domingo, 27 de octubre de 2019

...Y EN NOVIEMBRE

En Noviembre continuamos nuestro particular homenaje a la saga de muertos vivientes de Romero repasando sus remakes oficiales, que siga el Armagedon zombie.



LA RESISTENCIA DE LOS MUERTOS (SURVIVAL OF THE DEAD, 2009) 89´



En medio de un mundo donde los muertos se levantan de sus tumbas para devorar a los vivos, una isla en medio del mar parece obviar la dramática situación que se vive en todo el planeta. En el lugar hay dos facciones enfrentadas, los O´Flynn, que apuestan por acabar con todos los zombies que aún merodean por la isla para asegurar su propia supervivencia, y los Muldoon, quienes creen poder reeducar a estas criaturas para evitar ataquen a los vivos. 



Última y por desgracia la más floja de cuántas aproximaciones llevara a cabo Romero al universo cinematográfico que el mismo creara hoy hace más de medio siglo, y que repite el esquematismo de su anterior aportación con El diario de los muertos (con la que enlaza mediante el personaje del Sargento Crockett), esto es, presupuesto exiguo, intérpretes desconocidos, rodaje rápido y estreno directo en formato doméstico. Tal y como sucediera con el título inmediatamente anterior estrenado en 2007, lo peor que puede achacársele a La resistencia de los muertos es que no posee la esencia visual Romeriana propia de su tetralogía inicial, si exceptuamos un par de apuntes interesantes en el epílogo, con esos zombies de ambos líderes de los clanes atacándose entre sí incluso una vez muertos frente a una brillante y rojiza luna llena, o el momento en que los hombres de Patrick O´Flynn con este a la cabeza se encuentran con que los zombies a los que tienen que disparar en la cabeza son dos niños de corta edad encadenados en sus cunas. 





La película se construye desde una idea argumental interesante, algo que todas las películas de Romero poseen, con ese enfrentamiento que ya viéramos en El día de los muertos entre quienes consideraban que había que tratar de aniquilar a todos los zombies posibles y quienes apostaban por que la única opción para sobrevivir al apocalipsis era tratar de reeducar a los muertos vivientes. En esta ocasión no serán estamentos como el militar y el científico los que se enconen, sino dos clanes rivales, lo que permite a Romero volver una vez más sobre su constante crítica social, donde vuelve a apostar por el desencuentro entre los humanos como principal generador de nuestra propia destrucción. Y es que, si nos atenemos a la propia evolución de la saga y lo que en ella se nos cuenta, la aparición en escena de los muertos vivientes es solo el elemento desestabilizador que ha acelerado nuestra propia autodestrucción, incapaces de unir fuerzas siquiera en una situación apocalíptica como la planteada. Hay a lo largo de la película varios momentos en los que la película presenta secuencias de corte cercano al absurdo, como esa detonación que hace caer toda una pared dejando al descubierto a varios tiradores cubiertos de hollín, descolocan sobre la visión de la película, y acaban por no dotarla de una entidad propia en ese baile entre situaciones dramáticas con otras más banales.



Romero plantea esta sexta entrega como un hibrido de estilos cinematográficos, donde, si bien el terror es evidente, hay que desbrozar algo más la película para llegar a atisbar un western tardío, con esas dos facciones enfrentadas donde además se manejan numerosos elementos iconográficos de este género, duelo al sol incluido. Da la sensación sin embargo de que Romero ha gestado tanto la preparación como el rodaje y la post producción de manera precipitada, en un afán por ofrecer rápidamente una nueva muestra del cine de muertos vivientes, siendo por este motivo, los resultados tan discretos y lejanos de obras capitales del cine de terror moderno como Zombie (1978) o El día de los muertos vivientes (1985), dirigidas también por Romero. Y es que si para estrenar las tres primeras películas de la franquicia hubieron de pasar diecisiete años, para ver las otras tres cintas el periodo fue tan solo de cuatro, casi a película de zombies por año.



En lo que respecta al apartado técnico más de los mismo,  nos encontramos con una cinta del montón con estilo de telefilm y donde ni siquiera los maquillajes y efectos de casquería se encuentran a la altura del resto de la saga, siendo en esta ocasión Greg Nicotero únicamente consultor en materia de efectos, lo que acaba por pasar factura a una producción como se estrenaron decenas en aquellos años. Únicamente recomendada para fans acérrimos del maestro de Pittsburgh, a quienes la subjetividad les empuje a destacar los aciertos que tiene la película, concretamente en cuánto a ideas planteadas, frente a sus puntos débiles, muchos de ellos en la propia ejecución de dichas ideas. La resistencia de los muertos tiene añadido un toque que la hace especial además para el seguidor de su director, y es que sería su última película estrenada antes de su fallecimiento en 2017. Y es que podemos perdonarle estas dos últimas aproximaciones al subgénero que el mismo invento precisamente por eso, por ser el creador principal de un género dentro del cine de terror que tan buenos malos momentos nos ha hecho, y nos hará pasar, con los muertos vivientes como leit motive principal. Es por ello que, aunque parezca una contradicción, solo falta desear larga vida a los muertos vivientes.

miércoles, 23 de octubre de 2019

EL DIARIO DE LOS MUERTOS (DIARY OF THE DEAD, 2007) 91´



Un grupo de alumnos se encuentra rodando una película de terror de serie B como proyecto de la carrera. Inesperadamente la radio comienza a emitir información relativa a extraños sucesos en cadena protagonizados por gente aparentemente fallecida que ha llevado a cabo violentos ataques contra la población. Desconcertados por lo que está pasando deciden montar en una caravana y partir en busca de la verdad sobre lo que está aconteciendo. Jason, director de la película de ficción, decide documentarlo todo con su equipo cinematográfico. 



Apenas un par de años después de estrenada La Tierra de los muertos vivientes, película que al menos funcionó correctamente en taquilla, Romero se embarcaría en una nueva película de su longeva saga. Esta vez contaría con un presupuesto mucho menor, prácticamente nueve veces menos que para su película anterior, algo que le supone una de cal y otra de arena. Así, mientras de una parte la historia queda limitada en base a un reducido montante económico, el director gozaría de una mayor libertad creativa, algo de lo que, estando atado a un gran estudio, probablemente careciera. Una vez más, y tal como sucediera con todas las películas sobre muertos vivientes de esta franquicia, el propio Romero se haría cargo de la escritura del guion,  planteando por primera vez, tras una serie de películas que con cada entrega avanzaban en la situación central del planteamiento de un apocalipsis regido por la vuelta de los muertos a la vida, una vuelta a los inicios. Así, El diario de los muertos supone volver a contar el inicio del fenómeno, cambiando radicalmente, eso sí,  la forma narrativa.



