sábado, 2 de septiembre de 2023

HALLOWEEN KILLS (HALLOWEEN KILLS, 2021) 105´


Tras su enfrentamiento con Michael Myers, Laurie, su hija Karen y su nieta Allyson se dirigen camino del hospital para que la primera sea tratada de las heridas sufridas durante su confrontación con su brutal antagonista. En el camino observan horrorizadas como un camión de bomberos se dirige hacia la casa en llamas en la que se encuentra atrapado el asesino para así sofocar el incendio.

Tras el buen sabor de boca que esa primera entrega estrenada en 2018 había dejado en el aficionado a la saga de Halloween así como en una taquilla en la que multiplicaría por veinticinco su presupuesto, y erigida a  sí misma como secuela directa de la película de 1978 dirigida por John Carpenter obviando de esta forma toda la recua de películas de la franquicia estrenadas en esos cuarenta años transcurridos, llegaría el turno de esta primera secuela de la misma, episodio central de una trilogía planificada como tal desde un principio y que vería retrasarse su estreno inicial debido a esa pandemia mundial vivida en 2020. Y el veredicto final que uno puede lanzar tras visionar la película es que mereció la pena la espera.

Lo primero que destaca de la que sería el título doceavo de esta longeva serie de películas es como entronca con la obra primigenia no únicamente por la manera en que se conecta la historia, algo que ya había quedado más que evidenciado en el Halloween de 2018 y que se vertebraba sobre el enfrentamiento entre Laurie Strode, la final girl, y Michael Myers, el psychokiller, unos antagonistas cuyo primer encontronazo tendría lugar la fatídica noche de Halloween de 1978. Y es que en este caso ese vertebramiento hacía el clásico de Carpenter se manifiesta igualmente a través de un prólogo excepcional y que nos traslada a esa primera noche de Halloween, para lo cual el director copia el estilo de fotografía y ambientación utilizado por el propio Carpenter y su equipo cuarenta años atrás llegando a parecer que dicho retazo ha sido extraído directamente del material rodado hace cuatro décadas, siendo igualmente emotiva y nostálgica la aparición en escena de ese Dr. Samuel Loomis al que diera vida Donald Pleasance y a quien vemos resucitar intuimos gracias a la combinación del trabajo en escena del habitualmente coordinador de construcción en cine y en este caso actor ocasional Tom Jones Jr., quien posee un más que notable parecido a Pleasance, siendo ayudado para su aparición en pantalla del maquillaje y quién sabe si de el uso de CGI para determinados encuadres. Pero igualmente que este momento sirve para atacar la fibra nostálgica del fandom de Halloween mediante la inmersión visual en la película estrenada en 1978, a nivel de historia nos aporta un elemento más que interesante, concediendo de esta manera un mayor peso narrativo que en la anterior entrega al personaje del oficial Hawkins a través de lo sucedido con ese personaje en esa aciaga noche del 31 de Octubre de 1978.

Pero este ligazón con el primer Halloween convertido en un mantra a seguir en estas dos primeras películas de la nueva trilogía no queda ahí, sino que se aborda igualmente mediante la recuperación de varios personajes secundarios vistos en la película de 1978 y que en este caso además, en la mayoría de los supuestos, ha sido interpretado por el mismo actor o actriz que le diera vida en el film original, como así sucede con Charles Cyphers, quien vuelve a encarnar al antiguo sheriff Brackett, Nancy Stephens, quien vuelve a retomar su papel de enfermera Marion tras aparecer además de en La noche de Halloween en Halloween 2, Sanguinario o Halloween H20, así como Kyle Richards, la niña a cuyo cuidado estuviera el personaje de Annie en la primera entrega de esta serie de películas. Asimismo volvemos a ver en pantalla a Tommy, el pequeño de quien fuera canguro el personaje de Laurie en la película de 1978, aunque en este caso quien le de vida sea un actor diferente, nada menos que un Anthony Michael Hall convertido en su juventud en actor de referencia dentro del cine adolescente gracias a películas como Dieciséis velas, El club de los cinco o La mujer explosiva. Por su parte la película, como no podía ser de otra manera, sigue contando con el protagonismo de una Jamie Lee Curtis mucho menos presente que en el título anterior y a quien acompañan nuevamente los personajes de su hija y nieta, a quienes nuevamente dan vida las actrices Judy Greer y Andi Matichack.

Y es curioso, porque mientras esta nueva trilogía se mantiene en su discurso de desligarse de todas y cada una de las secuelas surgidas a partir del éxito de la película de Carpenter se nutre de no pocos elementos aparecidos en esta serie de títulos, algo muy evidenciado en esta secuela. Así, la ubicación en el hospital nos recuerda a esa segunda entrega rebautizada como Sanguinario, lo mismo que sucede con el uso de un falso culpable al que todo el mundo confunde con Michael Myers y que acaba en trágico final para este sospechoso, algo que ya veríamos igualmente en la citada segunda parte con el personaje de Ben Tramer. Asimismo, el guiño a la tercera entrega subtitulada El día de la bruja queda patente con la aparición en escena de las icónicas máscaras que de alguna manera protagonizaban este título desligado de la historia de Myers. Pero no quedan aquí las referencias a la franquicia, ya que como apuntábamos con anterioridad el personaje de Tommy Doyle se convierte en uno de los principales secundarios de la historia, personaje que ya protagonizaría la sexta entrega siendo Paul Rudd quien diera vida a ese otrora niño que al igual que Laurie quedaría marcado de por vida por lo acontecido en el primer Halloween. Y el uso del pueblo como turba vengadora lanzada a una caza al hombre para así tratar de acabar con los fantasmas que asolan a esta comunidad ya había sido explotada como idea en la cuarta entrega. Y sin embargo en este caso todos estos elementos funcionan mucho mejor que lo hacían en todos y cada uno de los casos expuestos y pertenecientes a títulos anteriores.

