían en los años siguientes, las cuales devendrían en una etapa de sequia creativa en cuánto al horror cinematográfico se refiere solo eludida parcialmente mediante el estreno aislado de un puñado de interesantes títulos. Es por ello que aunque estrenada ya en 1990 Leatherface posee en todos y cada uno de sus elementos todo el deje del cine de terror ochentero.    

Por todo ello si son seguidores de Leatherface y su familia si bien esta película puede que no se encuentre dentro de un top donde podríamos situar las dos películas dirigidas por Tobe Hooper así como la revisión estrenada en 2003, tampoco se situaría entre lo peor de una franquicia que ya lleva estrenadas nueve películas y no parece tenga intención de dejarlo ahí, lo que acaba por concluir en un veredicto que invita a su visionado y disfrute. Y es que finalmente todo se resume en una sola idea, elijan bando, comer o ser comidos.

martes, 24 de septiembre de 2024

BARBARIAN (BARBARIAN, 2022) 102´

Una joven viaja a Detroit para una entrevista de trabajo alquilando para ello una casa en la que vivir los días que necesita pasar en la ciudad. Sin embargo, al llegar a esta descubre que ya ha sido alquilada por otra persona, y a pesar de las reticencias iniciales de compartir el lugar con un absoluto extraño finalmente decide quedarse.

Una película que a lo largo de sus cerca de cien minutos fluctúa entre una estimable y fresca cinta de terror y un título por momentos anodino y que deja en el espectador una sensación de déjà vu. Así, la película comienza con un primer acto en el que se aborda el encuentro entre los dos personajes que han alquilado una misma casa, un de inicio misterioso hombre y una vulnerable mujer, jugando perfectamente el director con la sensación de inseguridad de ella por compartir espacio con alguien de quien desconoce absolutamente todo. Durante esta primera parte podemos ver un manejo excelente del suspense de la situación, llegando a ser participes como espectadores de las mismas sensaciones de intranquilidad que atenazan a la protagonista convirtiéndose este inicio en un interesante ensayo que nos habla de los miedos de ellas a la hora de enfrentarse a situaciones en las que se hace patente su vulnerabilidad. Inteligentemente y cuándo creemos conocer el tono que va a adoptar la película esta hace un viraje que nos lleva desde un tipo de historia a otra bien diferente para finalizar de esta forma con un corte abrupto que supone el final del acto.

De esta forma pasamos a uno de los momentos más tediosos de este viaje entre el disfrute para el aficionado y cierta sensación de oportunidad desperdiciada, focalizada este en la larga carta de presentación del tercer personaje central en discordia, situación que además de estar estirada en exceso de manera innecesaria, rompe el tono que la película había mantenido hasta ese momento para rozar por momentos la comedia. Es la presencia y forma de actuar de este nuevo personaje quizás el mayor lastre de una propuesta que hasta ese momento se estaba manejando con soltura dentro de los postulados de una trama que va desgranando los elementos que la conforman con cuentagotas, siendo posiblemente la necesidad del director de introducir numerosos giros en la película lo que finalmente acaba lastrando por momentos lo que era una interesante propuesta dentro del género de terror.

La película remonta gracias a un flashback que nuevamente supone un cambio de tono, en este caso inclusive estético, algo necesario para recrear la citada escena ubicándola como si de un momento de cierto aire onírico se tratara, pasando de esta forma de una oscuridad que protagoniza el tono visual de la película a un momento enormemente luminoso,  secuencia que nos sirve además para seguir desgranando lentamente los entresijos de una historia revelada con cuentagotas. Llegado este momento es interesante recalcar la utilización de uno de esos barrios prácticamente abandonados que podemos encontrarnos en la ciudad de Detroit como escenario central, sabiendo sacar todo el partido del mundo a esta especie de pueblo fantasma, y que además da coherencia a determinados momentos y situaciones vividas por los protagonistas que caso de haberse ubicado la película en un barrio residencial tipo hubieran sido más complicadas de hacer creer, aumentándose de esta manera la sensación de vulnerabilidad de los personajes más allá de las paredes de la casona en donde tiene lugar el grueso de la trama. Una casa convertida en un protagonista más y que ejerce como un eficaz elemento terrorífico gracias a ese sótano plagado de recovecos y esquinas tras las cuales se esconde una presencia terrorífica. Y si el tramo que tiene lugar dentro de la casa vuelve a resultar estimulante dentro del género al que representa el acto final ya en el exterior nos deja una sensación de forzada traca final que una vez más rompe en parte el tono más intimista que por momentos tiene la película.