La película se abonaría al formato de found foutage o metraje encontrado,  estilo cinematográfico dado a conocer en el género especialmente con Holocausto caníbal y recuperado a finales de los noventa con el estreno de El proyecto de la bruja de Blair, con incontestables éxitos cercanos en el tiempo como las sagas Paranormal activity o Rec, de la que el propio Romero se manifiesta fan confeso  y que de hecho sería homenajeada en el momento en que agentes con trajes especiales irrumpen en una vivienda donde una pareja de ancianos mantienen encerrados a sus fallecidos. Así, toda la película se presenta como una filmación auténtica llevada a cabo por uno de los protagonistas, y que se intercala con grabaciones de cámaras de seguridad o imágenes televisivas, imágenes que por momentos se apoyan en la voz en off de otra de las protagonistas de la historia. De esta forma el director quiere que este nuevo acercamiento a la génesis del fenómeno de la vuelta a la vida de los muertos, el espectador lo viva desde otro punto de vista, otro ángulo. Así como en la película de 1968 el estilo amateur confería a la película de manera inconsciente cierto aire de documental, en esta ocasión se busca deliberadamente ese poso de realidad en las imágenes. Algo que por desgracia no sucede, perdiendo además en el proceso el estilo propio, la marca de la casa, ese ADN de Romero que el resto de películas enclavadas dentro de la franquicia poseían, pareciendo por momentos una cinta de serie B de productoras como Asylum o similares más que una propuesta de un curtido director casi septuagenario. El hecho además de tener que presentar toda la película como si de una filmación en tercera persona se tratara genera en ciertos momentos situaciones del todo injustificables e ideas ilógicas, como la de ser testigo de ataques de zombies y no dejar de grabar para ayudar, llegando a grabar tu propia muerte. Pero como dice en un momento el personaje del propio Jason, “la cámara lo es todo”. 



El elenco de intérpretes es desconocido, comandado además por un grupo de jóvenes en la línea del cine de terror para adolescentes más estereotipado, dejando de lado por vez primera Romero a unos personajes más trabajados y variados. Como nota curiosa decir que uno de los protagonistas es Shawn Roberts, quien ya participara en un pequeño papel en La tierra de los muertos vivientes, y que de hecho da vida a otro personaje distinto en esta ocasión. Si bien las interpretaciones no son deleznables, si que no están a la altura, ni por carisma de los personajes ni por complejidad en la composición de estos, de ninguna de las películas anteriores de la saga, y es que en El diario de los muertos las preocupaciones de Romero eran otras.



El director utiliza la película para experimentar con nuevas técnicas de filmación como la cámara digital, o un montaje abrupto, algo que además de permitirle tratar de hacer algo diferente lejos de los formalismos y maneras más academicistas, le sirve como justificante a la hora de presentar su particular y personal crítica al sistema, todo un clásico dentro de su filmografía sobre muertos vivientes. Romero pone su mira en esta ocasión en el auge de las redes sociales y la deshumanización de la sociedad según avanza la tecnología, aunque una vez más no evita la crítica al estamento militar en la secuencia en la que unos soldados roban al grupo protagonista. Unido tanto al bajo presupuesto como a esa idea de recurrir a nuevas técnicas de rodaje, surgen unos efectos especiales que dejan de lado los trucajes mecánicos y artesanales, mucho más caros, para poner la vista en la infografía y los efectos especiales computerizados. Greg Nicotero continúa fiel a Romero, no olvidando quien le dio su primera oportunidad en el cine, y continua ofreciendo gracias a su habilidad, notables secuencias de corte gore a la par que unos zombies, que si bien carecen del empaque de entregas anteriores (recordemos una vez más la limitación presupuestaria), están muy por encima de la mayoría de títulos sobre zombies estrenadas por aquel entonces a decenas. Y es que, aunque en menor medida, la cinta seguirá mostrando secuencias donde la sangre es la protagonista. 




El estatus de director de culto permitiría a Romero poder contar con la participación de gente como Stephen King, Wes Craven o Quentin Tarantino, entre otros, con pequeñas colaboraciones, en una especie de ritual habitual por el cual amigos o gente del equipo participan de una manera u otra delante de la pantalla. Y es que, aunque El diario de los muertos supone una bajada del listón marcado por el propio Romero a lo largo de su saga sobre muertos vivientes, aún y todo es mejor que un alto porcentaje de películas de corte similar estrenadas de manera masiva en base al abaratamiento de costes precisamente en el área de efectos especiales.



El diario de los muertos sería el primero de los experimentos de Romero dentro de su particular saga de los muertos vivientes, lejanos ya los años más boyantes, fructíferos y exitosos de su carrera como director, y que suponen una pérdida de la propia identidad de la saga. La tetralogía inicial es un muy buen ejercicio de cine de género, en no pocos momentos brillante, y con algunas de las secuencias más recordadas por el aficionado del terror. Lo que vendría después de La tierra de los muertos vivientes es otra cosa, un triste epílogo al que sin embargo merece la pena dar una oportunidad, el maestro Romero así lo merece.

domingo, 20 de octubre de 2019

LA TIERRA DE LOS MUERTOS VIVIENTES (LAND OF THE DEAD, 2005) 93´



El mundo se encuentra prácticamente en su totalidad a merced de los muertos vivientes, y únicamente un pequeño grupo de supervivientes se concentra en una ciudadela fortificada, donde se hacina la población, y coronada por un enorme rascacielos, hogar de los ricos y poderosos. Estos cuentan además con un vehículo acorazado y un grupo de paramilitares con los que llevan a cabo expediciones al exterior en busca de suministros y algún que otro artículo de lujo que les haga olvidar la pesadilla en la que viven.



