En 1696 un grupo hereje compuesto por varias
brujas es condenado a la hoguera en la localidad de Salem por el Reverendo
Hawthorne debido a sus prácticas satánicas. Más de trescientos años más tarde
Heidi Hawthorne, una locutora de radio que conduce un programa de Hard Rock
junto a otros dos compañeros y buenos amigos, recibe un disco de vinilo dentro
de una caja de madera enviado por un grupo que se hace llamar The lords. Nada
más ponerlo, Heidi comienza a experimentar una extraña sensación que la
transporta mentalmente a un estado de semi inconsciencia incontrolada.
The lords of Salem representa la obra más
personal y arriesgada dentro de la filmografía de Rob Zombie, apostando
por una historia de terror pausada y psicodélica, lejos del formato de terror
contemporáneo y sacrificando el fondo por la forma, empujado por una corriente
visual que es lo más destacable dentro de una película que por otra parte es
innegable ha sido escrita y dirigida por alguien como el director de La casa de
los 1000 cadáveres. Entre los productores de la cinta no podemos obviar el
nombre de Jason Blum, padre de la productora Blumhouse productions, o lo que es
lo mismo, máxime responsable de una compañía que ha logrado reflotar el género
de terror gracias a películas como Insidious, Paranormal activity, Sinister,
The purge o Ouija por citar las más representativas sagas surgidas de su
mecenazgo.
Sheri Moon Zombie protagoniza la película en
el que es el papel más complejo de su carrera, ya que además de ser una
protagonista casi absoluta, se ve sometida a una involución de su personaje a
lo largo de la trama que requiere de una gran aportación dramática por parte de
la musa de Zombie, y si bien es cierto que tampoco es que logre crear una
composición excelsa sí que logra al menos salvar los muebles. Junto a la actriz
volvemos a disfrutar de un desfile incansable de nombres a destacar como es el
caso de Jeff Daniel Philips, colaborador habitual de Zombie desde Halloween 2,
Bruce Davidson, veterano secundario visto en títulos como Compañeros
inseparables o Vidas cruzadas, Ken Foree, otro de los incondicionales del cine
del director y convertido en mito del género gracias al Zombie de Romero, Judy
Geeson (Rebelión en las aulas), Meg Foster (Están vivos, Masters del universo),
Patricia Quinn (The Rocky horror picture show, El sentido de la vida), Dee
Wallace, musa del cine de terror y fantasía de los ochenta gracias a Aullidos,
ET, Critters o Cujo, María Conchita Alonso (Perseguido, Depredador 2) o Andrew
Pine, el lagarto Steven en la mítica serie de televisión V. Acompañando a este
estupendo cast central podemos atisbar cameos de gente como Michael Berryman,
Sid Haig Barbara Crampton, Clint Howard, Udo Kier o Richard Lynch. Lo dicho,
enésimo deleite para el fan seguidor de la filmografía de Rob Zombie.
La película se nutre de la leyenda e iconografía
de Salem y los hechos que allí tuvieron lugar en el siglo XVII para orquestar
una historia de terror que nuevamente se ancla en formas y estilo dentro de la
década de los setenta. Incluso a nivel estético, y eso que es la única película
hasta la fecha que Zombie ubica en la actualidad, la cinta tiene toda la
esencia de estar ambientada en dichos años en cuanto a vestuario, diseño de
producción y decorados. Nuevamente el director toma como referente películas
señeras dentro del género, siendo en esta ocasión las principales homenajeadas
La semilla del diablo y El resplandor. De la primera toma prestada esa historia
de una mujer enfrentada a un peligro que desconoce, estando este en ambos casos
focalizado en una aparente inocua vecindad, amén de la idea de convertirse la
protagonista en involuntaria fuente de una vida engendrada por el mal en estado
puro. De la obra de Kubrick hay innegables guiños al estilo de geometría visual
de la adaptación de la novela de Stephen King, incluso podemos atisbar paralelismos
entre ese tema central obra de la ficticia banda de The lords y que imbuye a las mujeres de Salem que la escuchan
a entrar en hipnótico trance, y el soundtrack de El resplandor, por ejemplo en
el tema que nos introduce en la cinta y que acompaña a la secuencia del coche
de los protagonistas serpenteando por una carretera casi inaccesible camino del
hotel Overlook.
La obra de Zombie muestra su faceta más
experimental en momentos como los de la secuencia en la que Heidi se introduce
en el misterioso apartamento 5 para acabar adentrándose en una fastuosa sala de
arquitectura de catedral donde tendrá lugar un orgánico y repulsivo encuentro
de tintes sexuales con un aberrante demonio, siendo no obstante el momento de
mayor delirio un tramo final con un aquelarre de imágenes no ya proyectadas,
sino disparadas inmisericordemente, y que muestran, entre fogonazos y desnudos
de mujeres, toda una ralea de imágenes inquietantes, siendo uno de los fotogramas más reprobables a la vez que valientes
de la película aquel en el que una serie de criaturas vestidas con hábitos
clericales se masturban.
Es por todo ello que The lords of salem no es
una película al uso, ni una cinta de terror fácilmente englobable dentro de un
sub género del horror, sino que se trata de un descenso a los infiernos de la
mente de manos de un director al que hay que alabar nuevamente que, a pesar de
no tratarse de un trabajo redondo en su concepción, planteamiento ni
desarrollo, si que se trata de una obra que logra mantener en tonos generales
un aire malsano, molesto e inquietante, además de erigirse como una pesadilla
delirante, insalubre y retorcida. Puro Zombie vamos.
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