La película está escrita y dirigida por un desconocido Zach Cregger, quien además de reservarse un papel como intérprete logra crear con Barbarian un título en parte diferente, aunque igualmente haya que resaltar no llega a erigirse como la gran obra dentro del cine de terror que algunos se empeñan en otorgarla. Y esto es debido a que la película, deudora tanto a nivel conceptual como visual de títulos pretéritos como El sótano del miedo, El proyecto de la bruja de Blair e incluso nuestra Rec, no es capaz de mantener durante todo su metraje los aciertos presentados, los cuales acaban siendo esperanzadores fogonazos entre una propuesta amena pero que no deja finalmente ese poso de haber resultado un título de refrescante dentro de la parrilla de estrenos de ese año del género de terror.

Georgina Campbell, una actriz a la que hemos podido ver principalmente en televisión, se convierte en la particular final girl de la película, siendo especialmente eficiente en ese tramo inicial en el que se maneja como una mujer indefensa y dubitativa que duda entre la idea de que su compañero de morada sea alguien inofensivo e incluso pueda llegar a atraerle o que se encuentre compartiendo espacio con un tipo siniestro y peligroso. Le acompañan en este descenso a los infiernos nombres como los de Kate Bosworth, la Louis Lane de Superman returns, quien aparece en un papel secundario, así como tres actores enormemente ligados al cine de terror. De una parte Justin Long, cuyo exagerado y en cierto modo forzado personaje es uno de los culpables de bajar puntos a la película y a quien hemos podido ver en la terrorífica Jeepers Creepers, la alocada Arrástrame al infierno  o la extravagante Tusk. Otro de esos nombres propios ligados al género es el del habitualmente secundario Richard Brake, a quien hemos podido ver en Maquina letal, Doom, Hannibal, el origen del mal, El bunker, Perkins 14 o ya siendo dirigido por Rob Zombie en Halloween 2, 31, 3 del infierno o La familia Munster. Finalmente citar la presencia de Bill Skarsgard, quien además ejerce de productor ejecutivo de la película, y que gracias a su papel de Pennywise en It se ha convertido en una figura de culto dentro del género.

Así, y en contra de muchas de las críticas leídas sobre Barbarian, la película de Cregger es un título que acaba siendo víctima de su propia ambición, ya que en lugar de centrarse en aquello que finalmente funciona en la cinta, abre demasiado las expectativas a la hora de abarcar más de lo que finalmente la trama da de sí, lo que unido a las expectativas creadas de inicio por ese aluvión de buenas reseñas acaba dejando a uno con la sensación de oportunidad perdida. Todo ello resulta finalmente en un título que te acaba dando una de cal y otra de arena, y aunque en el cómputo final la estancia en esta casa con misterio acabe convenciendo hay que reconocer que al menos para servidor no estaríamos hablando de una de las películas top dentro del cine terror de 2022. Si consultan la cartelera de estrenos de este género de ese año sabrán de que les hablo.

sábado, 14 de septiembre de 2024

PROM NIGHT 2 HELLO MARY LOU (HELLO MARY LOU, PROM NIGHT 2, 1987) 97´

Mary Lou Maloney es coronada reina de la promoción del año 1957, siendo accidentalmente asesinada por su novio mientras celebra su triunfo al querer humillarla por engañarle con otro chico. Tres décadas más tarde regresará de la muerte para así vengarse por su trágica muerte.