Y es que hablamos de una de las mejores películas de Halloween estrenadas hasta el día de hoy, con unos personajes interesantes y bien desarrollados, una trama estupendamente armada en su intencionalidad de servir de continuidad al guion escrito por John Carpenter y Debra Hill para la primera película y un Michael Myers brutalmente aterrador y quien da todo el sentido a ese Halloween kills con el que ha sido bautizada esta continuación. Y es que nos encontramos con la más salvaje de todas las películas de Halloween vistas hasta el momento, y no solo por el número de víctimas de Myers, que superan la treintena, sino por la explicitud de muchas de estas muertes, siendo la película todo un delirio para los amantes de los efectos de maquillaje y casquería. Además la película aborda esa transición del personaje que también se haría patente a lo largo de las diferentes películas estrenadas, y que va desde una humanidad manifiestamente presidida por la brutalidad y la irracionalidad hasta convertirlo en un ser imposible de destruir, un fantasma, el hombre del saco, y que se evidencia en un cierre que no por nada está filmado con cierto aire onírico que dé a este momento en que vemos esa transmutación de hombre al que se puede matar a ente imposible de derrotar de una posible interpretación imaginada. Y nuevamente utilizando inteligentemente a varios intérpretes para dar vida al nexo de toda la saga, Michael Myers. Así, Nick Castle sirve como homenaje al fandom de la saga, siendo este el primer actor en ponerse la máscara, Airon Armstrong da vida al Myers que vemos en ese flashback ambientado en 1978 y James Jude Courtney, con su más de metro noventa y noventa kilos de peso presta toda su fisicidad al Myers más salvaje, implacable y brutal.

Así pues, Halloween kills se erige como la más alta cuota de calidad de la trilogía dirigida por David Gordon Green, un título a ubicar en el top de películas sobre el personaje de Myers y anticipo de un posible cierre de etapa redondo de haberse mantenido el listón de esta entrega. Desgraciadamente no sería así.

viernes, 1 de septiembre de 2023

SCREAM VI (SCREAM VI, 2023) 125´

 

Tras los trágicos acontecimientos acontecidos en Woodsboro un año atrás las hermanas Tara y Sam Carpenter han decidido trasladarse a Nueva York. La primera para tratar de reconducir su vida ingresando para ello en la universidad y la segunda acompañando a su hermana pequeña a quien considera en la obligación de proteger. Pero hasta la ciudad de los rascacielos les ha seguido igualmente un siniestro personaje obsesionado con destrozar la vida de las dos jóvenes así como de todo aquel relacionado con la matanza perpetrada unos meses atrás. Ghostface ha vuelto.

Tras los buenos resultados en taquilla pero también de aprobación del fandom de Scream generado a través del boca a boca obtenidos ambos por esa secuela con aires de reboot estrenada en 2022, era prácticamente obligada una nueva entrega de esta saga iniciada en 1996 y convertida en clásico instantáneo dentro del terror por la manera en la que abordaba las constantes del slasher, deconstruyendo para ello este género mediante un juego de metacine y guiños al fan que iban desgranando por el camino la manera de ser de y comportarse de este subgénero tan en boga dentro del terror de las últimas décadas gracias al éxito a finales de los setenta y primeros ochenta de títulos como La noche de Halloween o Viernes 13.

La película vuelve a estar dirigida por el tándem Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet, quienes ya demostraran estar en plena forma como responsables de la anterior entrega de la saga, y quienes serían escogidos tras despuntar con la muy estimable Noche de bodas, título que es homenajeado en este caso no solamente mediante la presencia en pantalla de Samara Weaving, protagonista principal del título estrenado en 2019 y a quien vemos en la escena de apertura de la película, con lo que sabemos a estas alturas que esto conlleva para su personaje, sino que vuelve a hacer acto de presencia en la escena del metro, donde podemos presenciar como una de las pasajeras está caracterizada como el personaje protagonista de aquel título, vestido de novia y cartuchera mediante, y es que cabe recordar que la historia de esta sexta entrega se ubica en plena celebración de Halloween. Esta dupla de directores vuelve a conjugar el terror propio de esta franquicia con ciertas píldoras de humor, una simbiosis ya evidenciada en la primera película dirigida por esta pareja, y que lo que trata es aligerar los momentos más angustiosos de la cinta representados estos en secuencias tan logradas a ese respecto como la de la escalera que atraviesa los edificios y por la cual los protagonistas tratan de huir del asesino de la máscara o el momento del viaje en metro citado anteriormente, ambos estupendamente resueltos mediante el uso de un suspense sostenido que finaliza abruptamente con la aparición en escena de Ghostface. Y si los directores repiten funciones lo mismo sucede con los guionistas de ese Scream estrenado un año antes, unos James Vanderbilt y Guy Busick estupendamente compenetrados, y así, mientras el primero aporta la experiencia obtenida gracias a títulos como Zodiac, The amazing Spiderman, Asalto al poder o Megalodon, el segundo hace notar su mayor experiencia dentro del género, siendo de hecho el autor de la historia de la ya mencionada Noche de bodas. Así, la trama vuelve a pivotar sobre toda la sinopsis desarrollada en los cinco títulos anteriores, cobrando numerosa importancia estos antecedentes especialmente en el momento en que estos son homenajeados en el aplaudido escenario de un cine abandonado convertido en todo un recital de guiños a la tetralogía inicial dirigida por un Wes Craven convertido por derecho propio en uno de los directores de referencia dentro del terror de los setenta y ochenta gracias a películas como Las colinas tienen ojos, Pesadilla en Elm Street o La serpiente y el arco iris, y que con la primera Scream reivindicaría su vigencia en el género ya bien entrados los noventa. Su fallecimiento en 2015 provocaría la necesidad de contar con nuevos nombres detrás de la cámara para seguir agrandando la historia de un Ghostface convertido ya desde su primera aparición hace cerca de tres décadas en ícono del género, compitiendo en buena lid con otros grandes nombres dentro del cine de terror más contemporáneo como Freddie Krueguer, Jason Vorhees, Michael Myers, Chucky o Pinkhead. Quien si continua ligado a la franquicia de la que es tan responsable como el propio Craven es un Kevin Williamson encargado no solo del guion de la primera Scream así como de su segunda y cuarta entrega, sino de otros celebrados títulos de terror noventeros como Se lo que hicisteis el último verano, Halloween H20 o The faculty, y que continua embarcado en la saga que le convirtiera en estrella dentro del género, en este caso como productor ejecutivo de la cinta.