Veinte años más tarde de El día de los muertos, Romero retoma su saga más fructífera con La tierra de los muertos vivientes, proyecto que pudo ver la luz a raíz del gran éxito cosechado por la opera prima de Zack Snyder, El amanecer de los muertos (de hecho los títulos de crédito de esta nueva entrega del director afincado en Pittsburgh recuerdan indefectiblemente a los de película de Snyder), precisamente un remake de la cinta de Romero de 1978, éxito que iniciaría una nueva edad dorada del género zombie, la cual ha conseguido sobrevivir hasta nuestros días. La idea de rodar una nueva entrega obedecería en esta ocasión mas a la necesidad de un nuevo éxito para George Romero, que en los últimos años no había conseguido destacar especialmente con sus películas, que a la necesidad de contar algo nuevo. Sin embargo, el resultado final merece la pena y ahonda un poco mas en todas esas ideas desarrolladas con anterioridad.



Romero nos muestra en esta ocasión, y en su creciente historia sobre el apocalipsis zombie, como el mundo es ya un planeta en declive. Los zombies han ocupado toda la tierra y los pocos humanos supervivientes viven en ciudades fortificadas y protegidas por grupos paramilitares, quienes hacen batidas al exterior para poder aprovisionarse de materiales de primera necesidad como comida y medicamentos. Pero los zombies están evolucionando, en franca contraposición con un ser humano al que la situación desatada desde la iniciática La noche de los muertos vivientes le ha hecho involucionar, amparándose en sus instintos más primarios. Y es que, una vez más, la tragedia será desencadenada por la propia maldad y mezquindad del ser humano.





A nivel interpretativo La tierra de los muertos vivientes es la película de la longeva saga que cuenta con actores más solventes y conocidos. Así, la cinta está protagonizada por un carismático Simon Baker, conocido especialmente en nuestro país por protagonizar la serie El mentalista. Le acompañan nombres como los de Robert Joy (Amityville 3, La mitad oscura, Fallen o el remake de Las colinas tienen ojos), John Leguizamo (La jungla 2, Super Mario Bros, Atrapado por su pasado, Romeo y Julieta, Spawn, Summer of Sam…), todo un valor seguro tal y como se constata en su intervención en el título que nos ocupa o Dennis Hopper (Easy Rider, Apocalypse Now, Terciopelo azul, Waterworld…) en uno de esos roles de villano en los que tan bien encajaba. A modo de guiño Romero contaría con la presencia de la personalísima Asia Argento, hija de su partenaire en Zombie Dario Argento, y que una vez más daría cuenta de su capacidad para comerse la pantalla con su sola presencia, incluso en un papel menor y menos desarrollado como es el caso. 





Romero se sitúa en esta ocasión y de manera inequívocamente  abierta del bando de los zombies, a quienes dota de sentimientos y cierta capacidad de raciocinio, en una evolución imparable desde esos primeros compases donde actuaban por impulsos irracionales. Y es que en esta ocasión no atacaran al grupo de humanos sin motivos aparentes, sino que será en venganza por la actuación de estos contra sus semejantes. Si en El día de los muertos vivientes se centraba esta simpatía por los zombies en la figura de Bub, se quiso hacer lo propio en esta ocasión mediante la figura de un líder dentro del grupo de los muertos vivientes, ese gasolinero negro que actúa como cabeza pensante de la muchedumbre zombie que inicia su peregrinaje hasta la ciudad fortificada tras ser atacados por el grupo de humanos. Si que es cierto que Romero no logra con este personaje alcanzar las cotas del Bub de El día de los muertos vivientes, pero si que es significativo como, mientras en el bando de los humanos la característica principal es el egoísmo y la traición, en este caso se nos presenta un emulo de líder capaz de sacrificarse por el grupo.





Una vez más Romero continua jugando a encerrar a los protagonistas frente al acoso de los zombies, que son quienes se encuentran en espacios abiertos, frente a los claustrofóbicos ambientes en los que moran los personajes no muertos, algo presente desde la película de 1968. Así, en la primera entrega se les retenía en una casa aislada, más tarde en un centro comercial, una fortificación militar en la tercera entrega y ahora, en una ciudad amurallada. El espacio se va agrandando, pero no por ello desaparece la sensación de claustrofobia y miedo a ser asaltados en cualquier momento. Si se aprecia sin embargo en esta entrega que la población superviviente acepta como normal la situación, fruto de una convivencia de años con este extraño y terrorífico fenómeno. Lo anómalo y terrorífico convertido en cotidiano, la capacidad de sobrevivir y sobreponerse pero no como elemento positivo, sino como forma de pervertir esa misma resistencia, lo que queda muy evidenciado en como los muertos vivientes son usados dentro de la ciudad amurallada como forma de entretenimiento de las masas, momento donde por cierto veremos un simpático cameo de los actores Simon Pegg y Edgar Wright caracterizados como zombies encadenados frente a los cuales la gente se fotografía, a la sazón director y actor principal de la divertida parodía Shawn of the dead.



La película continua sirviendo como acicate de los perores vicios de nuestra sociedad, corriente que nacería de manera involuntaria en La noche de los muertos vivientes pero que Romero y su equipo convertirían en una marca de la casa de la saga. En esta ocasión la película ejerce una crítica abierta contra la sociedad actual, y así mientras unos pocos disfrutan de todos los privilegios representados en la torre que se erige en medio de la ciudad, la mayoría malvive en las calles y apenas tienen para alimentarse. Un primer mundo que se erige altivo y sin escrúpulos frente a un tercer mundo marginal y hambriento. Pero por debajo de ese tercer mundo hay un cuarto mundo, el de los zombies, que no dudarán en, lejos de la capacidad de conformidad de los habitantes menos favorecidos de la ciudad fortaleza, tomar por la fuerza lo que se les ha negado, quizás una advertencia de lo que nos puede deparar el futuro si seguimos acrecentando las desigualdades sociales y económicas.