Secuela de la película estrenada siete años antes y que sin embargo no tiene esencia de continuación en tanto la historia, personajes y trasfondo nada tienen que ver con el título protagonizado por Jamie Lee Curtis en 1980, tomando únicamente de esta la idea de utilizar el baile de graduación del instituto como eje central sobre el que pivotar la trama. Y el resultado es notablemente competente, resultando un título superior y mucho más divertido que el de la película original, siendo además muy patentes tanto a nivel visual como conceptual las diferencias entre uno y otro título y que se deben a los siete años transcurridas entre el estreno de una y otra película, años durante los cuales tendrían lugar una serie de cambios dentro del propio género slasher.

Como en el caso de la primera Prom night, en esta ocasión también podemos jugar a adivinar las influencias que diferentes y exitosos títulos anteriores al estreno de la cinta tendrían a la hora de escribir y filmar la película. Lo primero de todo sería rescatar la Carrie dirigida en 1976 por Brian De Palma, un título del que ya adivinábamos ecos en la cinta de 1980 pero que en este caso tiene en la escena introductoria un claro homenaje con el personaje de Mary Lou Maloney haciendo las veces de la Carrie White a la que diera vida Sissy Spacek en la adaptación del best seller de Stephen King. Pero si hay una película, más bien una serie de películas, que es patente influirían en esta segunda entrega, esos son los títulos dentro de la franquicia Pesadilla en Elm Street estrenados hasta ese momento, saga que en ese 1987 ya iba por su tercera película. Y no solo por el uso que de cierta esencia onírica se hace durante la trama, con una  Mary Lou que si bien no necesita introducirse en el mundo de los sueños para actuar si que aparece y desaparece a su antojo como si de un ente fantasmal se tratara pero a la vez controlando los diferentes escenarios sobre lo que llevará a cabo sus ataques. Ya la escena de la primera muerte, con la joven víctima ahorcada por una tela manejada invisiblemente tal y como sucedía con la muerte de Rod en la primera Pesadilla en Elm Street evidencia este prinicpio, volviendo nuevamente sobre nuestro imaginario esta saga protagonizada por Fred Krueguer con la secuencia de esa pizarra que se convierte en una piscina de fondo negro. La idea presente en la película de ver como la cándida e inocente protagonista es poseída en cierta forma por el espíritu de la maligna protagonista transformándola en una muchacha con una sexualidad muy marcada, desnudo integral incluido, sirve además para pervertir las constantes del género slasher, que presentaba siempre a una final girl virginal como contraposición de unos personaje sexualmente liberados y promiscuos y que por tanto son ajusticiados por el villano de la función como pago por su actitud libidinosa. Rescatar finalmente la imagen de un caballito balancín que nos recuerda por asociación de ideas al payaso que apareciera en Poltergeist, siendo en ambos casos elementos infantiles pervertidos en su iconografía hasta infundir terror.

La película está dirigida por un Bruce Pittman que tendría en este título su trabajo más solvente, dirigiendo sus pasos posteriormente, y tal y como sucediera con el director de la primera entrega de la saga, hacía el mundo de la televisión. Destacar entre sus protagonistas a un Michael Ironside que se consagraría en los años siguientes como un estupendo secundario gracias a su participación en películas como la también canadiense Scanners, Top Gun, Desafío total o Starship Troopers, siendo igualmente rescatable su papel en la serie para televisión de culto V. Con una protagonista que apenas haría nada más en cine ni televisión, podemos igualmente rescatar la participación de Louis Ferreira, conocido especialmente por encarnar al marido del personaje de Sarah Polley en Amanecer de los muertos o por su papel en la televisiva e interesante serie procedimental Motive. Por último y dentro del apartado artístico rescatar el estupendo trabajo de una  Lisa Schrage que, al igual que su compañera de reparto, apenas se prodigaría en cine ni televisión, y que sin embargo nos brinda una potente y casrismática interpretación como la Mary Lou que da título a la película. Como curiosidad final podemos rescatar la figura de Ron Oliver, guionista de la película, y que se especializaría, tanto en su faceta como escritor así como director, en películas enclavadas dentro de esos telefilms navideños tan presentes en nuestra parrilla televisiva durante los meses de Noviembre y Diciembre.