Si bien el anterior título, y por ende la tetralogía inicial, contaba entre sus protagonistas con el tridente de personajes centrales de la saga hasta dicho relanzamiento, con Neve Campbell como Sidney Prescott, Courtney Cox en el papel de Gale Weathers y David Arquette dando vida a Dewey Riley, a quienes se unía en esa quinta entrega un nuevo grupo de actores para que dieran el consabido relevo generacional de cara a la nueva serie de películas en mente y que con este título ya va por la segunda entrega, en esta ocasión únicamente el personaje de Cox hace acto de presencia junto a las nuevas enemigas acérrimas de Ghostface, unas hermanas Carpenter interpretadas nuevamente por Melissa Barrera y Jenna Ortega, ligadas en la ficción a la película primigenia por su relación con uno de los primeros portadores de la máscara de asesino, el Billy al que diera vida Skeet Ulrich, actor que vuelve a aparecer en pantalla mediante breves insertos justificados en la imaginativa y algo paranoide protagonista principal. Junto a unos y otros volvemos a contar con los amigos supervivientes de la película anterior, a quienes sumar una nueva recua de compañeros cuya función principal y única es la de sumar de una parte sospechosos de los que dudar así como nuevas víctimas potenciales para el bueno de nuestro sádico y meticuloso asesino enmascarado. Mención aparte para un par de incorporaciones destacables, la de un Dermot Mulroney tremendamente activo en la década de los noventa y visto entre otras en películas como Copycat, El efecto dominó o La boda de mi mejor amigo, quien interpreta al policía encargado del caso así como al padre de una de las amigas de las protagonistas. Lo mismo que una Hayden Panettiere conocida especialmente por la serie televisiva Héroes y quien de esta manera y tras doce años recupera su personaje de Scream 4 para seguir alimentando una constante en esta saga de películas, mantener lo máximo posible la interconexión entre todas las películas que la componen.

La película vuelve a conjugar el misterio de tratar de adivinar quién o quienes se ocultan en esta ocasión tras la máscara de asesino con una violencia nada contenida y que en varios momentos coquetea con un gore, eso sí, en su versión más edulcorada. Respecto a la primera idea hay que aplaudir la presencia de esos primeros Ghostface rápidamente eliminados de la ecuación en un giro mediante el cual los asesinos se convierten en víctimas, mientras que de los momentos más violentos y explícitos la película sigue destacando por la manera que plasma en pantalla los acuchillamientos de las víctimas que el asesino va dejando en el camino, apoyados estos muy especialmente en los efectos de sonido que acompañan a cada una de las puñaladas. Nuevamente es igualmente disfrutable la manera en la que uno de los personajes vuelve a explicar a sus compañeros y con ello al propio espectador los engranajes por los cuales se orquestan las películas de este tipo en la actualidad, una constante de la saga que nos ha permitido ir viendo desde la primera de las películas estrenadas ya hace casi treinta años como ha ido evolucionando este género en las últimas décadas, además de permitirnos hacer un nostálgico recorrido por sus constantes, personajes y directores de referencia. Y como toda buena secuela de terror que se precie se opta por trasladar la acción desde una Woodsboro que se ha erigido en un protagonista más en buena parte de las películas de la saga hasta una Nueva York que nos permite jugar con las posibilidades estéticas, visuales y de escenarios que nos brinda esta gran urbe.

Y una vez más lo peor de la película, casi un mantra de cada nueva entrega, viene toda vez se descubre la identidad de Ghostface, y es que salvo en la primera de las películas, donde si tenía sentido, se trata este de un momento terriblemente impostado donde las motivaciones se han ido volviendo cada vez menos convincentes, siendo estas excesivamente forzadas o directamente increíbles, además de servir para descubrir como un asesino o asesinos prácticamente infalible hasta el momento de destripar a las protagonistas de turno todas sus motivaciones que le han llevado a heredar la máscara de Ghostface, momento que homenajea involuntariamente a esos villanos de opereta que dejan al descubierto todo su plan toda vez creen tener reducido al héroe de turno, acaba por volverse un villano torpe, caótico e incluso por momentos ridículo toda vez la final girl o en este caso final girls de turno deciden cambiar las tornas. A esta idea habría que subrayar la tendencia por hacer de estos villanos una vez dejan de lado la máscara de Ghostface unos personajes excesivos, gesticulantes e hiperbólicos en su manera de comportarse, tratando de imitar sistemáticamente a la pareja de villanos vistos en la película primigenia, en cuyo caso si funcionaba ese comportamiento inclusive infantilizado. Y dentro de lo peor podemos igualmente incluir que, así como en la anterior entrega se apostó por abordar un momento tremendamente valiente con la manera en cómo termina el querido personaje de Dewey, en este caso no se ha hecho gala de esta misma valentía, por lo que veremos que la resolución de todos los personajes centrales o con algo de impronta en la trama no termina de encajar con lo habitual en esta serie de películas. El caso más flagrante es el de una Courtey Cox que podemos llegar a entender por la necesidad de tener que poder llegar a contar nuevamente con la única intérprete del elenco original ligada a fecha de hoy a las nuevas películas, y es que el éxito que nuevamente ha cosechado la cinta en su periplo en cines no hace descartar una nueva entrega en breve, más bien al contrario.