Lo película contó con el apoyo económico de la mayor Universal Studios, lo que posibilitó que esta cuarta entrega fuera la de mayor presupuesto de todas las películas sobre muertos vivientes estrenadas por Romero, algo que se evidencia en el acabado de la cinta, tanto a nivel de escenarios, maquillajes o efectos visuales, área en la que Romero volvería a contar con Nicotero, aprendiz en El día de los muertos y maestro en esta ocasión, acompañado del no menos destacable Howard Berger. De esta manera el director vuelve a un estilo de comic a la hora de narrar su particular Armagedón zombie, algo que es especialmente patente en unos personajes tan resultones como esos secundarios tan esteticamente atractivos enviados por el personaje al que da vida Dennis Hooper y que acompañaran a los protagonistas en su misión, con unos nombres igualmente propios del mundo del tebeo como son Manolete, Motown y Brubaker. Lo mismo sucede con la presencia de ese vehículo especial de nombre El azote de los muertos, volviendo de esta forma Romero a las formas de puro entretenimiento de El amanecer de los muertos y dejando por el camino ese estilo más deprimente de El día de los muertos.



Una nueva muesca en el revólver de Romero en su particular filmografía zombie, descubriendo este director como con esta saga de muertos vivientes, en esta ocasión rebautizados como podridos, podía sacar los colores de la sociedad capitalista en la cual se mueve la franquicia, atacando al consumismo (amanecer), militarismo (día) o en esta ocasión las desigualdades sociales. Última gran película de una saga que poco después iniciaría un triste declive manifestado en dos últimas películas para olvidar. 

sábado, 12 de octubre de 2019

EL DÍA DE LOS MUERTOS (DAY OF THE DEAD, 1985) 96´



Un heterogéneo grupo de militares y científicos conviven en un refugio subterráneo tratando de resguardarse y protegerse de una situación de apocalipsis total, con un planeta tomado por los muertos vivientes y donde los supervivientes cada vez son menos. Ambos estamentos chocaran frontalmente por la manera opuesta en la que tratan de abordar la situación, ya que mientras los soldados únicamente conciben la aniquilación de los zombies, los investigadores tratan de hallar una solución al problema mediante la domesticación de los muertos vivientes.





Corría el año 1985 cuando se presentó la tercera aproximación al mito de los muertos vivientes por parte de Romero. Su titulo, El día de los muertos, conformando de esta forma una pretendida continuidad en la forma de titular cada nueva entrega que finalizaría con esta secuela, pasando de la noche en la cinta de 1968 al amanecer en la primera continuación estrenada en 1978 y finalmente al día, tal como reza el presente título. 



Un grupo de supervivientes de lo que es ya claramente una situación apocalíptica, y que queda perfectamente representado en una escena inicial que muestra ciudades desiertas, millones de víctimas potenciales, y en definitiva, un mundo poblado y ocupado por los zombies, permanece oculto y atrapado a la vez (una constante de la franquicia) en un refugio subterráneo, acosados por cientos de zombies que se encuentran apostados tras las verjas que dan acceso al complejo. Las tensiones que se viven entre los habitantes del refugio, quienes se dividen en civiles y militares, son cada vez mayores, fruto de una situación caótica y terrorífica alargada en el tiempo. Esta tensión devendrá en una ruptura dentro del grupo convirtiéndose el fanatismo de los militares, y muy especialmente el de su jefe, en el desencadenante de la tragedia cuando se permita el acceso de los zombies al refugio. Como vemos, Romero vuelve a tratar nuevamente, al igual que ya había hecho en las entregas anteriores, el tema de la claustrofobia y la angustia. Los protagonistas se encuentran prisioneros en su propia casa, modificando esta situación sus conductas y llegando a convertirse los humanos en sus peores enemigos, muy por encima de los propios zombies, a los que Romero trata con más cariño que a los personajes vivos, siendo el papel de Bub un ejemplo claro de esto. La película supone pues una feroz critica contra el ser humano, siendo esta crueldad humana representada especialmente en la figura del líder de los militares, extraordinariamente interpretado por el actor Joseph Pilato, actor ya ligado a la saga desde Zombi, donde participaría como actor de reparto además de colaborar en labores de maquillaje. 



Es esta labor interpretativa la que destaca en El día de los muertos por encima de los dos títulos anteriores estrenados por Romero sobre el tema, encontrándonos en esta tercera entrega los mejores personajes y actuaciones de entre las tres cintas. Y es que además de la salvaje interpretación de Pilato como villano de la función, no podemos obviar a una Lori Cardille que dejaba atrás visiones más timoratas del papel de la mujer tanto en La noche de los muertos vivientes como, aunque algo menos, en Zombie, para mostrarnos a una de esas heroínas de acción que empezaron a despuntar en el cine tras el papel de Sigourney Weaver en Alien. Cardille de hecho llegaría a recibir el premio de interpretación en el prestigioso festival de Sitges. Pero si hay un papel que ha quedado grabado a fuego en la retina del espectador ese es el de Bub, un zombie al que el equipo de científicos se afanan por domesticar tratando de buscar una salida no violenta a la situación de guerra abierta existente entre los muertos y los vivos. Sherman Howard, actor que diera vida a tan singular personaje, se basaría en la forma de actuar de los mimos para hallar el punto de partida a la hora de interpretar un papel tan aparentemente sencillo pero que realmente es harto complicado.



El día de los muertos ha sido tachada en numerosas ocasiones de un título menor dentro de la inicial trilogía presentada por Romero sobre el tema de los muertos vivientes. Nada más lejos de la realidad, ya que esta tercera entrega presenta una madurez y un negativismo que encaja y complementa el clasicismo de la primera película sobre el tema y la más alocada y colorista, tanto visual como conceptualmente, segunda parte. De inicio el propio director había escrito un ambicioso guion tratando de llevar a cabo el rodaje de la película definitiva sobre el género, ahora que el tema de los muertos vivientes, recordemos mediados de los ochenta, estaba en uno de sus momentos de mayor apogeo copando las pantallas de cine y muy especialmente las estanterías de los videoclubs de cintas, en la mayoría de los casos de dudosa calidad. Pero para poder rodar el extenso y complejo libreto inicial ideado por Romero se hacía necesario un holgado presupuesto, montante económico que la productora únicamente aprobaría estrenando una película más comercial, esto es, lejos de una violencia que mermara su recorrido en la taquilla. Afortunadamente para el fan, Romero no transigió, lo que provocaría contar con un presupuesto menor y debiendo rehacer el guion original, de manera que la sinopsis final de la película desarrollada en la base subterránea y en las minas era solo una parte de esa historia original. Destaca asimismo frente a los que se refieren a ella como la peor película de las tres iniciales una banda sonora más certera, desasosegante y angustiosa que en los dos films anteriores, y que encaja a la perfección con esa ubicación de la historia, lóbrega, oscura y claustrofóbica. Un score musical que parece querer imitar el estilo lento y desacompasado de los movimientos de los muertos vivientes.