Una secuela que nada tiene que ver con la película original, mejorando a esta sustancialmente, y que es uno de esos estupendos ejemplos de cine de terror en su faceta más gamberra protagonizado durante la segunda mitad de la década de los ochenta por unos jóvenes condenados a sufrir las más cruentas e imaginativas muertes a manos de unos villanos convertidos en auténticos alma maters de estas películas, o lo que es lo mismo, una estupenda sesión doble junto a otra digna cinta de terror como es La noche de los demonios. Y es que ambas tienen como maquiavélica y terrorífica protagonista a una sexy y letal anfitriona.

jueves, 12 de septiembre de 2024

PROM NIGHT. LLAMADAS DE TERROR (PROM NIGHT, 1980) 95´

Mientras unos niños juegan en una casa abandonada una de las muchachas muere accidentalmente tras caer por una ventana al ser asediada por sus compañeros de juego. Los niños deciden guardar silencio de lo sucedido sin saber que alguien más ha sido testigo de la muerte, alguien capaz de esperar varios años antes de cobrarse venganza contra los involuntarios homicidas de la pequeña.

Es obvio que el enorme éxito que supuso La noche de Halloween, estrenada en 1978, propiciaría un sinfín de títulos de temática similar nacidos a rebufo de la obra de John Carpenter, ansiosos todos ellos por hacerse con parte de ese pastel de la taquilla que el slasher estaba generando, siendo esta Prom night uno de estas películas estrenadas entre finales de los setenta y primeros ochenta que más se recuerdan. Y es muy evidente la impronta por parte de la primera de las apariciones de Michael Myers en pantalla, de donde no solo se copian planos concretos como el de las protagonistas caminando por la calle entre las aceras de un barrio residencial y sintiéndose observadas desde la lejanía por alguien que circula en automóvil así como vemos plagiar la idea del loco que escapa del psiquiátrico asesinando a una enfermera, sino que incluso se contaría nuevamente con Jamie Lee Curtis como protagonista de la cinta. Pero no podemos obviar igualmente la influencia que tendría un género como el giallo italiano, con la presencia de un asesino misterioso, en realidad no tanto para cualquiera que haya visto algo de este tipo de cine, asesinando uno a uno a un grupo de víctimas escogidas premeditadamente, lo mismo que posee ciertos ecos de otra película de renombre canadiense, y es que Prom night tiene nacionalidad de este país, como es Navidades negras, siendo el uso que del teléfono hace nuestro misterioso asesino el recurso que más nos recuerda a la película dirigida por Bob Clark. Pero si toca hablar de influencias no podemos dejar de lado un título que nada tiene que ver con el terror pero que si es patente se adivina en este Prom night. Hablamos de Fiebre del Sábado noche, estrenada tres años antes con enorme éxito tanto en la taquilla como a nivel social, y que deja patente su impronta en una extravagante escena de cerca de cuatro minutos donde los protagonistas se marcan una coreografía en mitad del baile de graduación que trata de imitar las famosas secuencias protagonizadas por John Travolta como Tony Manero en la película de John Badhman.

Y si bien La noche de Halloween se amparaba en la mágica noche del treinta y uno de Octubre y Navidades negras hacía lo propio con unas fechas tan señaladas y entrañables, la película que nos ocupa tomaría como referente otro momento muy señalado dentro la cultura popular occidental y en especial la norteamericana como es el icónico baile de graduación. Es en medio de este mágico momento protagonizado por bolas de discoteca, vestidos de gasa y anchas pajaritas que el asesino de la cinta perpetra su personal vendetta contra los responsables de una desgracia acontecida varios años antes. Como sucedía en este tipo de películas estrenadas en las postrimerías de los años setenta y primeros ochenta el ritmo es pausado, incluso por momentos tedioso en comparación con la dinámica de las películas de género más actuales, y si bien en ciertos momentos las secuencias dan la sensación de haber sido estiradas más allá de lo necesario, tal y como ocurre con la escena de arranque o la larga persecución a la que es sometida una de las jóvenes víctimas, su visionado es disfrutable, especialmente para el aficionado al género, aunque es cierto no deja demasiado poso una vez finaliza.