Y a pesar de estos pequeños peros no podemos obviar que nos encontramos con un título a destacar dentro del género al que representa y que mantiene la notable calidad de una saga de películas que a pesar de contar ya con seis títulos a sus espaldas no ha sufrido de momento el descalabro en ninguna de sus entregas que otras franquicias dentro del terror ya habrían acusado a estas alturas, fruto en buena parte de ese engarzamiento entre todas y cada una de las películas estrenadas que aunque forzado en algún caso sigue manteniendo una única historia con varias entregas en su haber. Muertes impactantes, estupendas secuencias plagadas de tensión, unas gotas de cinefilia dentro del cine de horror, unas protagonistas con las que logras conectar y un villano mucho más eficiente con máscara que sin ella son los elementos que ofrece esta nueva entrega que no va a defraudar ni a los seguidores de Ghostface ni a los fans del slasher menos puristas. O lo que es lo mismo, más carnaza para una nueva entrega de Puñalada.

miércoles, 26 de julio de 2023

CRUDO (RAW, 2016) 98´

 

La joven y brillante Justine ingresa en la facultad de veterinaria para seguir con la tradición familiar. Allí despertará a todo un nuevo mundo muy alejado de los cánones de comportamiento inculcados por sus padres hasta ese momento, descubriéndose a una nueva e incontrolable Justine cuándo decida por vez primera probar la carne.

 

El título que nos descubriría a la directora gala Julia Ducornau, todo un soplo de aire fresco dentro del panorama cinematográfico actual y que va más allá del género de terror, destacando la frescura, vitalidad, personalidad, descaro y arrestos de su cine, y que con tan solo dos películas a sus espaldas la ha convertido en la heredera natural de un David Cronenberg que apadrinara allá a finales de los setenta y primeros ochenta y a raíz de su personalísima filmografía el apelativo de cineasta de la nueva carne, y es que Ducornau juega igualmente a través de sus historias con la metamorfosis de los cuerpos, pero también de las mentes, como medio de adaptarse a una sociedad cambiante y con propensión a engullir al diferente, como quedaría perfectamente atestiguado ya en su opera prima.

No nos encontramos en Crudo con una película de terror al uso, sino que lo que presenciamos es un drama con ecos de horror por la manera en la que la directora plasma el viaje vital de su personaje principal en una historia que nos permite muy variadas lecturas. Podemos estar hablando del paso de la adolescencia a la madurez de su protagonista, del descubrimiento una vez desligada de las ataduras familiares de su propia personalidad, de cómo la sociedad una vez entras en su rueda de autodestrucción ya no te suelta para llevarte a una vorágine de la  que es imposible desligarse, de unas relaciones familiares que se mueven en el amor más irracional y el odio más visceral... Ducornau trata estos y muchos temas más implícitos en la historia de una chica apocada, estudiante brillante y vegetariana por tradición familiar a la que vemos de inicio sustentada por unos padres que se intuye no la han dejado volar en libertad. Es con su entrada en esa facultad de veterinaria en la que se desarrolla todo el grueso de la película donde la joven descubre un mundo totalmente nuevo y opuesto al que había vivido hasta ese momento, ejemplificado este en unas novatadas donde la violencia física, verbal y el éxtasis y desenfreno de las fiestas universitarias donde la desinhibición a todos los niveles, el sexual también, descubrirán a una nueva persona en la figura de la protagonista. Toda esta idea se ejemplifica utilizando la carne que da título a la película como metáfora de esta disrupción entre la Justine del pasado y la del presente, siendo igualmente este punto el que convertiría a Crudo en uno de los títulos más polémicos y celebrados del año 2016, convirtiéndose casi desde el momento de su estreno en título de culto.

Y es que Ducornau, autora igualmente del guion de la película, se parapeta tras un tipo de cine directo y sin manierismos, aunque no por ello presente ciertos ecos oníricos en sus películas, siendo una directora a la que no le tiembla el pulso a la hora de utilizar la explicitud a la hora de contar lo que tiene en mente. Es por ello que Crudo daría mucho que hablar entre el aficionado al terror, y es que si bien su visceralidad está muy por debajo de títulos más enclavados dentro del gore más salvaje, se muestra de una forma tan cruda, nunca mejor dicho, y directa que hace que en no pocos momentos el espectador acabe siendo incomodado en la butaca ante secuencias como la del vomito de cabello o en la escena en la que la protagonista saborea el dedo recién amputado de su hermana. Y es ahí donde el trabajo de los responsables de efectos de maquillaje cobra enorme importancia, así como la manera en la que la realizadora presenta y monta estos momentos, ayudando la desazón que los mismos generan a hacer más patente el mensaje de la película.

Pero no podemos hablar de Crudo y no mencionar la brutal interpretación de la debutante Garance Marillier, ya que su actuación es la principal responsable de que la película funcione sin caer en la parodia o en la astracanada, algo a lo que películas que apuestan fuerte, y Crudo lo hace, se exponen con relativa facilidad. No es el caso gracias a una protagonista que nos lleva de la mano desde esa Justine virginal, angelical y algo pacata que vemos al comienzo de la película hasta una Justine que una vez deja fuera todas las máscaras que la oprimían nos descubre su lado más salvaje y desprejuiciado. Lo mismo podemos decir de Ella Rumpf, quien interpreta a la hermana de la protagonista, y a quien lleva de la mano en un camino de autodescubrimiento que acaba con la revelación de que en realidad nada es como le habían enseñado sus padres durante esos primeros años de vida.