La película volvió a contar para su apartado de efectos especiales con la inestimable colaboración de Savini, quien una vez mas aporto muestras de su buen hacer, pudiendo considerarse sin apenas género de duda a El día de los muertos como su mejor  trabajo. Parte de culpa de que esta película sea recordada con tanto cariño por todos los amantes de la casquería y el buen gore se debe también a que junto al propio Savini, y como su asistente, trabajaría dentro del apartado de efectos especiales y de maquillaje un joven y neófito Greg Nicotero, toda una institución en el campo de los efectos, recordado especialmente en películas donde la sangre y la explicitud es parte esencial del resultado final. Destacan en este apartado los momentos de intestinos desparramados o las amputaciones de miembros, produciéndose todo un festín de sangre y carnaza una vez los zombies irrumpen en el recinto subterráneo y se cobran cumplida venganza sobre esos militares que han representado durante la película la peor cara del ser humano. Pero especialmente destacable es la secuencia en la que los zombies logran dar caza al líder militar partiéndolo literalmente en dos y esparciendo sus tripas por el suelo para a continuación darse un delicioso festín, toda una demostración de la portentosa capacidad de Savini y Nicotero para crear escenas truculentas y repelentes. Como anécdota adicional, para el rodaje de esta escena se usó casquería en mal estado, ya que la cámara frigorífica en la que debía mantenerse refrigerada se averió, dando como resultado un hedor insoportable en el momento de la filmación, de ahí que la cara de asco de Pilato sea totalmente verídica.  



Como venía siendo habitual en toda la saga, la  cinta tiene un aire pesimista y desalentador, no hay posibilidad de escapar de un destino dramático y aterrador, y ello a pesar que tanto en Zombi como en el título que nos ocupa Romero finaliza la historia con un guiño a la esperanza, a la huida. Nada más lejos de la realidad, ya que el director deja claro el destino de sus protagonistas desde una secuencia de arranque de ensoñación para el recuerdo. Además, y contrariamente a lo que debiera ser por la propia naturaleza de las circunstancias presentadas, es siempre el propio hombre y su falta para entenderse, trabajar juntos y ponerse de acuerdo, el responsable de dicha desgracia. El día de los muertos se erige de esta forma, y frente al sentir de parte de la crítica, como la obra culmen de la saga zombie firmada por George A. Romero, su visión más personal y particular que además es la que mejor rodada está y la que recoge además muchos de los mejores momentos enclavados en el gore no solamente de la franquicia, sino de la hsitoria. Habrá quien se quede con La noche de los muertos vivientes y su mito como origen de todo, quien prefiera Zombi, su ritmo más dinámico y su crítica al consumismo regada de escenas míticas en el género. Personalmente elijo este El día de los muertos.

domingo, 6 de octubre de 2019

ZOMBI, EL REGRESO DE LOS MUERTOS VIVIENTES (DAWN OF THE DEAD, 1978) 127´



La epidemia zombie que asola las ciudades está próxima a quedar sin control, es por ello que un heterogéneo grupo formado por una periodista, dos policías y un piloto de helicópteros deciden huir y tratar de buscar refugio en un centro comercial donde los muertos vivientes no han podido acceder, aún. 



Hubo de transcurrir nada más y nada menos que una década para que Romero escribiera y dirigiera el segundo capitulo de su saga sobre los muertos vivientes, contando para esta, su sexta experiencia tras la cámara, con una mayor experiencia y sobre todo, mayores medios económicos y técnicos para poder llevar a buen puerto la producción. Y es que en esta ocasión Romero se aliaría con el maestro del terror italiano Dario Argento para la gestión y posterior distribución del proyecto, a cambio de que el director de Suspiria o Tenebre dispusiera de la explotación de la película fuera de Estados Unidos. Este fue uno de los motivos, pero no el único, por los que finalmente existan varias versiones de Zombie, una inicial presentada en el Festival de Cannes de 1978, el montaje estrenado en Estados Unidos y otra revisión mucho más centrada en la acción y el gore que es la que Argento traería a Europa.



Romero nos sitúa en esta ocasión en una situación de caos total. La rebelión de los muertos ha adquirido dimensiones mundiales, las ciudades se encuentran colapsadas, hay una situación prácticamente de guerra abierta y la supervivencia se ha convertido en el principal objetivo de los que todavía siguen vivos. Todo esto lo muestra Romero de manera sublime en las primeras escenas de la película, con la entrada de los Swat en el edificio atestado de zombies mientras vemos como en televisión sesudos expertos divagan y discuten sobre el origen de una plaga que aterroriza a la población a la vez que hace que aflore lo peor del ser humano. Y es que en Zombie Romero sí que utilizará de manera consciente la metáfora de lo que narra en pantalla para evocar una evidente crítica social fragmentada en varios elementos, y ya manifestada desde el momento en que la protagonista habla abiertamente nada más comenzada la película de que estamos perdidos, pero no por culpa de los zombies, sino de nuestra propia cobardía. Y es que al director toda la caterva de interpretaciones sociales y políticas lanzadas en el momento de estrenar en 1968 La noche de los muertos vivientes le serviría para utilizar la saga que vendría después como una manera de abordar desde el terror numerosos elementos desde un punto de vista crítico y mordaz.



Y tras realizar esta presentación general, de nuevo Romero coloca a un grupo de personas en una situación comprometida, sustituyendo en esta ocasión la casa de la primera entrega por un centro comercial, siendo por otra parte la situación muy parecida. Los zombies les rodean y acosan y el nerviosismo, el cansancio y el miedo van haciendo mella en los protagonistas. El hecho de que en esta ocasión la trama se desarrolle en un centro comercial donde puedes encontrar absolutamente todo lo que necesites y quieras, permite jugar al director con la dualidad de por un lado  disponer absolutamente de todo pero no poder disfrutar de nada dadas las circunstancias que rodean la situación,  toda una critica abierta contra la sociedad de consumo actual, en exceso materialista y poco dada a abordar áreas del ser humano más espirituales o interiores. Y es que, de que nos sirve tenerlo todo si no somos capaces de poder disfrutar de ello.