Dirige el debutante Paul Lynch, quien tras varios títulos más dentro del género de terror como son Humongous, otro slasher de consumo rápido o Contra todos, un thriller con un asesinato de por medio, se volcaría en la televisión, donde dirigiría entre otros capítulos de series como Se ha escrito un crimen, Luz de luna, Más allá de los límites de la realidad, La bella y la bestia o Xena, la princesa guerrera. El guion es obra de un William Gray que ofrecería su mejor trabajo guionizando junto a Diana Maddox una historia de Russell Hunter, la maravillosa Al final de la escalera. El trabajo de ambos profesionales es solvente pero no llamativo, tratando de cumplir tanto la historia como la dirección los estándares marcados previamente por autores tan notables como John Carpenter en la seminal La noche de Halloween. Obviamente quedan lejos de los resultados de la cinta de 1978.

Jamie Lee Curtis vuelve a encarnar a la Scream Queen de turno, repitiendo en cierta manera el rol de jovencita apocada y timorata que la diera a conocer en el papel de Laurie Strode aunque en este caso sin contar con todo el protagonismo de la película, en esta ocasión más repartido entre las diferentes víctimas del asesino. Destacar asimismo la presencia de un Leslie Nielsen que ese mismo año se subiría al carro de las spoof movies con Aterriza como puedas para convertirse en su principal valedor, no debiendo olvidar por ello su participación en la estupenda y también terrorífica Creepshow.

De esta forma lo que encontramos en Prom night es un slasher prototípico de aquellos años durante los cuales se estrenarían decenas de películas de este estilo, logrando permanecer en el imaginario colectivo gracias a contar con la presencia de una Jamie Lee Curtis convertida en aquellos años en la musa entre las Scream Queens, ampararse en un acontecimiento tan importante dentro del ámbito de las relaciones sociales de los jóvenes norteamericanos como es el baile de fin de curso y poder contar con una serie de secuelas y un remake que devolverían a la actualidad el nombre de la película primigenia con cada nuevo estreno. ¿Es un mal slasher? No, aunque es cierto que hay que acercarse a su visionado con los ojos de aquellos jóvenes que antes de que Viernes 13 revolucionara a su vez este subgénero llenándolo de sangre, muertes atroces y unas gotas de erotismo se acercaban a los cines dispuestos a pasar hora y media de miedo. Aunque tampoco la pondría en mi top de películas del mismo tipo estrenadas hace ya cuarenta años.

jueves, 5 de septiembre de 2024

TERROR EN EL ESPACIO (TERRORE NELLO ESPAZIO, 1965) 83´

Las naves espaciales Argos y Galliot son enviadas al planeta Aura siguiendo el rastro de una señal emitida por algún tipo de vida inteligente proveniente de aquel lugar. Una vez llegan a su destino los tripulantes de ambas naves comenzarán a atacarse entre ellos poseídos por algún tipo de ente o de mal invisible.

Una modesta producción de serie B que sin embargo y en apenas hora y veinte muestra referentes que serían imitados posteriormente no solo en géneros como el cine zombie o el de vampiros, sino que igualmente es indudable serviría de base a la hora de construir películas clásicas dentro del género como Alien, el octavo pasajero, que tomaría ese arranque que muestra como un falso señuelo atrae a los incautos protagonistas hasta un planeta trampa, lo mismo que adaptaría, con su propia estética, la idea de mostrar los diferentes recovecos de una nave casi tan protagonista como el resto de personajes principales. Pero también hay ecos de Lifeforce, fuerza vital, Hidden, lo oculto, e incluso de La cosa en la versión orquestada por John Carpenter en 1982, una idea que se hace presente y patente especialmente cuando vemos como los personajes son poseídos por entes alienígenas que utilizan los cuerpos de sus víctimas como medio de conseguir su propósito final llegándoles a robar para ello su propia consciencia y capacidad de decisión.