Hay que volver sobre esa idea de que Crudo es la primera película de su realizadora, una Julia Ducornau que sin embargo no presenta atisbos de novata en esta, su opera prima. Nos encontramos por el contrario con una película que en ningún momento balbucea, con un ritmo perfectamente medido y que visualmente está plagada de movimientos de cámara y encuadres nada timoratos, como así queda patente en los momentos en los que se filman las fiestas universitarias en las que participa la protagonista. Todo ello denota una confianza y saber hacer por parte de su directora que se traslada a un espectador que en ningún momento es capaz de descubrir durante el visionado de la película fallos de recién llegado al mundo del cine. Es por todo ello, su arrojo, los temas tratados en su cine y su particular estilo visual, que Ducornau se convertiría prácticamente de la noche a la mañana en una realizadora a la que seguir muy de cerca. 

Crudo se constituye de esta forma como una película que se puede englobar sin problema alguna entre ese cine de terror surgido a comienzos de los dos mil en Francia y denominado de inicio de manera despectiva como nuevo extremismo francés. Y es cierto que Crudo puede resultar durante algunos pasajes repulsiva, provocadora o hiriente, pero les invito a rascar esa superficie de buscada transgresión y provocación para dar con una película que contiene entre multitud de capas un tratamiento de temas que al fin y al cabo no son otra cosa que nuestro día a día tratando de sobrevivir en sociedad. Buen provecho.

jueves, 3 de noviembre de 2022

TERRIFIER 2 (TERRIFIER 2, 2022) 138´

 

Sienna última su disfraz de Halloween, basado en un personaje imaginario creado por su padre, un enfermo mental, antes de suicidarse. Su hermano Jonathan, por su parte, quiere disfrazarse de Art the clown, un asesino de masas cuya imagen ya aparecía entre los dibujos de su progenitor y con quien el joven parece estar obsesionado.   

En 2016 se estrenaría Terrifier, una película de horror cuyo calado a través del boca oreja entre el aficionado al género acabaría por encumbrar como una película con ciertos aires de culto. Sin embargo, su principal artífice, Damien Leone, autor del guion, director y diseñador de los efectistas trucajes gore vistos en la película, hubo de esperar seis años para estrenar una secuela que engrandece aún más esta saga y cuyo brutal éxito en la taquilla augura la posibilidad de seguir cultivando secuelas a futuro. Y lo que podemos decir respecto a esta segunda parte es que la espera ha merecido la pena.

Lo primero de todo sería destacar como esta secuela no traiciona en absoluto la esencia de la saga y del propio personaje principal, ese psicópata de tintes ya abiertamente sobrenaturales caracterizado como un espigado clown y con la peculiaridad de no emitir un solo sonido ni hablar una palabra, haciendo del silencio uno de sus recursos para infundir el terror. Si bien la fotografía en este caso utiliza tanto escenarios claustrofóbicos y llenos de claroscuros que van en línea con lo visto en la primera entrega y que tienen su colofón en un acto final enorme en un estupendo pasaje del terror, esta secuela es más luminosa que una primera entrega más limitada a este respecto por la falta de medios. Aunque en este caso tampoco podemos hablar de que se haya manejado un gran presupuesto, ya que la película ha costado unos doscientos cincuenta mil dólares, aunque hay que resaltar que en pantalla lucen como si se tratara de cuatro veces más importe. La película sigue manteniendo un aura malsano, onírico por momentos, con la secuencia de la pesadilla de la protagonista como ejemplo principal de una idea que subraya el origen no humano del villano de la saga, y para nada se ha rebajado la violencia gráfica de la película, al contrario, Leone ha aprovechado la mayor disponibilidad de medios para deleite de los fans del gore, logrando además cierto estilo propio en estas secuencias plagadas de brutalidad, sangre y efectismo, con el cruel y despiadado asesinato de una de las amigas de la protagonista como gota que ha colmado el vaso y que ha llevado a la película  a ser noticia por el malestar que esta secuencia ha generado en numerosos espectadores, vómitos y desmayos incluidos. A este respecto reseñar que a quien haya visionado cine gore con anterioridad la mencionada escena no le impactará de igual manera que a alguien más neófito en el género. Lo que sí que es cierto que la película logra su cometido de generar terror durante su visionado, conjugando para ello algún jump scare muy aislado que provoca el ansiado salto en la butaca, pero especialmente mediante la creación de unas escenas desasosegantes muy bien montadas y desarrolladas a tal fin, acompañándose estas de un efectivo acompañamiento musical,  siendo Terrifier 2 algo más que un título gráficamente explícito que genere asco durante su proyección. Y es que Art the clown da auténtico miedo.

Si bien la película, como ya apuntábamos, ha sabido mantener intactas todas las cualidades de la primera película, ha tratado de mejorar las principales lagunas de aquella, especialmente a nivel de personajes e historia. Respecto a lo primero no hay duda que en este caso el director ha dibujado unos protagonistas mucho más definidos y complejos, dando de hecho muchos minutos de metraje para narrar la trágica historia de los dos hermanos protagonistas. A este respecto hay que destacar a una Lauren LaVera que son su papel de Sienna logra enamorar al espectador de manera inmediata, convirtiéndose en un perfecto exponente de scream queen al uso, una estupenda némesis del villano de la historia con esa mezcla de fragilidad y fuerza tan característico de este tipo de personajes y que quedará refrendado en su épico y sangriento enfrentamiento final. Su presencia en pantalla se engrandece además gracias a su caracterización, con un disfraz de Halloween construido por el propio personaje que la transmuta en una heroína fantástica y que se ha convertido por derecho propio en icónico de manera instantánea, mezclando un look al más puro estilo Xena con unas angelicales alas y un peinado lleno de trenzas y aretes, conjugando el erotismo con la fortaleza del personaje. El joven Elliott Fullam, encargado de dar vida a su hermano pequeño en la ficción, logra igualmente crear un personaje interesante y que no queda en mero niño al que salvar de las garras del asesino, una dupla de protagonistas a quien acompañan personajes mucho menos desarrollados, a excepción del de la madre de ambos, y donde volvemos a encontrar prototipos del género como esa amiga fiestera y su novio, ambos en celo constante y que pagaran con la vida sus escarceos amorosos. La presencia de Art the clown vuelve a ser el eslabón principal que mantiene el tono terrorífico de la película, siendo esta impactante y aterradora a cada nueva aparición, resaltando como una vez más David Howard Thornton, el actor detrás del maquillaje, compone una interpretación tremendamente física y gestual que incluso en momentos aparentemente cómicos del personaje, cuándo se dedica a jugar con sus víctimas potenciales, es tremendamente incómodo. La idea de incluir esa especie de amiga imaginaria de Art supone otro acierto, ya que no resta empaque al villano principal y es igualmente desasosegante, dejando ambos patente que nunca una sonrisa genero tanto miedo.  