La película tiene un ritmo endiablado, un tempo narrativo perfectamente engranado, desde las primeras secuencias antes mencionadas del asalto al bloque de edificios y la huida de los protagonistas en helicóptero, hasta el violento final, no dejando un solo minuto de respiro al espectador. Aunque si hay un descenso de esta frenética y salvaje acción durante alguno de los momentos que tienen lugar en el centro comercial, segmento y escenario que ocupa casi todo el metraje y que fue filmado en uno auténtico ubicado en Pittsburgh, localidad que le debe mucho a la saga de muertos vivientes de Romero, pudiendo el equipo de la película disponer del edificio durante dos semanas, lo que obligó al director y su equipo a volver a filmar a contrarreloj en sesiones maratonianas marcadas por la necesidad de dejar todo el set de grabación en perfecto estado para la vuelta a la normalidad. Durante este acto intermedio Romero desacelera el ritmo endiabladamente brutal para narrar el día a día de los protagonistas en una situación que intentan llegar a normalizar, aunque acaba por ser imposible, algo perfectamente reflejado en la presentación de momentos en los que los protagonistas, una vez limpiado y despejado el interior del edificio de zombies, se dedican a pasar las horas muertos entre tienda y tienda, buscando entretenimientos con los que llenar todo el tiempo libre del que disponen.



Destacar asimismo  y frente a la entrega anterior, un aumento considerable de las escenas sangrientas y enmarcadas claramente ya dentro de la tipología del cine gore, dado que el mayor presupuesto con el que se contó posibilito la inclusión de numerosas escenas explicitas y macabras, incluyendo machetazos en la cabeza, numerosos impactos de bala en cuerpos o desmembramientos varios, todo un lujo para el goreadicto de pro. En este sentido si que los personalísimos maquillajes utilizados para los zombies, con unas tonalidades grisáceas que en pantalla lucían sin embargo azuladas, acaban resultando demasiado artificiales, lo mismo que una sangre en exceso rojiza y liquida. Aunque incluso de sus defectos logra sacar partido la película, que acabaría por hacer de estos fallidos maquillajes una marca de la casa de la película, ya que confieren a Zombie una marcada estética de comic que le sienta de maravilla y que además la diferencia notablemente de La noche de los muertos vivientes y de su veracidad, ya que aquí el exceso, aunque no le resta terror a la propuesta, la hace más fantasiosa e irreal.  Por cierto que en lo referente a las escenas más explícitas y sanguinolentas, estas cuentan con la inestimable participación del genio de los efectos especiales y actor ocasional (Abierto hasta el amanecer, Los hijos de los muertos vivientes, Death Prof….) Tom Savini, un autentico maestro en lo que se refiere a la creación y desarrollo de todo tipo de efectos de casquería, y quien, no por casualidad, sería el director escogido para filmar el remake de La noche de los muertos vivientes que se estrenaría en 1990. Decir que Savini además interviene como actor en esta segunda entrega encarnando a uno de los miembros de la banda de motoristas. Y es que Savini, nacido precisamente en Pittsburgh tenía pensado haber participado en La noche de los muertos vivientes, pero no pudo hacerlo al trasladarse a Vietnam donde trabajaría como fotógrafo. Pero a partir de esta segunda entrega de la saga pudo resarcirse de esa ausencia inicial, alcanzando de hecho su culmen como especialista en efectos especiales en la tercera parte de la franquicia estrenada en 1985, El día de los muertos.



Precisamente a través de esta banda de moteros de la que Savini es miembro destacado, Romero vuelve a plasmar una idea básica en toda su filmografía sobre el tema, y es que, como bien plasmaría Hobbes en su mítica frase “El hombre es lobo para el hombre”,  efectivamente el hombre es peor que los propios zombies. En esta ocasión será este grupo de delincuentes motorizados quienes lleven el caos y la destrucción hasta el lugar donde se encuentran ocultos los protagonistas, siendo responsables directos de que los zombies penetren en el centro comercial y se inicie un autentico baño de sangre, y además tratando a los muertos vivientes de manera que incluso el espectador sufra ante los desmanes provocados en estos seres. Y es que mientras los ataques de los zombies a los humanos se tratan desde la irracionalidad, son un acto reflejo de supervivencia, en las acometidas de los hombres hacía los zombies quedan patentes elementos de maldad, crueldad y absoluta falta de, precisamente, humanidad.



La película supuso todo un bombazo en la taquilla mundial, confirmando a Romero como uno de los grandes directores de terror y suponiendo una más que dignísima y acertada continuación de la obra de 1968, siendo considerada incluso por no pocos como la mejor de la serie. Fue gracias a Zombie cuando el genero de los muertos vivientes alcanzo a finales de los setenta y muy especialmente durante los ochenta, el momento de mayor apogeo, hasta el revival nacido a principios de los dos mil, abundando sin embargo las malas imitaciones de las películas de Romero con títulos como La noche de los muertos vivientes, de Benjamín Clark o Zombie holocausto dirigida en 1980 por Frank Martin ente otras muchas, llegándose a estrenar incluso secuelas apócrifas de la propia película de Romero. Se iniciaba además con Zombie una tendencia del director que sin embargo no pudo llevar siempre a cabo, estrenar un título de su franquicia más significativa cada década. La noche de los muertos vivientes fue estrenada en 1968 y Zombie en 1978. Habría que esperar otros siete años antes de ver el siguiente capítulo de este Apocalipsis cinematográfico. Pero eso es un capítulo aparte.

jueves, 3 de octubre de 2019

LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (NIGHT OF THE LIVING DEAD, 1968) 96´



“Vienen por ti Barbra”

Dos hermanos se encuentran en un solitario cementerio visitando la tumba de un familiar cuándo son atacados brutalmente y sin previo aviso por un extraño hombre que surge de la nada. Es el comienzo de una terrorífica jornada que devendrá en la peor de nuestras pesadillas, y es que los muertos se están levantando de sus tumbas para atacar y devorar a los vivos.