El máximo responsable de convertir esta modesta producción cinematográfica en un pequeño clásico dentro de un género que hibrida entre la ciencia ficción y el terror  es el director italiano Mario Bava, padre fundacional del giallo y referente dentro del terror de su país gracias a su opera prima, La máscara del demonio. Bava, quien antes de dirigir había ejercido todo tipo de funciones dentro del cine, se manifiesta no solamente como un excelente gestor de recursos habida cuenta de cómo logra sacar el máximo rendimiento de un presupuesto ajustado, sino que deja patente su pericia como un narrador con una capacidad visual fuera de toda duda, idea que queda manifestada ya en la propia secuencia de inicio que muestra a los diferentes tripulantes de la nave protagonista mediante un suave travelling así como en escenas donde juega con las formas geométricas de los decorados y con la iluminación. El director se centra principalmente en dotar a la película de una estética muy particular presidida por vivas tonalidades, presentes tanto en una nave de formas asépticas y brillantes plagada de luces y botones de colores así como en un planeta donde igualmente podemos percibir como se juega con las tonalidades rojas y verdes, una idea que deja de manifiesto el momento en el que se filmó y estrenó la película, ya que la misma presenta una pátina visual sesentera notable. Este exceso de color es fusionado inteligentemente con un aura tenebrista y amenazadora, conseguida especialmente con ese uso recurrente de una niebla perpetua así como con unos efectos de sonido a los que el director dota de enorme importancia para lograr introducir al espectador en las mismas sensaciones por las que están pasando los astronautas protagonistas. En relación con este concepto visual presente en la película y convertido en una de sus principales referentes no podemos dejar de citar un vestuario que bebe de los comics de superhéroes de la época, generándose una influencia bidireccional, ya que los trajes utilizado por los personajes en la mayoría de las secuencias nos recuerdan de manera inmediata al vestuario utilizado posteriormente en el comic X-Men primera generación, con esa mezcla en un tejido sintético de color amarillo y negro y publicado tres décadas más tarde de estrenada la película.

A pesar de las ya citadas limitaciones de medios la película logra salir no solo airosa sino acabar convertida en un título a reivindicar gracias a la pericia de su director a la hora de posicionar y mover la cámara así como por ese talento ya remarcado a la hora de orquestar cuidadas secuencias que en muchas ocasiones hacen pasar a un segundo plano una trama que en un principio va plagando la película de situaciones inexplicables y en algún caso terroríficas aparentemente inconexas que sin embargo acaban cobrando sentido en un acto final donde descubrimos que es lo que está sucediendo, corroborando que este amalgama interplanetario de zombies, locura y desapariciones tiene todo el sentido del mundo. Esta idea provoca que la película vaya resultando más y más interesante según avanza la trama hasta acabar en un acto final y una escena de cierre realmente acertados y angustiosos.

Como buena coproducción que se precie, con participación española incluida, el reparto cuenta con una amalgama de actores de numerosos países donde encontramos a norteamericanos como Barry Sullivan, brasileñas como Norma Bengell o españoles, caso de Ángel Aranda. A ellos les toca la peor parte a nivel de crítica habida cuenta de una colección de interpretaciones hieráticas, demasiado anquilosadas y sin apenas alma en su forma de actuar y comportarse, donde no vemos que los terribles acontecimientos vividos hagan mella en unos astronautas que habida cuenta de las situaciones acontecidas durante la película más parecen autómatas que seres vivos. Y no da la sensación esta sea una decisión consciente, sino más bien fruto de las limitaciones interpretativas de los diferentes miembros del elenco artístico.

Terror en el espacio se manifiesta como un título que, estrenado hace cincuenta años, deja patente una gran personalidad en el terreno visual, con una interesante historia que logra cohesionar con criterio una amalgama de ideas que de inicio parecerían incapaces de casar así como la constatación del talento de un Mario Bava capaz de brillar en cualquier género cinematográfico pero que acabaría decantando su carrera por el thriller y el terror, el bendito terror.