Frente a una trama en Terrifier que se limitaba a encerrar a los personajes en una casa para ir siendo asesinados de la manera más brutal y sin explicación alguna, en esta ocasión Leone ha desarrollado un guion mucho más denso y ambicioso, llegando de hecho el metraje hasta las dos horas veinte minutos, toda una rara avis en películas de este estilo dentro del género de terror, más cercanas a la hora y media, recordemos que Terrifier tenía una duración de una hora y veinte minutos. Sin embargo este abultado metraje no supone ningún problema de ritmo para una película que en ningún momento aburre, y que si bien podía haber tenido un montaje más corto ajustando la duración de alguna secuencia o eliminando ciertas escenas, podemos afirmar es disfrutable de inicio a fin. Leone vierte en esta segunda entrega ciertas ideas sobre el origen sobrenatural de Art y de los lazos que le unen con la protagonista principal, aunque sin llegar a desarrollarlos del todo, posiblemente por la intención de su principal responsable y creador de ir desgranado la historia más a fondo en posteriores secuelas, todo ello culminado con una escena post créditos llena de bizarrismo que enlaza esta segunda película con el primer Terrifier, una idea ya presente en el momento en que el comienzo de la película se produce allí donde finalizaba la película de 2016.

De esta forma nos encontramos con una secuela mucho más potente a todos los niveles que una primera entrega ya destacable. Leone ha logrado pulir aquellos elementos menos logrados y potenciado los principales aciertos, debiendo nuevamente remarcar la portentosa capacidad de un director que no solo logra ofrecer un trabajo final tremendamente funcional y bien rodado, sino que ha dejado más que patente su capacidad a la hora de manejar presupuestos muy bajos plasmando en pantalla mucho más de lo que en principio el importe manejado debiera permitir, y que en base a su trabajo con Terrifier merece ser seguido de cerca en futuros proyectos. Un título que está multiplicando exponencialmente el cuarto de millón de dólares de presupuesto (a estas alturas va por los ocho millones de recaudación y subiendo), lo que augura nuevas entregas de un personaje que a fecha de hoy merece su sitio sine die en el Olimpo de los psychokillers del cine de terror. Se lo ha ganado a pulso.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

TERRIFIER (TERRIFIER, 2016) 84´

 

Tara y Dawn regresan a casa tras una fiesta en la noche de Halloween  cuándo ven a una extraña figura caracterizada como un extravagante clown. Mientras que Dawn se toma a broma la presencia de este personaje, Tara no puede sentirse terriblemente incómoda por la manera en que este tipo se comporta, no siendo conscientes ninguna de las dos que acaba de comenzar para ellas una noche de auténtica pesadilla.

Película que suponía la puesta de largo oficial de un personaje con el que el director y guionista de la película, Damien Leone, llevaba tiempo ligado en su filmografía, siendo de hecho ambos prácticamente compañeros inseparables de recorrido cinematográfico. Y es que este nuevo serial killer caracterizado como un híbrido entre payaso y mimo y de nombre Art the clown ya había aparecido en los cortometrajes de Leone El noveno círculo, de 2008, y Terrifier, estrenado en 2011 y que se erige como todo un laboratorio de pruebas de este largometraje posterior de igual título, siendo de hecho varios los momentos extraídos del corto que han sido trasladados a la película. También aparecería en su debut en el largometraje, La víspera de Halloween, una cinta de episodios que toma como base los primeros trabajos como realizador de Leone, siendo este payaso homicida el hilo conductor de un total de tres historias de horror con las que su director ya deja de manifiesto que es todo un amante del cine de terror más visceral y explícito, pero ello sin dejar de lado un poso de ambiente malsano que potencia aún más el horror de sus trabajos más allá de la profusión de escenas abiertamente desagradables.

La película contaría con un presupuesto irrisorio de cien mil dólares, que si bien limita a la hora de crear una historia con pocos escenarios y un puñado reducido de personajes, para nada hace pensar en el resultado final que la película ofrece, no solo a nivel de estupendos y efectistas efectos de maquillaje y trucajes abiertamente enclavados dentro del gore, sino por la propia pátina visual que presenta la película especialmente  a nivel de iluminación y construcción de las escenas, contando para esta labor su director con un George Steuber que ha ejercido como director de fotografía en toda la filmografía de Leone. Y es que si bien Terrifier no oculta en ningún momento su estilo de serie B menor, parece mucho más lujosa a todos los niveles de lo que realmente es a nivel presupuestario, algo que hay que achacar al talento de un Damien Leone, una idea apuntada ya en esta primera película y que quedaría plenamente certificada en la secuela que llegaría seis años más tarde.