George A. Romero, director y uno de los principales artífices de la película, vivió una infancia retraída y solitaria marcada principalmente por la Segunda Guerra Mundial y por una estricta educación católica. Esta timidez hizo que se refugiara en las películas y en los tebeos de la conocida editorial norteamericana E.C., especializada en relatos de terror, algo que a la postre marcaría su futuro, encaminando sus pasos hacia la dirección de películas de este género, dando sus primeros coletazos en el terreno cinematográfico rodando pequeñas películas caseras con una vieja súper 8 mm, regalo de su tío. El año 1968 se convertiría en fundamental para Romero, y por extensión para todo el cine de terror contemporáneo, el cual se vería convulsionado por la aparición en escena de la opera prima del director, película que marcaría el nacimiento de todo un subgénero cinematográfico dentro de la extensa obra del horror y que, con altibajos en su aceptación por parte del público, parece constatado que vino para quedarse. La película tuvo por nombre La noche de los muertos vivientes, y dio a conocer a estos seres sobrenaturales y ficticios al gran público, poniéndoles sobre la palestra en el lenguaje cinematográfico e iniciando una extensa serie de películas sobre el tema, que, aunque ya había conocido alguna aproximación tiempo atrás, siendo las más conocidas la película de Jacques Tourneaur Yo anduve con un zombie o la protagonizada por Bela Lugosi La legión de los hombre sin alma, diferían bastante tanto en la forma como en el espíritu de lo que veríamos a partir del éxito de La noche de los muertos vivientes. Y es que la cinta de Romero sentaría las bases y directrices a seguir desde ese momento, otorgando una serie de características propias a este tipo de criaturas y por extensión de películas, unas señas de identidad que el propio Romero explotaría a lo largo de la saga con la que el director exploraría el tema de los muertos vivientes a lo largo de más de cuatro décadas. 



Pero remontémonos nuevamente al año 1968, momento en el que un novato Romero, quien únicamente había filmado un cortometraje y que por aquel entonces se dedicaba a la filmación de anuncios promocionales, se rodeó de un nutrido grupo de personas coincidentes con el en la idea de llevar a cabo el rodaje de una película. Para poder llevar a buen fin este proyecto decidieron juntarse de inicio un total de diez personas que aportarían al proyecto seiscientos dólares cada uno, capital que iría ampliándose poco a poco hasta llegar a los cerca de ciento cuarenta mil dólares que finalmente costaría la película. Los nombres principales dentro de este plan eran, junto al de Romero, John A. Russo, autor del guion junto al propio director y asimismo productor de la cinta, lo mismo que Russell Streiner y Karl Hardman, obviamente también productores que además darían vida a los personajes de Johnny y Harry respectivamente, aportando además en aspectos más técnicos como maquillaje o efectos especiales. Tras estudiar numerosas posibilidades, finalmente se opto por debutar en el terreno del largometraje con una historia de terror puro, dadas las posibilidades y libertades que ofrecía una obra de este genero. Se decanto de esta manera por trasladar a la gran pantalla un relato propio, Anubis, el cual se basaba  a su vez en la conocida obra de Richard Matheson Soy leyenda, relato adaptado a su vez al lenguaje cinematográfico en varias ocasiones. Decidido que es lo que se quería hacer tuvo lugar el como, y como suele ocurrir con este tipo de producciones totalmente independientes, la filmación estuvo enmarcada en todo tipo de problemas económicos y técnicos para poder trasladar en imágenes lo que estaba escrito sobre el papel. Se rodaba de noche, en jornadas de veinticuatro horas, solo podía filmarse los fines de semana, que es cuando el equipo técnico y artístico tenía tiempo libre, entre todos se ocupaban de los efectos especiales, iluminación, montaje…Pero finalmente y tras un arduo trabajo para poder rodar y vender el trabajo realizado, pudo llegar a estrenarse la ópera prima de Romero, para la cual se barajaron diferentes títulos como fueron Nigth of Anubis o Nigth of the flesh, optándose en última instancia por el hoy archiconocido La noche de los muertos vivientes. Este baile de nombres provocaría que la cinta acabara estrenándose sin ser correctamente registrada de cara a la posterior explotación económica vía copyright, generándose la curiosa diatriba de que, pese a acabar recaudando la friolera de treinta millones de dólares, sus responsables no vieran nada de este dinero proveniente de los derechos de autor. 



La película narra cómo un día y sin previo aviso, por causas desconocidas, los cadáveres comienzan a volver a la vida atacando a toda aquella persona con la que se cruzan en su camino. Romero no explica de manera fehaciente a lo largo de la película el por que de tan inquietantes hechos, no es algo que le interese (aunque si se apunten posibles causas radiactivas), limitándose a plantear el problema, una especie de Apocalipsis en la Tierra con los muertos levantándose de sus tumbas y los vivos desconcertados y atemorizados ante tan espeluznantes hechos. El director nos dibuja con la película la situación de acoso y tensión a la que se ven sometidos varios individuos de muy diferentes, y en ocasiones encontrados caracteres, y como tratan de sobrevivir en medio de una situación tan extrema como es el estar rodeados de cadáveres putrefactos que quieren aniquilarlos. Nos encontramos de esta forma ante una especie de western crepuscular, pudiendo incluso referirnos a la hora de hablar de La noche de los muertos vivientes como de una nueva versión de la obra de John Ford Centauros del desierto, con los personajes de la casa ejerciendo el papel de vaqueros acorralados por decenas de indios, rol adoptado de manera inconfesa por los muertos vivientes que rodean el refugio. Incluso podríamos hablar del grupo de civiles que emprende la caza de estos muertos y que vemos en el cierre de la película como de un séptimo de caballería en ciernes. Romero sitúa a una serie de personajes en una situación crítica, dibujando a estos con unos trazos generales que permiten identificarlos rápidamente. Así, Barbra es insegura y temerosa, Ben adopta el papel de héroe a la fuerza, Harry Cooper carga con el villano de la función… haciéndoles reaccionar ante una situación del todo anormal y caótica, lo que acabará generando reacciones igualmente impulsivas e irracionales, fruto del miedo que atenaza  a estos personajes centrales.



La novedad de la cinta reside en la aparición en escena de los muertos vivientes como elemento desestabilizador, a los que Romero y sus colaboradores dotaron de una serie de características físicas y de comportamiento que acompañarán a estos personajes en futuras producciones que traten el tema, las cuales a raíz del éxito incontestable de este título serán muchas. Su estética (rostros cadavéricos, ropas roídas, miradas perdidas…), esos andares desacompasados y patosos (es como si hubieran vuelto a aprender a caminar), los gestos lentos y torpes… todo es fruto de las diferentes ideas que fueron surgiendo durante el proceso de rodaje y que se irían sumando en un maremagno de aportaciones hasta lograr esa caracterización de cómo debía ser y comportarse un individuo que acabara de volver de la muerte. Destaca la idea del propio Romero de convertirlos en caníbales para acrecentar el terror, y curiosa también es la idea, que aquí ya se apunta muy de soslayo pero que será explotada en sus totalidad en posteriores entregas de la serie, de presentar muertos vestidos con traje de novia, jugadores de fútbol americano, payasos… como queriéndonos decir que la muerte esta presente en todos los aspectos de la vida cotidiana, esta mezclada entre nosotros y puede llegar en cualquier momento.



Si La noche de los muertos vivientes supuso toda una conmoción en el momento de su estreno es porque acabaría por redefinir el género, marcado por aquel entonces por cierto tono poético propio de las producciones de la Hammer o de las adaptaciones que Roger Corman llevara a cabo de los relatos de Edgar Allan Poe. No hay nada de lirismo en la película de Romero, es directa, cruel, desmoralizadora y de una violencia desaforada, otro elemento que supuso un shock para el espectador, y es que frente al gore de Hershell Gordon Lewis en películas como 2000 maniacos o Blood feast, el visto en La noche de los muertos vivientes carece del más mínimo ápice de humor negro o desenfado. La película, a la que acompaña un tono dramático y desalentador acentuado en escenas como la de la explosión de la camioneta o el pesimista final, ha sido fuente de inspiración de numerosas interpretaciones realizadas a posteriori, fruto de que la película hubiera sido rodada en una época tan convulsa como lo fueron los finales años sesenta, llena de cambios y movimientos sociales. Se habla así de la amenaza nuclear como trasfondo de la historia, pero también se interpreta la cinta como una obra de denuncia social, siendo su mensaje el de que o todos cambiamos o acabaremos devorándonos los unos a los otros, metafóricamente hablando. El hecho de que el héroe de la historia fuera una persona de color, enérgicamente interpretado por Duane Jones, también provocó que se hablara del movimiento negro, de plena actualidad en aquel momento, año del asesinato de Luther King. Todo tipo de interpretaciones para satisfacer a todo tipo de personas, y que pueden reconocerse como acertadas o ridículas, ya que en muchos casos los propios responsables de la película han desechado algunas de estas teorías de doble sentido aludiendo a que su único objetivo era filmar una película de terror sin dobles lecturas en su intencionalidad, siendo todo un ejemplo de esta idea el hecho de que Duane Jones fue contratado para interpretar a Ben por tratarse del único actor profesional del equipo, no planteándose Romero y compañía ni de lejos la connotación racial de su elección. Independientemente de estas ideas que sugirió la película no puede dejar de reconocerse lo que objetivamente es, ya que La noche de los muertes vivientes esta considerada como una de las obras cumbres del cine de terror y fuente de inspiración de todo el cine de este género rodado a partir de entonces. Y es que en las secuelas que vendrían más tarde filmadas por el mismo Romero sí que se acentuarían los elementos de crítica social, y esta vez de manera consciente.



La fotografía en blanco y negro, una iluminación amateur y esos movimientos de cámara manuales y en ocasiones torpes, dado que el rodaje se llevó a cabo cámara al hombro al no disponer de más equipo con el que poder configurar los planos, confirieron a la película un tono semi documental que hace mas real ante los ojos del espectador lo que se esta contando en pantalla, influyendo esa manera de rodar en posteriores obras capitales del cine de terror como La matanza de Texas, convirtiéndose una vez más esa carestía de medios e inexperiencia profesional en toda una virtud que aportaba al resultado final un acercamiento más real y cercano, y por ende más terrorífico. Resaltar el hecho que el exiguo presupuesto con el que se contó hizo imposible el poder contar con una banda sonora propia compuesta ex profeso para la película, con lo que sus responsables compraron material sonoro compuesto para películas de serie B antiguas. Sin embargo es de recibo reconocer que la manera en que se complementan música e imágenes es muy notable, incluso pareciendo un score compuesto de manera expresa para las imágenes a las que acompaña.



En 1998 y aprovechando el treinta aniversario de la película se estrenaría una nueva versión filmada por Russo que tomaría la película de Romero y añadiría un prólogo y epílogo totalmente innecesarios, igual que desecharía la banda sonora original para incluir una nueva pieza musical esta vez sí creada para la película pero que curiosamente funciona peor. Todo ello como mera excusa para poder tratar de resarcirse del citado estreno tres décadas atrás de La noche de los muertos vivientes sin copyright e ingresar, esta vez sí, unos ingresos económicos por esa vía. Sin embargo esta revisitación del clásico es totalmente prescindible y únicamente se recomienda a esos completistas de pro. No sucede lo mismo con un atinado remake estrenado en 1990, producido y guionizado por Romero y dirigido por Tom Savini, película de la que hablaremos en su momento. 



Sea como fuere La noche de los muertos vivientes es la constatación del fruto del esfuerzo de un grupo de neófitos del cine que pusieron todo de su parte para poder estrenar un título de terror diferente, personal. Y vaya si consiguieron su objetivo, aportando a la historia del cine de  horror una de sus obras seminales, fuente de numerosas imitaciones e inicio no ya de una saga, sino de todo un subgénero que en el momento actual se encuentra en lo alto de su popularidad, traspasando las pantallas del cine y convertido ya en referente sociológico que ha inundado ya la propia televisión, el mundo de los videojuegos o el literario, en una resurrección del cine de muertos vivientes que a día de hoy parece tener cuerda para rato. Es posible que vista hoy en día, cincuenta años después de su estreno, pueda parecer una película poco impactante, por momentos lenta, pero hay que ponerse en situación y analizarla desde el punto de vista de un público prácticamente virgen en cuanto a la utilización tan desaforada y brutal que se hace no solo de la violencia, sino de la propia esencia pesimista que inunda toda la cinta y que la aleja de convencionalismos y de finales felices. Romero y su equipo marcaron un hito dentro del género, en buena medida sin darse cuenta de ello y más fruto de la inexperiencia que de sus cualidades profesionales como cineastas, pero en La noche de los muertos vivientes contrariamente a lo que apunta su título nació algo grande para el fan del terror.