Terrifier está protagonizada por un puñado de desconocidos intérpretes, algo obvio si tenemos en cuenta las aguas por las que se mueve la película, siendo lo más destacable a nivel de personajes la manera en cómo se incumple una de las normas básicas dentro del slasher, siendo testigos como espectadores de como la película nos lleva a pensar, incluso a nivel de estética, presencia y comportamiento, en una protagonista condenada a convertirse en la final girl de turno, siendo de hecho el personaje de Tara la principal protagonista durante buena parte de metraje, para hacer, un viraje de ciento ochenta grados en el último tercio de cinta en forma de muerte atroz, cambiando ese estigma de única superviviente en un nuevo personaje en una decisión que si bien es interesante por como rompe el ABC de este tipo de películas, elimina a una protagonista sumamente interesante por otro de mucha menor entidad.

Aunque si hablamos de los personajes de la película es obligado tratar la figura de Art the clown, el auténtico alma mater de Terrifier por encima de víctimas y supervivientes, y responsable directo de que tanto esta película pero especialmente su secuela se hayan convertido en títulos de culto dentro del circuito del terror más irreverente y sangriento. La caracterización de este personaje es sumamente sencilla, con un rostro blanco con protésicos para deformar los huesos de la cara y aportar una enorme nariz picuda emulando a las napias características de las brujas de cuento. La boca del personaje está pintada de negro y coronada por una dentadura igualmente podrida que cuándo sonríe le dota de una gran incomodidad. Un traje negro y blanco y un pequeño gorrete colocado de lado sobre un cráneo sin pelo complementan una iconografía que acrecienta y alimenta uno de nuestros grandes terrores de la infancia, pero también de la madurez, y que en algunos casos tiene patología de fobia, la coulrofobia, un miedo irracional a payasos y mimos que posiblemente tenga orígenes atávicos a través de un miedo implantado en nuestro corteza cerebral proveniente de antiguos rituales de miles de años de antigüedad presididos por chamanes o sacerdotes con el  rostro igualmente decorado, como sucede con los payasos actuales, y que en ocasiones acababan convertidos en sangrientas ceremonias. No es casualidad pues que la figura del payaso se haya convertido en referencial en el terror con obras como It, Clowhouse, Los payasos asesinos del espacio exterior, Poltergeist o La casa de los 1000 cadáveres entre un largo etcétera, una imagen distorsionada de un personaje en principio nacido para hacer reír a la que tampoco ha ayudado la existencia real de psicópatas como John Wayne Gacy, ejecutado en los años noventa por acabar con la vida de más de una treintena de jóvenes  de entre catorce y veinte años. Su seña de identidad, en su barrio se le conocía por disfrazarse de payaso para entretener a los niños de la localidad. No es de extrañar pues que la tétrica presencia de Art the Clown resulte tremendamente desasosegante más allá de los brutales crímenes que le veremos llevar a cabo, y es que su sola imagen llevando a cabo actos mundanos, pasando por ese acoso casi imperceptible que de inicio lleva a cabo contra las protagonistas, incluso la manera en que se mueve o sonríe, ya  son más que suficientes para erizar la piel, algo que hay que atribuir principalmente al actor David Howard Thornton, especializado en doblaje y con una carrera escasa en cine, y que sería el responsable desde este título (anteriormente el papel había sido interpretado por Mike Giannelli) de dar vida a este payaso que ha de manifestar todo el terror del mundo, amén de con su forma tan brutal de acabar con sus víctimas, mediante una expresión corporal que el actor que le da vida controla  a la perfección.  Resaltar asimismo esa característica que es la de aportar la idea de que no hable nada y se  comunique al puro estilo de los mimos, siendo este uno de esos elementos que potencian su carácter aterrador.

La película, como ya apuntábamos con anterioridad, se mueve dentro de los resortes del cine gore más brutal, con ojos arrancados de las cuencas, cabezas decapitadas o una escena cumbre protagonizada por una sierra oxidada y una de las víctimas colgada cabeza abajo con la piernas abiertas por la mitad, pero no por ello renuncia a implementar un aire malsano, sucio y deprimente a la trama y escenarios de la misma, idea que potencia la incomodidad en el espectador más allá de los momentos puntuales protagonizados por la sangre y unos muy destacables efectos de maquillaje y físicos, donde se agradece la ausencia total de CGI para contar en su totalidad con trucajes mecánicos o prácticos de la vieja escuela, siendo el resultado espectacular máxime para una producción de tan bajo presupuesto. Resaltar que es el propio Damien Leone el responsable de esta área, habiendo trabajado de hecho como responsable del área de efectos especiales y de maquillaje en todas sus películas además de en varios trabajos ajenos como director.

La principal piedra en el zapato de la película se encuentra en una historia muy rutinaria y sin nada que contar más allá de ubicar a las víctimas del payaso homicida a merced de este para que tenga lugar el trillado juego del gato y el ratón aderezado con un puñado de efectistas muertes. Aunque en este caso se agradece no se revele ni un solo dato explicativo de quien es Art the clown, ya que ayuda a potenciar un estilo propio de una película que por momentos nos retrotrae a ese gore tan en boga en los años ochenta con el ultragore alemán o los primeros trabajos de directores tan a tener en cuenta como Sam Raimi o Peter Jackson. Como no podía ser de otra manera en un director apasionado por el género de terror son varios los guiños que se cuelan a lo largo de la película, siendo el más destacado el homenaje que vemos perpetrar por parte de Art the clown al personaje del psicópata de El silencio de los corderos Buffalo Bill.

Un título que nos descubriría no solo a un enorme personaje dentro del cine de terror, con potencial para hablar de tú a tú con los Michael Myers, Freddie Krueguer o Jason Voorhees de turno, sino que haría lo propio con un director del que hay que destacar el enorme partido sacado a un presupuesto irrisorio para presentar una película más que interesante dentro del género en el que se mueve, algo que demuestra talento detrás de las cámaras. Eso sí, no apta para un público al que el gore le incomode en la butaca ni a quien tenga traumas infantiles protagonizados por payasos de rostro pintado. Para el resto, una recomendación dentro de nuestro espectador más cinéfago. Pero lo mejor de todo estaba por llegar.

jueves, 13 de octubre de 2022

EL CULTODE CHUCKY (CULT OF CHUCKY, 2017) 91´

 

Cuatro años más tarde de los macabros acontecimientos sufridos por Nina Pierce esta continua ingresada en un hospital psiquiátrico, ya que todo el mundo cree que los relatos que narra fueron fruto de su psicosis. Mientras, Andy Barclay, treinta años después de su primer encuentro con Chucky está dispuesto a zanjar su pesadilla para siempre.

Última secuela hasta la fecha, si no tenemos en cuenta el remake estrenado en 2019 y la serie para televisión iniciada en 2021, de esta longeva y en cierta forma agotada saga iniciada en 1988 y cuyos títulos pasamos a enumerar. Muñeco diabólico fue un interesante híbrido entre policiaco y cine de terror que nos daría a conocer a uno de esos personajes convertido con el paso del tiempo en una de las figuras de terror más representativas de las últimas décadas. Le seguiría una segunda entrega que mantiene el tono y estilo de la película iniciática y que destaca por ese final con tono de grand guignol en la fábrica de juguetes. La tercera entrega, más floja que sus antecesoras, se enmarcaba ya abiertamente en un cine slasher copado por un Chucky volcado en resultar a cada momento irónico y mordaz a la par que tremendamente letal. La franquicia viraría de tono y estilo con la estupenda La novia de Chucky, de lo mejor de toda la saga y que introducía, además del personaje de la novia del hasta ahora protagonista y villano de la función, una mezcolanza entre terror y comedia negra que funcionó a las mil maravillas. Es por ello que trataría de estirarse este éxito con El hijo de Chucky, pero en este caso la comedia gamberra ganaría terreno frente al terror, siendo el resultado bastante irregular y en cierto modo desconcertante. Este tropiezo provocaría que pasara casi una década para que se estrenara La maldición de Chucky, título que dejaba de lado el humor negro de sus predecesoras para centrarse en un terror más clásico en historia  pero con su conveniente vertiente de gore en fondo, suponiendo un interesante lavado de cara de la saga.

El culto de Chucky tiene lugar cuatro años más tarde de esta última entrega, la cual es necesario haber visto antes para entender los acontecimientos que se narran en esta ocasión. Don Mancini, uno de los nombres de referencia de la saga tras escribir todas las películas que conforman la misma y dirigir varias de estas, se pone nuevamente detrás de las cámaras para poner en imágenes un guion nuevamente escrito por el mismo. Mancini trata de orquestar con esta entrega un homenaje a la saga y a sus fans, devolviendo a personajes icónicos como Tiffany o Andy, multiplicando exponencialmente, y nunca mejor dicho, la presencia de Chucky, y mostrando varios guiños a lo largo de la película para regocijo de los seguidores de la franquicia siendo el más evidente la recuperación de los diferentes modelos del personaje aparecidos a lo largo de toda la serie de películas.

Se trata de una película modesta, algo que es patente en la utilización de un único escenario y de un pequeño grupo de actores, y sin embargo Mancini logra presentar un producto bien rodado y que sabe sacar partido visual a esa pulcra residencia psiquiátrica donde se desarrolla la historia. Y a pesar de la contención de gastos no se escatima en buenos efectos de gore llegado el momento, siendo las diferentes muertes mostradas en pantalla lo mejor de una película que, en base a un guion que no ofrece nada nuevo reseñable dentro de la longeva saga, acaba por resultar por momentos tediosa. Son esos momentos en los que Chucky hace acto de presencia para acabar con sus víctimas de las maneras más explícitas posibles lo que, unido a un ajustado metraje, salva a la película de naufragar estrepitosamente. Pero lo que si queda patente una vez finalizada la película es que la saga presenta unas muestras de agotamiento de la fórmula que aconsejaban cierto letargo antes de afrontar su continuación, idea que quedaría refrendada en el hecho de que lo siguiente que veríamos en pantalla sería un remake que de alguna manera iniciara desde cero la historia de este muñeco diabólico.

Entre un elenco de intérpretes desconocidos cabe reconocer la presencia de Alex Vincent dando vida una vez más, y serían cuatro las ocasiones en cine que lo haría, a un Andy Barclay convertido en némesis de Chucky desde su primer encuentro siendo este solamente un niño. Fiona Dourif vuelve a dar vida al personaje principal tras su primera aparición en La maldición de Chucky, rescatando de la actriz su participación en las series para televisión La purga, inspirada en la serie de películas iniciada en 2013 y en Apocalipsis, segunda adaptación para televisión de la epopeya publicada por Stephen King en 1978. Y como obviar al auténtico alma mater de la franquicia, Brad Dourif, padre de Fiona y voz de Chucky en todas y cada una de sus apariciones en pantalla hasta el anteriormente citado remake donde dicho honor recaería en un Mark Hamill muy activo como doblador en animación y videojuegos y para siempre el Luke Skywalker de la trilogía inicial de La guerra de las galaxias.

Una entrega con una historia simplona que tiene su principal baza en la baraja de guiños presentes y que harán disfrutar a los fans de la saga, ya que por  misma carece de entidad propia para poder enmarcarse como uno de los títulos más reseñables dentro de esta franquicia, siendo de hecho una de las más flojas de la misma. Buena colección de muertes, un Chucky como auténtico protagonista de la fiesta y la constatación de que era necesario un reinicio de la historia para intentar contar algo nuevo y diferente. Eso llegaría un par de años más tarde.